Política
Las extrañas ausencias de Petro: Enrique Gómez dice que el presidente puede ser objeto chantajeable de quienes lo cuidan y conocen los secretos de sus faltas
El director del partido Salvación Nacional le reveló a SEMANA que prepara una acción judicial contra Gustavo Petro por sus más de 80 incumplimientos a misiones del Estado. “¿En manos de quién queda el teléfono de celular cuando pierde, aparentemente, la capacidad de actuar?”, preguntó.
SEMANA: ¿Qué está pasando con las ausencias extrañas de Gustavo Petro?
ENRIQUE GÓMEZ MARTÍNEZ: Yo he denunciado que considero eso como faltas absolutas de manera transitoria en el ejercicio del cargo de presidente, he denunciado que, evidentemente, la motivación con la cual se prorrogan las delegaciones ministeriales en estos viajes y estos compromisos de agenda de Estado, debe examinarse. Quiero explicar que la agenda de Estado son funciones que derivan del cargo de presidente de la Constitución como jefe de Estado, es decir, son misiones oficiales y detonan, evidentemente, un problema en la conducta personal del señor presidente que le inhibe a atender esos compromisos que son institucionales. Esto tiene unos efectos terribles.
SEMANA: ¿Por qué?
E.G.: ¿Cómo le decimos a un soldado que cumpla con su turno de guardia o a un funcionario de un ministerio que cumpla con su jornada de trabajo cuando el mismo presidente incumple consistentemente con su agenda pública? Él está incumpliendo las citas que él incluye en su agenda. Es increíble.
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SEMANA: Usted habla de conductas personales, ¿a qué se refiere?
E.G.: Hay un rumor insistente sobre una posible adicción a sustancias psicoactivas del presidente. Está el recuento que conocimos en la campaña por parte de Ingrid Betancourt, muy serio y ponderado, de una posible enfermedad mental que lo conduce a él a unos ciclos depresivos profundos y agresivos. Ella, en un debate de SEMANA, dijo que encontró a Gustavo Petro en medio de estas situaciones. No conozco cuál patología es la que conduce a ese tipo de depresiones, pero sea un problema de adicción o fisiológico o de enfermedad mental, el país necesita tener claridad qué genera la incapacidad del presidente de atender su agenda oficial.
SEMANA: Mauricio Vargas dice que el presidente tiene emociones altas y bajas y que, eventualmente, podría llevarlo a renunciar. ¿Usted lo cree?
E.G.: Yo creo que la esquizofrenia social, el consumo de psicoactivos mezclados con alcohol, con otro tipo de hábitos que se rumoran, incurre el presidente, lo que yo llamo el sanpepurrón (sancocho, pepas, putas y ron), puede llevar al presidente, más allá de renunciar, a una situación de vulnerabilidad que sí es gravísima para la democracia colombiana. El presidente, en esos excesos, puede convertirse en materia chantajeable.
SEMANA: ¿Por parte de quién?
E.G.: Primero, de Casa Militar. Chantajeable si esto va ligado a vincular a estas celebraciones o rituales a personas o terceros. ¿Quién provee? ¿Quién financia? ¿Quién paga estos eventos en los que desaparece el presidente? Esa es una preocupación que creo Casa de Nariño debe despejar. El mito de que el presidente es protegido hasta el infinito por Casa de Nariño es peligroso. Cuando la conducta militar afecta e incide en la conducta del funcionario público, el Estado y la institucionalidad tiene que tener conocimiento para efectos de ver si eso lo inhabilita disciplinariamente o si está sufriendo de una patología específica. Yo no pienso que el presidente tenga un problema en el riñón, en los pulmones. Uno no puede estar enfermo un día y alentarse al día siguiente. El país no es bobo. No podemos seguir mintiéndole a Colombia y sobre todo, plasmando esas mentiras en actos administrativos cuando se generan las delegaciones ministeriales.
SEMANA: ¿Cree que en algún momento lo que está pasando con Gustavo Petro se conozca? ¿Es posible que sea víctima de chantaje?
E.G.: Es parte del problema que él tiene (…). Se han reportado 82 ausencias de incumplimientos de su agenda sin justificación médica. Si al presidente le dolió el estómago o se torció un tobillo, cosas que le pasan a cualquiera, debe tener una acreditación médica como ocurre con cualquier trabajador. Me preocupa que esas ausencias hacen que el presidente pueda volverse objeto chantajeable de quienes lo están cuidando.
SEMANA: ¿Para hacer precisión: lo del ‘sanpepurrón’ (sancocho, pepas, putas y ron) del que usted habla es rumor?
E.G.: Es un rumor. Las evidencias están ahí, usted lo ve cuando reaparece, se observa quedado, deshidratado, muy enfermo en La Guajira cuando se perdió. Es decir, hay unas señales. No quiero presumir nada. Lo que sí creo y decimos es que Casa de Nariño tiene el deber de establecer qué le sucede al presidente cuando incumple la agenda como jefe de Estado. Que el presidente no llegó a la reunión con su partido, no es problema del Estado, que no fue al cumpleaños de un amigo, no es problema del Estado. Pero que no llegue a una reunión multilateral en la que prometió estar, gravísimo. Que no le cumpla a empresarios que citó en su condición de jefe de Estado en España, grave; que no llegó a la celebración que él diseñó en San Andrés, en medio de la lectura del fallo de La Haya, grave.
SEMANA: ¿Usted ha pensado en una acción judicial contra el presidente?
E.G.: Ya estamos preparando la nulidad de todos estos decretos de prórroga de la delegación basados en hechos falsos. Lo alegado sobre cierres de aeropuertos, daños en el avión, el clima, son motivaciones falsas que conducen a sustentar la acción de nulidad de esos actos administrativos, con lo cual todas las decisiones que estos ministros delegatarios hayan tomado bajo falsa motivación van a tener que ser anuladas por el Consejo de Estado.
SEMANA: ¿Y cómo probar qué hace el presidente cuando se desaparece?
E.G.: La ausencia es un hecho notorio, es un incumplimiento funcional, probadísimo, todos los periodistas de las comitivas dan fe de ello.
SEMANA: ¿Es decir, lo que no se puede probar es la causa?
E.G.: Lo que no tenemos claridad y lo que exige la Nación y la Constitución es que el país conozca la causa. Y ahí es donde vienen las mentiras. Que quede claro: todo país sabe dónde está su presidente. Gracias a Dios, él no tiene un botón nuclear, pero guarda secretos de Estado, lleva un celular, un conjunto de comunicaciones cifrados, muchos elementos de decisión en torno a la defensa y seguridad nacional. ¿En manos de quién queda el teléfono de celular cuando pierde, aparentemente, la capacidad de actuar? En París, la ciudad de los espías, el presidente se perdió 48 horas aproximadamente, ¿quién lo estaba cuidando?, ¿quién quedó con el celular personal de él?, es una pregunta razonable. ¿Quién tiene las claves del correo de presidencia?