DE OFICIO EN OFICIO HASTA LA RELAJACION MENTAL
Regina Betancourt, Regina 11, una antioqueña de 48 años, ha realizado una carrera mental y política que le ha dejado poder y dinero.
El día en que Regina Betancourt Ramírez dejó de ser Regina Betancourt Ramírez y se volvió Regina 11, fue, según su testimonio, el dos de febrero de 1941, cuando se enrareció el ambiente de la catedral de Medellín, se perturbó el tiempo, se malhumoró el clima y después de que ella pudo ver "luces pulsativas" alrededor de su cabeza y de sus hombros, se abrió paso una comunicación extrasensorial entre Milán y Medellín.
Ese día, a una hora exacta que ella no recuerda quizás por su mala memoria confiesa, tal vez porque aún no había llegado a su vida su biógrafo-marido-socio-secretario y todo lo demás o tal vez porque entonces sólo tenía cinco años, ocurrió la confirmación de su confirmación, que había comenzado en la catedral de Medellín y concluyó a través del ventanal de su casa, con un protagonista insólito: el cardenal Giovanni Giuseppe Roncalli que se manifestó ante la niña y le dijo con toda la seriedad de su investidura cardenalicia y futuro papa de la Iglesia Católica: "el mundo me conocerá por 23 y a tí por 11". Y ahí quedó.
Ese fue el reconocimiento a unos poderes sin límite para ver, por ejemplo, distintos colores de aura de sus compañeras, para establecer con exactitud qué querían decir esos matices, para asombrar a su padre al recitar en latin y de corrido el Oficio Parvo, para asustar a su madre que un día entró a su cuarto y la vio levitando para cambiar un bombillo, para curar moribundos, pronosticar muertes, vaticinar matrimonios, augurar accidentes.
Ella, que nació en Concordia, un pueblo del suroeste antioqueño, que tiene 48 años, que no precisa el nombre sino de once de sus 18 hermanos, que perdió la cuenta de sus sobrinos en el número 63 porque "no se cuántos más nacieron", es una mujer bajita, de pelo amonado, fácil de palabra y con una informalidad que se ve en los tenis que lleva puestos y que se oye en el trato que da a sus seguidores, gente humilde que la aborda con devoción, le besa las manos y le dice Madre.
Después de su nacimiento en aquel pueblo, de su confirmación extrasensorial con Juan XXIII, de que el entonces cardenal de Milán le pidiera intervenir ante Adolfo Hitler para que cesara la Segunda Guerra Mundial, después de todo eso y de muchas hambres y de muchas levitaciones, Regina, que ya era Regina 11 pero que no había comenzado a ejercer como tal, se le lanzó a la vida y en la búsqueda de la supervivencia fue a dar a Bogotá.
"Yo ya tenía todos los poderes" alega, y da paso a un recuento largo y contradictorio de oficios y de fechas, donde mezcla el estudio de la química -con profesor particular durante dos años-, con el cargo de secretaria del Servicio de Inteligencia Colombiano donde estudió dactiloscopia hasta que la echaron porque no le aceptó al jefe un fin de semana en Melgar; además, del de gerente de ventas de una empresa donde no soportaron que ganara más dinero que los dueños, propietaria de una fábrica de tejidos, aprendiz de mecánica, " fotógrafa oficial del ejército colombiano", artesana experta en la elaboración de flores.
CUANDO APARECIO LISKA
Cuatro años de viudez y de pobreza siguieron en la vida de Regina, atenuados por una inclinación que queda clara al recuento de sus oficios: los cursos. Se defendió con cursos que, dice, dictaba en todo el país sobre artesanía, sobre fotografía sobre mecánica y por los laditos iba empezando a usar -también con cursos- sus poderes mentales.
Era entonces el 29 de febrero de 1968 y aunque desde siempre se ha negado a creer en los horóscopos, ese día le auguraba un encuentro definitivo que ocurrió, en efecto, como en un cuento de hadas o como en una propaganda de televisión, a bordo de un taxi que por esas casualidades que tiene la vida ocuparon al mismo tiempo ella y un gringo grande y peludo que resultó ser Danny Liska, el mismo que se casó con ella, el mismo que ejerce funciones de "todero" dentro de la Organización Regina 11, el mismo que está escribiéndole "la autobiografía a ella", el mismo que la socorre en sus baches de memoria y completa la frase o precisa la fecha.
Estados Unidos siguió en el destino de Regina y allí Nueva York y en Nueva York un empleo en una fábrica donde, por poner en práctica todos sus conocimientos de mecánica, la nombraron jefe de personal "y entonces me dediqué a darle empleo a todos los colombianos que veía por la calle". Esa obra de caridad resultó
vestida por otra coincidencia, también por esas cosas que tiene la vida: la fábrica era de aspiradoras y las aspiradoras eran marca Regina.
En 1969 el destino fue Bogotá y el comienzo verdadero del empleo a fondo de sus poderes ocurrió en una de las habitaciones de la Clínica Palermo, donde había nacido su hija Johanna, en la reanudación de la maternidad que había interrumpido su viudez y que se había tornado dramática ante la muerte de su cuarta hija (Sandra) cuando tenía cinco años y cuando había dado dos muestras categóricas de ser hija de Regina: a los cuatro meses de edad habló y a los siete meses dejó de gatear, se incorporó y caminó.
Lo de Johanna, dice, marcó su decisión total de distribuir entre la población sus conocimientos: la niña había nacido con una membrana entre el corazón y los pulmones lo que hizo temer por su vida. Desesperada, la madre prometió que si se salvaba gracias a sus poderes se dedicaría a la enseñanza de la relajación mental.
La niña ya es una jovencita de quince años, que son exactamente los años que lleva la construcción del imperio reginista, con un poder económico visible aunque inimaginable y con una influencia pública que ha convertido a su figura en dirigente política con puesto en los Concejos de las dos ciudades más importantes del país.
UNA PLATA QUE ES MUCHA PLATA
Del cumplimiento de la promesa de extender sus conocimientos, el país comenzó a darse cuenta en 1972 cuando el reportero de la revista Cromos, Henry Holguín, registró en una crónica la aparición de la antioqueña de Concordia que levitaba, que había salvado la vida de su hija, que tenía poderes mentales y que comenzaba a tener adeptos en Bogotá y en otros lugares.
De ahí al crecimiento de su clientela no hubo más que algunas otras crónicas en periódicos vespertinos; para que continuara una acelerada carrera hacia la popularidad, fueron usadas columnas periodísticas (la propia revista Cromos la invitó como columnista semanal y le dio una página), adquirió espacios en la radio para promover sus cursos y dar sus consejos (aún hoy mantiene uno en Radio Juventud, en Bogotá) y de esa manera se fue extendiendo el reino de sus seguidores hasta conseguir, en 1980, su primer triunfo político: logró, igual que en las pasadas elecciones de mitaca, puestos en los Concejos de Bogotá y de Medellín y también logró figurar en la Asamblea de Cundinamarca.
Todo ese crecimiento de su poder popular, fue retribuyendo en dinero que es mucho, según pudo averiguar SEMANA en Medellín, a pesar de que la propia Regina 11 sostiene que la plata que gana no es para ella sino para pagar los gastos de nómina de su organización.
Los empleados directos de los centros reginistas en Bogotá, Medellín y Cali son ciento cincuenta, pero ella misma calcula que se generan alrededor de diez mil empleos indirectos, para atender una red de negocios que empiezan con los lugares inmensos donde dicta los cursos, siguen con una Cooperativa Multiactiva que tiene 2.300 afiliados y el proyecto inmediato de construir mil casas en Casa Blanca, un sector bogotano donde tiene terrenos cuya extensión llega a los 54 mil metros cuadrados.
También es propietaria de una empresa de viajes -Regitur- que funciona en Bogotá, de una imprenta -Relicasa-, de una empresa de computación electrónica, de una fábrica de confecciones y de una cafetería en la zona industrial de Bogotá.
Pero, sin duda, las registradoras que más dinero mueven dentro de esta organización, están ubicadas en los Centros Reginistas donde se dictan los cursos de relajación mental y donde los asistentes y seguidores consumen no sólo los productos de las cafeterías, sino los artículos de los almacenes que, en su mayoría, son elaborados por la fábrica de confecciones y que reciben un baño de magnetismo, lo que hace más atractivos estos productos Made in Regina.
A ese dinero contante y sonante que dejan los seguidores de Mamá Regina en los almacenes de sus templos, se suma otro que resulta más abundante y que es el pago por los cursos que dicta, cada vez con más celeridad. En el Centro Reginista de Medellín, por ejemplo, caben mil 500 personas, que en el último fin de semana de cursos dejaron en "taquilla" un millón 500 mil pesos.
Convertida en concejal de dos ciudades capitales y de un municipio olvidado, San Rafael, Antioquia, Regina 11 tiene planes muy concretos: luchar por la educación para todos los niños y, dentro de ella, incluir la educación bilingue, "porque el inglés hace mucha falta".
Pero sus otros planes van más allá: está proyectando, con su esposo, la creación de una Facultad de Metafísica que funcionará en Medellín, Bogotá, Cali y Nebraska, Estados Unidos, "porque tanto allá como en Europa tenemos muchos alumnos".