JULIO ANDRÉS ROZO
Turismo y paz: mi experiencia remando con colombianos excombatientes en Caquetá
En Miravalle-Caquetá hay un río que otrora era un paraíso en medio del conflicto armado. Ese es el río Pato. Hoy en día sigue siendo un paraíso y lo que cambió es que ya los rolos como yo lo visitamos de manera tan normal, como lo fuese ir a cualquier otro lugar en Colombia.
Justamente hace un año estábamos ansiosos por salir y montar en helicóptero. No obstante, faltaba uno, un paisa con pinta de actor de cine, quien llegó tarde al salón. Este paisa a quien admiro, es Santiago Cano. El es uno de los colombianos, que ha sido privilegiado, porque la comida y el estudio nunca le faltó; uno de aquellos a los cuales únicamente se les pedía sacar buenas notas y ser una buena persona. El conflicto armado no lo tocó de manera directa y bien podría estar haciendo cualquier cosa de su vida, pero en cambio tomó la decisión de dedicar su inteligencia, empatía y talento para servir.
El resto del combo éramos otros colombianos como Santiago. El más veterano tenía un aire de gerente de esos de antaño, pero Juan Carlos Garavito resultó ser una persona sencilla con un alma de niño contagiosa. Estaba una defensora de los derechos de las mujeres llamada Mia Perdomo, que cuando la conocí quería empezar a emprender y ahora nos da cátedra de emprendimiento a todos. Camilo Santa, mi llavería de negocios verdes. Nos acompañaba una pereirana sobria, pilísima, líder y hermosa llamada Pamela Escobar. También estaba Lorena Gómez, la más talentosa en el turismo de naturaleza. María Elisa Pinto, del llavero de mis mejores amigas. Se nos unió Julia Correa, una experta en turismo con la sonrisa más maravillosa, y Natalia Acero, quien le compite a Julia en ser la mujer de la sonrisa maravillosa y es la más dura en temas de agua. Paula Gutiérrez a quien admiro por ser consecuente y liderarnos por años en el mundo del emprendimiento social. Y también vino Camila Silva, una mujer apasionada por el medioambiente y la conservación.
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Salimos de Bogotá rumbo a Villavicencio y ahí nos subimos a un helicóptero de la Misión de Verificación de la ONU. Emocionados miramos el paisaje desde los aires contando los minutos para aterrizar. Para mí, fue asombroso ver desde las alturas los parches de deforestación en medio de la selva; eso me aporreó el alma. Pero bueno, esa es otra historia que he abordado repetidamente en otras columnas.
Bien, luego de dos intentos fallidos, nos dirigimos a Miravalle-Caquetá al encuentro de una de las experiencias que me (nos) transformó la manera de ver el país que todos queremos. Estando en Miravalle -para aquellos acuciosos de la geografía, es una vereda de San Vicente del Caguán en donde años atrás operó la zona de distensión de la otrora Fuerza Revolucionaria Armada de Colombia (Farc)-, estrechamos las manos con unos colombianos a los cuales habíamos oído mencionar de manera genérica en las noticias (excombatientes-exguerrilleros), pero a los cuales conocimos de manera personalizada y mencionando sus nombres como debe ser.
Pero ¿a qué fue a lo que fuimos?, ¿cómo llegamos a montarnos a un helicóptero de la ONU?, ¿qué vivimos y cómo regresamos?
Remando en el río Pato
En Miravalle-Caquetá hay un río que otrora era un paraíso en medio del conflicto armado. Ese es el río Pato. Hoy en día sigue siendo un paraíso y lo que cambió es que ya los rolos como yo lo visitamos de manera tan normal, como lo fuese ir a cualquier otro lugar en Colombia. Bien, aquel día en el que aterrizamos, conocimos a los colombianos a quienes la marcada analogía los denomina “aquellos quienes cambiaron los fusiles por los remos”. Bueno, yo simplemente, y después de un año de aquel día en el que los visité, y hoy 9 de Mayo de 2019, sabiendo que están tomando el avión y se están yendo a Australia a representar a Colombia en el Mundial de Rafting, prefiero llamarlos: “Los emprendedores de Caguán Expeditions”.
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Este combo llegó al río Pato gracias al liderazgo de un tico, se ha puesto la 10 para contribuir la paz en mi país, al igual que sus colegas. Nos convencieron de ir al río Pato a hacer un test de consumidor. La Misión de la ONU, en un esfuerzo conjunto con el Gobierno y con Farc, querían validar con nosotros si Caguán Expeditions estaba lista para iniciar su proyecto de turismo de naturaleza y de rafting. En ese mismo sentido, ver si el encuentro entre ellos y nosotros superaba los estigmas, prejuicios y por el contrario, daba pie a la apertura y la normalidad. Para hacer corto el cuento, resumo: interactuar con los emprendedores excombatientes no dejó de tener su morbo, pero terminó siendo algo en medio de la normalidad.
Hicimos la tarea y la hicimos bien. Nos pusimos los lentes de consumidor-turista y fuimos críticos. Hace un año, navegamos el río Pato con ellos haciendo rafting y nos fue bien, pero pudo haber sido mejor. Es obvio, ellos estaban empezando y quien es emprendedor, sabe que uno no empieza perfecto y va aprendiendo sobre la marcha. Pasaron los meses y a la distancia el combo y yo escuchábamos que ellos allá se iban capacitando, aprendiendo, que Mauricio y su combo habían llevado a los mejores rafteros del mundo a entrenarlos. Y bien, vaya sorpresa, en enero 2019, 9 meses después de haberlos conocido en el río Pato, nos contaron que los habían invitado para concursar en el mundial de rafting en Australia.
Conocimos a María de los Ángeles, quien nos llevó a conocer los invernaderos donde están produciendo tomates y pimentones. En la noche, uno de los guías de rafting, cuyo nombre es igual al del río Pato, sacó una guitarra que construyó con sus propias manos y nos puso a cantar a todos. Conversamos con Rodolfo, el líder del Espacio Territorial de Miravalle, quien nos comentó que a pesar de las dificultades y desafíos, siguen comprometidos con la paz y con la reconciliación. En fin, este fue un encuentro entre personas, un encuentro entre colombianos, sin más ni más. Un encuentro en el que compartimos visiones, pero por sobre todo, nos escuchamos con gran tolerancia.
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Sentía que tenía que contarles esta historia. A mi en lo personal me sensibilizó aún más sobre lo que transcurre en nuestro país. Me hizo comprender que como seres humanos somos básicos, sencillamente básicos. Un prejuicio se tumba con una estrechada de manos y una remada en el mismo sentido. Me lloverán críticas de aquellos que objetarán este tipo de historias. Reconozco que en medio de la generalización, también hay excepciones de otro tipo de excombatientes. Pero al menos los que conocí y con los que remé en el río Pato, son colombianos que tienen una visión de paz que me llena de esperanza.
Se que no viví lo que algunos otros sí vivieron y los afectó fuertemente. Cada cual tiene su historia y su justificación. Pero yo me quedo con lo que experimenté en ese encuentro y con lo que otros como yo, experimentaron también y seguro experimentarán como turistas.
Me gusta el rótulo de turismo y paz, o el de turismo de naturaleza, o el de turismo sostenible, o simplemente turismo a secas (pues todos convergen y deben converger en lo mismo). Colombia me gusta cada vez más y Caquetá un poco más en especial. Atrás quedaron mis prejuicios como colombiano y como turista. Y quedaron atrás cuando la vida me viene llevando a aplicar el dicho que reza “solo se quiere y se cuida lo que se conoce y se vive”.
Los dejo con la curiosidad de visitar el río Pato y saber más sobre Caguán Expeditions (búsquenlos en FB). Aplaudo a aquellos que están trabajando por impulsar un turismo para todos, funcionarios públicos del sector, emprendedores, comunidades y los mismos turistas: la tarea se está haciendo y vamos por más! De momento me despido.
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Un abrazo y hasta el próximo jueves
@julioandresrozo