POLÍTICA
Gustavo Petro rompe su coalición en 1.000 pedazos: así se gestó la grave crisis de gobierno que tiene disparadas las alertas
La reforma a la salud de la ministra Carolina Corcho terminó convertida en el florero de Llorente que desató la primera crisis política del gobierno de Gustavo Petro.
La crisis entre la Casa de Nariño y la coalición mayoritaria del Congreso estaba más que cantada. Desde que el gobierno del presidente Gustavo Petro radicó la controvertida reforma a la salud de la ministra Carolina Corcho, las señales de una ruptura empezaron a divisarse.
El Partido Liberal, que formó parte de la coalición de gobierno, fue uno de los primeros en atravesarse a la iniciativa.
El expresidente César Gaviria buscó el consenso con la ministra Carolina Corcho, pero ella radicalizó su postura y evitó, de entrada, que le metieran mano a la propuesta que viene cocinando desde hace varios años con sectores de médicos con ideología de izquierda que apoyaron la campaña presidencial de Gustavo Petro.
Gaviria y el trapo rojo fueron los primeros en distanciarse de la Casa de Nariño y se anticiparon a la catástrofe política que desataría la reforma a la salud.
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Aunque el expresidente visitó en la Casa de Nariño al jefe de Estado en varias oportunidades, no salía contento.
Por los lados de La U y el Partido Conservador -entonces aliados del liberalismo-, el ambiente era más conciliador. Dilian Francisca Toro y Efraín Cepeda, los directores de esas colectividades, quisieron agotar todas las instancias, creerle al gobierno y desde luego a Carolina Corcho.
Avanzaron en intentos de diálogo con el equipo de asesor del Ministerio de Salud en busca de mejorar la propuesta del Gobierno, pero no fue posible.
Aunque pasaron horas, días, semanas, llegando a acuerdos verbales, los técnicos del Ministerio no los plasmaban en el texto y los partidos se sentían burlados. Toro y Cepeda sintieron que perdían el tiempo y se levantaron de la mesa varias veces. César Gaviria ya lo había hecho días atrás.
Aun así, los directores de La U y el Conservador no se dieron por vencidos y, ante los constantes llamados internos del presidente Gustavo Petro, volvían al diálogo. Corcho prometió ceder, pero sobre el terreno, en el proyecto, no se veían cristalizadas sus palabras.
La reforma a la salud se volvió desgastante y pasó de ser un asunto técnico a uno político. Y minó la confianza entre las partes.
La radicación de la ponencia positiva el 31 de marzo pasado en la Comisión Séptima de la Cámara, con las firmas de los congresistas Camilo Ávila, del Partido de la U, y Gerardo Yepes, del Conservador, aumentó la crisis. Las dos colectividades informaron que no tenían el visto bueno de los directivos de los partidos. Ese día quedó clara la jugada bajo la mesa del Gobierno: pasar por encima de los directores de los partidos y buscar voto a voto los respaldos para la reforma a la salud.
Corcho sacó a flote su espíritu político y empezó a reunirse con varios congresistas, entre ellos, Carlos Eduardo Trujillo, el expresidente del Partido Conservador, cercano a Gustavo Petro. También lo hizo con varios congresistas del Partido Liberal y La U.
Esa jugada le salió mal porque así sumara respaldos, en las colectividades aún hay disciplina de partido y las directivas ejercen control sobre sus bancadas.
Eso quedó demostrado este martes 25 de abril, cuando la Comisión Séptima de la Cámara aprobó por una estrecha minoría (10-8) la ponencia positiva de la reforma a la salud. La U y el Partido Conservador mostraron sus dientes e insistieron a sus congresistas que deben votar “no” el articulado a la reforma a la salud, un claro desafío para el Gobierno Petro.
Ese pronunciamiento desató la ira del presidente, quien anunció sobre las 11:00 p. m. de este martes que la coalición de gobierno estaba rota. “Tal situación nos lleva a un replanteamiento del Gobierno”, escribió el mandatario en su cuenta personal de Twitter.
El desenlace de la ruptura matrimonial entre el Ejecutivo y Legislativo se veía venir, incluso, de forma anticipada. Dos semanas atrás, el presidente les pidió a los viceministros de Transporte, Vivienda y las TIC- las tres carteras con cercanías al Partido Conservador, Liberal y La U-, que presentaran sus cartas de renuncia protocolaria. Su movida fue vista como chantaje o una forma de presión a los partidos políticos si no aprobaban la reforma a la salud.
Nadie sabe qué pasará en adelante, pero Petro está molesto y los partidos políticos de la coalición de gobierno, también. De hecho, creen que el presidente quiere que sus reformas se voten a las carreras, sin mayor debate y respetando las líneas exclusivas del Gobierno. Eso -según dicen en voz baja- no pasará.
Al fin y al cabo, el país está a menos de siete meses de las elecciones regionales de alcaldes y gobernadores y ningún partido quiere cargar el piano que significa la aprobación de una reforma a la salud que los colombianos aún no entienden y que nació satanizada. Los propios usuarios de la salud han manifestado en varias encuestas que se sienten a gusto con el servicio que prestan las EPS que desaparecerán en el nuevo modelo de salud que propone Carolina Corcho.
En esta pelea pierden ambos bandos, pero el más sacrificado es Gustavo Petro porque el “cambio” que prometió en su campaña presidencial son las reformas y, tal como está el ambiente político, terminarán sacrificadas en el Congreso. El propio presidente del Senado, Roy Barreras, reconoció en su momento que lo que ocurra con la reforma a la salud, impactará a la laboral, pensional, entre otras, que están en capilla para sus respectivos debates.
Petro, en su afán por recomponer la ruta de su gobierno, y angustiado por la suerte que le espera a su reforma a la salud, les pidió la renuncia a todos sus ministros.
Sin embargo, se desconoce si rodará la cabeza de la ministra Carolina Corcho, una funcionaria controvertida, radicalizada, que se enfrentó al presidente del Senado, Roy Barreras; al ministro del Interior, Alfonso Prada; a la ministra de Agricultura, Cecilia López; al ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, y al exministro de Educación, Alejandro Gaviria, una pelea que le terminó costando la cabeza del exrector de Los Andes y generó la primera crisis ministerial en los primeros meses de gobierno.