POLÍTICA
Los secretos de la implosión de los conservadores: la novela que por poco termina con la salida de Carlos Andrés Trujillo de la presidencia del partido
SEMANA revela los secretos de la fuerte división del Partido Conservador. Su presidente, el senador Carlos Andrés Trujillo, cercano a Petro, es considerado una pesadilla para sus colegas.
La insatisfacción con el presidente del Partido Conservador, Carlos Andrés Trujillo, uno de los principales aliados de Gustavo Petro, no tiene precedentes en esa colectividad. El senador fue elegido con 159.800 sufragios, la segunda votación más alta en su movimiento, lo que le permitió afianzar su cercanía con la Casa de Nariño e impulsar su aterrizaje en la coalición de gobierno.
Sin embargo, esta semana una explosiva carta mostró la implosión de los conservadores. El grueso de los directivos, en silencio, impulsaron esa comunicación y allí le agradecieron a Trujillo por su gestión y designaron al veterano senador Efraín Cepeda como su sucesor. Todo ocurrió el lunes 6 de febrero, aprovechando que Trujillo permanecía en Europa, según el permiso que radicó en el Congreso, estadía que se prolongó hasta el 10 del mismo mes.
Después de llamadas entre los directivos, encuentros en la sede del partido –en el Park Way– en Bogotá y cruces de mensajes, se tomó la decisión. El senador Marcos Daniel Pineda ejerció el liderazgo junto con Cepeda. SEMANA conoció que este último fue quien redactó la carta que compartió posteriormente con sus compañeros. Sin embargo, su postulación surgió porque sus propios colegas lo escogieron. El excandidato presidencial David Barguil, quien ha estado marginado del partido, vio con buenos ojos esa transición.
La mesa directiva del Partido Conservador está conformada por 18 miembros. Allí están los cuatro senadores con la mayor votación y otros cuatro representantes. En total, diez firmaron en favor de designar a Cepeda como presidente, entre ellos los congresistas Marcos Daniel Pineda, Wadith Manzur y Héctor Mauricio Cuéllar. Es decir, contaron con las mayorías.
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Apenas se enteró de la carta, Carlos Andrés Trujillo se movió vía telefónica desde Europa. Desde allí trató de enderezar todo a su favor para sostenerse en el cargo. Uno de los objetivos fue recuperar el respaldo de Cuéllar, y Trujillo lo logró tras un encuentro que sostuvo el caqueteño con Julián Bedoya, el exsenador liberal al que la Universidad de Medellín le anuló su título de abogado en medio de un escándalo mediático. La cita fue este miércoles 8 de febrero en el hotel Grand Hyatt de Bogotá después de conocerse la carta de Cepeda.
En el Partido Conservador cuentan que Bedoya, socio político de Trujillo, se reunió con Cuéllar y logró que se volteara en contra de Cepeda. SEMANA lo llamó insistentemente para confirmar esta versión y conocer las razones de su cambio de decisión, pero no contestó el teléfono. “Hoy tenemos a Julián Bedoya mojándonos al Partido Conservador. Esto tocó fondo”, contó un congresista.
Después de la voltereta, Trujillo escribió una carta en la que informó desde el exterior que seguía en la presidencia y anunció una reunión con los directivos este 15 de febrero para definir su continuidad.
El documento, que lleva diez firmas, puso en desventaja a Cepeda. Allí firmó hasta Juliana Aray Franco, representante de Bolívar, quien ni siquiera se ha posesionado como directiva. Ella asumió la curul de Yamil Arana, quien renunció para aspirar a la gobernación de ese departamento. También está el nombre de Patricia Ramírez Duque, esposa de Trujillo, quien representa a las mujeres conservadoras.
¿Qué tiene que ver Bedoya en este agarrón de los conservadores? El exsenador tiene interés en que Trujillo se sostenga en la presidencia del Partido Conservador porque será candidato a la gobernación de Antioquia y quiere hacerse elegir con el respaldo del Partido Liberal, el Pacto Histórico y los azules.
Recientemente, en un evento público amenizado por Peter Manjarrés, Bedoya invitó a más de 300 periodistas, les regaló tabletas digitales y bonos de 800.000 pesos. Además, les dijo que contaba con el respaldo del senador Trujillo para convertirse en el sucesor de Aníbal Gaviria en Antioquia.
El grueso del Partido Conservador se molestó con el anuncio porque Juan Diego Gómez, expresidente del Senado y uno de los más acérrimos conservadores, no postuló su nombre en las pasadas elecciones legislativas para competir precisamente por la gobernación de Antioquia. Es decir, los godos pura sangre no ven con buenos ojos que el hoy presidente del partido lleve a la colectividad a respaldar un aspirante con cuestionamientos, con ideas liberales y cercano al Pacto Histórico.
Las elecciones regionales de este año son una de las mayores preocupaciones para los conservadores, pues Trujillo tiene el poder del bolígrafo y puede incidir en la entrega de avales a candidatos a gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos.
El listado de inconformidades con Trujillo es grande. Aunque lo eligieron presidente porque podía servir de puente entre el partido y la Casa de Nariño, varios congresistas coinciden en que terminó, al parecer, aprovechando la torta burocrática del Gobierno para su beneficio personal. Por ejemplo, el ministro de Transporte, Guillermo Reyes, es ante todo una cuota de Trujillo, no tanto del partido.
De hecho, cuando el presidente del Partido Conservador fue alcalde de Itagüí, en 2012, el hoy ministro fue contratista y su asesor jurídico. El propio Reyes ha reconocido que el senador fue quien llevó su nombre al despacho del presidente.
Cuando se le pregunta a la bancada por el trato recibido del ministro de Transporte, responden que es nulo. Los conservadores también tienen claro que el director de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, Juan Carlos Beltrán Bedoya, es cercano a Trujillo, lo mismo que el secretario general de la Aerocivil, John Jairo Morales. Una fuente del partido le contó a este medio que el presidente del conservatismo hace lobby para expandir su poder a Cormagdalena, al parecer, en alianza con la casa Blel.
Las bancadas están inconformes porque la porción mayoritaria de la torta burocrática cae en manos de Trujillo, es decir, “está usando el partido para sus fines personales”, dijo otro senador.
El ala más conservadora insiste en que el partido es inexistente en el escenario político. Además de soportar las críticas por su cercanía con Petro, una administración antagónica frente los ideales de la colectividad, el movimiento no se pronuncia de fondo sobre las controvertidas reformas del Gobierno.
En temas tan sensibles como la ley de excarcelación que elimina el incesto como delito penal –tema al que el conservatismo se ha opuesto durante años–, la colectividad permanece callada. Lo mismo que frente a la reforma a la salud y otros temas neurálgicos.
Trujillo ha mantenido un perfil bajo ante la prensa y no ha citado a la primera reunión de bancada. Los congresistas se han visto en la obligación de ponerse de acuerdo en temas sensibles en los pasillos del Congreso a través de llamadas o por WhatsApp. Desde que asumió la presidencia, después de la salida de Ómar Yépes, Trujillo no asiste a la sede oficial del partido en Teusaquillo.
El hoy presidente también concentró el poder del conservatismo en su figura desde Bogotá y tiene desaparecidos a los directorios departamentales. Les quitaron la financiación y no hay sedes. Tampoco tienen voz ni voto.
La pelea por la presidencia del partido está en su máxima tensión y cada uno busca sumar respaldos. Los aliados de Cepeda no se dan por vencidos y trabajan en voltear directivos. Luis Karol León, de Cundinamarca, ya está en contra de Trujillo.
Entre este fin de semana y el miércoles próximo cualquier cosa puede pasar, incluso si el Gobierno Petro decide meterse en la pelea y apoyar a Trujillo, su más fiel aliado. Los conservadores pasan por uno de sus peores momentos en décadas.