MÚSICA

Nuestros músicos merecen una oportunidad, por Emilio Sanmiguel

La experiencia con una orquesta profesional formaría a muchos jóvenes talentos.

Emilio Sanmiguel
25 de febrero de 2019
"Una oportunidad no es pedirles demasiado a las orquestas. Entre esos centenares de jóvenes tiene que haber elegidos": Emilio Sanmiguel.

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Han pasado casi cuarenta años de un concierto excepcional en el Teatro Colón. En esa noche de viernes, como era tradicional en las presentaciones de la –en mala hora– desaparecida Sinfónica de Colombia, se presentaron solistas muy jóvenes. Debían rondar los veinte años. Eran Patricia Pérez, María Cecilia Velásquez y Orfa Ruiz, quienes demostraron su talento tocando conciertos de Chopin, Mendelssohn y Poulenc. Lo importante fue que Colcultura les ofreció esa noche algo necesario en la carrera de un músico: vivir la experiencia de tocar con una orquesta. Años antes, dos niñas antioqueñas, Teresa Gómez y Blanca Uribe, vivieron esa misma experiencia de tocar con orquesta. Hoy, Teresa y Blanca siguen vigentes, y no me cabe la menor duda de que eso fue determinante en sus carreras.

Que este quinteto de pianistas haya tenido semejante oportunidad ha sido una excepción, porque, sin ánimo de polemizar, no la tuvieron pianistas, también talentosísimos desde niños, como Karol Bermúdez o Andrés Linero, quienes para poder presentarse como solistas con orquesta tuvieron que sudar la gota gorda, tan gorda que sus actuaciones se podrían contar con los dedos de la mano.

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Y no cito el caso de las hermanas Leyva, Pilar e Inés, pues no faltará quien diga que si tocaron con la Sinfónica fue gracias a que su padre era un político muy importante. El tiempo se encargó de demostrar que lo lograron porque eran unas verdaderas profesionales. Pero para qué decirnos mentiras, todas estas han sido excepciones. Nuestro medio musical no brinda ese tipo de oportunidades a los jóvenes talentos, y así no hay talento que pueda desarrollarse. Con los demás instrumentos, mejor ni hablar: poco o nada puede esperar un clarinetista, un violista, un flautista, fagotista y demás istas de las familias instrumentales, cuando sus condiciones son más adecuadas para una carrera solista que de músico de atril.

Ya va siendo hora de que esa situación cambie. En el pasado, los conservatorios de música en Colombia no llegaban a la decena, pero hoy en día todas las grandes universidades del país los tienen y cada semestre gradúan a centenares de músicos.

Obviamente no todos son talentos excepcionales. Así es en el mundo entero. Ni siquiera conservatorios como Tchaikovsky de Moscú, Juilliard de Nueva York o Royal Academy of Music de Londres pueden garantizar una carrera. Pero el talento, el gran talento musical, surge de los lugares más insospechados y sale a la luz cuando hay oportunidades que, repito, prácticamente no existen en nuestro medio. El caso del violonchelista Santiago Cañón debe ser una de esas raras excepciones en las últimas décadas. Él tuvo la suerte de ser muy talentoso y nacer en una familia musical, lo cual le permitió hacer su debut con la Filarmónica de Bogotá a los seis años; hoy en día, a sus 24, todo parece indicar que están dadas las condiciones para que desarrolle una carrera importante a nivel internacional.

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Aquí las orquestas invierten cifras millonarias para presentar a solistas de renombre. Eso está muy bien, lo digo en serio. Las cifras son esas porque es un mercado internacional en el que las grandes salas se disputan a las estrellas como si se tratara de una subasta, y el mejor postor es el que presenta a Trifonov, a Argerich, a Yo-Yo Ma o a Anne Sophie Mutter en su escenario. También es cierto que para una orquesta, llámese Filarmónica de Bogotá, Sinfónica Nacional, Filarmónica de Cali o Sinfónica de Antioquia, la experiencia de actuar con un gran solista es más importante de lo que el público percibe en el momento del concierto. Pero no estaría de más también brindarles una oportunidad a los jóvenes solistas del país, porque el fenómeno sería, entonces, a la inversa: sería la experiencia con la orquesta la que nutriría a ese joven talentoso, que simplemente la necesita. Pianistas, violinistas, flautistas con muchísimo talento, pero sin experiencia, tienen que haber en el país. Es verdad que la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, desde hace décadas, pone su grano de arena con su programa de conciertos de jóvenes talentos; pero se trata de recitales, no de conciertos con orquesta.

Una oportunidad no es pedirles demasiado a las orquestas. Entre esos centenares de jóvenes tiene que haber elegidos. En Medellín, por ejemplo, he oído a más de uno.

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