CRÍTICA DE T.V

'Vikings': La naturaleza híbrida de la historia

La serie reconstruye la vida y milagros de Ragnar Lodbrok, combinando los mitos sobre el saqueador de Northumbria, Francia y Bretaña con lo que se sabe sobre las costumbres, las creencias o la tecnología de las comunidades vikingas.

Revista Arcadia
28 de junio de 2016

History Channel produce programas basados tanto en hechos históricos como en leyendas. Supongo que eso es la Historia: una mezcla de arqueología y de discursos, de pruebas irrefutables y de versiones plausibles de lo que aproximadamente sucedió. Vikings responde precisamente a esa naturaleza híbrida. La serie reconstruye la vida y milagros de Ragnar Lodbrok, combinando los mitos sobre el saqueador de Northumbria, Francia y Bretaña con lo que se sabe sobre las costumbres, las creencias o la tecnología de las comunidades vikingas. Unas sociedades que hoy, a través de nuestros ojos democráticos, vemos como mucho más participativas y horizontales que las de sus contemporáneos monárquicos y cristianos. Particularmente en lo que se refiere a la mujer, al matrimonio y al sexo.

Eso es lo que nos enamora de Lagertha, la primera esposa de Ragnar, una combatiente excepcional, que se distancia de su marido cuando este deja de ser un granjero que participa en la campaña bélica anual para convertirse en líder y, después, en rey. Tras la separación y el nuevo matrimonio de Ragnar, Lagertha conseguirá reinventarse en otra región y emanciparse del poder masculino para gobernar en solitario. A la segunda campaña de asedio a París acudirá, de hecho, como líder ella misma de un nutrido grupo de guerreros y guerreras. Esas imágenes de mujeres y hombres que comparten una misma retórica épica, tan ajenas al repertorio de la filmografía medieval, son lo que más entusiasma de Vikings, una serie que nos fuerza a cambiar nuestra visión heterocéntrica de la Edad Media.

Mucho más violento que el divorcio entre Lagertha y Ragnar es el de este con su hermano Rollo. Porque entre ellos encontramos la tensión medular del relato, enésima versión del mito de Caín y Abel. El gran giro argumental se da cuando Rollo decide cambiar de bando y se convierte, tras aprender el idioma y casarse con la princesa francesa y pasar no pocos aprietos, en el gran defensor de París contra la invasión vikinga. Si las mujeres se reivindican como lo que son, una potencia política y militar capaz de convergir con la de los hombres, el principio masculino es por naturaleza divergente. Las traiciones y los asesinatos entre vikingos y entre cristianos se multiplican en la serie, que va narrando cómo se traman y se rompen infinitamente las alianzas. Por eso intuimos que Lagertha y Ragnar siempre se profesarán cariño, pero que la ruptura definitiva se ha producido ya entre los dos hermanos.

Coproducción canadiense-irlandesesa, Vikings prolonga el esfuerzo que Michael Hirst llevó a cabo en The Tudors por crear un tipo de relato tan atractivo como el de las series norteamericanas, pero con una respiración y una factura propias. Lo logra de nuevo. No es casual que ambas obras tengan un título en plural. Las dos son proyectos de narrativa histórica con personaje colectivo. Vikings no podría titularse Ragnar porque, como se está viendo, sobre todo en esta tercera temporada, el protagonista no es más que un centro posible a partir del cual ir trazando los itinerarios vitales del resto de personajes, vikingos, ingleses, franceses e incluso orientales. Y su generación está dejando paso ahora a la siguiente, que en el último capítulo emitido ha comenzado a discutir las versiones de la historia reciente. ¿Es Ragnar un héroe? ¿De qué materia están hechos los mitos? ¿Es la misma que configura la Historia?