Historia
Realidad vs. ficción: la confusa historia de Blas de Lezo
Durante los últimos años ha resurgido la figura del español y mucho se ha escrito sobre sus hazañas militares. Su historia, sin embargo, tiene más de mito que de realidad. Una discusión de largo aliento.
Pasajes de San Pedro es una pequeña localidad costera de Guipúzcoa, una de las tres Provincias Vascongadas en España. Desde la Edad Media ha sido el principal puerto de mar guipuzcoano y donde se desarrollaron de forma importante actividades comerciales y pesqueras, la construcción naval y la industria armamentística. Desde el siglo XVI, Pasajes reforzó su posición económica al establecerse en su puerto astilleros reales y se especializó en la construcción de grandes navíos para la Armada y la carrera de Indias.
Allí nació, en 1689, don Blas de Lezo y Olabarrieta, en el seno de una familia hidalga formada por el matrimonio entre el capitán don Pedro Francisco de Lezo y Lizarraga y doña Agustina de Olabarrieta y Ubillos, en la que ocupaba el cuarto lugar entre diez hijos. Sus ascendientes habían desempeñado oficios vinculados al mar y el origen de su familia paterna estaba en la vecina localidad de Lezo, donde se encontraba la casa solar de Lezoandía, solar notorio de hijosdalgo limpios de sangre y cristianos viejos. En su escudo cuartelado en piedra se representan dos lobos andantes y dos estrellas de seis rayos.
Existen documentos manuscritos sobre la historia de la vida de Blas de Lezo desde la segunda mitad del siglo XVIII en los que se basó don Martín Fernández de Navarrete (1765-1844), que fue director de la Real Academia de la Historia en España y quien muy a principios del siglo XIX daba a luz una pequeña obra titulada Noticia biográfica del general de Marina don Blas de Lezo, publicada junto con la del marqués de la Ensenada. Esta biografía, la primera publicada sobre Blas de Lezo, ha servido de base a numerosos autores que desde el siglo XIX y hasta la actualidad han escrito sobre este célebre militar.
Blas de Lezo salió muy joven de Pasajes de San Pedro para emplearse en la Armada y nunca más regresó a su localidad natal. Fue educado en un colegio de Francia y como guarda-marina embarcó en una nave de la escuadra francesa. En 1704 se enfrentó en Vélez-Málaga a ingleses y holandeses: una bala de cañón le destruyó la pierna izquierda y fue ascendido por Luis XIV a alférez de navío por el valor demostrado en dicha contienda.
Defendió durante los siguientes años las plazas de Peñíscola y Palermo, y emprendió ataques contra navíos enemigos siendo ascendido a teniente de navío y destinado a Tolón. En 1710 fue promovido a capitán de fragata y en 1712 a capitán de navío y destinado, en 1713, al segundo sitio de Barcelona donde quedó inutilizado su brazo en los enfrentamientos con el enemigo. En los siguientes años tuvo misiones en Génova y Mallorca, y en 1716 fue destinado a la escuadra de don Francisco Chacón con el mando del navío Lanfranco para el canal de Bahama y de allí se incorporó a otra escuadra al mando de Bartolomé de Urdinzu y Juan Nicolás Martínez destinada a los Mares del Sur para acabar con el comercio ilícito en aquellas costas. Tras siete años de servicio recayó en Blas de Lezo el mando de la escuadra y en 1723 fue nombrado general del Mar del Sur con sede en el puerto de El Callao, Virreinato del Perú.
Es en este destino donde comenzó a crear su propia familia. En 1725, a los 36 años de edad, contrajo matrimonio en Lima con la peruana doña Josefa Mónica Pacheco Bustíos y Solís, de 16 años, y huérfana de padre y madre. Pertenecía doña Josefa a una familia de hacendados con propiedades en el valle de Locumba y había sido la hija y única heredera del matrimonio formado por don José Carlos Pacheco Benavides y doña María Nicolasa de Bustíos y Palacios. En España su familia poseía mayorazgos en las provincias de Ávila y Salamanca, que tras ser pleiteados por Blas de Lezo en nombre de su esposa pasaron a la familia Lezo.
De este matrimonio nacieron siete hijos, los dos primeros en Lima: Blas Fernando y Josefa Atanasia y en 1730 pasó Blas de Lezo a España por orden del rey siendo nombrado jefe de escuadra y se estableció con su familia en Cádiz. En 1731 se le confió el mando de una escuadra destinada a varias misiones en el Mediterráneo y estuvo viajando durante los siguientes años por aguas de la América española; en 1734 fue promovido a teniente general de la Real Armada y desempeñando la comandancia general del departamento de Cádiz; en 1735 se estableció con su familia en el Puerto de Santa María, que complementaba a la plaza de Cádiz y cuya población estaba formada por numerosas familias de la nobleza vasca enriquecidas por el comercio.
En 1736 fue nombrado comandante general de los galeones que con los navíos Conquistador y Fuerte habían de despacharse a Tierra Firme, saliendo de Cádiz el 3 de febrero de 1737 y entrando en Cartagena de Indias el 11 de marzo de ese año. Hasta 1737 habían nacido el resto de sus hijos: Cayetano Tomás, que fue gobernador de Santa Cruz de la Sierra; Pedro Antonio, que falleció siendo niño; Agustina Antonia y Eduvigis Antonia, que fueron monjas agustinas recoletas. Sin embargo, no llegó a conocer a su última hija: Ignacia Antonia, por haber nacido tan solo un mes después de su salida a Cartagena de Indias y que contrajo matrimonio con don Eugenio de Alvarado y Perales, hijo de la condesa de Cartago. Cuando Blas de Lezo partió a Cartagena de Indias lo hizo sin esposa ni hijos.
En 1739 estalló la guerra entre España e Inglaterra, que pretendía apoderarse de las posesiones españolas en América. El vicealmirante Edward Vernon tomó Portobelo en ese año y los primeros éxitos en el asedio a Cartagena de Indias, en 1741, fueron informados por carta suya al duque de Newcastle, el primero de abril, anunciándole su próxima victoria, y los ingleses, seguros de su éxito en la conquista de Cartagena, acuñaron una medalla en Londres para celebrarlo. Vernon arengó a sus tropas con el siguiente discurso: “Señores, no hay que volver atrás. No hay que pensar en partir de aquí sin haber tomado esta plaza. Es verdad que nuestra Armada está algo maltratada y que hemos perdido gente, pero es preciso vencer o morir; por lo que a mí me toca, o he de morir delante de Cartagena o he de tomarla”. Sin embargo, el desenlace del asedio a esta plaza militar fue contrario al esperado por los ingleses gracias a la heroica defensa que hizo de Cartagena don Blas de Lezo, que contaba con medios muy inferiores a los del enemigo. Las fuentes oficiales españolas contabilizaron una pérdida de 17.706 hombres por parte de Inglaterra y solamente 200 hombres por el lado español.
En la correspondencia entre Blas de Lezo y Santiago de Irisarri Zacarías, guipuzcoano residente en Cádiz, a quien fue encomendado el cuidado de su familia junto con don Pedro de Lezo, su padre, Lezo desvela aspectos sobre sus problemas de salud, la preocupación por el bienestar de su casa y familia y la soledad que sentía al estar tan alejado de los suyos. Expresaba también sus deseos de que la guerra con Inglaterra terminara cuanto antes y daba indicaciones sobre la administración del dinero y de los productos que enviaba desde Cartagena a sus familiares. El 7 de septiembre de 1741, según Fernández de Navarrete, fallecía Blas de Lezo en Cartagena de Indias sin que hasta el momento se conozca cuál fue su enterramiento.
El mito
Durante los últimos años ha resurgido la figura de Lezo, y mucho se ha escrito sobre sus hazañas militares y se ha avanzado en el conocimiento del hecho histórico por el que ha pasado a la posteridad: su victoria en el asedio británico a esta plaza militar en 1741. Existen serios trabajos de investigación histórica sobre su vida y obra realizados por especialistas. Además, se han publicado varias novelas sobre su vida, que en la mayor parte de los casos son más obras de ficción que narraciones históricas, pues han difundido informaciones sin ninguna base histórica, inventadas por sus autores y que han ido formando una idea equivocada sobre Blas de Lezo y su familia.
La obra del exsenador colombiano Pablo Victoria titulada El día que España derrotó a Inglaterra es tal vez la más conocida de todas las novelas publicadas en los últimos años sobre este marino y ha servido de modelo a otros novelistas que han seguido su misma trama ficticia en lo que se refiere a la historia familiar. La novela relata cómo la esposa de don Blas le acompañó a Cartagena de Indias en su misión como teniente general de la Armada y se encontraba junto a él en esta plaza militar en el momento de su fallecimiento, hecho que como ya he indicado, no es cierto.
Estas falsas informaciones están dejando una profunda huella: en marzo de 2014, el ayuntamiento de Cádiz erigió en el paseo de Canalejas y en presencia del embajador colombiano Fernando Carrillo una estatua a Blas de Lezo, en cuyo pedestal puede leerse hasta hoy una inscripción que se encuentra en la obra del autor colombiano anteriormente citada sin haber ninguna referencia que indique la autoría de estas palabras imaginarias, por lo que incita a pensar a quien las lea que las mismas pueden ser atribuidas a don Blas de Lezo: “…Dile a mis hijos que morí como un buen vasco, amando y defendiendo la integridad de España y del Imperio. Gracias por todo lo que me has dado mujer (…) ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!”.
Para dar protagonismo a esta estatua frente a la erigida en noviembre del mismo año en Madrid, la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, escribió una nota en el periódico ABC donde indicaba que la escultura de su ciudad era la primera erigida en España en honor a Blas de Lezo. Las afirmaciones de la alcaldesa estaban muy lejos de ser ciertas, ya que la primera que se dedicó en España a Blas de Lezo es un busto realizado en la década de 1880 por el insigne escultor guipuzcoano Marcial Aguirre y que se encuentra en San Sebastián, en la fachada de la Diputación Foral de Guipúzcoa, entre los bustos de otros héroes provinciales que son Andrés de Urdaneta, Miguel López de Legazpi, Antonio de Oquendo y Juan Sebastián de Elcano. La segunda estatua a Blas de Lezo se encuentra en Colombia, a la entrada del castillo de San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias y fue realizada en 1956 por el escultor Emilio Laíz Campos y regalada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España por medio del embajador Germán Baraibar.
Dentro de los despropósitos políticos, es necesario recordar la placa que en honor a los caídos ingleses en la famosa batalla fue colocada cerca de la estatua de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, conmemorando la visita del príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles, también en el año 2014, y que fue destruida a martillazos por un cartagenero.
La citada estatua de Blas de Lezo erigida en noviembre del mismo año en los Jardines del Descubrimiento en Madrid, realizada por el escultor Salvador Amaya gracias a una suscripción popular, fue también objeto de enfrentamiento político protagonizado por una comisión del ayuntamiento de Barcelona que instó al de Madrid a su retirada por haber participado Blas de Lezo en el bombardeo de Barcelona durante la Guerra de Sucesión española, exigencia rechazada por el consistorio de la capital española.
Diferentes aspectos de la derrota inglesa en Cartagena de Indias han sido exagerados por algunos novelistas que han publicado en los últimos años sus obras con fines sensacionalistas. Se ha venido afirmando en muchas de estas obras que Inglaterra, humillada por su derrota, ocultó oficialmente los hechos y que el rey Jorge II prohibió hablar de la misma, condenando a prisión a quien así lo hiciera e incluso a pena de muerte. Se puede constatar por el estudio de las actas del Parlamento británico y las obras de carácter político, militar y literario publicadas hasta fines del siglo XVIII por autores como Richard Rolt o James Thomson, que en Inglaterra existió una fuerte crítica a la derrota de Cartagena de Indias.
Se ha venido afirmando también que en España no ha existido interés por divulgar la vida de Blas de Lezo ni sus éxitos militares. Es cierto que Lezo no gozó en este país de la misma consideración que Vernon en Inglaterra y que con el tiempo fue diluyéndose su recuerdo. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII se publicaron diferentes noticias sobre la victoria de Cartagena de Indias en periódicos de la época.
Es frecuente leer que don Blas de Lezo recibió como reconocimiento a su victoria el título de marqués de Ovieco. En el Museo Naval de Madrid se exhibe un conocido retrato del marino y el letrero que lo acompaña indica: “Blas de Lezo, marqués de Ovieco”. Otras exposiciones, como la recientemente presentada en el convento de Santo Domingo en Cartagena de Indias, siguen esta misma línea indicando que Carlos III le concedió póstumamente este título nobiliario.
Blas de Lezo había solicitado en vida la concesión de un título nobiliario con la denominación de “Lezo”, “Cañal” u “Ovieco”; sin embargo, el título de marqués de Ovieco fue concedido por Carlos III en 1760 a su hijo primogénito, don Blas Fernando de Lezo y Pacheco, siendo por lo tanto su primer titular, “para recompensar los distinguidos servicios que hizo a la Corona por espacio de cuarenta años el Teniente General de Marina, don Blas de Lezo y con especialidad el de haber contribuido con su valor y admirable conducta a salvar la plaza de Cartagena de Indias”, según se indica en la carta de concesión de dicho título.
Blas de Lezo ha sido durante los últimos años un claro ejemplo de utilización de un personaje histórico para fines personales y políticos. La circulación de informaciones falsas o inexactas sobre su vida evidencia la necesidad de un trabajo de documentación previo a la realización de cualquier obra y acto divulgativo y el deber de las autoridades de contar con el asesoramiento de especialistas en temas históricos.
*Historiadora.