ARTE COLOMBIANO
ARCADIA presenta: las fotos inéditas de Miguel Ángel Rojas
El 2 de mayo se lanzó 'Esquina rosa', un libro que recoge unas fotografías que Rojas tomó en los años setenta, pero que solo en 2014 empezaron a ver la luz. ARCADIA presenta algunas imágenes hasta ahora inéditas.
Este artículo forma parte de la edición 151 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.
En 1973, Miguel Ángel Rojas alquiló un taller en un edificio en la esquina de la calle 24 con carrera cuarta, en pleno centro de Bogotá. Era una zona de putas, travestis y borrachos, pero también un barrio al que, a raíz de los desplazamientos violentos de los años setenta, empezaban a llegar oleadas de campesinos. Por ese barrio transitaban los estudiantes y los oficinistas que trabajaban en los alrededores. También allí artistas como Rojas alquilaban su espacio de trabajo.
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Fiel a su espíritu voyerista, Rojas fotografió durante varios años desde la ventana de su apartamento, en un cuarto piso, a la gente que pasaba caminando: a las prostitutas, que en las horas de la tarde se asomaban a la calle en piyama antes de salir a trabajar, o a los empleados de las oficinas que perdían los ojos en las piernas de una mujer en minifalda que pasaba puntualmente a mediodía. También fotografió a hombres que ofrecían servicios sexuales, y a los policías que los vigilaban.
Las imágenes que hoy presentamos permanecieron ocultas en los archivos del artista durante más de tres décadas. Rojas, quien nunca se consideró un fotógrafo de oficio –al menos no uno dedicado exclusivamente a eso–, estuvo por mucho tiempo convencido de que estas fotografías se alejaban por completo de los ejercicios experimentales que hacía en los cinemas y teatros del centro de la ciudad y que dieron origen a una de las series más emblemáticas de su trayectoria: El Faenza. Solo hasta 2014, cuando un grupo de coleccionistas europeos pidió revisar su obra, Rojas empezó a reconocer la importancia de estas imágenes. No solo eran un registro histórico de una esquina en la que se congregaban los modos de vida que ya entonces se oponían a la Bogotá mojigata y conservadora de los años setenta, también abrían su trabajo a otras miradas. Las imágenes se alejan del encuadre un tanto claustrofóbico, tan propio de él, y rozan –seguramente por influencia de las películas de Godard y Antonioni– con perspectivas y relatos cinematográficos de la época.
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