POLÍTICA
Hijos de Piedad Córdoba rompen su silencio: hablan de la fiesta de 69 años que quedó lista, de un museo con sus turbantes, del tío extraditado y de Maduro
En una conversación con SEMANA, Juan Luis y Natalia Castro narraron detalles inéditos de los últimos minutos de su madre, sus conversaciones previas a la muerte, la fiesta pendiente, las polémicas, la verdadera enfermedad de la senadora y la propuesta de un museo para exponer su legado.
SEMANA: Ha pasado una semana, ¿cómo ha sido enfrentarse a los días sin su madre?
NATALIA CASTRO (N. C.): Muy duro, un vacío que… (silencio y llora) no se llena con nada. La busco, intento buscarla por todas partes, pero no está, es muy duro. No tengo palabras.
SEMANA: ¿Los políticos siguen llamando?
N. C.: Sí, mucha solidaridad. Muy pendientes los congresistas Alejandro Toro, Gloria Flórez, Aida Avella, Gloría Ramírez, Isabel Zuleta, entre otros.
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SEMANA: ¿Alguno de los políticos internacionales?
N. C.: El día que murió mi mamá, sábado 20 de enero, me llamó el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Se solidarizó, me dijo que él la quería mucho, que la recordaba y que no creía su muerte. Le parecía increíble. Ellos en Venezuela le han hecho homenajes. La llamada fue a las 9:00 p. m.
SEMANA: ¿Qué más le dijo?
N. C.: La charla fue muy calurosa, como es él, yo estaba muy triste, muy mal cuando él llamó, me dijo que Piedad era grande y que era su gran amiga.
SEMANA: ¿Piedad Córdoba habló de su muerte antes de fallecer?
N. C.: Jamás. Mi mamá siempre tenía muchas ganas de vivir, de sacar sus proyectos, su familia adelante, de seguir viviendo y luchando por los proyectos que tenía en el Senado. Estaba emocionada porque la designaron ponente de la reforma a la salud en la Comisión Séptima del Senado.
SEMANA: ¿De qué hablaron en las últimas horas?
N. C.: Ella estaba en Medellín y tenía planeado viajar a Bogotá, yo le pregunté si se iba porque yo quería irme con ella, pero tenía previsto volver pronto, es decir, viajaba el domingo y retornaba el lunes. Además, ella cumplía años este 25 de enero y le pregunté: ‘¿Qué quieres que te haga? Yo voy a hacer algo sorpresa. ¿A quiénes quieres invitar?’. Pero como ella era de sorpresas, fijo ya tenía ideada en su mente la fiesta que se quería hacer. Ella resultaba haciéndose las fiestas, siempre las hacía en grande. Yo era la que hacía el almuerzo, además de las empleadas. Y ese viernes, cuando me habló de Bogotá, me dijo: ‘Yo ya me voy, muchas gracias por los cuidados, por las comidas, comí tan rico estos días. Muchas gracias’.
SEMANA: ¿Es decir, tenía planeada su fiesta de cumpleaños?
N. C.: Ella se iba a celebrar el cumpleaños, mi mamá era una mujer que despedía el año los 30 de diciembre con una gran fiesta. Invitaba a todos los amigos. El Día de la Madre hacía un almuerzo en grande. Ella quería celebrarlos.
SEMANA: ¿Y qué ocurrió el sábado en la mañana antes de su muerte?
N. C.: Esa mañana (sábado 20 de enero), me levanté tarde. Me cuentan que ella, con la alegría que la caracterizaba, llamó a uno de sus escoltas bromeando. Le puso un mensaje en su teléfono celular. “Mi adorado Manuel, sube por favor, y me ayudas a hacer el desayuno”. Efectivamente, él subió y le preparó unos huevos revueltos. Él la apreciaba mucho.
Después, él fue a comprarle unos buñuelos porque ella le pidió el favor. Mi mamá preguntó si había llegado la empleada y él le respondió que no porque eran las 7:00 a. m. Ella subió a su cuarto.
Cuando me levanté vi que mi mamá estaba durmiendo, al rato se despertó, me dijo que iba a mirar una receta y preguntó qué hacíamos de almuerzo. Yo le respondí que usáramos el arroz que había quedado del día anterior que estaba tan rico, papas bravas, carne asada y ensalada, pero como a ella le gustaba que quedara todo de buen sabor, me dijo: ‘¿Cómo harás la carne si no está bien sazonada?’.
Me puse a hablar con la muchacha del servicio, le dije que hiciéramos unos camarones al ajillo. Y volví a donde mi mamá y le mostré otra receta. Subió a su cuarto mi hermano Camilo, ella habló con él, nos reímos; yo me bajé, él también y me fui a hacer el almuerzo. Ella quedó superbién. Al rato, cuando subí de nuevo y fui al baño, mi mamá estaba desgonzada. La escena fue muy fuerte, todo en cuestión de segundos, no sé qué pasó.
SEMANA: Usted decía que ella estaba de mal color, pálida cuando la encontraron.
N. C.: Estaba sentada, yo decía, ‘se está colocando muy blanca’; empecé a ponerle alcohol y cosas así, pero empezó a emitir unos sonidos extraños. Pensé que estaba respirando mal, entonces llamaron a la ambulancia, pero no contestaron. Yo saqué mi cabeza por la ventana de la casa y llamé a los escoltas para llevarla a la clínica más cercana. Me bajé de la ambulancia, casi sin detenerse, tumbé esa puerta de la clínica, grité pidiendo ayuda y los médicos dicen que, cuando la acostaron en la camilla, ya había fallecido. Ellos le hicieron los masajes para revivirla, pero informaron que no había nada qué hacer. Pedí que le pusieran oxígeno, pero no.
SEMANA: Es decir, había fallecido antes de ingresar a la clínica.
N. C.: Yo le decía a mi mamá que me mirara, le pegaba en la carita, le decía: ‘Mamá, yo estoy acá, cómo me haces esto’, le pedía que por favor se quedara.
SEMANA: Usted decía que la había visto muy estresada en los últimos días. ¿Cómo así?
N. C.: Estresada con todo lo que le montaron en este país, la persecución, ¿quién no se va a estresar? Ella demostrando su inocencia y cada vez le salían más cosas. Ella tenía sus achaques, pero normal, el estrés.
SEMANA: ¿Ella estaba estresada por la extradición de su tío, Álvaro Córdoba?
N. C.: Es que es familia, familia es familia y a uno le duelen los problemas de la familia, a uno le duele que un hermano tenga problemas y que uno no sepa qué hacer. Ella no sabía que él se iba a declarar culpable. Nosotros no teníamos la más mínima idea.
SEMANA: ¿Y eso la golpeó?
N. C.: Claro, obvio, era su hermano, con el que hacía política. A uno le duele porque uno confiando y de un momento a otro que él diga que es culpable y mi mamá sin saber. Mi mamá siempre confió en su inocencia, pero pues a todos nos sorprendió.
SEMANA: ¿Y desde ahí la vio triste?
N.C.: El primer día le dio duro, le tenía que dar duro (...). ¿Usted tiene hermanos? Por ejemplo, que un tío, que alguien que usted quiera mucho, de un momento a otro, haga una cosa de esas, que crea en su inocencia y le jure y le jure que es inocente y que de un momento a otro diga: ‘Soy culpable’, ¿cómo se sentiría usted? Yo le pido a la gente que se ponga en los zapatos de mi mamá por la situación de Álvaro, mi tío.
SEMANA: Ella defendió la inocencia de su hermano.
N. C.: Por eso, por eso.
SEMANA: ¿Piedad y Álvaro no hablaron en los últimos días?
N. C.: Para nada.
SEMANA: ¿Él no la llamó?
N. C.: Él ha llamado a todo el mundo, menos a mi mamá.
SEMANA: ¿Piedad no lo buscó, no le preguntó por qué había confesado sus delitos?
SEMANA: ¿Él ya los llamó a darles el pésame? Son sobrinos.
N. C.: Para nada.
SEMANA: ¿Podemos decir que a Piedad la consumió la tristeza por la extradición de Álvaro, el hermano?
JUAN LUIS CASTRO (J. L. C.): Ella venía trabajando muy activa las dos últimas semanas, tuvo reuniones todos los días, incluso, después de la noticia del hermano hablamos y ella me dijo: ‘Es culpa de él, tendrá que asumir sus responsabilidades’. Todos los días tuvo almuerzos, reuniones, desde el 26 de diciembre estaba activa. Yo diría que, de pronto, en su interior estaba muy triste, pero no se le notaba, era de esas tristezas que se llevan por dentro, me imagino.
SEMANA: Ella perdió más de 40 kilos. ¿Realmente cuál era su problema de salud?
N. C.: Ella sufría del páncreas, le habían hecho una cirugía (bypass) para rebajar, con el paso del tiempo es difícil.
J. L. C.: Ella perdió mucho peso con esa cirugía, no comía muy bien porque eso genera a la gente dificultad para comer mucho, empezó a tener dificultades digestivas, del páncreas, gastritis, una serie de dificultades. Ella ganó muy buen peso hasta octubre, se le veía normal a mediados de noviembre, volvió y tuvo una recaída, perdió peso y ya estaba otra vez bien. No nos esperábamos que mi mamá se muriera, fue un infarto fulminante. Ella tenía planes ese día, el día de cumpleaños. Ella, incluso, tenía problemas en una época para caminar, pero ya podía hacerlo.
SEMANA: ¿Quisieron que ella volviera al Senado?
N. C.: Amaba la política, su proyecto, sus luchas, había que acompañarla para que fuera feliz. Mi mamá transpiraba, respiraba política.
J. L. C.: Yo le dije que no porque la experiencia que tuve, no, a mí no me gustó, no le veía sentido a eso. A nosotros -es mi opinión personal- nos ha ido muy mal con la política, pésimo, no hemos tenido sino enemigos, dificultades; los últimos 14, 15 años de la vida de nosotros han sido de amenazas, atentados, montajes. Yo, por eso, le dije: ‘No le veo sentido’, pero como a ella le gustaba tanto, también pensé: pues si le hace feliz que lo haga. Mi mamá era una fuerza indómita, era como decirle al viento que no fluya o al sol que no salga.
SEMANA: ¿Quién tomará las banderas políticas de Piedad?
N. C.: Aún no lo sabemos, pero el legado de mi mamá no se va a perder.
J. L. C.: Volver a la política sería un proceso, por ahora no creo que ese sea el camino. Y la verdad, lo repito, nos fue muy mal. Parece una película de Star Wars, todo lo que dijeron de nosotros. El desagradecimiento, la ingratitud, en fin. Tomé la decisión cuando me retiré del Senado para dedicarme a mi carrera de médico y a mi familia. No digo que no, pero sería un proceso volver.
SEMANA: ¿Piedad Córdoba se llevó más de un secreto para la tumba?
J. L. C.: No diría que secreto, mi mamá no tenía nada qué esconder, diría más bien que no se dio el momento para que hablara de los temas que no se conocieron.
SEMANA: ¿Qué pasará con la finca agroturística de Piedad Córdoba en Meta?
N. C.: Yo no sé. Aún no se ha tomado decisión alguna.
SEMANA: ¿Y la casa de Bogotá, a donde iban todos los políticos a almorzar? ¿Qué pasará?
SEMANA: ¿Piedad Córdoba tenía el dinero que se informaba?
J. L. C.: No. Nosotros vivimos bien, pero el abogado fue de oficio. Esas cosas las publicaremos en su momento. Esa historia de la plata que decían no es cierto. Yo trabajo todos los días, me tengo que ir ya (a Estados Unidos) porque debo trabajar el próximo lunes, soy médico, mi hermana trabaja, somos gente normal, no tenemos cuentas en el exterior, ni plata escondida. Es más, mi mamá no tuvo un puesto importante en el país porque ella no ponía personas, no pedía puestos, ni coimas ni plata. Fueron leyendas que crearon y tergiversaron la imagen que creamos. Vivimos bien, pero no de manera descollante o que tuviéramos aviones, yates, como decían. Informaban que yo tenía millones de dólares en propiedades en Estados Unidos. Jamás.
SEMANA: La Corte Suprema de Justicia reveló un audio en el que se escucha a Piedad Córdoba decir que a usted no le alcanzaba el dinero y necesitaba meterse en negocios, otras entradas. Incluso se habló de Venezuela.
J. L. C.: ¿Pero eso qué dice? Que yo vivía del salario. Yo lo que le dije a mi mamá en ese momento fue: mamá, a mí me disminuyeron mucho los ingresos desde que me vine para acá y tengo que mirar cómo me traigo a mi familia para Colombia o me toca devolverme en algún momento porque es muy complejo yo viviendo acá y mi familia en Estados Unidos. Pero nosotros jamás hicimos negocios en Ecuador, Venezuela. Hace nueve años que no voy a Venezuela. Eso se puede ver en los registros migratorios.
SEMANA: De usted se informó que tenía negocios en Panamá.
J. L. C.: Eso es absoluto y completamente falso. Tenga la absoluta certeza de que yo jamás abrí una empresa en Panamá, jamás tuve cuentas en paraísos fiscales, jamás he manejado cuentas de millones de dólares. Eso que dijeron que había abierto una empresa en ese país, jamás ocurrió. Es un cuento largo, pero no lo hice. Decían que por allá habían entrado millones de dólares. ¿Cree que el FBI o las autoridades no habían notado eso? Siendo hijos de una negra, siendo negros nosotros, ella negra comunista, como le decían, socialista, amiga de Chávez. Si hubiéramos hecho todo eso mi hermana, yo y todos nosotros, ¿no estaríamos en la cárcel?
SEMANA: Ingrid Betancourt fue crítica contra Piedad después de muerta. ¿Qué opinan?
J. L. C.: Yo estuve en la casa de la mamá de Ingrid Betancourt, estuve con mi mamá sentado hablando con la mamá de Ingrid (Yolanda Pulecio). Fui testigo presencial de cómo la mamá de ella, en su momento, le lloraba a mi mamá. Estuvimos en Venezuela, eso fue muy complejo, a nosotros nos costó mucho como familia que mi mamá se haya metido en las liberaciones. Internamente discutimos mucho con ella. Yo creo que todos los problemas de mi mamá empezaron cuando ella se metió en ese tema del proceso de paz y las liberaciones. No diré nada de la señora Ingrid, lo único que expreso es que lo más cercano que uno tiene en la tierra cercano a Dios es la mamá, si ella es capaz de expresarse así de una persona que ha sido madre, no sé qué relación tiene con su mamá. Pero la mamá de Ingrid abogó y se reunió conmigo, le puede preguntar, incluso me dijo que me parecía a Barack Obama. Pueden preguntarle si en algún momento le pedimos plata o le mencionamos dinero o alguna cosa.
SEMANA: Ingrid Betancourt y María Fernanda Cabal alcanzaron a suponer que la muerte de Piedad Córdoba no pudo ser por causas naturales. ¿Qué opina?
J. L. C.: No, mi madre era una líder internacional, no era una líder colombiana, era latinoamericana, cuando una persona así se muere genera mucha sorpresa y hay que investigar. Medicina Legal, en su momento, determinará qué fue lo que pasó, pero ya usted sabe cómo falleció, las condiciones y lo que la rodeó al momento de su muerte. Fue una muerte natural.
SEMANA: Creen que si Piedad Córdoba no hubiera sido senadora y no hubiera soportado el estrés por la extradición de Álvaro Córdoba, ¿el destino sería otro?
J. L. C.: Yo creo que sí. Aunque uno debe hacerse la pregunta al revés: ¿qué fuerzas movió ella cuando se lanzó al Senado que generó toda esa cantidad de dificultades?
SEMANA: Ustedes se han sentido perseguidos, ¿después de la muerte de su mamá, creen que siga?
J. L. C.: No sé, asumo que seguirá.
N. C.: Nos seguirán investigando, buscando cosas.
SEMANA: Como hijos, ¿les dolió cuando Gustavo Petro la separó de la campaña presidencial?
J. L. C.: Claro que sí, pero políticamente lo entendíamos por todos los ataques que se habían enfocado en ella. Eso dolió mucho, de alguna manera uno cognitivamente entendía lo que estaba sucediendo, pero es muy doloroso.
SEMANA: Ella tuvo muchas diferencias en el Pacto Histórico. Armando Benedetti, Roy Barreras, Luis Fernando Velasco fueron críticos de ella.
J. L. C.: Eso es normal, los peores enemigos siempre están dentro del mismo partido de uno.
SEMANA: ¿Qué pasó con la familia? ¿Terminaron distantes con la extradición de Álvaro Córdoba?
J. L. C.: Creo que eso generó mucho estrés dentro de la familia porque yo no entiendo cómo mi tío se metió en eso. Yo le cuento mi posición personal, no entiendo cómo se metió en eso. Él no era así, nunca lo vi en ese tipo de cosas, siempre fue una persona muy sana, de esos que le quitan la plata, lo tumban, que se mete en negocios donde siempre lo roban o terminan cazando la peor parte. A uno le da mucho pesar, por un lado, porque uno sabe que él no tiene maldad como para meterse en esas cosas.
Le cuento una historia: a Álvaro lo pisó un bus cuando tenía seis años, terminó con un trauma craneoencefálico, él tuvo que aprender a hablar y caminar. Desde ahí quedó con algunas dificultades. Es normal, pero había cosas en la manera como se relacionaba, era muy sano. ¿Y a los 64 años? Viejo, no, él no era eso. No era nada de eso.
SEMANA: Después de fallecida Piedad Córdoba, ¿le gustaría que la familia se volviera a unir? Hay una tesis que apunta a que la mamá de la exsenadora, la hermana, estaban sentidas con ella.
J. L. C.: No, nosotros estuvimos con mi abuela (esta semana). La gente dice cualquier cosa, pero cómo se les ocurre que mi abuela iba a estar brava con mi mamá. Lo de Álvaro fue causado por él. Mi mamá no tuvo absolutamente nada que ver. Lo que sabemos es que los tipos esos se mantenían buscando la manera de que Álvaro les diera la posibilidad de encontrarse con ella, pero nunca los quiso recibir. Es más, ella le dijo: ‘Álvaro, a uno nunca le regalan plata. Eso es mentira, no salgan con esos tipos que quién sabe quiénes son. No me los vaya a traer a mi casa’.
Ella nunca se reunió con ellos. El tema de la familia era el estrés de todo el mundo. Álvaro no tiene hijos, muchos de sus hermanos le ayudaban, un hermano le paga la seguridad social, él estaba desempleado. Era un estrés porque un miembro de la familia estaba en una situación difícil, todos estaban estresados buscando explicación para lo que pasó, buscaban culpables, en su momento alguien dijo, ‘es que esto es culpa de Piedad porque está en política’, ‘si ella no se hubiera metido en política, a Álvaro no le hubieran hecho esto’. Eso generó diferencias, pero a él no le dijeron siéntese con esa gente.
SEMANA: Ella siempre pensó que su familia la cuestionaba y la miraban como responsable por la extradición de su hermano.
J. L. C.: No, en el juicio en Estados Unidos, en su momento me imaginó que eso saldrá a la luz pública, los tipos sí preguntaban por ella, todo el tiempo lo hicieron, me refiero a los que hicieron el entrampamiento.
SEMANA: ¿Piedad murió sabiendo quién había entrampado a su hermano?
J. L. C.: Sí tenía sospechas, pero no voy a mencionar los nombres. Los agentes eran unos tipos encubiertos que trabajaban con la Fiscalía y la DEA en Colombia.
SEMANA: Confiéseme algo, ¿usted qué pensaba cuando veía a su madre con las fotos con Iván Márquez, Raúl Reyes y Jesús Santrich?
J. L. C.: Yo sé que el país cambió e hicieron el proceso de paz, pero sabemos todo lo que hacían las Farc, esa gente, recuerden, todo lo que hacían. No porque ella no tuviera la razón, sino que la exposición, la vulnerabilidad en que la ponía, era muy compleja de aceptar. El grito en el cielo mío era por el temor de lo que le pudieran hacer o pasar. No porque no tuviera la razón porque Colombia sí necesitaba la paz.
SEMANA: ¿Y le reclamó por las fotos polémicas?
J. L. C.: Claro, yo publiqué un libro que se llama Vivir en Piedad, ahí está todo eso. Yo le dije: ‘Mamá, cómo se te ocurre’. Ella me respondió: ‘Juan, estaba parada con ellos, me pusieron una gorra y me dieron unas flores y me dijeron que nos tomáramos la foto. Estaba rodeada con unos hombres con AK-47 y yo con ganas de que nos entregaran la gente y hacer la paz. Yo cómo les digo que no me tomen una foto si tenía que generar confianza’.
SEMANA: ¿Por qué pensó que Piedad Córdoba moriría de forma distinta?
J. L. C.: Claro, recuerde cuando se metió con Pablo Escobar, a nosotros nos pusieron una bomba; después con Carlos Castaño. A ella le hicieron muchos atentados, a nosotros nos tocó irnos del país a principios del 2000. Yo me imaginaba que la muerte de mi mamá iba a ser de un bombazo o a tiros.
SEMANA: ¿La relación era fácil con su madre?
J. L. C.: Muy difícil en los temas políticos. No era porque ella no tuviera la razón, sino porque me daba miedo que le pasara algo. Era más de susto. Yo le decía: no digas esto, lo hacía, y empezaban a atacarla y eso le generaba dificultades. Entonces, yo prefería apartarme del tema político y no discutirlo porque me daba susto. ¿Cómo era mi relación con ella? Le escribí un libro, le canté canciones y le escribí cartas de amor. Era mi mamá, la adoro, pero cuando se metía en problemas me daba rabia porque me daba mucho miedo que le hicieran algo.
SEMANA: Piedad era un ícono de la moda, ¿qué pasará con sus vestidos, sus turbantes?
J. L. C.: Vamos a ver cómo buscamos la manera de que eso sea parte de su legado en algún momento, estamos organizando, tenemos algunas ideas, si las logramos canalizar trataremos de que la gente tenga acceso a lo que fue ella, que perdure, que la gente lo pueda conocer.
SEMANA: Posiblemente, un museo...
J. L. C.: Un museo, no sé, algo así por el estilo.
SEMANA: ¿Cómo quieren que el país recuerde?
J. L. C.: A mí ya no me importa cómo la recuerde el país. Lo único que puedo decir es que mi mamá era demasiado generosa, demasiado digna, de principios, de decisiones, como hijo no creo que ame a nadie tanto como amé a mi mamá. Esa sensación que yo tenía de protección, de tranquilidad cuando ella estaba viva, no creo que la vuelva a tener. Cuando uno pierde a la mamá se da cuenta de todo lo que ella hacía por uno, esa sensación que sentía uno de estar protegido, el útero invisible en el que está uno todavía metido.
N. C.: Como la gran mujer, de grandes luchas, la gran defensora de derechos humanos, lo humana, lo noble, con esa sonrisa de oreja a oreja que siempre tenía, dispuesta ayudar a los demás, a escuchar, siempre con la frente en alto, ese corazón que tenía mamá (llora) es una pérdida... Se apagó gran parte de mi vida, era mi compañerita. Ojalá todos los que lean esta entrevista de SEMANA y tengan a su mamá la abracen siempre, la valoren, la mimen y la besen porque el día que falte, ¡Dios mío!