Crítica de libros
El último viaje
Consuelo Gaitán reseña Dublinesca de Enrique Vila-Matas.
Cuando uno habla de los libros de Vila-Matas hay que confesar que es casi imposible ser objetivo. Para quien la literatura es un elemento tan esencial en la vida como alimentarse, asearse o socializar, la emoción y expectativa –casi agradecimiento– con la que recibimos cada nueva obra suya son infinitas. Su reiterado protagonista ha sido y sigue siendo La Literatura. Aunque no siempre nos deja satisfechos, nunca deja de brindarnos memorables momentos de felicidad y, en este caso, suceden las dos cosas. Vila-Matas nuevamente comparte con los lectores sus recurrentes obsesiones, esta vez describiendo el angustioso declinar de un prestigioso editor literario catalán que debe emprender su último y definitivo viaje.
La crisis de este personaje se materializa en una gran contradicción: considerado uno de los últimos editores literarios (ya retirado) de gran prestigio, con un exquisito catálogo bajo su nombre, su único contacto con el mundo es a través del computador; se ha instalado obsesivamente en el mundo digital pues lo único que hace durante más de 14 horas diarias es navegar constantemente en la red, se ha convertido en un hikikomori. Gran lector, conocedor como ninguno de la literatura contemporánea, decide sacudirse de este yugo cotidiano planeando un viaje a Dublín en donde le rendirá un homenaje a la literatura irlandesa en cabeza de su más emblemático escritor, Joyce, asistiendo a las celebraciones del Bloomsday y a la vez hacerle un ceremonioso funeral a la era de la imprenta, cuyo fin vislumbra con pesadumbre y de la que se considera uno de sus últimos y más fieles servidores. En realidad, esto que el editor Riba ha considerado como su salto inglés (¿qué opinarán los irlandeses de que un viaje a Dublín se denomine inglés?) es un viaje para pedirle auxilio a la literatura para esclarecer su verdadera identidad como individuo, para soportar el hecho de haber dejado de beber, para asumir el hecho de estar envejeciendo y para tener un asidero que le sirva como una forma de enfrentar ese desconocido e ineludible viaje que está al final de toda existencia.
Decía Schopenhauer que a excepción del hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia y esa sensación se transmite a través de todo el libro: compartimos la perplejidad del protagonista al comprobar “las grietas que separan las expectativas de la juventud y la realidad de la madurez”, pero también nos complace leer que “el mundo es muy aburrido o, lo que es lo mismo, lo que sucede en él carece de interés si no lo cuenta un buen escritor”. La presencia del mundo literario es tal que para alguien que no tuviera ningún libro y quisiera hacer una excelente biblioteca, le bastaría con hacer una lista de los autores mencionados aquí y tendría garantizado su objetivo.
Hay una lectura más liviana (la levedad que tanto atrae a Vila-Matas) que podemos hacer de la novela, acudiendo al reconocido sentido del humor de Vila-Matas: Dublinesca es la historia de una gran resaca. Desde el principio el síndrome de abstinencia alcohólica del protagonista determina sustancialmente sus estados de ánimo y sus ansiedades ex alcohólicas influyen no poco en sus decisiones vitales. Como se nos explica cabalmente, es cuestión de vida o muerte que el protagonista se mantenga alejado de la bebida, hecho que nos mantiene en vilo y, sin embargo, desde el principio estamos convencidos de que nuestro personaje va a recaer. ¿Será que solo si el editor Riba vuelve a beber y gracias al soporte de la literatura, por fin puede sentir un relativo sosiego, nacer en la muerte, recuperar su conciencia y celebrar el hecho de estar vivo? La gran destreza literaria de Vila-Matas nos da la respuesta al final de la novela. Ya lo dijo nuestro gran poeta León de Greiff: nacemos con dos tragos menos.
Dublinesca
Enrique Vila-Matas
Editorial Seix Barral, 2010
327 páginas $45.900