CAPTACIÓN

A propósito de las pirámides

Los sistemas de captación masiva conocidos como pirámides se reinventan todos los días en Colombia. Este es un análisis sobre el tema por parte del actual superintendente de Sociedades, Juan Pablo Liévano.

4 de julio de 2019
Juan Pablo Liévano, superintendente de Sociedades. | Foto: Cortesía

Estafadores hay desde que existe la humanidad. Estafar es sin duda una de las “profesiones” más antiguas. Por supuesto, hoy en día, hay estafas de estafas. Las repetidas o comunes, lo que llamarían en el fútbol marcación hombre-hombre o personal, siendo aquellas derivadas de negocios individuales, plurilaterales o multilaterales no masivos. Es la típica conducta de “meter gato por liebre” o de no cumplir lo prometido de manera intencional y dolosa.

Por otro lado, están las estafas masivas, que se dirigen a un público indeterminado o determinado y que por su significancia colectiva afectan el orden público económico. De especial relevancia son aquellas que se combinan con la captación no autorizada y masiva de recursos del público en un sistema piramidal.

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Esta combinación crea una tormenta perfecta que menoscaba la confianza del público y genera distorsiones y afectaciones en la economía. Estas pirámides son en realidad de vieja data; como, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos con el denominado “esquema Ponzi”.

Carlo Ponzi era un italiano que migró a principios del Siglo XX a los Estados Unidos. Ponzi se dio cuenta que se podía hacer dinero haciendo un arbitraje de los cupones de correo postal internacional y las estampillas. Con esta idea en la mente, Ponzi empezó a solicitar dineros prometiendo rendimientos altos, no razonables, para fondear su negocio.

Finalmente, lo que terminó haciendo fue pagando el capital y los rendimientos de lo captado, no con el “negocio” de los cupones, sino con la captación de más y más recursos de terceros. El resultado no fue otro que el colapso del esquema, al no haber más “inversionistas” que pagaran el capital y los rendimientos exorbitantes.

Acá tenemos nuestra versión criolla con el caso de David Murcia Guzmán. DMG funcionó como una pirámide de captación masiva de recursos del público sin autorización. DMG combinó muchas “formas de lucha” piramidal.

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Utilizó tarjetas prepago, mercadeo multinivel, pagos por afiliaciones, venta de bienes, lavado de activos, etc., como mecanismos para captar y supuestamente “devolver” el dinero junto con su exorbitante rentabilidad a los inversionistas. Como dirían, dejó “colgados de la brocha” a más de 200.000 inversionistas, dado que gran parte de lo captado nunca se devolvió.

Fue una actividad dolosa mayúscula que espero que jamás se vuelva a presentar. No obstante, hay que estar atentos por cuanto las pirámides se están reinventando día a día. De hecho, el uso masivo de nuevas tecnologías y comunicaciones, así como el surgimiento de esquemas presuntamente colaborativos y de “superación personal” hacen que las pirámides estén a la vuelta de la esquina.

Así mismo, cabe advertir, como dirían los estadounidenses, que se requieren de dos personas para bailar el tango: el estafador y el estafado. Se requiere de un afectado, que, o es ambicioso y sabe a lo que se mete; o, en su psique sabe que “de eso tan bueno no dan tanto” y, a pesar de ello, corre el riesgo; o, genuinamente cree en lo que le dicen, al haberse generado confianza y no hacer la debida diligencia, es decir, no informarse de manera adecuada.

Al final, por cualquiera de estas razones y otras adicionales, colabora y participa en el esquema, volviéndose también un eventual “captador”, pasando de afectado a perpetrador.

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Se ha dicho por parte de quienes organizan los esquemas de “naves” o “mandalas” que son colaborativos, que se trata de “regalos” o “donaciones”, que no son masivos, que no hay sociedades o una única persona que recibe el beneficio, que son democráticos, y que, por todo ello, no son esquemas piramidales ilegales.

Todo eso no es cierto. En realidad, estos esquemas distan de ser colaborativos. De hecho, apelan a un ideario aún más perverso, dado que distorsionan los conceptos de solidaridad, soporte, ayuda, colaboración y comunidad. Pretenden vender maquiavélicamente la posibilidad de realizar un sueño para muchos, cuando en realidad requiere de más y más partícipes; los primeros van a tener “garantizado” su “sueño” y el “regalo” de varios; en tanto que los que lleguen “tarde al baile”, terminarán sin siquiera el sobrado, o “sin el pan y sin el queso”, e incluso frustrados.

En cuanto a que se dan “regalos” o “donaciones”, lo que existe en realidad es una expectativa u ofrecimiento expreso o tácito de obtener rendimientos carentes de razonabilidad financiera o sin que cuenten con el intercambio de bienes o servicios presentes o futuros que justifiquen la contraprestación; además, se genera la expectativa de poder pedir devuelta el “regalo” o “donación”, bajo el concepto de “deshilarse” de la “mandala” o “nave”, lo que evidencia que no era ni lo uno ni lo otro.

De igual manera, cuando se generan interrelaciones entre las “naves” o “mandalas”, la captación se vuelve masiva. No se ajusta a la realidad la pretendida y artificiosa separación entre  las unas y las otras cuando se recibe el “regalo” o “donación”. De hecho, todas terminan relacionadas y siendo promotoras del esquema como un todo, necesitándose la vinculación de más y más personas, con una proyección geométrica, para poder cumplir con los “sueños” de los participantes.

Por otro lado, cabe aclarar que los verbos rectores del tipo penal por captación ilegal son: desarrollar, promover, patrocinar, inducir, financiar, colaborar o realizar.

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De igual forma, son esquemas claramente antidemocráticos. Se trata de la tiranía de los primeros; por cuanto las personas que primero llegan, mejor les va. También es indiferente que el beneficio sea de uno o de varios, o que no haya concentración, o que se trate de personas naturales y no de personas jurídicas.

Por todo lo ya indicado, el sistema de “mandalas” o “naves” es ilegal e implica una captación masiva no autorizada de dineros, lo cual permite a la Superintendencia de Sociedades utilizar todas las herramientas establecidas del procedimiento de intervención consagrado en el Decreto Ley 4334 de 2008, proferido, precisamente, cuando DMG realizó su “gran negocio”.

Por todo esto, invito a todas las personas a que no participen en este tipo de esquemas, que son ilegales y a veces producto de la ambición y, en otras ocasiones, son el resultado de la falta de diligencia al informarse o consecuencia del aprovechamiento y abuso de las necesidades, vulnerabilidad, ingenuidad y desconocimiento de las personas, quienes terminan siendo eventualmente “cómplices” de la captación ilegal y de la estafa masiva.