ERICK BEHAR VILLEGAS
Reducción del Estado colombiano: reflexiones para un mejor 2019
Cuando existe algún desafío o problema, la solución no necesariamente es gastar más o contratar a alguien más y pensar que la magia del individuo o la serendipia cambiarán la realidad.
Cuando vemos las discusiones actuales en Latinoamérica y más allá, pareciera haber un silencioso consenso, en algunas partes, que busca transformar el tamaño del Estado. En nuestra historia nacional, no. Pareciera que creemos en un curioso modelo lineal que dice: más personal, más presupuesto, más Estado. Y así, persisten los temas estructurales.
Actualmente se habla de nuevos ministerios; en algún momento, se necesitaron super-ministros, comisiones, grupos y cada vez más burocracia para atender las complejas necesidades del país. Sí, algunos probablemente sean necesarios hace mucho, como el de Ciencia y Tecnología, pero no porque exista un Ministerio podremos decir ipso facto que tendremos una cultura de apoyo, aceptación y admiración hacia la ciencia. Ojalá el nuevo Ministerio que se abre paso logre afianzar esa cultura, pero no será a punta de burocracia.
La burocracia desmedida como solución pareciera una verdad incuestionable, una norma, como diría la sociología, una tendencia histórica que no necesitamos realmente, o bien, en el estilo de Eric Hobsbawn, ¿una tradición inventada? ¿Qué tal si la solución estuviera en otra parte? Esta columna no apaciguará esta gran Hydra, pero nos puede hacer pensar en el deber que tenemos como ciudadanos de poner temas sobre la mesa para un mejor 2019.
Nuestros vecinos han empezado a contemplar la reducción del tamaño del Estado. Ecuador avanza en su Plan Económico, fusionando algunas empresas públicas, pasando de 27 a 20 ministerios, y apuntando a ahorros anuales de más de 350 millones de dólares. Lenin Moreno no quiere pagarles el celular a los funcionarios directivos y ya empezó a vender vehículos. Bolsonaro quiere pasar de 29 ministerios a 16 y ya anuncia otras reformas. Más allá de LatAm, Canadá venía anunciando estas intenciones dese 2014 y hoy surgen en países europeos como Francia. La misma Alemania, cuenta apenas con el 2% de funcionarios públicos sobre su población total y tiene un aparato estatal verdaderamente eficiente. Si dicen que un trámite dura 10 días, simplemente dura 10 días o menos, punto. Aquí hay trámites que duran años, sí, años.
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Es fundamental aclarar que ‘transformar el tamaño del Estado’ puede significar todo y nada. Por un lado, puede ser reducir la variable ingresos del estado como componente del PIB. Por otro, puede significar reducir el gasto de funcionamiento y/o inversión, la eliminación, fusión de entidades, o, un cambio en la mentalidad misma detrás del gasto. Es esta última práctica la que nos puede ayudar a repensar al Estado hacia 2019. Pensemos que Grecia, al iniciar sus reformas en medio de la crisis económica, contaba con un 25% de funcionarios públicos sobre su fuerza laboral, creando un cúmulo innecesario de ineficiencias.
No hay evidencia contundente que cuanto menos o más Estado haya, mejor le irá a un país, dado que otras variables impactan la situación y cada metodología puede arrojar conclusiones distintas. Kim, Wu & Lin (2014) encuentran que una mejor gobernanza es un requerimiento para que un Estado grande contribuya a la productividad, y que, a partir de un tamaño particular del Estado, el crecimiento económico es impactado negativamente, sobre todo en países con recursos naturales abundantes. Lo que se hace necesario entonces, es repensar la gobernanza desde la eficiencia y el sentido común. Entonces, crear n entidades nuevas puede suponer un terrible costo de oportunidad cuando se debe fortalecer o crear un número más pequeño de instituciones que sí pueden marcar la diferencia.
Sentido común es no cambiar las flotas de camionetas blindadas frecuentemente, pasarse a camperos en vez de adquirir carros de alta gama (no somos Alemania ni Japón, no los producimos, entonces no podemos equipararnos en el tipo de vehículos que se usan en el sector público). Sentido común es no tener oficinas redundantes que hacen lo mismo que otras y pelean por su existencia en la milimetría de interpretaciones jurídicas. Sentido común es no despilfarrar cientos de miles de millones en publicidad y autoproclamación, como si el afán estructural por figurar le hiciera un bien al país. Sentido común es dejar de contratar tantas personas en entidades públicas luego de inventarse más trabajo artificial, sabiendo que el cortoplacismo de estas contrataciones está impregnado de una realidad más política que técnica.
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Celebro que el gobierno actual quiera introducir una política de austeridad, pues ahí es donde está la solución a nuestro déficit estructural. De lo contrario, los egos presupuestales alegarán cada año que necesitan más y más, en una eufemística linealidad del tiempo que exige mostrar y no construir resultados. Pero debemos pensar varias veces si la creación de todas las nuevas entidades pensadas es del todo necesaria. Sólo si su gestión cambia la realidad en la profundidad, hay legitimidad, de lo contrario es una solución nominal a un problema real.
Reducir el tamaño del Estado implica que la burocracia funcione. ¿Por qué tenemos que aceptar que algunas entidades no hagan su trabajo con la sempiterna excusa de no tener presupuesto ni personal suficiente? Transformar el tamaño del Estado implica cambiar la mentalidad, pero también implica no estigmatizar al funcionario público por el simple hecho de serlo; hay una gran variedad de funcionarios, y no necesariamente se está fomentando la atracción de talento cuando el servicio público parece más un campo minado que un camino de vida. Nuestro Estado podría ser el Estado Emprendedor de Mariana Mazzucato: es hora de cambiar de perspectiva; de hecho, era hora, hace años.
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