Entrevista
La puja por los bienes de Piedad Córdoba: su expareja rompe el silencio en SEMANA y habla de la finca que compró con la exsenadora en el Meta
Luis Alberto Pérez, quien fue la pareja de Piedad Córdoba durante 12 años, rompió su silencio con SEMANA. Contó secretos de la exsenadora, habló de la fría relación con los hijos de la política y reveló detalles de Ari Ari, la finca en el Meta que adquirió con ella.
SEMANA: Este 24 de enero, Piedad Córdoba cumple un año de fallecida. ¿Cómo ha sido este tiempo?
LUIS PÉREZ: Fueron más de diez años juntos. Como dice Rocío Dúrcal, a veces la costumbre es más fuerte que el amor. Ha sido difícil, uno se acostumbra a una persona con sus virtudes y sus defectos. Difícil porque nosotros teníamos proyectos, entre ellos casarnos. A ella, le confieso, le daba pena tener una relación así. Y siempre que íbamos a hacerlo había un inconveniente, últimamente el de su salud. Para 2025, por ejemplo, teníamos previsto, porque fui muy insistente, ir a La Habana (Cuba) a atender sus temas de salud. Y es que en Colombia, cuando recibía atención médica y se aburría, se quitaba sus aparatos y decía: “Bueno, estoy bien, me quiero ir de acá”. Allá no podía hacer eso. A pesar de que Piedad era liberal, en los temas del matrimonio era muy conservadora. También queríamos seguir cosechando nuestro sueño: la finca Ari Ari, aquí en Puerto Lleras, Meta. Soy ingeniero agrónomo con maestría en Agroecología en La Habana, experto en producción limpia y conservación.
SEMANA: ¿Eran pareja cuando ella murió?
L.P.: Claro, nosotros los 24 de diciembre pasamos con mi familia, casi siempre en Villavicencio porque soy de acá, y los 31 con la familia de ella porque su mamá estaba enferma. El 24 de diciembre de 2023 estuvo conmigo, el 25 viajamos a Bogotá porque tuvo una reunión y del 31 hasta el 3 de enero estuvimos en Medellín, pero me tocó regresar a la finca. Nos habíamos quedado de encontrar y no ocurrió. Ella falleció el 20 de enero, un año después de ser extraditado su hermano. Murió un sábado y el lunes teníamos previsto vernos en Bogotá. Yo estaba en la finca Ari Ari cuando me llamó un escolta y me contó lo que había pasado.
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SEMANA: Piedad estuvo muy enferma. ¿Cree que presentía la muerte?
L.P.: Ella quería seguir viviendo. Ese sábado, cuando falleció, en la madrugada me escribió: “Hola, amor, buen día, cómo estás”. Yo le dije que muy bien y le conté que estaba trabajando fuerte para volvernos a ver. Eran las 6:30 a. m. (mostró el mensaje en WhatsApp). Quería seguir viviendo para casarse, estuvimos incluso en la discusión sobre si era por lo civil o cómo, porque ella estuvo casada.
SEMANA: ¿Qué ha sido lo más difícil tras la muerte de la exsenadora?
L.P.: La soledad, su ausencia. Yo tenía un esquema de seguridad, ella tenía 18 personas que la acompañaban, algunas distribuidas entre ciertos familiares. Ya no lo tengo, pero en ese momento el dolor fue tan grande que no le presté atención a eso. Más allá, uno se acostumbra a una persona y ya hace falta para hablar, para proyectarse y soñar. Dejó un vacío muy grande. Y mi meta es seguir sus sueños: Ari Ari, la finca. Mire mis manos, soy campesino, de Villavicencio y sé trabajar en el campo. Vendo huevos, queso, pollos, hago chorizos ahumados y criaré peces.
SEMANA: ¿Cómo es su relación actual con los hijos de Piedad Córdoba?
L.P.: Son momentos diferentes. Con la que más convivimos fue con Natalia María Castro Córdoba, su hija, y la nieta de Piedad. La Negra me hablaba de todos. Y desde el primer momento ella me dijo: “Luis, yo vivo con mi hija y mi nieta, ¿le molesta?”. Le respondí que no. No podía meterme. Le dije que muy bien porque nos acompañaba. Natalia siempre estuvo con nosotros. Yo con Natalia estuve en Cuba, en México. Yo le decía Natica y ella a mí, Luchito. Camilo, su otro hijo, estuvo en la finca, compartimos en México, en Aruba, pero la relación era un poco menor. Con Juan, el exsenador, la relación empezó como en 2013, creo, cuando se lanzó por el Partido Liberal al Senado y se quemó. Él vive en Miami, pero su esposa y sus tres hijos estuvieron con nosotros en la finca. Chacho, el hijo menor, es buena persona, no sé si sabe que tiene una condición especial. Se llama César, con él compartimos y fuimos a Aruba y a la finca.
SEMANA: Casi no se sabe nada de él.
L.P.: Exacto, Piedad me decía que lo tenía a cargo su padre y ella lo veía. Vive en Medellín, es muy buena persona. A propósito de los hijos, no sé qué pasó conmigo, la relación fue muy buena cuando la Negra estaba viva. Al comienzo, tras el fallecimiento de Piedad, nos escribíamos con Natalia. Ella me dijo que me respetaba, que sabía que nos habíamos amado con su mamá, que me iba a ayudar, pero hoy hay una ausencia total. Camilo también me estuvo llamando. En una oportunidad me preguntó por la finca, me dijo que qué íbamos a hacer, pero ahora brilla su ausencia. No sé qué ocurrió. Una cosa era cuando estaba la finada presente. Desconozco los motivos de por qué no hemos hablado.
SEMANA: ¿Pero han reclamado la finca?
L.P.: No han dicho nada, absolutamente nada. No sabemos qué pasará.
SEMANA: ¿Y qué ocurriría con la finca Ari Ari?
L.P.: Seguir adelante. No puedo dejar caer la casa, hay mucha madera y la polilla empieza a hacer lo suyo. Tengo que continuar el sueño y legado de Piedad, debo continuar con su proyecto. No he abierto el hotel porque ella quería terminar sus tres piscinas, están bien avanzadas, pero no han concluido. Hoy me queda difícil, porque se requiere un músculo económico grande, pero, lo que es la vivienda, la estoy reparando y arreglando.
SEMANA: Pero ella murió y lo más probable es que los hijos reclamen.
L.P.: Yo sigo ahí, no sé qué estarán pensando ellos. De todas maneras, preocupa esa ausencia de ellos. Yo sí hice el intento de hablar al comienzo porque me preocupé. Yo pertenecí a esa familia, compartimos mucho, pero no hemos hablado. Reitero, no sé qué están considerando. Busqué hablar con ellos, pero llega un momento en que se agotan los medios. Esperar. Además, conocí a Piedad ya grande, yo tenía 42 años, no era un niño, tenía ganado, una finca, mis ahorros, yo fui docente universitario, además trabajé con el Estado, el año pasado laboré en la Agencia Nacional de Tierras. Yo no solo invertía trabajo. En 2020 ella cayó en una crisis, inclusive le presté un recurso económico. Ellos (los hijos) lo conocen, era de mis ahorros. Esa finca, por ejemplo, la compramos entre los dos.
SEMANA: ¿Cuánto costó la finca Ari Ari?
L.P.: 450 millones de pesos aproximadamente, es una finca pequeña, tiene como 140 hectáreas. Ella puso la mitad. Duré casi dos meses buscando. Estuve en Arauca, Casanare, el Huila, pero yo soy del Meta, acá tengo amigos y me gustó esa tierra por el agua, la tranquilidad y la vegetación. Yo la negocié, la pagué, cuadré linderos y la he trabajado. Ella así se lo reconocía a mucha gente. Tengo conversaciones, documentos, chats; al fin y al cabo, yo hablaba mucho con ella.
SEMANA: ¿La finca Ari Ari está a nombre de quién?
L.P.: La finca es de una empresa llamada Chenoa (como el apartamento en Medellín) y la representante es Natalia, la hija que siempre estuvo al lado de Piedad.
SEMANA: Es decir, ni usted ni Piedad figuran como propietarios. Es un tema jurídico complejo.
L.P.: Todo tiene su explicación. En ese momento yo no era un niño, yo tengo mis hijos y con la mamá de mis hijos había unos problemas. Piedad sí quería que yo figurara como propietario y yo me inventé esa figura. Imagínese ese puñal. Ahí se puede mirar cuándo se creó Chenoa, fue en un tiempo cercano en que iniciamos con la finca. Alguna vez le dije: “Negrita, organicemos cosas, uno no tiene la vida comprada, yo tengo hijos y usted también”. Ella me respondió: “Yo le he delegado todo a Nata, tú sabes que ella te quiere, te adora, ella nunca te dejará solo. Yo le he indicado lo que tiene que hacer”. No sé qué pasará.
SEMANA: Como están las cosas, ¿cuándo abre las puertas el hotel agroturístico Ari Ari?
L.P.: No sé cuándo los hijos de la Negra hablarán conmigo. Yo reconozco que también tienen parte por su mamá. No me voy a poner a pelear. Yo conozco otras propiedades que se consiguieron mientras estábamos con Piedad. Eso lo sé y lo conozco, porque a uno le van diciendo los abogados, pero yo no me voy a pegar de esas cosas. Yo de lo que sí hablo es de la finca, creo que tengo derecho. Por eso, para decidir cuándo la voy a abrir, primero tengo que hablar con ellos y que me digan qué piensan y cuáles son sus proyecciones. Si Piedad fue nominada a premios de paz, yo tengo que seguir su ejemplo, por eso busco el diálogo. Yo todavía agoto esa instancia. No he establecido ninguna demanda, espero que ellos digan qué hay que hacer. Para abrir Ari Ari, el derecho es hablar con los hijos de Piedad si ellos lo consideran. Si no, me tocará seguir porque no puedo estar esperando, ya que no tengo 15 años. Yo no he presentado ninguna demanda. Imagino que ellos tampoco, pero llegará el momento de dialogar (...). Puede ser que me esté haciendo imaginaciones y esos muchachos estén pensando cosas buenas. Puede ser que uno esté prevenido.
SEMANA: ¿Qué otras propiedades tuvo Piedad Córdoba?
L.P.: Nosotros íbamos a San Antero, Córdoba, allá tiene la cabaña. A Piedad le gustaba mucho el mar, no bañarse allí, pero sí caminar sobre la arena de la playa. Tiene su cabaña, está cerca del mar. Además, tiene su piscina, allá pasamos muchas veces. Tiene su apartamento en Bogotá, un edificio en Medellín que se llama Chenova. Igualmente, un apartamento en Buenaventura, que alguna vez me mostró.
SEMANA: Es decir, ¿usted no reclama nada, excepto la propiedad de la finca Ari Ari?
L.P.: Eso es lo justo. Es que los dos compramos la finca, yo también puse dinero, ella puso la mitad y yo la mitad. Y yo he estado toda la vida allá. La vereda, la gente, la Junta de Acción Comunal me conocen a mí, pregunten por Luis y le dan razón.
SEMANA: ¿Qué pasó con el apartamento de Bogotá, el de la avenida 26, donde vivió Piedad Córdoba?
L.P.: Piedad falleció un sábado, yo estuve hasta el miércoles de esa semana. No he vuelto. Infortunadamente, no sé qué pasó. La Negra iba a cualquier lugar y se compraba un turbante y me obsequiaba una camiseta. Yo le decía: “Ya, Negra, no me voy a poner todo eso”. Le gustaba que me pusiera guayaberas y yo tenía como 30. Pero cogieron mis cosas y me las entregaron en una bolsa de basura. No venían todas, pero, bueno, es que yo tenía todo en ese apartamento. El año pasado trabajé en la Agencia Nacional de Tierras y pernoctaba ahí. Igualmente, en la finca Ari Ari, aquí también hay muchas cosas de ella todavía.
SEMANA: ¿Y cómo le hubiera gustado que le hubieran mandado su ropa?
L.P.: Creo, porque Piedad era una mujer muy bondadosa, que lo mejor era que me hubieran llamado y yo hubiera ido a recoger mis cosas. Y es que muchas cosas no llegaron, entre ellos mis documentos.
SEMANA: ¿Qué pudo acabar con Piedad Córdoba?
L.P.: La extradición de su hermano, Álvaro Córdoba, y el hecho de que él aceptara su responsabilidad, eso la llevó a la tumba. El único hermano que hacía política con ella era Álvaro, el menor. Era el más afectivo emocionalmente en la familia y le dieron a ella donde más le dolía, su hermano. Desde ahí, creo, se afectó la familia.
SEMANA: ¿Ella siempre cargó con esa responsabilidad?
L.P.: Claro, porque parte de su familia la culpaba. Había problemas en la familia y le decían: “Por tu culpa, le dijimos que no se metiera en procesos de paz y política”. La culpaban por eso. Y ella decía que no tenía la culpa, que no lo había mandado a reunirse con alguien. Y me consta. Ella se opuso a hablar con gente que no conocía. Le pidió en una oportunidad a él que tuviera cuidado. Yo le decía: “Negra, por qué se culpó su hermano en Estados Unidos”. Ella me explicaba que el modelo americano era diferente y que, si no lo hacía, lo condenaban a 60 años de cárcel. La noticia del hermano la afectó, pero hubo mucha presión por temas judiciales y demás.
SEMANA: ¿Cómo hizo para llevarla a la finca? Piedad era muy citadina.
L.P.: De entrada, fue un sueño mío y le dije que mi anhelo era, como ingeniero agrónomo, estar los últimos años en una finca enseñando, produciendo, demostrando, investigando, que Ari Ari fuera un faro ecológico. Y poco a poco fue conociendo el tema. Yo no soy un negro de 1,80, ni tengo ojos verdes ni un apellido reconocido. Ella valoró mi palabra, mi honestidad y mi trabajo.
SEMANA: ¿Cómo la conquistó?
L.P.: Escribiré un libro, porque tengo muchísimas fotos con ella. La conocí el 18 de abril de 2012; fue en Villavicencio. Existía Marcha Patriótica y ella era una de sus voceras nacionales y yo trabajaba con organizaciones campesinas en Puerto Rico, Meta. Era conocido entre los campesinos y, en su momento, me nombraron vocero de la región. Yo no conocía a Piedad físicamente, la veía como una gran mulata, admirada, lejana, uno qué iba a llegar por allá, pensaba yo. Antes la habíamos invitado en marzo de 2012 para consolidar la propuesta de Marcha Patriótica y me molesté porque no fue. No llegó. Nos dejó plantados. Un amigo me dijo que la intentaría invitar de nuevo. El 18 de abril de ese año, en el restaurante Los Viejos Mangos, en Villavicencio, la conocí. Me la presentaron. Yo era el encargado de coordinar la rueda de prensa con periodistas. Unos campesinos de La Macarena, Meta, buscaron hablar personalmente con ella y me dijeron que cómo podían reunirse en privado. Ofrecí la casa de mi mamá porque ella quería conocer a Piedad. La Negra llegó con su esquema, habló con los campesinos y, cuando ingresó a la vivienda y le presenté a mi mamá, le dijo: “Mucho gusto, soy Piedad Córdoba, yo soy la novia de su hijo Luis”. En la sala miró los cartones de mi pregrado y posgrado en Cuba, los detalló y quedó sorprendida. Cuando nos íbamos a ir, le dije que si me permitía decirle dos cosas: “Eres una mulata más hermosa en vivo que en televisión. Y déjame darte un abracito, porque no sé si te volveré a ver”. Ese fue el flechazo. Compartimos números telefónicos y ya. Del 18 de abril al 18 de agosto empezó el coqueteo. Y ese último día nos hicimos pareja.
SEMANA: ¿Y cómo fue?
L.P.: Piedad me preguntó si me gustaba el vallenato, llevó a un grupo vallenato, me invitó a su apartamento en Bogotá. Yo, al comienzo, estaba prevenido porque era una mujer muy admirada, pero, miren, pasamos más de diez años juntos.
SEMANA: Y cómo fue la relación con Piedad, una mujer amada y odiada.
L.P.: Muy bonita, aventurera, pero al comienzo, difícil. Ella incluso le dijo a mi mamá que nadie quería ser su novio porque era un problema. Una vez llegamos a un festival en Villavicencio, en medio de la multitud. Cuando íbamos saliendo, un man la cogió del moño. No nos alcanzamos a dar cuenta quién era, nos tocó sacarla del sitio y llevarla al hotel. En los aeropuertos, en algunas oportunidades, la ofendían. Otros le pedían fotos y le manifestaban admiración. Como en toda relación, hay gente que interfiere. Por ejemplo, con algunas de sus hermanas al comienzo fue difícil. Y al final, ella dejó de tratarlas porque nunca me aceptaron. Al contrario, me maltrataron. Yo no daba quejas, me tragaba esos sapos. Ese fue otro motivo por el cual la finca Ari Ari no quedó a mi nombre. Piedad una vez me contó que le habían dicho a la mamá que teníamos una finca de miles de millones y ella estaba enferma del corazón. Yo, para que estuviera tranquila, le dije: “No te preocupes, Negrita, colócalo a nombre de esa empresa”. Mi suegra, la señora Esneda, fue maravillosa, con ella hubo muy buena relación. Con los hijos también.
SEMANA: ¿Por qué no se les veía juntos con Piedad?
L.P.: Ella siempre lo dijo, quería protegerme, era una mujer muy querida por muchísima gente, pero también con enemigos. Además, a mí no me gustan mucho las fotos. Esta es la primera entrevista que concedo y que un medio me toma fotografías.
SEMANA: ¿Tiene cercanía con Gustavo Petro?
L.P.: No. Usted sabe que Piedad y él se trataban, pero no. Al hermano de Piedad, Álvaro Córdoba, lo capturaron en el gobierno de Iván Duque y ella le dio miedo que lo extraditaran a Estados Unidos por temas políticos. Y no lo extraditó él, lo hizo su amigo, Petro. Fue un tema duro. Ella no decía nada públicamente. Le pedían que hablara con el presidente, pero nunca quiso conversar ese tema con él. No sé si lo hizo por orgullo.
SEMANA: Déjeme preguntarle por Álex Saab. En sus más de diez años de relación, ¿presenció encuentros entre Piedad Córdoba y él?
L.P.: El venezolano. Todo es público. Decían que Piedad tenía una mina de oro en Venezuela. Imagínese hasta dónde llegaron. Si hubiéramos tenido un negocio, estaría bien. Ya se hubiera abierto Ari Ari. Y que si Piedad conocía a Álex Saab, claro. Recuerde que ella, en su momento, fue coordinadora o directora de las luchas palestinas, y el papá de Álex es palestino. Ahí conoció a Álex. Yo también lo conocí. Una vez estuvimos en un hotel, en medio de una campaña en Caracas. Nos tomamos un tinto. No lo vi bebiendo licor, lo recuerdo como un muchacho joven, sencillo y humilde, me vine a enterar después de lo poderoso que es económicamente. No lo demostraba.
SEMANA: ¿Usted alcanzó a estar con ella y Nicolás Maduro?
L.P.: No, yo estuve cerca, pero no por medidas de seguridad. Ella fue muchas veces a Caracas a hablar con él y, en ocasiones, nos tocaba venirnos porque no la atendían. Todo el mundo creía que ella llegaba y entraba, y no. Yo me molestaba.
SEMANA: Desde que murió Piedad Córdoba, ¿lo dejaron de llamar?
L.P.: Cuando estaba mi esposa, los escoltas, a algunos los puse a trabajar ahí, corrían, yo coordinaba temas logísticos con ellos, yo era el esposo de Piedad Córdoba. Había cordialidad, amabilidad con ellos, con políticos, pero falleció Piedad y muchas personas a quienes ayudé laboralmente se acomodaron y se olvidaron de Luis Alberto. Desapareció Piedad, y Luis se quedó solo. O también me he escondido porque me han ofrecido trabajo, pero no puedo hacerlo. Antes yo trabajaba acá, sudando, y la Negra me pedía que la acompañara a México, La Habana, Venezuela, y yo iba. Ahora, si salgo, todo se caerá nuevamente.