Política
“No me veo entregando las armas”: Calarcá Córdoba, comandante del Estado Mayor de las Farc, dice que ve “difícil” firmar la paz con Petro en dos años
Calarcá Córdoba, uno de los principales comandantes de las disidencias de las Farc, dialogó con SEMANA. Dijo que es muy difícil firmar la paz con Petro en dos años, reconoció que el internado les costó 3.000 millones de pesos y habló de las tensiones con Iván Lozada (Mordisco). Por Francisco Argüello.
En un hotel de un céntrico barrio de Bogotá, Calarcá Córdoba, uno de los principales comandantes de las Farc, recibió al equipo periodístico de SEMANA. Allí se alojó en los últimos días, de manera temporal, acompañado de un séquito de hombres que le cuidan la espalda. Junto a ellos había policías y personal de la UNP. Córdoba está en la capital del país en medio del quinto ciclo de conversaciones con el Gobierno Petro.
Calarcá, en su momento uno de los hombres más buscados por las autoridades, está en la mira de Iván Márquez y, al parecer, de Mordisco, en medio de la cruenta guerra que libran las Farc. Señala que dirige el 47 por ciento de esa guerrilla. En medio del partido Colombia-Uruguay, habló con este medio. Su primer anuncio fue que ve muy difícil que firme un acuerdo de paz con Gustavo Petro en los dos años que le restan de mandato.
“Es un tema complejo. El problema en Colombia no surgió hace tres o cuatro años, llevamos 60 años y no lo solucionamos en uno o dos. Somos una guerrilla que nos llamamos el ejército del pueblo y nuestros planteamientos son muy grandes, verdaderamente de cambio. Y no se van a discutir en dos o tres días. Tal vez el presidente Petro tenga en su imaginación que se puede hacer, pero no lo acompaña el Gobierno que tiene”, dijo.
Sin embargo, afirmó que, si están sentados en la mesa de negociación, es porque creen que se pueden dejar avanzados varios puntos. Calarcá no ve, de momento, un ambiente político optimista para lograr los acuerdos, más allá de las buenas intenciones del presidente. “Gustavo Petro, como persona, se quedó solo”, aseguró. Incluso, afirmó que en el país “todo parece que está trancado. Estamos en un momento difícil”, agregó.
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La desfavorabilidad del Gobierno Petro genera un coletazo en la mesa de negociación. “Todas las reformas que presentó el presidente al Congreso prácticamente se hundieron. Uno dice: si no pasan las reformas de Petro, ¿qué van a pasar los acuerdos que estamos haciendo? Es muy difícil, es muy berraco creer, pero estamos apostándole”, dijo Calarcá.
Frente a la posibilidad de que un nuevo Gobierno, en 2026, decida suspender los diálogos y enfrentarlos con las Fuerzas Militares, señaló: “Hemos enfrentado la guerra durante estos años, no nos asusta, estamos apostándole porque hay un momento, pero si llega un Gobierno que levante la mesa, no nos preocupa. Estamos demostrando que queremos la paz. Si nos cierran las puertas, nos vamos, seguimos haciendo lo que hemos hecho toda la vida”.
Calarcá, quien viste de negro, advirtió que, pese a que está en un proceso de paz con el Gobierno, no dejará las armas: “No me veo entregándolas. Si hubiera querido, lo habría hecho en 2016, cuando estaba todo el secretariado”.
Según señaló, así lo dejó en claro desde la reunión inicial que sostuvo con el entonces comisionado de Paz, Danilo Rueda, quien los convocó por primera vez a una mesa de diálogo. “Le dejamos claro (a Rueda) que le íbamos a apostar a la paz, pero no arrodillados, ni entregando las armas”. ¿Algún día las entregará? “Quién sabe”, le respondió a SEMANA.
“Este es un conflicto muy largo y sé que tengo un poquito más de la mitad de mi ciclo de vida. Tan fácil no va a ser. Para acabar con el hambre, la miseria, la desigualdad, el desempleo, eso tiene pelos. Que se apaguen las armas y se dejen a un ladito, que no se disparen, es otra cosa, pero que nosotros corramos a entregar las armas, no. Por lo menos en la agenda de nosotros no está eso”.
¿El Gobierno Petro aceptó esa condición de que Calarcá no entregue las armas? “Claro, porque nuestra posición siempre ha sido la misma”, respondió. “Si el Gobierno nos cumple de aquí a 20, 30 años, miraremos qué otras cosas hacemos en función de la paz”, afirmó.
En 2016, cuando Juan Manuel Santos firmó la paz con las Farc, desmovilizó a 7.000 hombres. Hoy –según cifras de Calarcá– las disidencias tendrían al 70 por ciento de esos combatientes, es decir, casi 5.000 guerrilleros. Eso si no se hubiesen dividido con Mordisco o Lozada, como prefiere llamarlo Calarcá.
Dijo que Petro hoy solo negocia con el 47 por ciento de las disidencias bajo su mando, quienes se hacen llamar del Estado Mayor y del que forman parte los bloques Jorge Suárez Briceño, el Magdalena Medio Gentil Duarte, el Frente Comandante Raúl Reyes, entre otros. El restante lo controla Iván Lozada (Mordisco).
Calarcá, que se mueve por Caquetá, Huila, Putumayo, Meta y Guaviare, habló Iván de Mordisco, el sanguinario jefe guerrillero que ha protagonizado los más cruentos ataques en el Cauca en las últimas semanas. No lo considera su enemigo y no quiere confrontaciones con él, pero afirmó que el “camarada Iván”, como lo llama, quiere dirimir las controversias a punta de “tiros”.
“No estamos encaminados en la guerra, pero el camarada Iván (Mordisco) nos va a llevar a una confrontación en los territorios. Las amenazas son serias y tenemos claro que él va a definir esto a tiros. La equivocación más grande que puede cometer el camarada es creer que nos va a someter o exterminar a tiros. Es una mentira grandísima y quién sabe si lo haya pensado bien. Lo que tenemos claro es que será un descalabro grandísimo”, dijo.
“Le digo que reflexione. Si él ocupara el puesto de trinchera de todos esos hombres que va a mandar a pelear adelante, está bien porque él pagaría con su propia vida, pero quienes van a pagar son los que van adelante o los que nosotros pongamos adelante. Es un problema que se soluciona con la cabeza, no con los cojones”.
Calarcá conoce como pocos a Iván Lozada (Mordisco). De hecho, apareció a su lado en una fotografía en abril de 2023 en las profundidades del Yarí, en el Caquetá. Por eso, no duda en afirmar que a Iván “no lo dejan los impulsos; él piensa muy poco para decidir por la vida de sus guerrilleros”.
Las diferencias entre Calarcá y Mordisco vienen de tiempo atrás, desde que el segundo desistió del proceso de paz de Santos y armó rancho aparte. El entonces secretariado ordenó a Gentil Duarte –cercano a Calarcá– “ir a someterlo al área del frente Primero. Gentil llegó al territorio, habló con unos guerrilleros, les puso las cosas claras y el comandante de ese grupo se fue nuevamente a la zona de concentración”.
Mordisco se molestó. “Entró en desconfianza con Gentil Duarte porque temía que, al final, terminara or usurparle el mando, cosa que al camarada Gentil no se le pasó por la cabeza”, narró Calarcá. Finalmente, Duarte también abandonó las negociaciones con Santos y se presentó a Iván (Mordisco), y “no fue bien recibido. Ya había desconfianza”.
“Era muy difícil llegar a una coordinación de dirección porque todo quedaba en el aire, ya que no había confianza. Cuando se rompe el cese al fuego en el Cauca por la muerte de unos indígenas, también se rompe la relación. Iván nos puso un mensaje a todos los frentes en el que nos proponía suspender el diálogo de paz y que buscáramos objetivos militares”, dijo Calarcá, quien no quiso definir el tema solo, sino que convocó a todos los mandos de bloque.
“La conclusión que sacamos es que no podíamos seguir hablando de dirección cuando dos o tres determinaban lo de una dirección de 15 personas”, contó Calarcá.
Mordisco –según el relato del temido guerrillero– “procedió a dar órdenes a unas áreas en Putumayo y al frente Carolina Ramírez. El mensaje fue corto, dijo que se presentaran porque la situación con Calarcá se estaba agravando y tocaba tomar cartas en el asunto, ahí se rompe todo”. Hoy ambos no están en guerra, pero parece que el enfrentamiento entre ambos bandos está a la vuelta de la esquina.
De otro lado, Calarcá Córdoba, quien no se ve como congresista al final de un proceso de paz, reconoció a SEMANA que financiaron la construcción del internado Gentil Duarte, ubicado en el Yarí, que no ha tenido el aval del Ministerio de Educación porque fue financiado con dineros de un grupo armado ilegal.
“Como entre nosotros no hay corruptos, ese internado valió unos 3.000 millones de pesos. No hemos hecho las cuentas como tal, pero no costó más de esa cifra”, reveló. “Las Farc lo financió, hemos hecho puentes, carreteras, baterías sanitarias, parques infantiles”, informó. El dinero para el sostenimiento de las disidencias tampoco es secreto para Calarcá.
Dijo que hay un presupuesto y por cada guerrillero se destinan 900.000 pesos mensuales para comida, medicina, vestuario, transporte, entre otros. Como él tiene a su cargo más de 2.000, debe contar con casi 2.000 millones de pesos mensuales para sostenerlos.
La plata, le dijo a SEMANA, proviene de extorsión, aunque él prefiere llamarla “financiamiento”. Y puso un ejemplo: “Nosotros les cobramos a las contrataciones estatales. A algunos contratistas les decimos que les corresponde pagarnos el 5 o el 1 por ciento, eso se socializa. Eso no solo es para nosotros, ayudamos a la gente del territorio”.
“¿Quién no sabe que las Farc se financian de esa manera? Todo el mundo lo sabe, que se hagan ahora los locos es otra cosa, no entiendo por qué vienen a armar escándalo ahora”, dijo. Las Farc también cobran “impuesto” a los compradores de coca, reconoció. La cifra puede llegar al 5 por ciento de la compra, dependiendo la región.
De otro lado, Calarcá afirmó que no está de acuerdo con la constituyente que ha estado promoviendo el Gobierno Petro. “Es muy difícil porque las condiciones siempre son duras. Nosotros no le apostamos a eso. Si Petro se puede reelegir, que lo haga, pero el tema de la constituyente, no; hay mucho problema”, precisó.
Sostuvo que no financiaron la campaña de Petro, pero sí incidieron en algunos electores. “Dimos una orientación cuando el pueblo lo exigió, cuando los campesinos nos preguntaban por quién votar o qué orientación, nosotros les decíamos que el poder se lo habían rotado durante 200 años tales y tales partidos, y ahora había opción de que ganara Petro y debíamos apostarle a él”.
De Juan Manuel Santos, Calarcá piensa que “se robó” el Premio Nobel de Paz “con el cuento de que había hecho una paz y había acabado con la guerrilla en Colombia. Carreta”. Y definió lo que pasó entre el expresidente y el grupo armado en 2016: “Él hizo lo que tenía que hacer con la guerrilla, desmovilizarla, se dejaron y él lo consiguió, cumplió su objetivo. Allá los comandantes que aceptaron y firmaron el acuerdo”. De Rodrigo Londoño, Timochenko, dice que le falló el “motor ideológico”.
No niega sus diferencias con Iván Márquez y la Segunda Marquetalia. Es más, SEMANA le preguntó si lo atacaría en un escenario de confrontación y respondió: “Entre balas van y balas vienen, cualquier cosa pasa”.
Iván Márquez –a su juicio– “cometió una embarrada en la firma de los acuerdos de 2016, quedó muy mal plantado porque él, en su momento, era el reemplazante de la comandancia de las Farc. Después del Mono Jojoy, él tenía más autoridad y credibilidad que el resto de mandos, pero nos llevó a tiros con esas contradicciones. Cuando nos salen con el cuento de que no iban a hacer una guerrilla normal, sino que iban a formar una tal Segunda Marquetalia que no les iba a disparar a soldados, policías y con incentivos a guerrilleros y personas, nosotros pensamos que estaba equivocado. Y se vinieron los problemas en los territorios y resultamos dándonos bala”, contó.
De hecho, el enfrentamiento con Márquez llevó a Calarcá a estar en la mira de algunos firmantes de la paz que lo señalan de querer desterrar a algunos exguerrilleros de la zona veredal de Miravalle, Caquetá.
El jefe guerrillero lo niega. “Hay gente humilde que allí está sufriendo hasta para conseguir un bocado de comida, pero hay un poco de comprometidos que salen de la zona, van y combaten contra nosotros, colocan minas y regresan a la zona”, dijo. Ellos podrían correr con la peor suerte.
Calarcá afirmó que no le tiene miedo a la muerte. Ni siquiera cuando observa la decadencia física de su exjefe, Iván Márquez, hoy casi ciego, con una mano lisiada y grandes limitaciones. “Los revolucionarios, desde el momento en que damos la palabra y nos convencemos de lo que estamos haciendo, estamos expuestos a terminar como nos toque. La vida hay que quererla, pero no enamorarnos de ella. Si no, no luchamos”, afirmó.