denuncia
Esta es la historia desconocida de la pirámide de millonarios en Colombia que terminó siendo una verdadera estafa
Los detalles de la historia en la que personas de la alta sociedad del país hicieron millonarias inversiones en ganado a cambio de jugosas rentabilidades. Ahora, se sienten estafadas y hablan de una pirámide porque les pintaron ‘vacas en el aire’.
Eran las 9:30 p.m. del pasado viernes 3 de marzo. El joven empresario Felipe Rocha, antes de tomarse unos tequilas, recibió una llamada que confirmaba el escándalo que estaba por estallar. Uno de los inversionistas del “fondo ganadero” quiso confirmar con don Felipe Rocha, padre de ‘Pipe’, si la compra de ganado cebú que estaba prometiendo el joven era cierta. El ganadero de toros de casta de Achury Viejo quedó de una sola pieza. Se enteró de que su hijo estaba haciendo millonarios negocios y prometiendo rentabilidades que ningún negocio genera.
Le contaron todo el modus operandi, leyó chats y vio fotos de vacas que resultaron ser de su propiedad y no de su hijo. Luego de la reunión con Rocha el padre, el inversionista llamó a Rocha el hijo, para decirle que sabía todo. Con tono enérgico, exigió la verdad. Confesó y prometió pagar hasta el último centavo. El domingo 19 de marzo, en los restaurantes y cafés de la Sabana, se esparció el rumor. “¿Supiste cuánto perdió fulanito?”, “Dicen que Rocha tumbó a tal y tal”, “Sutanito quedará en la ruina porque metió toda la plata”, “El cuento va hasta que convenció al hijo de un expresidente”.
Todo apunta a que la empresa de Rocha hijo no era otra cosa que un esquema Ponzi. La estafa lleva el nombre de su autor, el italiano Carlo Ponzi, quien en 1920 prometió una pequeña inversión con alta rentabilidad. Una operación que consiste en hacer operaciones fraudulentas con el pago de intereses a los inversionistas que se cancelan con el dinero de quienes llegan nuevos. Este escándalo fue originalmente revelado por Primera Página, medio especializado en economía dirigido por Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez.
Felipe Rocha Medina terminó su bachillerato en el Anglo Colombiano. Allí, ‘Pipe’ Rocha era conocido como “el guapo”, el “tumbalocas”, el hijo de una buena familia. Su carácter “humano, buen amigo y bonachón” lo convirtió en un estudiante modelo. Esa descripción todavía la mantienen sus amigos, a pesar de su transformación: pasó de ser un ‘tumbalocas’ a tumbarlos a todos.
En los 90, la élite de Colombia iba a las plazas de toros. Asistir a La Santamaría de Bogotá era uno de los eventos sociales obligatorios. Las familias importantes y adineradas se encontraban y el redondel se convertía en un termómetro político. Rocha siempre estuvo en ese mundo, pues su padre vendía corridas para las plazas más importantes, y la élite lo fue conociendo como un buen joven.
Luego decidió irse para Boston (Estados Unidos), volvió a Colombia y estuvo muy cerca de los negocios familiares relacionados con cultivos de flores, ganadería y arroceras. Siempre tuvo dinero y sus amigos dicen que poco trabajó. En 2022 decidió impulsar un negocio pequeño con unos amigos muy cercanos del colegio. Les propuso comprar ganado cebú para engordarlo y venderlo. Sin duda, un negocio con buena rentabilidad. Al principio todo funcionó bien. Las ganancias se dividían entre cuatro socios, aunque él ganaba mejor porcentaje porque se encargaba de gastos del ganado y era dueño de la tierra. Sin embargo, tomó una decisión que tendrá que aclarar en algún momento. Decidió ampliar el negocio y abrió el denominado “fondo ganadero”.
Rocha Medina se codeó con la clase alta del país y no era raro que se le viera en los eventos sociales. A nadie le resultaba extraño encontrarlo en los clubes más reconocidos o en los mejores restaurantes explicando, a quienes no tenían mucha idea, cómo funcionaba el negocio. Con un whisky de la mejor calidad en la mano, hablaba de su “fondo ganadero” y decía que tenía pocos cupos reservados para sus amigos. Con tragos en la cabeza, hablaba de las rentabilidades del negocio.
Cuando el cliente mordía la carnada y le pedía ingresar, Pipe se mostraba desinteresado y decía que era complejo. Se hacía desear. Su seguridad al hablar y los lujos que ostentaba llamaron la atención. Muchos empezaron a pedir un cupo entre los privilegiados. Como el joven empresario era hijo de un reconocido ganadero, nadie tomó precauciones ni sospechó nada. Todos creyeron en él y, de hecho, muchos ganaron. El negocio funcionaba, al principio, de la siguiente manera: Rocha el hijo llamaba a ‘fulano’, un amigo, para ofrecerle un lote de vacas en un terreno para engorde por un valor de 100 millones de pesos y con un término de 12 meses.
Por esa inversión, la ganancia sería del 30 por ciento, es decir que se retornaban 130 millones de pesos. Cuando se acercaba la fecha de corte, buscaba a otro inversionista para ofrecerle el negocio y así tapar el hueco. Como las víctimas sentían que era rentable, reinvertían y únicamente pedían los intereses, por lo que Rocha el hijo seguía ganando dinero. Ese modus operandi se fue ampliando y cada vez caían más personas de la élite colombiana.
Es un claro ejemplo del esquema Ponzi, donde los primeros inversionistas ganan gracias al dinero de otros inversores que caen engañados. Lo que sorprende es que la estructura se mantuvo casi una década porque el número de “socios” creció. Rocha se dio cuenta de que ya no era necesario comprar ganado cebú y podía mantener el esquema. Sin embargo, enviaba fotos a sus amigos de subastas ganaderas y de vacas en las fincas de Rocha padre, para decirles que todo estaba en orden.
Las sospechas sobre Rocha el hijo empezaron desde la pandemia, pero por más de nueves meses dilató el encuentro con sus “socios” porque, supuestamente, estuvo enfermo. Cuando terminó, muchos inversionistas coincidieron en eventos sociales y se dieron cuenta de que el selecto grupo superaba las 80 personas. ¿Dónde metía más de 8.000 vacas al mismo tiempo?El nivel del “fondo ganadero” logró inversiones de hasta 10.000 millones de pesos por parte de importantes empresarios. Otros metieron 8.000 millones, 5.000 millones y unos más, 3.000 millones.
Las cifras eran astronómicas y los menos arriesgados metían 200 millones de pesos, pero, al ganar intereses, algunos vendieron propiedades para reinvertir. Muchos entraron una vez y ganaron. Rocha el hijo les devolvió todo el dinero. A fin de cuentas, necesitaba mantener su fachada en la clase alta. El voz a voz en eventos sociales era que “ese fondo ganadero” era próspero, y lo mejor: en efectivo. Hace unos años la familia del empresario vendió una de sus tradicionales fincas, y con la parte del dinero que le correspondía, más sus “ahorros”, Rocha el hijo resultó siendo vecino del expresidente Juan Manuel Santos en una de las lujosas casas campestres en Anapoima.
Aunque no hay certeza sobre si allí conoció a Martín y a Esteban Santos, lo cierto es que consolidaron la amistad. En la lista de inversionistas estaría el hijo mayor de Santos, con una inversión que superaría los 350 millones de pesos. Aunque en los mismos restaurantes que se habla del tema se afirma que Esteban también invirtió, no aparece en la lista de víctimas, pero sí hay amigos suyos.
Este medio intentó comunicarse con Martín, pero no fue posible, no obstante, otras víctimas confirmaron que él invirtió. La suegra de Rocha el hijo fue la última persona que invirtió, en enero. Como la expansión del negocio fue tan buena, cayeron algunos conductores y empleadas del servicio de la élite que invirtieron dinero que consiguieron con préstamos o vendiendo algún bien. Pocos ganaron y muchos perdieron.
Por ahora, 82 inversionistas habrían sido estafados, pero la lista aumentaría. Lo curioso es que quienes invirtieron pasaron por los mejores colegios y universidades de Colombia e incluso por Harvard y facultades de Boston. Pese a contar con educación financiera suficiente, los timaron.
El abogado Fabio Humar asegura que la deuda total llegaría a los 70.000 millones de pesos y dice que están buscando un arreglo con Rocha el hijo, porque hay documentos que confirman el negocio. Se estima que el capital del empresario asciende a los 22.000 millones de pesos por un apartamento en Bogotá, otro en Miami y la casa de Anapoima, pero el dinero no alcanzaría para devolverles el capital a las víctimas.
El abogado Néstor Camilo Martínez fue contactado por unos inversionistas para fungir como amigable componedor, y contactó a Rocha el hijo, quien confirmó que quería arreglar el asunto. Todo se cayó porque Martínez se enteró de que el número de socios superaba las 80 personas y consideró que era difícil un arreglo. Posteriormente, se contactó a Juan Pablo Estrada para que asumiera la misma función, pero se desconoce si la aceptó.
Rocha le entregó poder a la exvicefiscal María Paulina Riveros para que maneje su caso. Sin duda, este caso abrirá un debate jurídico y recordará otros, como los de Interbolsa o DMG. Muchos de los inversores no declararon el dinero que entregaron a Rocha el hijo, y si reclaman, podrían verse envueltos en una evasión de impuestos.
Además, no se podría hablar de una captación de dinero porque el decreto 1881 de 1998 dice que se presentará “cuando, conjunta o separadamente, haya celebrado en un periodo de tres (3) meses consecutivos más de veinte (20) contratos de mandato con el objeto de administrar dineros de sus mandantes bajo la modalidad de libre administración”. Como el documento que se firmaba con Rocha tenía el objeto específico para la compra de ganado, este delito no se configuraría. Si se instaura la denuncia, podría haber una estafa y falsedad en documentación, según el abogado Humar.
Como Rocha ha dicho que quiere arreglar, se habla de la creación de una fiducia, de un fondo o de una SAS, pero si eso ocurre la Superintendencia de Sociedades podría intervenir. Sumado a ello, si los inversionistas recuperan su dinero y no lo declararon, podrían someterse a una investigación por enriquecimiento ilícito.
Un penalista dijo sobre este caso que Rocha podría terminar en la cárcel, con los activos congelados y un grupo de inversionistas buscando reclamar su capital. También ve viable el escenario de un preacuerdo para contarle a la justicia cómo sus “socios” invirtieron millonarias sumas de dinero y si existen cuentas en paraísos fiscales o criptomonedas. Las víctimas podrían terminar todavía más fregadas.