EL EDITORIAL

La crisis de las facultades de Comunicación en Colombia (y el esperanzador giro de la Javeriana)

Vale la pena preguntarse por la relación entre la ineficacia del periodismo y la formación que reciben aquellos que nos informan.

Revista Arcadia, Sara Malagón Llano
29 de octubre de 2019

Este artículo forma parte de la edición 168 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

En medio de las pocas buenas noticias que vive el periodismo en la crisis actual, hay una que deja ver al menos una voluntad de cambio. La Universidad Javeriana, que ha sido un semillero reconocido de comunicadores y periodistas, está a punto de hacer una reforma profunda para que los egresados tengan herramientas útiles y más afines a la realidad de los medios de comunicación y del oficio.

Ese cambio se enfoca, en esencia, en cuatro pilares: más vida tecnológica, lo cual prevé el aprendizaje no solo del manejo de herramientas, sino también de su trasfondo conceptual; más mundo y más país, es decir, un replanteamiento del contenido y de la conexión entre lo que se estudia y lo que pasa en Colombia; más conversación con otras áreas y disciplinas como la economía, la política, la cultura y las ciencias; y más investigación, con un enfoque en lo etnográfico y lo computacional (desarrollo de software, análisis y minería de datos, etc.). Para una facultad que cumple setenta años, y que es una de las más antiguas de América Latina, la necesidad de una actualización era imperativa.

Y lo era porque, si nos detenemos a mirar el pénsum actual del énfasis de periodismo en la Javeriana (una de las seis opciones que ofrece la carrera), notamos que, a pesar de que enseña fundamentos teóricos básicos para un periodista, se queda muy corto ante los desafíos que hoy impone el oficio. Clases de noticia, crónica o reportaje, y también de periodismo de opinión, periodismo político o internacional, no bastan cuando un periodista tiene que saber hacer contenidos para múltiples plataformas y en múltiples formatos, y entender audiencias y dinámicas de comunicación distintas a las tradicionales, como las muy criticadas redes sociales.

Si todo esto sucedía en una de las mejores facultades del país, la situación es grave. Aunque la conexión entre la comunicación y el periodismo ya no es tan inmediata, pues este último es uno de varios componentes de la carrera, y aunque hay un porcentaje de facultades muy serias como las de la Universidad del Valle, la Universidad de Antioquia, la Universidad del Norte y la Universidad Icesi, por solo mencionar algunas, hay otro grupo de instituciones que ven en esa carrera sobre todo una posibilidad de lucro, sacrificando la calidad. Además, los laboratorios y soportes, las relaciones con el entorno comunicativo y la influencia internacional siguen siendo bastante débiles.

A esto se suma que en Colombia hay tal vez demasiadas facultades de Comunicación que cada año gradúan a miles de estudiantes y no parecen estar haciendo mucho por combatir el bajo nivel académico con que sus egresados salen a buscar trabajo, ni la falta de oferta laboral (por lo menos en lo que atañe al periodismo). Aquí es importante preguntar si existe una preocupación en otras facultades y escuelas de periodismo por renovarse, como pretende hacerlo la Javeriana.

La desconexión y la desactualización de los periodistas recién graduados –que incluye incluso el eterno drama de que muy pocos saben usar bien la lengua, tal vez su primera herramienta– las viven a diario medios de comunicación en toda Colombia, y también ARCADIA. Todas las semanas recibimos hojas de vida de periodistas recién graduados que necesitan un trabajo (lo cual significa que las grandes casas de medios siguen siendo lo primero a lo que acuden, a pesar de la crisis), y los pocos que logran entrar a la redacción demuestran, en buena parte, no tener las capacidades suficientes para enfrentarse a su rol.

Esta crítica no es un capricho, sino que se debe a una preocupación por cómo están informando los periodistas en el mundo de hoy, y sobre todo los periodistas jóvenes, que en teoría son los más conectados y más capaces y que, de hecho, serán quienes se enfrentarán a tácticas cada vez más masivas y sofisticadas de desinformación y manipulación.

Vale la pena, entonces, preguntarnos por la relación entre la ineficacia del periodismo y la formación que reciben aquellos que nos informan todos los días. Y no estamos seguros de que la solución se encuentre en los caminos que, por ahora, algunos proponen. A pesar de lo atractivo que es oír hablar del emprendimiento de proyectos periodísticos independientes basados en un modelo de pauta digital, crowdfunding o patrocinios, las garantías de su supervivencia son todavía muy inciertas. Y quienes votan por un periodismo más especializado –científico, de salud, de medioambiente– no deben olvidar que en el fondo permanece la pregunta sobre la conexión con el mundo y la capacidad de entender las nuevas reglas de juego de la comunicación. Es probable que sin una solución a esa pregunta la mayoría de los graduados siga optando, por ejemplo, como lo hace hoy, por la comunicación organizacional.

Para terminar, en momentos como unas elecciones regionales, las preguntas sobre el periodismo y su rol de control, pero sobre todo sobre su capacidad de análisis y de ver entre líneas lo que quiere comunicar un político, vuelven a surgir. Coyunturas como las campañas que acaban de terminar ponen en evidencia los vacíos que tenemos y la urgente necesidad de comunicadores que sepan y quieran leer la realidad.