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Crecen denuncias de erradicadores de coca: duermen cerca de letrinas y reciben tratos inhumanos; empresa contratista le haría trampa al Estado
SEMANA recibió nuevas denuncias de personas que trabajaron en la erradicación y confirman lo que padecen civiles dedicados a arrancar plantas de coca. Al Estado se le reportan unas cifras, pero sobre el terreno la realidad es otra.
Los civiles dedicados a la erradicación de plantaciones de coca padecen un verdadero calvario. Aunque le prestan un servicio al Estado, los contrata una empresa privada: Global Service, quien está encargada del talento humano desde hace más de tres años. Sin embargo, desde que inició el gobierno del presidente Gustavo Petro, algunos de los trabajadores están padeciendo pagos tardíos, tratos inhumanos, necesidades en sus sitios de trabajo, discriminación y, algunos, le denunciaron a SEMANA cómo, en complicidad con ciertas comunidades, le hacen trampa al Estado en el reporte de las cifras.
Esta revista recepcionó un nuevo testimonio de un hombre que fue militar, pero se desempeñó en los últimos tres años como un civil dedicado a la enfermería en los campos de erradicación en varios departamentos del país. Él ―después de pedir reserva de su nombre― relató lo que padeció y lo que enfrentan algunos de sus compañeros actualmente.
Desde 2016 él labora en erradicación. En 2020, por ejemplo, la manejó la Dirección de Antinarcóticos de la Policía y actualmente la empresa privada.
Relató a SEMANA que actualmente se están demorando con los pagos. Les giran los recursos 20 y hasta 30 días después de cumplido el mes y, según su versión, Global Service alega que el Gobierno nacional no le paga cumplidamente.
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Como si fuera poco, denunció que a las zonas rurales, donde se adelantan las erradicaciones, no están llegando los mercados, tal como la empresa los reporta al Estado. Por ejemplo, las marcas de arroz, azúcar, harinas y otros alimentos no son las relacionadas.
“Otra irregularidad es que lo hacen ir a uno hasta las bases de Ejército o Policía. Allá le hacen a uno firmar un contrato, pero uno empieza a trabajar desde antes de firmar el contrato”, narró el hombre a SEMANA.
Recientemente, él laboró en Aguachica, Cesar, después de estar en Caucasia, Tumaco, El Catatumbo, en Norte de Santander, entre otras regiones.
En Caucasia, por ejemplo, dice que existe un alojamiento para erradicadores que lo llaman “El Galpón”, pero en ese lugar no duermen dichos trabajadores. “Los mandan a descansar al monte y nadie explica por qué. En Tumaco, Nariño, también construyeron un alojamiento, pero ocurre lo mismo”, narró.
Al contrario, en Aguachica, no existe una construcción para alojarlos.
“Lo mandan a uno a dormir en la parte de atrás de la base militar. A uno, prácticamente, lo esconden. No quieren que a los erradicadores los vean. No sé por qué, no sabría decirle. Allá uno duerme detrás de los helipuertos, donde todo el mundo hace sus necesidades fisiológicas. Llega agua en la noche, en el día, no. Los baños permanecen cerrados. Uno duerme en esa parte, es horrible el olor”, describe.
En la segunda fase de erradicación de 2023, algunos integrantes del equipo se enfermaron masivamente, según contó.
“No nos dieron los medicamentos necesarios. Yo llamé a mi familia al Huila a pedirles los fármacos. Yo tengo fotos de las cajas con medicamentos que salieron de mis ahorros para poder controlar la epidemia que hubo. Quise reportar, pero me dijeron que si lo hacía me echaban. Fue en julio de este año. Era como una especie de covid: fiebre, diarrea, malestar general”, detalló.
Él ya no labora en dicha empresa porque se cansó del trato recibido, el pago fuera del tiempo establecido y de recibir medicamentos vencidos para atender a sus propios compañeros.
Sin embargo, tiene claro cómo, en algunos casos, se le hace trampa al Estado con las cifras de erradicación.
Recuerda, por ejemplo, que hasta hace unos años la orden era arrancar la planta de coca con la raíz incluida. Ahora, todo cambió: se hace una especie de acuerdo con las comunidades cocaleras para que dejen trabajar.
“Si nosotros llegamos y arrancamos todas las matas, no nos dejan hacer nada, se arranca de raíz un diámetro de unos 20 metros cuadrados, otros 20 cortamos con un machete la mata de coca por la mitad. Y, de ahí para allá, la mata se dobla hacia abajo. Si la dejo hacia arriba, después de tomar la foto quedará como si estuviera doblada”, narró.
Y, después de doblar la hoja de la planta de coca hacia abajo y se toma la fotografía, “se vuelven a levantar. Con el dueño del cultivo se levantan, ellos ayudan a desdoblarla”, contó. Es decir, esa planta queda cumpliendo su misión, pese al engaño al Gobierno nacional.
Las denuncias son múltiples. Se espera un pronunciamiento del Ministerio de Defensa.