ELECCIONES 2018

Alicia Arango, la mujer de hierro que acompañó a Uribe y ahora a Duque

Hace 15 años la gente la conoció como la dueña de la agenda del ex presidente de la seguridad democrática. Ahora, volvió al ruedo político como jefe de campaña de Iván Duque.

17 de junio de 2018
Alicia reconoce que les teme a la maldad y a la infamia: “Porque por más cuero que tenga, también sufro. Uno tiene hijos y hay mentiras que quedan en el aire”. | Foto: Guillermo Torres

*Artículo escrito por Jet Set 

Su fama de implacable y estricta no es gratuita. Alicia Victoria Arango Olmos es de una sola pieza. Es directa. Reconoce que a veces se le va la mano cuando se trata de trabajo, pero sabe disculparse. De ella han dicho que es más uribista que Uribe. Que desde su lugar de secretaria privada le echaba leña al fuego cuando el presidente necesitaba pensar con cabeza fría.

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Quienes la conocen dicen que es una apasionada y que las mentiras y las calumnias la ponen triste. Lo máximo que le critican es su carácter fuerte. Y no lo niega. Dice que es muy exigente. Sabe decir "no". Su sangre caribe se enfría un poco cuando llueve, pero adora el clima y la gente de Bogotá. Su mejor plan es estar en su casa, leer, ver televisión y pintarse las uñas.


Sus padres, Isabel Alicia Olmos y Juan Carlos Arango, las criaron a ella y a sus hermanas, Eugenia y Patricia, en Cartagena. Cuando Alicia tenía 16 años se fueron a vivir a Bogotá. Foto: tomada de Jet-Set. Archivo Particular.

En su mente se quedó el libro Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Cada vez que vuelve a sus páginas, se impacta con sus relaciones afectivas. La suyas, las de Alicia, ocupan un lugar preponderante en su vida. Contrario a lo que muchos piensan, es "lloroncísima". Se emociona hasta las lágrimas cuando habla de sus hijos, Bibiana, Juan Daniel y José María, y el recuerdo de su mamá, Isabel Alicia Olmos, le quiebra el corazón. Pero lo vuelve a armar cuando baila Carmen de Bolívar, su porro sabanero preferido. Es alegre, parrandera y colorida como buena cartagenera, como digna hija de Juancho Arango. 

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Va a trabajar con pantalones de flecos y no se fija en las miradas de sorpresa. Cree en el amor aún después de dos divorcios y es amiga de sus exmaridos. Nunca les para bolas a sus detractores, porque además tiene un bálsamo perfecto para aliviar la decepción: sus nietos Antonella y Luca. A esta dicha se suma la expectativa del nacimiento de Micaela... La primera mujer que es jefe de debate de un candidato a la Presidencia de la República es feliz. Ocupada y afanada, pero feliz. Habló con la revista Jet Set antes de las elecciones sobre su relación con Uribe y su papel como jefe de campaña de Duque


Sus cuadernos de la agenda de Uribe son famosos. En ellos escribía las frases que le impactaban del ‘Pre‘, como ella le dice, las citas y el listado de sus tareas. Foto: tomada de Jet-Set. Archivo Particular.

¿De dónde viene su pasión por la política? —De mi padre, Juan C. Arango, un oftalmólogo que combinaba la medicina con el servicio social. Hacía brigadas de salud de caridad y las personas a las que ayudaba le pidieron que se lanzara a la política: fue alcalde de Cartagena dos veces. Desafortunadamente murió muy rápido, a los 53 años.

¿Ha pensado en lanzarse a un cargo de elección popular? —Me han preguntado que por qué no me lancé al Congreso, pero me siento más cómoda como funcionaria pública. Varias veces me propusieron que aspirara a la alcaldía de mi ciudad y no me parece justo con los cartageneros, porque hace mucho tiempo que no vivo allá.

¿El trabajo ha impactado su vida personal y familiar? —¡Totalmente! Agradezco la paciencia de mis tres hijos, porque el tiempo que les pertenecía muchas veces se lo dediqué a Colombia. La verdad es que han sido mi bastón, como lo fue mi mamá. Ella murió hace seis años y todavía no me recupero. Me ayudó a criarlos y sostenerlos. Soy una madre cabeza de familia como cualquiera de este país.

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¿Por qué está sin pareja? —No es fácil tener un cargo público en el que hay que estar disponible los siete días de la semana. El tema del marido se pone difícil. Se genera una competencia sin sentido, porque eso no tiene nada que ver con el amor. Sin embargo, el amor llega el día menos pensado. Sé que existe y está para disfrutarlo. Pero no he tenido la posibilidad de disfrutarlo para toda la vida... ha sido como por pedazos.

¿Cuándo empezó su carrera pública? —Estaba en séptimo semestre de Administración de Empresas y Julio Nieto Bernal era mi profesor. Cuando Belisario Betancur lo nombró director de Coldeportes, me llevó a trabajar con él. De este hombre maravilloso aprendí a pensar cada paso que doy, a instruirme cada vez más y que antes de hablar debo tener el convencimiento de lo que voy a decir. Era amable y caballeroso, pero al mismo tiempo era muy exigente con los resultados.

¿Cuándo conoció a Álvaro Uribe Vélez? —En 1997, cuando era gobernador de Antioquia. Yo trabajaba en Bienestar Familiar y negociaba con el ELN la liberación de los niños secuestrados por ese grupo guerrillero. Me impactó con su inteligencia y la simplicidad con la que explica las cosas. Cuatro años después empecé a trabajar en su primera campaña a la Presidencia de la República. Después fuí su secretaria privada y, más tarde, me nombró embajadora de Colombia ante la ONU.

¿Quiénes son sus amigos? —Ximena Garrido y Priscila Cabrales, mi compañera del alma desde hace casi 40 años. Álvaro Uribe es la representación de la amistad. Cuando uno pasa el 80 por ciento del día con una persona, no se puede hablar solo de trabajo, sino de la belleza, de las mujeres, de los hombres y de los restaurantes. Hasta de mis hijos y el llanto por dejarlos solos, todo eso se lo contaba. 

¿Cómo define su relación con Uribe? —Tengo un buen sentido del humor y siempre lo hago reír mucho. Él es muy especial en su manera de ser y en las cosas simples. Vive muy a fondo su vida personal. Por otro lado, Álvaro Uribe es nuestro líder, la persona que respetamos y a quien le debemos muchas cosas. Pero quien conoce mi relación con él puede confirmar que también soy capaz de decirle que no. Es parte de mi oficio. 

¿Los expresidentes deberían hacer uso de buen retiro? —Los expresidentes no pueden ser egoístas y desligarse de lo que pasa en el país. Tienen la obligación de estar pendientes de Colombia hasta el día en que se mueran. Esa es una función importantísima porque genera equilibrio.

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Alicia debe atender todas las solicitudes de agenda de Duque: del 11 de marzo al 17 de abril contó 900. "Ha sido más difícil manejar esta agenda que la de Uribe". Foto: tomada de Jet-Set. Alexandra Ruiz.

¿Iván Duque es un títere de Uribe? —A quienes afirman eso, se les nota que no los conocen. Duque es una persona con una formación muy completa. Es imposible ser un títere con su personalidad, porque además tiene carácter. Por su parte, el presidente Uribe no es titiritero de nadie. Es más, creo que la mayoría de los problemas que ha tenido han sido por exceso de democracia.

¿Cuándo empezó su relación con Duque? —Desde 2001, cuando él manejaba los temas de hacienda y finanzas públicas en el BID. Después, a finales de 2016, cuando me hicieron un desaire en el partido, me llamó para pedirme que fuera su jefe de debate. Le dije: “Como te conozco, te ayudo”. Me preguntó: “¿Qué pasa si no gano?”. A mí no me importa, porque yo no trabajo con el que gane, sino con el que necesita Colombia.

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¿Cuál es su tarea con Duque? —Le ayudo como jefe de debate y, como lo hice con el presidente Uribe, le manejo su agenda. Me ocupo de que sea lo más parecido a sus propuestas de gobierno. Soy su filtro. Lo acompaño, lo aconsejo y a veces me le pongo brava. En otras, él es quien se enoja, porque es un día a día.

¿No le da miedo equivocarse? —Lo he hecho muchas veces, pero nunca ha sido de mala fe. No tengo agenda propia. Respeto a mis jefes, pero soy una persona independiente. Tengo una personalidad que no da para el sometimiento.

Es posible que vuelva al palacio presidencial con Duque, ¿qué piensa del poder? —No soy esclava del poder. Soy hija de un par de personas sencillas y queridas. Para eso tengo un ejemplo: mi papá era alcalde y en esos días el príncipe Carlos llegó a Cartagena. Yo tenía 14 años y fuimos con él a una discoteca que se llamaba El Molino Rojo. Esa noche, de regreso a la casa, mi papá me dijo: “Nunca olvides que eres Alicia Arango y naciste en Cartagena. No eres ni más, ni menos”.


Dice que le gustaría terminar sus días junto al mar. “El mar es todo en la vida. Lo quiero y lo respeto, pero viviré en donde estén mis nietos”. Foto: tomada de Jet-Set. Karen Salamanca.