Gobierno
Horas de tensión en la Casa de Nariño: estas fueron las audaces y milimétricas movidas de Laura Sarabia antes de salir de su cargo
Desde la entrevista de su exniñera a SEMANA, Laura Sarabia empezó a contar las horas en el Gobierno. Aunque intentó moverse para sostenerse en el cargo, su poder se desplomó como un castillo de naipes.
En un abrir y cerrar de ojos, Laura Sarabia, la joven politóloga que se convirtió en la mujer que lideró el anillo más cercano al presidente Gustavo Petro en sus primeros diez meses de gobierno, terminó en el ojo del huracán. Días atrás, atrapó el lente de la prensa, concedió entrevistas y el país conoció quién se escondía detrás del personaje aparentemente tímido que logró romper el hielo y ganarse la confianza de un hombre frío, distante y poco conversador como el jefe de Estado.
En cuestión de horas pasó del cielo al infierno. Sarabia fue separada de su cargo este viernes por el presidente, una noticia que estaba casi cantada y que terminó por enredar al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, quien también quedó por fuera del Gobierno.
Una semana atrás, Sarabia empezó a vivir su propio calvario. SEMANA publicó una entrevista con Marelbys Meza, la exniñera de su hijo, quien entregó detalles del hurto de 150 millones del apartamento de su exjefa y confesó que a ella la estaban señalando como responsable. Por eso, según narró, la llevaron hasta los sótanos de un edificio al frente del Palacio de Nariño, donde la sometieron a la prueba del polígrafo.
Meza, quien fue empleada de Armando Benedetti y atendió a Gustavo Petro en la campaña presidencial, contó que la ingresaron por la puerta de atrás del palacio para burlar el control y el registro de ingreso con el objetivo de no dejar rastro. El procedimiento no contó con el visto bueno de una autoridad judicial.
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Sarabia quedó atrapada en una sinsalida. Y, como si conociera el calibre del escándalo en el que terminó metida, optó por aislarse. El sábado 27 de mayo –el día de la publicación de SEMANA–, Petro viajó a San Andrés con el ministro de las TIC, Mauricio Lizcano, pero la mano derecha del presidente no apareció en las fotografías, aunque sí formó parte de la comitiva que se trasladó en el avión presidencial.
Algunos atribuyeron la ausencia de Sarabia a sus marcadas diferencias con Lizcano, pero no fue así. Optó por desaparecer de la mirada de la opinión pública en medio del viaje. Hasta ese momento, nadie olfateó sus temores.
El lunes 29 de mayo, cuando el escándalo creció como espuma, su nombre fue tendencia en Twitter y la oposición la convirtió en el flanco de críticas. Ella, quien optó por tener un perfil bajo al comienzo del gobierno, decidió pasar su carta de renuncia. Petro, quien siempre ha confiado en ella, no se la aceptó. Tampoco la rechazó.
Las horas pasaron y Sarabia fichó a un posible responsable de su escándalo: Armando Benedetti, el político que la recibió en el Partido de la U en 2018 y saltó de su mano a los brazos de Gustavo Petro en la campaña presidencial, el hombre que gritaba a los cuatro vientos que ella era la niña de sus ojos, el celestino que sirvió de testigo del amor entre ella y Andrés Parra, el abogado caleño con quien terminó casada.
La exjefa de gabinete, aprovechando el poder que le concedía su cercanía al presidente, quiso moverse con su propio estilo.
Chateó y llamó a algunos periodistas y contó su versión off the record. Varios medios fueron directos y aseguraron que la mujer desconfiaba de Benedetti. En los pasillos de la Casa de Nariño, pensaron lo mismo. “Es Laura Sarabia la que está manipulando la información”, denunció el embajador en su Twitter durante la semana.
En medio de su molestia porque su cargo –el más alto alcanzado en su corta carrera profesional– amagaba con destruirse en mil pedazos, filtró información a algunos medios en la que se cuestionaba el papel de Benedetti como embajador. Uno de ellos, sus constantes desplazamientos en avión privado sin autorización del canciller, Álvaro Leyva.
Petro, quien siempre defendió a Sarabia e insistió en que ella no filtraba información, guardó prudencia en público, pero en privado tomó partido en favor de la politóloga. “No sabe usted lo que hizo. O me suspende su confrontación, o no nos volveremos a ver”, advirtió a Benedetti en medio del escándalo.
Pero ¿qué llevó a Sarabia a fijar sus ojos en el embajador de Colombia en Venezuela? SEMANA conoció que las conversaciones entre ambos fueron tensas en las últimas semanas, subieron de nivel y la confianza estaba perdida.
En una oportunidad, ella, quien quiso volar con sus propias alas por la confianza que le depositó el presidente, amenazó con dejar su cargo disponible para que el embajador lo asumiera. “Yo me voy”, le expresó con un tono de rebeldía.
Benedetti no parecía contento con su cargo en el país vecino y en varias oportunidades le pidió a Sarabia que terciara con el presidente para obtener un puesto en el Gobierno. O quizás, una embajada. Al barranquillero le gustaba Londres, aunque ya tenía dueño: Roy Barreras.
Sarabia, quien le reconoció en su momento a Benedetti que no le dio buen trato, pero tampoco ella lo recibió de su parte, buscó acomodar al diplomático, pero no lo consiguió. Al menos, así se lo dijo varias veces.
Días atrás del escándalo, ella insistió en que en la embajada del Reino Unido –la apetecida por Benedetti– exigían el inglés. Él –con su estilo costeño– preguntó si, acaso, Alfonso Prada, nuevo embajador de Colombia en Francia, sabía hablar francés. Puso de ejemplo a Noemí Sanín cuando fue embajadora.
Benedetti sintió que lo querían anular y le pidió a Sarabia ser garante con el Gobierno, el mismo al que él la había llevado. Ella –quien ya desconfiaba de él– le pidió viajar desde Caracas a Bogotá para hablar con el presidente de sus aspiraciones. “No voy a pelear más. No me interesa. Yo no estoy engañando a nadie”, le dijo.
SEMANA conoció que aún, en medio de la desconfianza, Sarabia acudió hasta última hora a Benedetti para que le sirviera de puente con el Gobierno de Venezuela. Por lo menos, cuando Gustavo Petro quería hablar vía telefónica con Nicolás Maduro. Él siempre lo conseguía.
Días antes de la crisis en el Gobierno, la exjefa de gabinete le confesó a Benedetti que Petro quería que él organizara el mapa político del Pacto Histórico y preparara las elecciones regionales de octubre.
Al fin y al cabo, la coalición petrista no tiene un norte y carece de buenos candidatos a alcaldías y gobernaciones. Además, no es secreto que el presidente reconoce al embajador como el hombre que le dio orden y estructura a su campaña presidencial. Eso, aclaró Sarabia, le implicaba renunciar a la embajada de Colombia en Venezuela.
En realidad, desde la entrevista con SEMANA, la exjefa de gabinete sabía que tenía los días contados en la Casa de Nariño. El lunes 29 de mayo, cuando el presidente viajó a Brasil para encontrarse con su homólogo, Luiz Inácio Lula da Silva, Sarabia optó otra vez por el perfil bajo.
No lució, como siempre lo hacía, al lado del presidente. Caminó a metros del jefe de Estado y estuvo al tanto del viaje al vecino país sin llamar la atención. Al descender del avión presidencial, Petro bajó primero y seguidamente lo hizo el canciller. Ella lo hizo por la puerta de atrás.
De regreso a Bogotá el miércoles pasado, a la exjefa de gabinete la esperaba un nuevo escándalo: su niñera y su empleada doméstica fueron víctimas de chuzadas, al parecer, ilegales. Las hicieron pasar como integrantes del Clan del Golfo para rastrear sus comunicaciones. “¿Qué otra persona del Gobierno podría tener interés en las empleadas de Laura Sarabia?”, se preguntaron en voz baja en el Palacio de Nariño. Esa inquietud también la planteó la oposición y los organismos de seguridad.
El foco de la opinión pública miró a Sarabia, la mujer poderosa del palacio presidencial, quien, ante la magnitud del escándalo, no tuvo otra alternativa que aceptar que su corto paso por el Gobierno se había esfumado. Y lo peor, con el lastre de la Fiscalía y la Procuraduría, que no prometen dejarla quieta, al menos, hasta que investiguen si fue responsable de los señalamientos en su contra. Las movidas de Laura no surtieron efecto, salió del Gobierno, aunque con un pleno respaldo del presidente Petro, quien aceptó su renuncia por la presión.