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El ELN no tiene voluntad de paz. Con la masacre de nueve militares en el Catatumbo, ¿qué debe hacer el Gobierno Petro?
El ELN sigue asesinando colombianos mientras “hablan de paz” en una mesa de diálogo que poco avanza. El Gobierno Petro definió condiciones claras para seguir negociando con estos delincuentes.
No hay duda. Los colombianos están hastiados del ELN, pues durante décadas se ha burlado de las oportunidades de paz que diferentes Gobiernos le han brindado para lograr una salida negociada al conflicto. Sin embargo, este grupo criminal lo único que ha hecho es fortalecerse militarmente, meterse de lleno en el mundo del narcotráfico y controlar las zonas de frontera.
La masacre de nueve militares en la vereda El Carmen, del municipio de Villanueva, en Catatumbo, Norte de Santander, fue la gota que rebosó la copa y la muestra de que esa guerrilla no tiene voluntad de paz aunque unos pocos sigan creyéndoles. El 29 de marzo Colombia se despertó con esa noticia que provocó impotencia, rabia y dolor: los criminales del ELN atacaron cobardemente, mientras dormían, a un grupo de militares que estaban descansando.
Los militares no tuvieron cómo defenderse, fueron acribillados, y no se trató de un combate como muchos quisieron presentarlo. La realidad es que integrantes del frente Camilo Torres Restrepo atacaron con tatucos y ráfagas de fusil para asesinar a sangre fría a los jóvenes que estaban custodiando las redes y el oleoducto Caño Limón-Coveñas.
Las imágenes son terroríficas e impublicables, pero es la muestra de la brutalidad de una organización guerrillera que lleva 59 años atacando a la población civil bajo el disfraz de una lucha armada para “cambiar a Colombia”. Sus actos criminales son demenciales y solo pretenden mantener un statu quo que les permita negociar con el Gobierno de turno.
Desde 1975, cuando Alfonso López Michelsen fue presidente de Colombia, se empezó a hablar de paz con el ELN y todos los esfuerzos han fracasado debido a que esta guerrilla mantiene sus actividades delincuenciales. En 1990, César Gaviria logró sentarlos a dialogar, pero nunca dejaron las armas y siguieron delinquiendo. Ernesto Samper, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque hicieron esfuerzos para mantener diálogos, pero la guerrilla se encargó de echar todo por la borda.
En una lógica incomprensible, el ELN ha creído que para fortalecerse en una negociación con los Gobiernos colombianos debe adelantar actos demenciales y terroristas, por lo que cada vez que hay unos diálogos cometen una masacre. En la historia de Colombia ha quedado evidencia de ese proceder, que cada vez aleja a ese grupo criminal del apoyo de la ciudadanía.
Por ejemplo, el 17 de enero de 2019 atentaron contra la Escuela General Santander en Bogotá: asesinaron 22 cadetes de la Policía y dejaron heridas a otras 89 personas. Esa acción hizo estallar la mesa de diálogo del Gobierno de Iván Duque, que estaba en observación, justamente, por la oleada terrorista del ELN en el país.
A pesar de todos los antecedentes, Gustavo Petro prometió durante la campaña un diálogo político con esta organización y la introdujo a la denominada “paz total”, que no le gusta y critica casi a diario. El presidente Petro cumplió, tiene voluntad de paz, pero los guerrilleros tomaron nuevamente el camino de las masacres y el terrorismo para fortalecerse en una mesa que no avanza por las posturas de sus delegados.
El efecto salta a la vista: ningún colombiano, excepto unos pocos, apoya al ELN, y sus actos son repudiables, pues están matando a los colombianos que ellos dicen representar. Nadie entiende a qué se refieren los guerrilleros cuando manifiestan que la sociedad civil es fundamental para el diálogo, pero al mismo tiempo la están asesinando.
Además, los asesinos del ELN deben recordar que, así no se haya pactado un cese al fuego, están obligados a respetar el derecho internacional humanitario, y atentar contra civiles, poner bombas, afectar fuentes hídricas y secuestrar viola esas normas internacionales.
Aunque la masacre de Norte de Santander fue la tapa, los elenos también siguen hostigando a la población, volando oleoductos y generando desplazamiento forzado, como en Arauca. Eso demuestra que la guerrilla no tiene unidad de mando y las decisiones que toman sus delegados en la mesa de conversación no se acatan en el territorio.
Pablo Beltrán, jefe de la delegación de paz del ELN, ha dicho reiteradamente que la organización tiene voluntad de paz y menciona alivios humanitarios como gestos de confianza, pero las unidades en Colombia no le hacen caso. Aun cuando en México y Venezuela, sedes de los dos primeros ciclos de paz, han querido mostrarse fortalecidos y unidos, lo cierto es que hay unos frentes y comandantes con jerarquías más altas de los delegados que están negociando y eso impide una unidad de mando.
El mejor ejemplo es Antonio García, máximo comandante del ELN, que pareciera ser la piedra en el zapato de la negociación. Pasó de las montañas de Colombia a la protección en Venezuela y ahora su trinchera es su cuenta en Twitter, desde la cual opina de todos los temas del país como si tuviera autoridad moral. Sus trinos demuestran que tiene una mesa paralela, que no le gustan los diálogos con el Gobierno Petro y que lo que ocurrió en Norte de Santander contó con su autorización.
“El ELN puede realizar acciones militares así como las hacen la Policía y las Fuerzas Armadas gubernamentales”, dijo, cínicamente, García en un trino cuatro días antes de la masacre de los militares. Sus argumentos son descabellados, sus críticas al Gobierno Petro, que le está brindando una nueva oportunidad de paz, son torpes y en cada escrito se nota el desprecio hacia la sociedad colombiana.
Pero García no es el único cínico. Los delegados de paz de esa guerrilla resumieron la masacre que cometieron como una realidad de la guerra. “Entendemos el dolor porque lo hemos sentido. Todos los dolores cuentan, son iguales. Son duras las realidades de la guerra, por ello es menester persistir en la construcción de la paz y proseguir en su proceso”.
El presidente Petro llamó a consultas a los negociadores del Ejecutivo y se definió que continuará la negociación, pero el ELN debe implementar rápidamente un cese unilateral como gesto de confianza para seguir avanzando. Ojalá Otty Patiño, jefe de la delegación, transmita ese mensaje a los guerrilleros y que quede claro que las Fuerzas Militares los combatirán hasta que haya un cese al fuego bilateral o se firme la paz. El Estado no se puede rendir ante la criminalidad ni dejar que este grupo siga masacrando colombianos.
Después de Semana Santa se reanudarán las conversaciones en La Habana, Cuba, y se sabrá si el ELN aceptará las peticiones del Gobierno Petro. La mesa no se ha roto, pero la masacre de Norte de Santander fracturó la poca confianza que aún tienen algunos en la voluntad de paz de la guerrilla. Lo cierto es que la mayoría de colombianos a los que les duelen las Fuerzas Militares les dicen a los criminales del ELN: ¡No más!