La inocencia de Jorge Navas

Soñador infatigable, este joven cineasta caleño lidera la generación de realizadores después del ‘Caliwood’.

9 de abril de 2001

Cuando perdio escritura I porque, según su profesor, tenía un estilo ecléctico e indescifrable, ninguno de sus compañeros creyó que 10 años después lo encontrarían con su primera película debajo del brazo, un cortometraje llamado Alguien mató algo o la última inocencia y que la fidelidad a ese estilo le permitiría conseguir en 2001 dos de los premios más importantes para esta categoría a nivel mundial en Francia, en el festival de Clermont Ferrand.

El camino que recorrió Jorge Navas se remonta a los comienzos de los años 90. Era muy flaco y tenía el pelo largo, como lo usaba Andrés Caicedo, su escritor favorito, de quien hizo una película que llamó Calicalabozo. En esa época de estudiante y cineclubista se pasaba los días metido en cuanto curso o seminario de cine encontraba mientras concluía sus estudios de comunicador social en la Universidad del Valle. Alternaba estas actividades con la realización de videos experimentales, vídeoclips musicales y documentales.

Su estrella comenzó a brillar en 1995 cuando recibió el primer premio por un video en el Festival Visión 95 en Medellín. Pero lo que realmente le abrió las puertas para trabajar en Bogotá como director de cine publicitario en Laberinto Producciones fue la campaña institucional Envíciate a la vida, grabada en Cali, con la cual ganó todos los premios más importantes de publicidad en Colombia, entre ellos el Gran Cóndor de Oro de la Televisión Colombiana 1996. Además obtuvo el Sol de Oro por Mejor pieza por país en el Festival Iberoamericano de Publicidad en Argentina.

Alguien mató algo o la última inocencia es también la metáfora cifrada de su vida, en cuya trama se encuentra sin saber cómo será el final. Ganadora de la India Catalina a Mejor cortometraje iberoamericano de ficción 2000 y del Premio Pitirre a Mejor cortometraje en el Festival de Cine de San Juan 2000, esta película es la materialización de sueños personales y grupales, entre los cuales están poder acceder a la magia del cinematógrafo y a sus imágenes brujas para exorcizar a la vez en ellas el fetiche del vampirismo, “tema que es placer y disculpa para decir las cosas que amamos y las cosas que nos duelen, gritándolo finalmente a través de un proyector que da luz a lo que somos y a lo que creemos”.

Actualmente Jorge Navas escribe un guión para su primer largometraje titulado La sangre y la lluvia, proyecto a mediano plazo que piensa realizar con amigos de un colectivo audiovisual que fundó y que autodenominaron El Ojo Tachado, grupo multidisciplinario de creación, investigación y retroalimentación audiovisual, con quienes ha hecho todos sus trabajos y piensa seguir haciendo más.

“La niñez es la inocencia y el tiempo que pasa inevitable es su corruptor”. Mucha de su inocencia, mucho de su romanticismo se ha perdido inevitablemente en este tiempo tratando de hacer cine. Finalmente, Jorge Navas ha hecho una película, despreciable en el inmenso flujo del mercado de la sociedad. El esfuerzo, sin embargo, ha valido la pena pese a que el corazón haya tenido que ir madurando con resignación y a que ahora su mirada, antes inocente, vaya pareciéndose más a la del asesino frente a su fría y fatídica motivación. Hacer cine es como matar algo, matar a alguien sin dejar rastro para poder reincidir: de allí el mito, el escándalo y el respeto hacia el cineasta.