NACIÓN
Alerta: el Ejército se está derrumbando; su comandante es señalado por seguimientos ilegales y denuncian que hay “red criminal” dentro
La Fiscalía y la Procuraduría investigan los graves escándalos que sacuden al estamento militar y que enredan al general Luis Mauricio Ospina y a otros altos oficiales.
El Ejército de Colombia ha sido una de las instituciones más queridas y respetadas en el país. Pero en el Gobierno Petro ha llegado a una crisis sin precedentes. Todo empezó con la salida abrupta de más de 60 generales en todas las fuerzas. Los más experimentados quedaron fuera de combate y los cargos clave pasaron a manos de inexpertos.
El deterioro de la institución empezó muy rápido con las nuevas políticas de Petro y de su ministro de Defensa, Iván Velásquez. Uno de los primeros blancos fue el aparato de inteligencia y contrainteligencia que pasó de sacar adelante grandes operaciones, como Jaque, y la baja de objetivos de alto valor como Alfonso Cano, Raúl Reyes y el Mono Jojoy, entre otros, a paralizarse casi que por completo en medio de graves denuncias de corrupción, obsolescencia y falta de mantenimiento de los equipos y un gran inconformismo entre los oficiales y agentes de inteligencia que están en su mayoría desmoralizados.
Nada volvió a ser como antes. Esas grandes operaciones, especialmente tras el cese al fuego bilateral con grupos criminales, es historia. Lo grave es que pareciera estarse cumpliendo un verdadero libreto para que el Ejército se derrumbe.
Hoy, el comandante del Ejército, el general Luis Mauricio Ospina, está en entredicho. El alto oficial está contra las cuerdas por ordenar investigar a Leonardo Colmenares, el profesor de inglés de su esposa. Tras su orden, un grupo de inteligencia y contrainteligencia de por lo menos 13 personas se dedicó a seguirlo día y noche.
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SEMANA reveló las pruebas, confesiones, audios e imágenes que demuestran que al ‘Teacher’ lo siguieron ilegalmente. Su nombre fue incluido en un informe reservado como si se tratara de un integrante del frente Carolina Ramírez de las Farc.
La Fiscalía y la Procuraduría ya abrieron investigaciones por este escándalo, mientras la principal agente de inteligencia que le hizo los seguimientos al humilde profesor se reventó y, en entrevista con SEMANA, le dijo al general Ospina que “asuma” la orden que dio y que ella solo cumplió las disposiciones de sus superiores.
En estos hechos no solo está involucrado el comandante del Ejército, sino otros altos oficiales de inteligencia y contrainteligencia, cuyos nombres aparecen mencionados en las pruebas. Ellos son el mayor Mauricio Campos (comandante del Batallón de Contrainteligencia Militar), el teniente coronel Johan Gelvez (comandante de la Brigada de Contrainteligencia Militar) y el coronel Deibe Alexander Coca Buitrago (jefe de Estado Mayor del Comando de Contrainteligencia).
Tras enterarse de los seguimientos ilegales, que ocurrieron entre julio y agosto, el profesor Colmenares le dijo al general Ospina: “Ya sabemos que usted envió gente de contrainteligencia para que me hicieran un montaje, un falso positivo. Usted no es un general, conozco su historia. El Ejército está en manos de un bandido, un criminal (...), no le tengo miedo, usted es un peligro para el país y para todos nosotros, no me importa si me manda a asesinar. Amo Colombia, no me iré de mi país nunca. Tiene que renunciar. Usted le está haciendo un daño gravísimo a nuestro Ejército Nacional. Los buenos somos más. Seguiremos con esto. Retírese, supuesto general”.
Mientras tanto, el mayor (r) del Ejército Jorge Castillo, uno de los oficiales más brillantes con 19 años de experiencia en inteligencia y 12 años en contrainteligencia, se destapó en X (antes Twitter) y denunció que existe una “red criminal” en la institución.
Las alarmas quedaron encendidas cuando habló de la existencia de carpetas, pruebas, redes y perfiles falsos en inteligencia y contrainteligencia. Pero su denuncia es aún más grave. Castillo dijo: “Nombran oficiales sin estudios de credibilidad y confiabilidad . Con pruebas de poligrafía reprobados”. Además, señaló que existen “bodegas” al servicio de “esta red criminal”.
Asimismo, planteó que oficiales son ubicados en cargos aún teniendo denuncias de corrupción en su contra y por eso son “manipulables” por comandantes.
Castillo insistió en que se “realizan averiguaciones y operaciones de contrainteligencia sin misión de trabajo” y que oficiales “le cumplen órdenes directamente a funcionarios del Ministerio de Defensa que no tienen las funciones de receptores autorizados de inteligencia”.
Tal vez uno de los puntos más graves de esta denuncia tiene que ver con las presiones. El mayor (r) Castillo aseguró que “usan los traslados y la inspección del Ejército como herramientas de presión y persecución” y agregó que “los traslados de inteligencia y contrainteligencia son manejados por el Ministerio de Defensa”.
Con el testimonio de Castillo quedan muchos interrogantes sobre lo que está pasando en el Ejército. Él afirmó que “arman organigramas, cuadros de contactos y carpetas para hacer falsos positivos de contrainteligencia”.
Y esa es la denuncia que ha hecho el general (r) Jhon Rojas, quien habló de un montaje en su contra, por el cual salió intempestivamente de la institución teniendo una hoja de vida intachable. Ha dicho que demostrará con pruebas su inocencia y destapará quiénes están detrás del complot en su contra.
Los secuestros masivos de militares promovidos por las Farc, las expulsiones de los territorios, las humillaciones y hasta los atracos a grandes contingentes, en medio de la imposibilidad de actuar y defenderse, también tienen a las tropas desmoralizadas.
Los retiros voluntarios continúan, al tiempo que la guerra de generales es a muerte y de ella poco se habla. Una lucha de poder que ha sacado lo peor de algunos de los más altos oficiales, a quienes no les importa entregar la institución y sus valores con tal de lograr sus objetivos y las mejores posiciones.
Ante este desolador panorama, el silencio del ministro de Defensa, Iván Velásquez, y del propio presidente Gustavo Petro ha sido ensordecedor.
La única esperanza es que hay decenas de oficiales dispuestos a perder su carrera con tal de salvar el Ejército y están listos para hablar y revelar la verdad con pruebas sobre la grave crisis que atraviesa la institución, mientras se derrumba frente a los ojos complacidos de los más grandes criminales que quieren apoderarse de Colombia. Al Ejército hay que salvarlo.