Contra la intuición

Ciro y yo

"Hoy quiero reconstruir los lazos que me unen a esos colombianos que sufrieron esta guerra completa, de principio a fin, sin pausa y sin contemplación": Sandra Borda recuerda a las víctimas del conflicto, por fin protagonistas de su propio documental.

Sandra Borda
12 de diciembre de 2017

He visto, a propósito del proceso de paz, varios documentales sobre la guerra vivida en Colombia y su final parcial gracias a las negociaciones que tuvieron lugar en La Habana. Desde el ángulo de los protagonistas mediáticos de la guerra y de la paz –políticos o guerrilleros–, desde el ángulo de los periodistas o desde el ángulo del mismo documentalista, todas las historias que he visto me han dejado con la sensación de que falta una pieza grande, sustancial e irremplazable en todos estos relatos. Tristemente, los grandes y verdaderos protagonistas de la historia cruel y sangrienta de nuestra guerra han sido las víctimas y sin embargo, siguen sin ganarse los papeles protagónicos de los relatos documentales sobre el conflicto.

Por eso, cuando vi Ciro y yo, de Miguel Salazar, finalmente sentí que estaba escuchando la historia de nuestra guerra desde el lugar más importante de todos. Y todas las otras voces empezaron a desvanecerse, a sonar huecas, superficiales y algo impostadas. Hoy, cuando el compromiso del gobierno con la implementación de los acuerdos firmados es tan leve, tan poco sustancial y tan desinteresado, y cuando escucho a las Farc negar su papel en la comisión de tantos delitos atroces recurriendo al cinismo como su nueva arma para hacer política, llego a la conclusión de que solo las víctimas se mantuvieron honestas a lo largo de toda esta historia. Ciro y yo es un documental que, queriéndolo o no, se constituye en un gran homenaje a la coherencia, la honestidad y el sacrificio de las víctimas de esta guerra.

La historia de Ciro Galindo y su familia es seguramente el reflejo de la historia de muchas familias colombianas que, sin poder explicárselo, han quedado atrapadas en la lógica de una guerra que están lejos de entender, en la que no tienen absolutamente nada qué ganar y sí mucho qué perder. Ciro lo dice con contundencia: “A mí todos los grupos me han hecho daño”. Se trata de un conflicto que se desdibujó tanto que nos dejó sin siquiera una noción de bandos demarcados, de partes en conflicto, de ganadores y perdedores. Y ese desdibujamiento dejó a las víctimas, como Ciro, vulnerables frente a todo: frente a la capacidad de reclutamiento forzoso de los grupos en conflicto, frente a un estado lento e ineficiente a la hora de atender las necesidades de aquellos que quedaron indefensos en la mitad del fuego cruzado, frente a las terribles consecuencias de la intensificación de la guerra que trajeron consigo los intentos de diálogo pasados.

El documental explora, por ejemplo, cómo la improvisación y el fracaso de los diálogos de paz en El Caguán produjeron unos efectos perversos sobre la población de la zona de distensión.

Mientras el resto del país estaba convencido, gracias a la retórica del gobierno de turno, de que se adelantaban unos diálogos históricos, las Farc se estaban reacomodando militarmente; y como parte del mismo, incrementaron ostensiblemente el reclutamiento de menores en la zona. Y mientras se comportaban como una república independiente en la zona de distensión, el gobierno ni siquiera había logrado establecer una agenda clara de negociación. La improvisación que caracterizó ese proceso de paz le impuso un costo enorme a la población de esa región; Ciro y su familia no tuvieron más opción que pagarlo, y escuchar la historia sobre cómo todos los días de allí en adelante siguieron asumiendo esa carga es uno de los argumentos más conmovedores y mejor logrados del documental de Salazar.

Yo no sé si ustedes hayan hecho el ejercicio pero se los recomiendo: cada vez que identifiquen a través de documentales, de literatura o de análisis académicos los hitos más sobresalientes de la historia reciente de la violencia en este país, pregúntense ¿en dónde estaban? ¿en qué estaban pensando? ¿cuáles eran sus preocupaciones de ese momento? Yo me he encontrado con que en la mayoría de las ocasiones, la distancia entre lo que yo vivía y lo que vivían las víctimas de esta guerra atroz era tan grande y tan profunda, que ello contribuyó a consolidar una apatía y falta de solidaridad que hoy reconozco pero que me cuesta perdonarme. Aunque es tarde, hoy quiero reconstruir los lazos que me unen a esos colombianos que sufrieron esta guerra completa, de principio a fin, sin pausa y sin contemplación. Salazar nos da una oportunidad más de reconectarnos, de reconstruir o tal vez construir de cero nuestros lazos de solidaridad, de ponernos en los zapatos de los otros, de bajarnos del pedestal del privilegio al que no llegamos sino por obra y gracia del azar e intentar ver la vida desde los ojos de un hombre que lo perdió casi todo a manos de quienes siempre vieron a la población civil, tan vulnerable, como instrumento para librar una guerra irracional, y a quienes decidimos darles la espalda cuando más necesitaban protección.

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