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Doctores caninos

Hombres y mujeres de todas las edades, con problemas cognitivos, motrices, emocionales y de desarrollo, han descubierto en las terapias asistidas con perros un tratamiento más efectivo que la medicina tradicional.

4Patas.com.co
27 de abril de 2015

Ángel David Martínez tiene tres años, una edad en la que ya debería haber aprendido a sentarse, gatear, caminar, manipular objetos como balones o libros, bajar y subir escaleras y hasta hablar con fluidez. Sin embargo, en el momento de su nacimiento, tuvo una hipoxia que le produjo una lesión cerebral y retrasos en su desarrollo cognitivo, muscular y motriz.

Al comienzo, sus padres no notaron mayor diferencia, pues era un niño tranquilo y silencioso; pero unos días más tarde, los pediatras diagnosticaron que estaba atrasado en su desarrollo. Desde el primer mes de nacido, Ángel asiste terapias de estimulación, y desde los 10 meses es paciente del servicio de caninoterapia que presta su IPS.

Una medicina alternativa
El primer caso ‘oficial’ de terapia asistida con animales se registró en 1919, en el Hospital St. Elizabeth (Washington, Estados Unidos). En 1942, la Cruz Roja realizó sesiones con soldados heridos en Nueva York y luego, en 1961, la Asociación Psicológica Americana recibió los estudios del siquiatra infantil Boris Levinson sobre el trabajo terapéutico con perros; esto último suscitó otras investigaciones que han permitido que, hoy en día, varias instituciones de salud avalen estas terapias.

En Colombia, no fue sino hasta alrededor de 2003 que comenzaron a dictarse los primeros cursos de caninoterapia a sicólogos y entrenadores caninos, gracias a la invitación que Nestlé Purina le hizo a la fundación española Bocalán, especializada en el tema. Algunos de los asistentes llevaron lo aprendido a hospitales en Manizales, en donde se registraron los primeros tratamientos.

Más tarde, algunos entrenadores y fisioterapeutas que estudiaron en el exterior trajeron dichos métodos y los pusieron en práctica de manera aislada. Hoy por hoy, hay algunas fundaciones como Corpoalegría (Bogotá), Momentos de Alegría (Bogotá) y Las Golondrinas ONG (Medellín), que ofrecen este tipo de servicio en el país.

Los sanadores
Razas como el labrador, border collie, golden retriever y jack russell son las más recomendadas para niños con parálisis cerebral, pues por su actitud enérgica, juguetona y paciente, le exigen al pequeño que siempre esté atento. El bernés de la montaña, por su parte, es ideal para infantes con autismo y parálisis.

La sicóloga canina, Marcela Vásquez asegura que, más allá de la raza, “todo depende de la educación del can y de su entrenamiento. Hay criollos que trabajan muy bien, según su temperamento. Es importante que el paciente, al ver al perro, sienta tranquilidad y confianza. Por eso se busca que sea visualmente atractivo”.

La mayoría de perros terapeutas pertenecen a amos voluntarios y han sido criados en hogares con amor y paciencia, nunca bajo presión o violencia, con el objetivo de retransmitir ese cariño a sus pacientes. Además, para estas terapias, jamás se utilizan animales que anteriormente hayan trabajado con entidades militares o de seguridad.

Ángel David y Matías
La terapia a la que Ángel David asiste cada sábado se lleva a cabo con una fisioterapeuta, un entrenador canino y un border collie llamado Matías.

El primer acercamiento busca darle al niño la confianza de que el perro no lo va a atacar y le va a obedecer. La fisioterapeuta toma las manos de Ángel David para que acaricie la cabeza y el lomo de Matías; esta acción contribuye a que se estimulen y a que sean cada vez más hábiles en acciones como agarrar, abrir y cerrar. Los pacientes con problemas de movilidad usan sus manos para acercar o alejar al animal, mejorando sus reflejos y capacidad de respuesta. Otros ejercicios como el “perro manta”, en el que el canino se tumba sobre los pies descalzos del niño para que este sienta su calor, aumentan la sensibilidad.

Ángel David recibe sus sesiones de caninoterapia en la Fundación Corpoalegría, establecida hace ocho años como una IPS y avalada por el Ministerio de Salud. Gracias a ella, más de diez centros y entrenadores en el resto del país han sido capacitados en este tipo de técnicas.

Con su sede campestre en la vía Suba-Cota, la organización fundada y dirigida por la jinete, domadora ecuestre y fisioterapeuta Jeannette Rosas, promueve un tratamiento integral. La caninoterapia se trabaja de manera simultánea con otro tipo de tratamientos, por ejemplo, hidroterapia, musicoterapia y equinoterapia. Por esta razón, el trabajo con Ángel David es complementado sobre el caballo, entregándole más de 120 estímulos por minuto a su cuerpo y desbloqueando las conexiones que la lesión cerebral obstaculizó. Los resultados han sido tan satisfactorios que, según sus propios padres, una de sus primeras palabras ha sido “bayo”, refiriéndose al caballo.

El nuevo compañero de Isabella
Como Ángel David, son casi 100 los pacientes entre los cuatro meses de edad y los 85 años que acuden a Corpoalegría para recibir terapia asistida por los tres perros (dos border collie y un beagle) y 10 caballos de la fundación.

Isabella González, de seis años, es una de ellos. Asiste semanalmente para recibir caninoterapia y equinoterapia por recomendación de las directivas de su propio colegio de educación personalizada, pues a los tres años le diagnosticaron un retraso mental leve e hipotonía. Además, a finales de 2013, sufrió de una enfermedad que ataca las articulaciones y los riñones conocida como Púrpura de Schönlein-Henoch, por la que tuvo que tomar corticoides que la volvieron agresiva.

Al comienzo de su tratamiento tenía problemas de equilibrio, era temerosa, nerviosa e impulsiva. Según sus padres, estos cuatro meses han tenido en su hija mayores efectos positivos que las más de 60 terapias ocupacionales, físicas y fonoaudiológicas a las que ha asistido en su vida. “El primer cambio es que ya no tiene miedos, el segundo es que ha mejorado su condición física y su coordinación, y el tercero es su evolución escolar”, asegura su padre, Pablo González.

Isabella comienza la terapia peinando a un pequeño beagle. Este ejercicio, además de brindarle confianza, le sirve al animal para que se acostumbre al tacto y a la fuerza del paciente. Luego del proceso de familiarización, ella toma la correa del perro para dirigirlo a través de una pista de obstáculos, indicándole qué dirección tomar. El sencillo recorrido ha despertado en ella habilidades como la concentración, la paciencia, el liderazgo y la obediencia.

Al terminar las sesiones, Isabella no suelta al beagle y lo sigue paseando por el resto de las instalaciones de la fundación. Este pequeño can se ha convertido en un amigo y lazarillo inseparable, además personifica todo aquello que los perros pueden aportar a la salud y calidad de vida de los seres humanos.

Por: Juan Pablo Castiblanco R. / @KidCasti