POLÍTICA
20.400 millones de pesos para las ollas comunitarias de la UNGRD en La Guajira nunca llegaron. ¿Se los robaron?
SEMANA habló con una asociación que tenía a cargo un gran número de ollas comunitarias en La Guajira. Su representante legal asegura que esos dineros nunca le fueron entregados. ¿Qué pasó con la plata?
Las ollas comunitarias forman parte de otro gran escándalo en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), en la administración de Olmedo López. Además del lío de los carrotanques, todo indica que la plata de la comida para los más pobres, especialmente en el norte del país, también se habría embolatado.
SEMANA conversó en exclusiva con Inés Mercedes Quintana de Gómez, la representante legal de la Asociación de Madres Trabajadoras (Asomadoras), que ha llamado la atención porque firmaron un convenio por 20.400 millones de pesos para 170 ollas comunitarias en La Guajira. Lo más impactante es que ella asegura que, a pesar de que se firmó el convenio y todo estaba listo para esa tarea, la plata nunca llegó a su fundación. Quintana dice que no le entregaron “ni un peso”.
Según la mujer, todo comenzó en octubre de 2023, cuando conoció que se pondría en marcha el programa de ollas comunitarias del Gobierno Petro por medio de la UNGRD, con el objetivo de atender las necesidades de hambre y escasez de comida que se registra en La Guajira. Quintana ya había trabajado algunos procesos con el ICBF, por lo que conocía detalles de esos procedimientos y cómo ejecutarlos.
El departamento es clave en todo el entramado de las ollas comunitarias. El concejal de Bogotá Daniel Briceño demostró que, según información que solicitó a la misma entidad, solo a ese departamento se destinaron 61.650 millones de pesos para 470 ollas desde la UNGRD, es decir, el 39,64 por ciento de lo que se repartió para ese programa en el país, siendo el que más focalización tuvo. En ese mismo departamento quedaron parqueados los carrotanques para suministrar agua a la Alta Guajira que terminaron en medio del escándalo que hoy tiene implicados a varios exfuncionarios del Gobierno y a políticos de distintos sectores.
Sobre el caso puntual de Quintana, afirma que en noviembre del año pasado le confirmaron que cumplía los requisitos para el programa de las ollas comunitarias. Le dieron un plazo hasta finales de diciembre para concertar con las autoridades de las comunidades indígenas la idea de llevar alimentos a su gente. Se trata de un requisito fundamental por tratarse de personas wayú y el cual dice que cumplió a cabalidad en las 170 ollas comunitarias que le asignaron.
En cada una de ellas debía suplir la alimentación, es decir, el almuerzo, todos los días, para 100 personas en cada una de las ollas durante tres meses. El convenio tenía un valor de 20.400 millones de pesos. Insiste en que ese dinero nunca le llegó. ¿Dónde se quedó la plata?
Hoy dice que no tiene certeza de dónde pudieron haber terminado esos recursos, lo único claro es que a la cuenta de Asomadoras nunca ingresaron, a pesar de que el convenio con la UNGRD se firmó por ambas partes. Señala que un hombre llamado Diego Cardona, que supuestamente era el supervisor de la UNGRD que viajaba desde Bogotá, era el encargado de llevar los formatos y entregar la documentación necesaria.
Las 170 ollas que tenía a cargo estaban repartidas de la siguiente manera: Uribia (70), Maicao (40), Manaure (20), Riohacha (20); y en la región que se conoce como el sur de La Guajira, donde están Albania, Hatonuevo, Barrancas, Fonseca, San Juan, Administración, entre otros, había otras 20 ollas.
En marzo de 2024 arrancó el programa con la esperanza de que desde la UNGRD le cumplieran el compromiso que había firmado para entregarles comida a los menos beneficiados de todas las edades. Dice que atendió bebés, niños, adultos y hasta ancianos. Asegura que sagradamente cumplió esa labor a pesar de que no había recibido para ese momento el dinero, pensaba que se trataba de un simple retraso.
En cada una de las ollas tenía a un equipo de tres personas: una dinamizadora, que es quien debía tomar un registro fotográfico y las firmas de las personas que llegaban a solicitar su alimentación; un coordinador, que era el encargado de liderar todo el proceso en la olla comunitaria, y un manipulador de los alimentos. Las 170 ollas que Quintana tenía a cargo en La Guajira contaban con ese equipo, es decir, Asomadoras tiene 510 empleados en total, a los que esperaba pagarles con el dinero que le prometió la UNGRD.
Durante marzo afirma que cumplió con la alimentación de las ollas comunitarias que tenía a cargo. Sacó los recursos de varias fuentes, entre ellos algunos amigos que le colaboraron y otros proveedores le dieron los alimentos. Insiste en que siempre había cumplido con estos procesos que ha adelantado en el departamento y por eso confiaron en ella.
“Hicimos maravillas, pero cumplimos. Cada 15 días en ese mes entregamos los perecederos, lo que se podía dañar como la fruta, la verdura, entregamos agua potable para los jugos, etcétera”, aseguró Quintana, quien afirma que ahora debe gran parte de ese dinero y no hay quién le responda. Para transportar los alimentos también lo hizo con ayuda de la comunidad.
Solo pudo suplir esas necesidades ese mes, ya que se dio cuenta de que la plata no llegaría. Mientras tanto, veía cómo el escándalo ya se empezaba a destapar desde la esfera nacional.
Hoy reclama que su nombre y el de su fundación hayan quedado mancillados porque se les ha acusado de supuestamente haberse quedado con el dinero. “La prensa ha hecho un escándalo diciendo que yo prácticamente me he cogido la plata. A mí no me ha girado un peso la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres. Por haber pasado las concertaciones y el menaje me habían tenido que haber girado algo”, reclamó.
Quintana asegura que durante los últimos días, funcionarios de la UNGRD, ahora a cargo de Carlos Carrillo, llegaron a verificar lo que sucedió en meses anteriores y lo que pudo haber pasado en las ollas comunitarias. Ella dice que ha tenido que acompañar a varios interventores que están verificando ese proceso y que mediante ellos estaría demostrando su transparencia.
Aunque los registros compartidos por Briceño e información de prensa han dicho que está ubicada en Albania, dice que allí solo tiene dos ollas. Una de las grandes dudas es dónde terminaron esos recursos, si realmente salieron de la UNGRD, no fueron desembolsados o terminaron en los bolsillos de políticos de la región o de otra parte del país.
“No le puedo decir porque a mí no me lo han girado. Eso tiene que estar en Gestión del Riesgo. Tengo entendido que a ningún operador de aquí de Uribia le han girado”, denunció Quintana.
SEMANA contactó al director de la UNGRD, Carlos Carrillo, para saber dónde terminaron esos recursos o qué se ha investigado hasta el momento sobre el tema; sin embargo, solo mencionó que la plata supuestamente no habría sido desembolsada, a pesar de que el programa debió empezar en marzo.
Quintana dice que entrega su testimonio con nombre propio porque no tiene nada que temer y porque ha actuado correctamente. “Cuando uno hace las cosas bien, anda con la frente en alto”, afirmó. Según la líder de Asomadoras, no se trata de la única fundación con la que se firmaron convenios de ollas comunitarias en La Guajira. Menciona que habría otras más a las que aparentemente tampoco se les cumplió.
Gran parte de los dineros de ese programa iban destinados al norte del país. Además de La Guajira, según Briceño, otros de los departamentos a los que más se focalizó este proyecto fueron Bolívar y Sucre, ambos de la Costa Caribe. En el caso de Bolívar, se tenía previsto entregar 24.331.620.332 pesos para 171 ollas, es decir, el 15,64 por ciento de los recursos de todas las ollas del país. En Sucre se invirtieron 21.681.000.000 pesos para 141 ollas, el 13,94 por ciento.
Eso quiere decir que los tres departamentos del Caribe suman casi el 70 por ciento de los recursos de ese programa de la UNGRD. En total, se destinaron 155.535.390.322 pesos del presupuesto de la entidad para el programa de ollas comunitarias, para 1.114 ollas en todo el país.
Ahora, como dice Quintana, los problemas de fondo no se han resuelto en La Guajira. Antes con el agua de los carrotanques, ahora con la comida de los más necesitados. Lo cierto es que la queja sigue siendo la misma: “Aquí lo que hay es hambre”, afirmó.