Política
Adiós a la coalición de Gustavo Petro con liberales, conservadores y La U. El Gobierno perdió las mayorías en el Congreso
La alianza, cuya debilidad era clara, se quebró en medio de la discusión de la reforma a la salud. Estas son las razones y las consecuencias que podría enfrentar el Ejecutivo.
El presidente Gustavo Petro, después de conocer la decisión de los partidos tradicionales de no apoyar la reforma a la salud, anunció el fin de la coalición de Gobierno en el Congreso de la República. Los liberales, conservadores y La U, quienes tienen cerca de 110 congresistas en ambas cámaras, dejan al oficialismo sin la fuerza suficiente para aprobar las reformas que son parte del corazón de la propuesta del mandatario.
Más que una sorpresa, el quiebre de la coalición oficialista se esperaba por las abismales diferencias entre el Gobierno y los partidos tradicionales. Muchos aseguraban que la alianza estaba “pegada con babas” y que el rompimiento era inevitable.
La expectativa del Gobierno era que la coalición, en todo su esplendor, se mantuviera unida por un año, en el que aprobarían las reformas clave de la agenda. Contra su pronóstico, la alianza sólo duró ocho meses, separada por distintos factores que remontan hasta su origen.
En los pocos meses de existencia, la coalición fue noticia por los desencuentros ideológicos, contradicciones y voces disidentes. Todo comenzó en la campaña presidencial, en la cual, desde primera vuelta, mostró que los partidos tradicionales no creían en el cambio que prometía el entonces candidato Gustavo Petro.
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La unión
Los tres partidos respaldaron en primera vuelta a Federico Gutiérrez, candidato que representaba una derecha que prometía construir sobre los logros del expresidente Iván Duque.
Para sorpresa de muchos, Gutiérrez quedó de tercero y Rodolfo Hernández pasó a segunda vuelta, lo cual hizo que los partidos repensaran su apoyo para la siguiente jornada electoral.
Pensando en los peligros de una potencial victoria de Gustavo Petro, los partidos se acercaron a Rodolfo Hernández, quien en muchas ocasiones rechazó apoyos e insistió en su independencia de cara a la segunda vuelta. Los liberales, conservadores y La U dejaron a sus militantes en libertad, pero siempre existieron guiños hacia el exalcalde de Bucaramanga.
La mayoría de los congresistas de dichas colectividades hicieron campaña pública por Hernández, dejando en claro el temor a lo que podría llegar a hacer Petro como presidente. El ingeniero santandereano perdió las elecciones y los líderes de las colectividades se sentaron a conversar.
Pocos días después de la victoria del ahora presidente, Omar Yepes, presidente del Partido Conservador, renunció debido una carta de congresistas de esa colectividad que manifestaron su respaldo a Petro. Después, el senador Carlos Andrés Trujillo fue escogido como el nuevo líder. Su cercanía al presidente electo propició el ambiente perfecto para declararse de gobierno.
Por otro lado, el expresidente César Gaviria, líder del liberalismo, viajó a Italia para verse con el presidente electo, quien se encontraba en un corto receso previo a posesionarse. Fue ahí que se consolidó la cercanía y se acordó el acompañamiento del Gobierno.
Días después, Dilian Francisca Toro se reunió con el presidente electo en el hotel Hilton Corferias de Bogotá, donde se expresó la intención del Partido de la U de apoyar al Gobierno.
En ese momento, en voz baja, varios congresistas expresaron su preocupación y desacuerdo con las principales apuestas del Gobierno, como la reforma a la salud y a las pensiones.
Después, otro descontento se dio cuando la cuota burocrática no fue la deseada. Los senadores del Partido Liberal exigían representación real, dado que no se sentían del todo identificados con Catalina Velasco y Néstor Osuna, ministros de Vivienda y Justicia, respectivamente. Otros pedían más puestos para continuar con el respaldo, como superintendencias y direcciones.
Los conservadores, con la ayuda de Trujillo, fueron los que mejor quedaron parados en términos de inclusión, comunicación directa y burocracia, a pesar de solo figurar en el Ministerio de Transporte, liderado por Guillermo Reyes. La U, por su parte, quedó con el Ministerio de las TIC, en cabeza de Sandra Urrutia.
Las tensiones
Antes de poder ventilar todas las peticiones y quejas, comenzó el debate de la reforma tributaria. Como nunca, los líderes de los partidos se inmiscuyeron en la revisión de cada uno de los artículos, expresando públicamente sus reparos y con congresistas que, a pesar de ser parte del oficialismo, no temían hacerle oposición a varios de sus puntos neurálgicos.
Con líneas rojas, azules, verdes y tornasol, se evidenció que los partidos de gobierno no iban a sucumbir ante las presiones del presidente Gustavo Petro. Tampoco iban a ser comité de aplausos del mandatario y fue ahí que comenzaron las verdaderas tensiones.
Cada semana había más inconformismo entre los congresistas y se desataban rumores de posibles “vientos de independencia”. Las reuniones de Alfonso Prada, ministro del Interior, con las bancadas eran cada vez más escasas y los enlaces con los demás funcionarios del Gobierno eran ineficientes.
El quiebre
2023 empezó con las reformas sociales y un paquete de más de 30 proyectos que forman parte del corazón de la propuesta Gobierno. Estas iniciativas, que cambian por completo sistemas funcionales como el de la salud, hicieron que las tensiones llegaran a su punto máximo.
En un año electoral, con poco tiempo y en tan solo un semestre, el Gobierno pretendía que la coalición, sin mayor reparo, acompañara todas sus reformas. Sin embargo, el rumor de los peligros de cada uno de los proyectos era demasiado costoso para las colectividades, que debían reafirmar su liderazgo en las regionales de octubre.
Las condiciones cambiaron cuando Carlos Trujillo dejó de ser presidente del Partido Conservador, siendo reemplazado por el senador Efraín Cepeda. Esto provocó que, junto a César Gaviria y Dilian Francisca Toro, se creara un bloque de partidos tradicionales para negociar con el Gobierno en torno a los puntos peligrosos de la reforma a la salud.
Frente a ellos se encontraba la intransigente ministra Carolina Corcho, quien en los planes del Gobierno era la ‘policía mala’ en los diálogos, con el fin de defender la eliminación de las EPS y el regreso a un aseguramiento completamente público en salud. En ese orden de ideas, quien cedería en la negociación sería el mismo presidente, el ‘policía bueno’.
Esto no ocurrió. Los puntos negociados fueron desconocidos tanto por la ministra como por el presidente. Los líderes de los partidos calificaron los diálogos como una “pérdida de tiempo” y se retiraron de la mesa.
César Gaviria aseguró que los liberales no acompañarían la reforma, mientras los otros dos líderes esperaron hasta último momento que el Gobierno acogiera las más de cien proposiciones para moderar el articulado. La espera fue infructuosa porque la ministra y el presidente decidieron que las peticiones hacían que el proyecto no cambiara el modelo de salud.
Ahí empezaron las presiones del Gobierno, el cual decidió negociar congresista por congresista. La estrategia volteó a varios parlamentarios clave de los partidos, pero los líderes de las colectividades informaron sobre posibles sanciones a quienes no siguieran la orden de las directivas de no acompañar la reforma.
La ponencia positiva de la reforma a la salud fue aprobada en la Comisión Séptima en la Cámara, pero los partidos advirtieron sanciones para los congresistas. Esta situación, finalmente, resultó en que el presidente declarara el quiebre de la coalición, pidiendo la renuncia de todos sus ministros, lo cual implicaría principalmente la salida de los representantes de los partidos tradicionales.
Gobierno sin mayorías
Una coalición unida por burocracia terminó deshecha por presiones, diferencias ideológicas y la intransigencia de la ministra Carolina Corcho. El Gobierno, acabando públicamente con la alianza con partidos tradicionales, pone en riesgo el resto de reformas y estancaría en el Congreso una buena parte de su llamada agenda de cambio.
Sin mayorías en el legislativo, el presidente planteó otra estrategia en que la ciudadanía le exigiría los cambios al Congreso.
En medio de una agenda de trabajo en el Valle del Cauca, Petro encendió las alarmas por un agitado discurso en el que pidió una movilización ciudadana para que se aprueben las reformas sociales. “Cuando le dijimos al pueblo del estallido social cálmense que vamos a resolver esto por las buenas y en las urnas, pues el pueblo del estallido social fue a las urnas y se calmó”, sostuvo Petro.
Sin embargo, Petro aseguró que se están “burlando” las decisiones de las urnas y que se debe emplear el “diálogo” para concretar las reformas.
“Pero aquí se necesita decisión del Gobierno, audacia del Gobierno y se necesita un movimiento campesino que se levante en la dignidad de sus necesidades”, dijo el presidente.
Gustavo Petro, acorralado, acude a su capacidad de convocatoria para lograr sus objetivos. Sin embargo, cada vez saca a las calles a menos personas, dado que no existe el sentimiento de urgencia que motivó el estallido social de los últimos años. Por ahora, con una coalición rota, intenta convencer a cada uno de los congresistas que requiere para pasar la reforma a la salud, la cual sigue en la cuerda floja y deslegitimada por su atropellada discusión.