Humboldt, 250 años

“Todo está conectado”: la actualidad de Alexander von Humboldt

La transdisciplinariedad humboldtiana invita a deshacer las barreras del pensamiento y de la sociedad para vivir en mejor armonía.

Alberto Gómez Gutiérrez*
29 de mayo de 2019
La expedición americana de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland entre 1799 y 1804 es uno de los viajes más comentados en la historia de la ciencia. Y con razón: a partir de esta jornada –y de sus resultados impresos– cambiaron varias nociones de la ciencia.

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La expedición americana de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland entre 1799 y 1804 es uno de los viajes más comentados en la historia de la ciencia. Y con razón: a partir de esta jornada –y de sus resultados impresos– cambiaron varias nociones de la ciencia.

Sin embargo, hoy la ciencia se ha subespecializado en áreas disciplinares que tratan de manera independiente la cartografía, la astronomía, la arqueología, la zoología, la paleontología, la geografía e hidrología, la antropología, la geología o la botánica, para dar algunos ejemplos entre los dominios que Humboldt estudió en la primera mitad del siglo XIX. Con base en sus indagaciones científicas, el prusiano logró postular conceptos fundamentales como las líneas isotermas y la geografía de las plantas en diferentes latitudes y longitudes, partiendo de una aproximación transdisciplinar desde su formación institucional como geólogo y cameralista.

En las ciencias sociales, Humboldt postuló conceptos clave, en contravía de sus contemporáneos europeos, como el que refiere que “la humanidad aparece como un vasto tronco fraternal, como un todo constituido para alcanzar un solo e idéntico fin, que es el libre desarrollo de su fuerza interior”.

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Pero Humboldt habla en sus escritos en un lenguaje que parece no comprenderse hoy: un lenguaje aparentemente arcaico en una sociedad vertiginosa de inmediateces, con el que el prusiano logró sintetizar las formulaciones holísticas que habían surgido en la antigua Grecia con los filósofos presocráticos; un lenguaje que buscaba conectarlo todo, definiendo cómo se entretejen las fuerzas naturales en una concatenación general que no tiene una dirección simple y lineal, unívoca, sino que conforma un tejido entrelazado en forma de red, como lo postulan diversas cosmogonías indígenas americanas. A la manera de Ariadna en el laberinto cretense, Humboldt tejió y extendió un hilo conductor para comprender el intrincado laberinto funcional de la naturaleza. El hilo de la transdisciplinariedad humboldtiana invita a deshacer las barreras del pensamiento y de la sociedad, para salir al campo despejado y vivir en mejor armonía.

Humboldt se presenta además, en 2019, cuando se cumple el bicentenario de una hipotética independencia, como un formidable eje conductor que, más allá de llamar a nuevas exaltaciones apologéticas, permite estudiar detenidamente el desarrollo científico de nuestra sociedad en la primera mitad del siglo XIX, a través de una abundante serie de contactos con personajes neogranadinos y colombianos que se destacaron en este campo, pero permanecen silenciados por las fanfarrias de próceres nacionalistas.

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Si seguimos los escritos y relaciones personales de Humboldt y Bonpland en nuestros territorios, se nos revelará quiénes fueron los protagonistas de una época iluminada que parecería haberse perdido en el imaginario popular, puesto que a punta de homenajes militares se ha desdibujado la estimulante tensión sociopolítica que se llegó a calificar de “patria boba”; tan boba como parece a muchos haber sido la ciencia colombiana de los tiempos posteriores al grito de independencia del 20 de julio de 1810.

*PhD, FLS. Biólogo, microbiólogo, genetista. Autor y director de Humboldtiana neogranadina, la reconstrucción más ambiciosa de los pasos de Alexander von Humboldt por la Nueva Granada. 

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