NACIÓN
Néstor Humberto Martínez se despacha por las ‘desapariciones’ del presidente Gustavo Petro: “Llegó el momento de ser informados sobre las causas de este comportamiento”
En su columna dominical en ‘El Tiempo’, el exfiscal general de la nación sostuvo: “Hay que respetar la vida privada del jefe del Estado, siempre que no comprometa el orden y la estabilidad institucional”.
El exfiscal Néstor Humberto Martínez, en su columna de este domingo en El Tiempo, se refirió a las constantes ‘desapariciones’ del presidente Gustavo Petro, que lo han llevado a incumplir decenas de citas en el país y el exterior.
“Termina esta semana, otra vez, con la noticia de que el jefe del Estado se perdió durante 24 horas, con ocasión de su viaje a Brasil para asistir a la Cumbre Amazónica. Similares incidentes han ocurrido desde el primer día de gobierno, lo que inicialmente motivó divertidos memes y cientos de chistes populares de todos los colores. Pero hoy son motivo de profunda preocupación, por su recurrencia, por sus efectos, por las especulaciones sobre la salud y los hábitos presidenciales e, inclusive, por el peligro de un nuevo ‘taconazo’”, señala Martínez.
“Estas desapariciones no son nuevas. Recuerdo que en 1998-1999, siendo el suscrito ministro del Interior, fui informado desde un municipio del Cauca de un presunto secuestro del que Petro habría sido víctima. Las versiones indicaban que el entonces parlamentario no había amanecido en su habitación, donde quedaron abandonados sus zapatos y sus anteojos. La situación constituía un gran desafío para el Gobierno, por lo cual se activaron todos los esquemas de seguridad del Estado para garantizar su integridad. Cuál sería mi sorpresa cuando, pasadas las horas, recibí una llamada del propio representante Petro, quien estaba sano y salvo, sin poderme ofrecer una clara explicación”, dice la columna.
El exfiscal recuerda un episodio cuando Petro fue elegido alcalde de Bogotá: “También es famosa su perdida el día en que ganó las elecciones a la Alcaldía de Bogotá, que casi causa una tragedia política con el gobierno de la época, porque el Polo hacía responsable del extravío al uribismo, en el poder, cuando lo que ocurrió fue un foforro monumental. Hay más sucesos que confirman que no son nuevas estas desapariciones. Lo que sí son nuevas son su frecuencia y su visibilidad, con el agravante de que su protagonista es el jefe del Estado y su conducta ha logrado alcance internacional. Le ha llegado una hora tarde a Biden o doce horas al Presidente de Suiza, no asiste a las fotos oficiales, como tampoco a las cenas de jefes de Estado –como ocurrió en el Foro de Davos este año– o, simplemente, no asiste a actos oficiales programados en el exterior. En Francia se perdió justo cuando tenía un desayuno con los más importantes empresarios”.
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“Ya se cuentan por decenas las desapariciones del mandatario. En el país nadie se ha salvado de los desplantes, lo que termina generando innecesarias tensiones con los demás poderes y con las organizaciones de la sociedad civil. A los magistrados de las altas cortes no les llegó a una comida oficial. A los mil alcaldes los dejó plantados. A los miembros de su propio gabinete les dejó servida la cena navideña. Al Ejército lo dejó viendo un chispero el día previsto para el reconocimiento de tropas, so pretexto de reuniones urgentes privadas y un mal estomacal, cuando se sabe plenamente que se encontraba en el norte de Bogotá”, señala el exfiscal.
“Mientras continúan estos episodios, se agotan las excusas posibles y creíbles. Periodistas que tuvieron que hacer cama franca en la embajada de Colombia en París, mientras reaparecía Petro, escucharon una discusión de la Casa Militar acerca de cómo encarar esa nueva situación; terminaron informando que allí se perdió durante dos días por una visita a una fábrica de aviones, la que nunca ocurrió. Y ahora pasa lo mismo en Brasil, alegando mal tiempo, que nunca existió. Como siempre, el dueño de la verdad es el famoso coronel Feria”, anota.
La columna del exfiscal Martínez concluye: “Hay que respetar la vida privada del jefe del Estado, siempre que no comprometa el orden y la estabilidad institucional. Llegó el momento de ser informados sobre las causas de este comportamiento, bien sean motivos de salud o de hábitos personales. Lo grave, ahora, es que la preocupación no son las “desaparecidas”, sino las “aparecidas”, como jocosamente me lo manifestó un alto miembro del Gobierno, que forma parte de la nómina oficial, porque cada vez que retorna a sus deberes son comunes su tendencia a radicalizarse, la confrontación con su equipo y el anuncio de crisis de gabinete... habrá, pues, que prender las velitas que recomienda María Isabel Rueda, para que no pase nada de gravedad”.