TRES CARAS DEL CONFLICTO: LOS PARAMILITARES?

Víctima y victimario

Nodier Giraldo, excomandante financiero del Bloque de Resistencia Tayrona y sobrino de Hernán Giraldo, compone hoy corridos para servir de contraejemplo. Su historia muestra cómo el victimario y la víctima ciertas veces fueron la misma persona.

Sara Malagón Llano*
27 de noviembre de 2018
Giraldo vive entre Medellín y Santa Marta y trabaja en Salsamentaria, una empresa distribuidora. Foto: Pilar Mejía.

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“DE VÍCTIMA A VICTIMARIO”, POR NODIER GIRALDO. PRIMERA ESTROFA

Apenas entraba en años fui víctima de la guerra.
Fue una experiencia muy triste que a nadie se le desea. Perdí a mi padre querido, fui desplazado a la fuerza,
dejando atrás los recuerdos y alegrías con mi vieja

Nodier Giraldo nació en Caldas en 1980, en la vereda El Congreso. El camino a pie a la estación tomaba dos horas, y a Florencia, dos más en escalera o chiva, como la llaman en la Costa. “A veces el barrial, el invierno, los caminos malos, hacían que fueran unas cinco horas. Pero como éramos una familia numerosa, mi padre a veces llevaba a un hijo, y a los ocho días, de pronto al otro”.

Giraldo fue el noveno de quince hijos. “El café era la entrada financiera de mi familia. En la finca sembrábamos que la yuca, que el plátano, que el maíz, que el fríjol. Solamente se iba al pueblo por arroz, aceite, algo de carne, sal, azúcar… Éramos una familia normal, de allá del interior del país, dedicada a la tierra y a hacer hijos. Ese era nuestro mundo. Uno no conocía otro, pero ahí uno se sentía bien”.

El padre, Libardo Giraldo Giraldo, era un líder religioso en la región y el presidente de la junta comunal. Organizaba grupos de oración. Su finca era un punto de encuentro en la vereda. Por eso, y porque llegaba la luz, había televisor y un radioteléfono para comunicarse con el pueblo.

El domingo 7 de junio de 1992, Libardo volvía de Florencia con la compra de la semana, como de costumbre, y al bajarse de la chiva para seguir con las mulas monte abajo, alguien le disparó con una escopeta en el pecho. Nodier Giraldo tenía doce años.

Las razones del asesinato están expuestas en Justicia y Paz. Antes de irse a la Sierra Nevada de Santa Marta, el tío de Nodier, Hernán Giraldo, comandante paramilitar del Bloque de Resistencia Tayrona, que operó en el Magdalena y La Guajira hasta su desmovilización en 2006, tenía una enemistad con un hacendado caldense de apellido Medina que andaba rodeado de hombres armados. Varias veces intentó matar a Hernán en Santa Marta, y por eso este le decía a Libardo que se fuera de su finca, que lo iban a matar por esa pelea. “Yo no me voy para la Costa porque no quiero que mis hijos comiencen a ingresar a los grupos que usted maneja. Prefiero quedarme por aquí donde estoy y seguirlos levantando. Si ellos se van, que se vayan por sus propios medios, no porque yo los llevé y los metí en eso”, le decía. Cuando lo mataron, los dos hermanos mayores de Nodier ya se habían ido a donde el tío Hernán.

La familia que se quedó fue amenazada. “Diez días después del sepelio, los mayorcitos salimos por un lado, hacia Antioquia. Caminamos por dos días. Las mujeres se fueron por otro lado, pasando por la hacienda de los Medina. Fue terrible. Tocó vender regalado lo que se pudo. El trabajo de 25 años de mis padres quedó botado”, dice Nodier Giraldo.

Un mes después, la familia llegó a Santa Marta a vivir en una casa de Hernán, quien desde los años ochenta no salía de la Sierra. “Unos se fueron a donde él, otros a recoger café y otros nos fuimos a la plaza pública”. Fue allí donde a Nodier empezaron a decirle El Cabezón, y no porque fuese muy inteligente, como registran la mayoría de los medios, sino porque de Caldas llegó demasiado flaco. Una señora para la que trabajaba lo apodó así. Años después, ese se convirtió en su alias.

“Empecé a trabajar ahí y a estudiar en la noche, pero enseguida me empecé a dar cuenta de la otra realidad del país. En 1994, un tío y unos primos que habían sido desplazados se fueron a trabajar a la zona bananera, y en una de esas bajó la guerrilla y asesinaron a todos los celadores y al administrador. Yo entonces comencé a preguntarme: ‘Bueno, pero qué está pasando. Estábamos en la finca bien y nos tocó venirnos desplazados. Y ahora estamos aquí y nos están asesinando’. Como mi tío tenía un grupo de autodefensas, no podíamos estar ni pasar por donde hubiera guerrilla. El país estaba dividido en tres: autodefensas, guerrilla y Estado. Había que escoger un bando”.

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SEGUNDA ESTROFA

A la Costa fui a parar a vivir en lo prestado,
comenzando desde cero una nueva travesía.
Conocí la realidad de un familiar muy nombrado,
campesinos que defendían sus parcelas con la vida.
Después de un largo tiempo en la causa ilegal andaba, la justicia tomé por mi cuenta. Muchos años así duré,
viví muchas cosas buenas, también muchas cosas malas,
pero lo ilegal no es bueno, por eso me desmovilicé

Nodier Giraldo llegó a la finca El Filo, donde “había un poco de señores finqueros armados, todos vestidos de civil”. “Vi que era una organización como de amigos, como de familia. Se cuidaban. Era algo muy campesino”.

Con el tiempo, Giraldo se convirtió en comandante financiero del Bloque de Resistencia Tayrona. “Mi tarea era el recaudo de la base de coca, de los impuestos a las bananeras, al comercio, a la droga que procesaba el campesinado, a la droga que sacaban en las lanchas rápidas. Una gente recogía los impuestos y me los entregaba. A Justicia y Paz le expliqué de dónde venía todo el dinero que recogía y en qué se invertía, cómo era la dinámica del grupo: dónde se operaba, cómo, hasta dónde, cuántos eran”.

Entre 2001 y 2002, la casa Castaño, que comandaba Rodrigo Tovar, alias Jorge 40, dio la orden de “recoger”, en ocho días, a todos los del Bloque Tayrona. Resistieron por tres meses. Taparon la Troncal del Caribe y lograron llegar a una serie de acuerdos que, para Hernán Giraldo, fueron más bien derrotas: cederle al Bloque Norte el 60 % de la plata que recaudaba y dejar de ser Bloque para convertirse en Frente del Bloque Norte. Jorge 40 ordenó, además, que los grupos se revolvieran por completo. “La confianza se rompió y comenzaron a acusarse y a matarse entre sí. Nos decían: ‘Cuídense porque esta es la operación de la mazorca: como no se pudo recoger, hay que ir desgranando una a una”. Esa situación duró unos cuarenta meses.

En 2005 empezó la negociación con el gobierno; es decir, una historia de incumplimientos. No hubo colonias penales agrícolas; a los miembros de las autodefensas no les reconocieron los derechos políticos prometidos tras su desmovilización –que en el caso de Nodier y Hernán fue el 3 de febrero de 2006–; y, a pesar de la promesa de no extradición, después de pasar por La Ceja, Itagüí y Barranquilla, en la madrugada del 12 de mayo de 2006, Hernán, Nodier y otros doce comandantes paramilitares llegaron en avionetas a Bogotá y fueron entregados a la DEA. A las siete de la mañana ya volaban rumbo a Estados Unidos.

“Con eso las más perjudicadas fueron las víctimas, porque eso sí… se dañó mucho el proceso porque se perdió la confianza. No se estaba cumpliendo nada de lo pactado. Muchas verdades, entonces, quedaron enterradas. Y aunque varios sigamos en versiones libres, de muchos casos no se ha sabido qué sucedió”.

Nodier Giraldo pagó siete años de condena, según me contó, en “un hueco” de una cárcel de Virginia donde veía el sol cada veinte días y no podía hacer otra cosa que “dormir, defecar y hacer ejercicio”. También leyó la Biblia y libros de autoayuda. Luego se metió a cursos de derechos humanos y a clases de inglés; y solo con el tiempo pudo empezar a dar versiones libres, cosa que siguió haciendo en Colombia, y sigue haciendo hoy, ante el Tribunal Superior de Barranquilla. A pesar de haber pagado una condena de diez años y diez meses entre Estados Unidos y Colombia, no ha recibido la sentencia de Justicia y Paz. En las versiones libres tuvo que reconocer, por línea de mando, delitos que él dice no haber cometido directamente. “Los temas de Nodier estuvieron más ligados al narcotráfico –dice la politóloga Priscila Zúñiga, de la Fundación Paz y Reconciliación–: extorsiones, narcotráfico en la ciudad, apoyo a candidatos que luego fueron señalados de parapolíticos. Nodier entró muy joven a las filas, y en gran medida terminó siendo víctima de todo ese aparato paramilitar que creó el tío Hernán”. Y sin embargo, también él tuvo que enfrentarse a las víctimas.

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CORO

Violencia, triste violencia, que ha vivido mi país,
que solo deja tristeza, desplazamiento y pobreza.
Se pierden las ilusiones sin saber dónde vas a ir.
Luchemos con Dios de la mano y no se
repita esa experiencia

“Nodier, hablemos de cuando confesó delitos atroces, incluso aquellos cometidos por su tío, ante las víctimas”, le digo.

“Jumm”, aclara la garganta y desvía la mirada. “Sí… Como le dije, la ley la cambiaron en 2012, y ahí fue que empecé a salir a versiones. Acepté todo lo que ocurrió de 2002 a 2006, cuando fui comandante: los muertos, los desplazamientos, las violaciones. Todo lo que ocurrió. Pasamos a la etapa de la reconciliación y aceptación, y a pedir perdón. Comenzaron a llegar todos los familiares de las víctimas de Santa Marta, las víctimas de los indígenas, de la parte alta. Fueron setenta días horribles. Es una cosa muy dura cuando a uno alguien se le sienta al frente a preguntarle ‘Por qué mataron a mi mamá’, y uno ‘por esto y esto’. Y el magistrado diciendo: ‘Nodier, dígale algo a esa víctima’. Pero qué puede uno decirle... Y una víctima llorando… Toca es, hombre… ponerse la mano en el corazón, ponerse en sus zapatos. Explicarle que eso nunca debió suceder, lo que estaba pasando con el conflicto. Pedirle perdón de corazón, y que siga pa’lante. Si él lo puede perdonar a uno, es un descanso para esa persona, y para uno también. Y si no, que se pegue a la mano de Dios, que le dé la fuerza para seguir adelante y perdonar algún día. Como le decía antes: ‘La guerra no deja sino muertos, tristeza y pobreza’. Acepté cosas horribles que nunca debieron ocurrir, como la masacre de una familia completa, los Sarmiento, por parte de un comandante del Bloque de mi tío. Supuestamente, uno de ellos se había metido de informante antinarcóticos y había que sembrar un precedente. Los asesinó a todos. Eran doce personas. Esa familia era de amigos nuestros porque eran evangélicos y mi abuela también lo era. Pero desafortunadamente en ese momento no éramos autónomos, y el comandante recibía órdenes directamente de la parte militar. Pero sí tocó darle la cara y aceptar lo ocurrido”.

El ciclo de la violencia a veces logra cerrarse con el perdón. En el caso de Giraldo, se cerró cuando, en esas versiones libres, aparecieron los familiares de Medina, quien había matado a su padre. Después del asesinato, Hernán envió a sus hombres. “Cuando ellos vienen a reclamar, vienen a reclamar por sus muertos. Como había sido una cosa tan dura, ya no sabía uno si hablar o quedarse callado. A lo último resultamos todos llorando ahí en esa audiencia con el magistrado José Haxel de la Pava Marulanda. Después de eso, hemos dialogado. Hemos compartido. Hemos llegado a la conclusión de que hay que mirar el presente y proyectarnos al futuro; entre todos seguir adelante. No quedarnos en el pasado y lo que sucedió. No es fácil, pero la mejor forma de venganza es el perdón”.

CODA

En 2015, cuando Nodier volvió a Colombia, estuvo en la cárcel Modelo de Barranquilla un año y medio más, y como parte del programa de resocialización, empezó a componer corridos y rancheras que hablan sobre su experiencia, para que nadie tome su camino, en una especie de invitación a la no repetición. “El extraditado”, “De víctima a victimario” y “Liberación” son algunos de los temas de su primer disco, Sentimientos del corazón, que empezó a grabar en la cárcel. “Cuando fui ante la magistrada para presentar todos los requisitos, antes de que me diera la libertad, le dije que había hecho un trabajo musical de resocialización y le solicité el permiso para que escuchara una de las canciones. Ella me dijo que era el primero que le salía con algo así, y que eso es lo que necesitamos para salir adelante. Por eso he seguido con ese proyecto; porque a pesar de todo lo vivido, también se puede seguir adelante por los caminos de la legalidad y de la reconciliación”.

Hay quienes miran con desconfianza esas canciones, más ahora –como lo dicen varias fuentes, incluso el mismo Giraldo– que parece haber nuevos movimientos de excombatientes en la Sierra que se dedican exclusivamente al narcotráfico. “En el corrido ‘El extraditado’, Giraldo exalta totalmente a su tío –me dijo una fuente–. Se muestran como los salvadores, los líderes de la troncal del Caribe”. Pero él insiste en que no deben ver el video así, que se hizo para denunciar el atropello de la extradición: “‘El extraditado’ muestra las imágenes de la entrega de armas, muestra que dimos el paso”. Pero a Hernán Giraldo, el patriarca fantasma, la figura del padre que Nodier venera y que tanto daño le hizo, todavía lo preguntan en la Sierra.

*Literata y filósofa. Ha trabajado en El Espectador y Semana. Editora general de ARCADIA.

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