Crítica de cine
Distribuir o desaparecer
Pedro Adrián Zuluaga sobre las distribuidoras de cine alternativas más prometedoras del país.
En esta columna se reseñan estrenos de la cartelera del cine en Colombia. Es costumbre que en diciembre, junto con el resto de la oferta cultural, esta cartelera, de por sí pobre, se degrade más. Quejarse de esta pauperización es también un hábito, que confluye en un señalamiento acusador a los agentes de la distribución y exhibición en Colombia y sus políticas de escaso compromiso con un cine más diverso. Es difícil imaginar que estos agentes se muevan en otra dirección que la del mercado. El Estado, que podría tener políticas de regulación o protección de la exhibición alternativa, luce resignado al estado de las cosas, según el principio de hacerse el de la vista gorda con la selección natural del más fuerte.
Pero aquí no quiero repetir las consabidas jeremiadas sino destacar iniciativas que hacen circular un cine de otras geografías y lenguas, y con nuevas estéticas. Hoy están a la mano las condiciones para hacer películas, el cuello de botella es estrenarlas. Crear nuevas formas de distribución y exhibición es una urgencia (otras industrias culturales, como la música, pueden dar buenas lecciones al respecto). Que estas iniciativas surjan de productores o directores demuestra que la exhibición mainstream se comporta de forma leonina con los creadores de contenidos, quedándose con escandalosos porcentajes de la taquilla y recargando sobre el productor o distribuidor de las películas costos como el Virtual Print Fee (VPF), un mecanismo “temporal” que fue concertado para compensar la inversión que los exhibidores hicieron en tecnología digital en años recientes.
Me permito mencionar tres nuevos distribuidores de películas que trabajan al margen, en condiciones de vulnerabilidad que hacen más admirables sus riesgos. El primero es Mutokino Distribución, una filial de la productora dirigida por Felipe Guerrero. Mutokino asumió la distribución de la película Oscuro animal (del mismo Guerrero) en 2016, con el propósito de no rendirse a las exigencias poco equitativas de las grandes cadenas de exhibición. Y ha expuesto tres programas especiales (Radicalismos, Accidentes y Espejismos) que permitieron el estreno comercial de Corta y Paraíso (Felipe Guerrero), Parábola del retorno (Juan Soto), Mambo Cool (Chris Gude), Señoritas (Lina Rodríguez), Sol negro (Laura Huertas) y La impresión de una guerra (Camilo Restrepo). Títulos que son una síntesis de lo más innovador del cine colombiano en los últimos años. Sin la gestión de Mutokino hubiese sido improbable su exhibición más allá de unos cuantos festivales.
Distrito Pacífico es una distribuidora que nació en Cali con el liderazgo de Víctor Palacios, de la Asociación Colectivo de Medios Alternativos de Jóvenes del Distrito de Aguablanca (Mejoda), enfocada en cine latinoamericano, independiente y comunitario. Ya tiene en su catálogo seis películas: Hombres a la carta, de Derby Arboleda; Nuestro silencio, de Álvaro Ruiz; El olor de tu ausencia, de Eddy Vásquez; Un secreto en la caja, de Javier Izquierdo; Extirpador de idolatrías, de Manuel Siles, y El destello, de Gabriel Szollosy (cine de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Uruguay). Y el próximo año aumentará su oferta.
La tercera iniciativa es DOC: CO de la Agencia de Promoción y Distribución S.A.S.: un grupo de directores y productores que ganó la convocatoria de circulación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico con el proyecto Generación de Cine, centrado en exhibición de cine colombiano en salas comerciales y espacios no convencionales. A esto se suman los festivales de cine, que han tenido un crecimiento exponencial. El efecto de los festivales es puntual en el tiempo y localizado en el espacio, pero su contribución a que se vean películas diferentes a las de la oferta comercial es inestimable. Muchos de estos festivales se realizan en ciudades o pueblos donde ni siquiera hay salas de cine. Estas iniciativas, que han surgido de la gente, demuestran que en este país hay más sociedad que Estado. No sabe uno si celebrar o lamentarlo.