POLÍTICA
Roy Barreras: “entre Vargas Lleras y Fico la diferencia es entre un premio Nobel y un humorista de Sábados Felices”
En entrevista exclusiva con SEMANA, el senador Roy Barreras criticó al excandidato presidencial Federico Gutiérrez al compararlo con el exvicepresidente Germán Vargas Lleras.
El presidente del Senado, Roy Barreras, habló acerca de la actualidad política del país y lo que puede ser las elecciones presidenciales del año 2026. En este escenario se le planteó una eventual candidatura del exvicepresidente y exministro Germán Vargas Lleras, quien lleva tiempo ausente de la política electoral y ha preferido guardar silencio con respecto a un posible a sus posibilidades de ser candidato.
Con respecto a como Barreras ve las posibilidades de Vargas Lleras de ser presidente, afirmó que sí tiene con qué. “Creo que sí. Él es una de las cartas de la derecha colombiana, creo que es el más formado. Entre Vargas Lleras y Fico, ahí la diferencia es entre un premio nobel y un humorista de Sábados felices”, dijo el senador.
Se le preguntó a Roy Barreras acerca de quien era el humorista en esa comparación y dijo que en efecto, era Federico Gutiérrez. “O sea, Vargas Lleras es un estadista y el otro señor es un candidato sin mucha formación académica. Pero pido perdón por los humoristas de Sábados Felices, que me hacen feliz desde chiquito”, contó el presidente del Senado.
Lea la entrevista completa del senador Roy Barreras con Vicky Dávila, directora de SEMANA:
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Vicky Dávila (V. D.): Senador Roy Barreras, tan pronto le diagnosticaron cáncer usted empezó a escribir un libro que está a punto de salir y que se llama ‘Bailando con la muerte’. ¿Le ha tocado torear o bailar con esa muerte?
Roy Barreras (R. B.): Pues sí. La verdad es que los colombianos tenemos un dicho muy popular: en algunas épocas de la vida a uno le toca bailar con la más fea y la más fea pues es la flaca, la huesuda, la pelona, la Catrina. Entonces, a raíz de este diagnóstico del cáncer, yo decidí, en primer lugar, no dejarle espacios a la muerte. Me la bailo y la derroto si Dios me ayuda. Y estoy escribiendo un libro que se llama así: ‘Bailando con la muerte’.
V. D.: Y usted se ve muy bien.
R. B.: Bueno, eso sí desde chiquito (risas).
V. D.: ¿En algún momento ha pensado en un desenlace fatal?
R. B.: Por supuesto. Mi padre murió de este cáncer casi a la misma edad mía. Como hay cierta herencia, sumada al estrés, cada año me hago un chequeo. Entré tranquilo esa mañana, esperando que a las doce del día me dijeran: “Hombre, todo está bien”. Pues no. Cuando salí de la endoscopia, me dice el radiólogo: “Tiene un cáncer”. Eso fue no un baldado de agua fría, sino una sentencia de muerte. Cuando eres médico sabes que, si no te haces nada, tienes un par de años de vida. Es una sentencia sin defensa, sin abogado, pero con apelación. ¿Cuál es? El tratamiento. Entonces, ese día, por supuesto, pensé en esa posibilidad.
V. D.: La posibilidad de “me voy a morir…”.
R. B.: Todos nos vamos a morir. El asunto es que te están anticipando la fecha y decidí hacer muchos cambios en mi vida. El primero de ellos fue someterme al tratamiento porque tengo el propósito de derrotar la enfermedad. Ahora, le confieso un detalle: uno pasa por la vida tragándose la comida, cuando hay afán, sin saborearla. Hoy saboreo la comida, el paisaje, el afecto de mis hijos, que me han llenado de amor, y agradezco a mucha gente y a muchos amigos que me han expresado su solidaridad. Estamos en la tarea. Voy en la mitad del tratamiento y en abril sabremos si tuve éxito. Espero que sí, Dios mediante.
V. D.: ¿Qué cree que hay después de la muerte?
R. B.: Sin duda trascendemos y desencarnamos. No podemos saber ni usted, ni yo, ni el más ateo de los ateos o el filósofo más escéptico qué hay más allá. Hay vidas superiores y esa vida superior yo la llamo Dios, que es el amor que habita en nosotros.
V. D.: ¿Y usted cree que se va al cielo el día en que le toque irse?
R. B.: Pues por ahora estoy en el infierno de la política. Pero yo creo que, si eso sirve al menos de purgatorio, espero merecer encontrarme con el creador el día que me toque y espero poder visitarla y jalarle las patas.
V. D.: Si está en el purgatorio, ¿y las está pagando todas aquí?
R. B.: Yo creo que sí. Usted me ha hecho pagar varias, pero, bueno, cuando desencarne me las voy a cobrar.
V. D.: (Risas) Hablemos de política. Usted está prendiendo como unos rinconcitos de fuego y está tomando alguna distancia del Gobierno Petro. ¿Sí o no?
R. B.: Que no quede duda. No tengo ninguna distancia con el presidente Gustavo Petro. Tengo distancias argumentales con algunos de los intermediarios, los que no entienden la visión del presidente, quien tiene un compromiso de corazón con los más pobres, con la vida, con la paz, con el medioambiente. Él da unas directrices que se traducen en una palabra que se llama transición. De ahí para abajo hay unos que no entienden lo que hay que hacer o que lo entienden mal o que creen que, en lugar de transiciones, hay que hacer fracturas y arrasar con todo para empezar de cero. Otros simplemente no tienen la capacidad para entender que los cambios son las reformas y que las reformas hay que consensuarlas, planearlas, discutirlas y no se pueden imponer. Hay que oír todas las voces de Colombia.
V. D.: Quiero que me diga cuál es su mayor preocupación cuando el Gobierno cumple seis meses.
R. B.: La seguridad nacional, no tengo la menor duda.
V. D.: Gravísimo. ¿Por qué?
R. B.: Porque, por intermediarios, unos de buena fe y otros de mala fe, que echan a perder las intenciones nobles del presidente, han malinterpretado su directriz y su anhelo de una paz total. Yo creo que no hay alguien que no quiera que dejemos de matarnos, que no haya más víctimas, que no maten más líderes sociales, que no maten más soldados ni policías. ¿Cómo lograr eso? El presidente Petro dice: “Todos los violentos tienen que dejar las armas, construyamos un sistema para que todos se desarmen”, y da esas órdenes. Unos intermediarios piensan que es lo mismo conversar con una insurgencia como el ELN y con los narcotraficantes, como ingenuos de buena fe.
V. D.: ¿Pero quiénes son esos intermediarios? Póngales nombres, porque aquí hay un solo comisionado de paz, que es Danilo Rueda.
R. B.: Claro, hay un comisionado de paz. Pero hay una nube de abogados que uno no sabe quiénes son y que pululan por todas las cárceles y las calles ofreciendo lo que no tienen derecho a ofrecer. Hay algunos de buena fe, equivocados, porque con el narcotráfico no se negocian las leyes ni se hacen acuerdos de paz. Uno no imagina al Gobierno italiano o al japonés haciendo un acuerdo de paz con la Cosa Nostra o con la Yakuza japonesa. A los narcos hay que ofrecerles, y el presidente así lo quiere, una ley de beneficios que debe llamarse ley de sometimiento a la justicia penal ordinaria. Pero eso no se negocia con los narcotraficantes en las cárceles. En mi criterio, el Estado, con la justicia por delante, la Fiscalía, las Cortes, hace una ley y les dice: señores narcotraficantes, esto es lo que hay, hay unos beneficios, salve su propia vida y sométase. Y si no se somete, yo, el Estado, con la fuerza legítima, lo someto. Es indispensable en cualquier proceso de sometimiento y de paz con las insurgencias que haya la mano tendida de la paz y el puño firme de la fuerza legítima del Estado. Eso implica una política de seguridad que debe controlar el territorio.
V. D.: Entonces, ¿qué está pasando tras el decreto de cese al fuego?
R. B.: La buena intención del presidente en el territorio se tergiversa, porque lo que ocurre es que creen que hay un acuerdo de paz con ellos y que hay un cese de fuego con ellos. Por tanto, un capitán en un municipio del Cauca o en Policarpa, Nariño, qué hace si ve por la ventana de su comando a unos tipos con uniforme, rifles y botas pantaneras patrullando. ¿Sale y les pide un carné? A ver, señores, ¿ustedes son de la Marquetalia o mordiscos o golfos o elenos? Pues no. Tampoco puede dispararles porque estaría rompiendo con el cese al fuego, y no puede salir sin dispararles porque lo matan. ¿Qué hace? Pues se queda en el comando.
V. D.: ¿Qué implicaciones tiene eso?
R. B.: Quedarse en el comando puede implicar que el cese al fuego nace de un cese al fuego unilateral, el cese al fuego del Estado, y eso no puede pasar. Está toda la fe en el proceso de paz con el ELN, con cese al fuego pronto, pero con los narcos no hay justicia transicional. Lo que hay es sometimiento a la justicia ordinaria. Para ellos no hay cese al fuego. Lo que hay es oferta de sometimiento o sometimiento por la fuerza.
V. D.: Pero hoy hay cese al fuego con los narcos del Clan del Golfo…
R. B.: Creo que el derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos no permiten que ningún Estado haga acuerdos de paz y por tanto ceses al fuego con narcotraficantes. Creo que eso no se puede.
V. D.: ¿Habría que derogar ese decreto de cese al fuego bilateral?
V. D.: ¿Usted se atrevería a decir hoy que lo mejor sería recomponer el camino, derogar los decretos y retomar el rumbo en esa búsqueda de la paz total?
R. B.: La ley de sometimiento debe derogar toda norma que le sea contraria. A los narcos aprovecho para enviarles este mensaje: todos los narcos que se creían reyes terminan muertos en un tejado, entregados por sus propios cómplices, traicionados, extraditados y sus familias perseguidas. Eso no es vida, salven sus vidas, aprovechen la noble oferta del presidente, esperen que la ley de sometimiento tendrá beneficios y dejen de matar y de ponerse en riesgo de morir. Reincorpórense a la vida ciudadana. Dejen a Colombia vivir en paz.
V. D.: ¿Alguien le está diciendo mentiras al presidente?
R. B.: Hay una cantidad de personas de buena fe que tienen una gran ilusión y creen que una especie de voluntarismo, de buena fe, es suficiente. No estamos conversando con angelitos, sino con criminales que matan para enriquecerse. Esos son narcotraficantes y unos aún peores que descuartizan, torturan, violan niños, hacen trata de personas. Esto implica una gran política de seguridad que, estoy seguro, el presidente está liderando e implica que la fuerza pública sea la que controle el territorio. Si nosotros caemos en el error de que de buena fe las Fuerzas Militares se repliegan por un cese del fuego con todos, lo que ocurre es que los criminales se toman el territorio aún más de lo que está ocurriendo ya en muchas regiones.
V. D.: ¿De quién fue la embarrada para que el presidente incluyera al ELN en el cese al fuego bilateral?
R. B.: Intermediarios de buena fe, incluyendo algunos miembros de su gabinete, en distintas áreas, incluyendo el comisionado de paz. Yo creo que piensan con el deseo. Y entonces le informan al presidente lo que todavía no está listo.
V. D.: Y lo hacen cometer errores…
R. B.: Por supuesto, pero que no se equivoquen los opositores que piensan que es una buena idea hacer que Petro fracase. Si ellos logran su propósito, el reclamo popular, como un arroyo de esos de Barranquilla, arrasa con todo. El hombre que tiene el liderazgo para canalizar ese arroyo del justo reclamo popular, llevarlo al Congreso y convertirlo en soluciones, que son las reformas, se llama Gustavo Petro. Déjenlo hacer su tarea. Ayudémosle a que le vaya bien que así le va bien a Colombia.
V. D.: ¿Por qué el Gobierno pidió el levantamiento de 16 órdenes de captura de narcos, entre ellos cinco extraditables, si el fiscal les había advertido que no se podía?
R. B.: Más allá de que le lleven información incompleta al presidente, se supo que no le informaron que había unos extraditables en esa lista. ¿Quién quiere a 16 narcotraficantes en una mesa? ¿Negociando qué? No pueden negociar un acuerdo de paz, porque no son insurgencia ni son entes políticos y no pueden negociar la ley. Hay una cosa más grave: la combinación en esos días era una receta para el fracaso. Estaba, además, ese cese que implica que las Fuerzas Militares no saben qué hacer y no tienen a quién dispararle.
V. D.: Y los resultados operacionales lo que demuestran es que están haciendo poco o nada.
R. B.: Entonces, hay unas Fuerzas Militares paralizadas, que malinterpretan la buena intención, y dicen: no persigo ni capturo a nadie, a los peores criminales. Fuera de eso, hay intermediarios en las cárceles diciendo, por ejemplo, que el señor Douglas, de la Oficina de Envigado, y no sé quién más salgan de la cárcel a cambio de un papelito de gestores de paz. Es decir, a los que no hemos capturado no los perseguimos y a los que están presos los vamos a soltar, con las fuerzas policiales paralizadas. Esa combinación es imposible. Si no se tiene mano firme, no hay paz posible.
V. D.: ¿Cuál es el futuro del país si se les da estatus político a los narcotraficantes?
R. B.: Es imposible, se genera un Estado fallido. A ningún país con Estado de derecho se le ocurre darle estatus político al narcotráfico.
V. D.: Y esa fue otra embarrada…
R. B.: No se les ha dado estatus político.
V. D.: La Fiscalía, cuando se niega a levantar las órdenes de captura, le dice al Gobierno que los narcos no pueden tener estatus político y por tanto no las puede levantar.
R. B.: Pero no es porque el Gobierno les haya dado estatus político, es porque los intermediarios, de buena fe o de mala fe, interpretaron mal la Ley 418 de orden público y creyeron que el diálogo era para dialogar la paz. No. La conversación con ellos es para que se puedan someter a la justicia.
V. D.: Senador, ¿está preocupado por el papel de Juan Fernando Petro, el hermano del presidente, en la paz total?
R. B.: Pues no, porque no lo conozco. Pero ya que usted me hace esa pregunta compleja, quiero enaltecer y resaltar la actitud del presidente Petro. En la conversación con el fiscal, el presidente Petro estuvo firme en sus convicciones y dijo que investiguen a todo el que tengan que investigar.
V. D.: ¿Inclusive a su hermano?
R. B.: Pues esa es una pregunta para el fiscal. Pero al que abuse de la confianza del presidente lo tienen que investigar, sea quien sea. Eso Petro lo ha dejado claro aunque pueda resultar doloroso para él.
V. D.: Es muy desafortunado que el hermano del presidente salga en todo esto.
R. B.: Siempre, en cualquier Gobierno, es desafortunado que algunos familiares terminen enredados en asuntos inexplicables. A veces es incomprensible y a veces es inevitable, porque un jefe de Estado, en ocasiones, no tiene tl sobre lo que hacen sus parientes. Pero eso no quiere decir que esos parientes tengan derecho a abusar de la confianza del presidente por ser su familiar.
V. D.: El propio Juan Fernando Petro reconoció que los narcos estaban pagando hasta 700 millones de pesos para tener una cita con él.
R. B.: Pues me imagino que, si están pagando eso, él no debería darle citas a nadie.
V. D.: Y un millón de dólares pagan los narcos para entrar a la paz total.
R. B.: Están muy equivocados, señores narcos, si están pagándoles a intermediarios de mala fe. Ustedes son hombres de negocios ilegales, no pierdan la platica, que nadie les va a garantizar estatus político. Nadie les va a cobrar por entrar a la paz total. Va a haber una ley de sometimiento a la justicia, y lo único que tiene que hacer es levantar la mano y decir: yo me someto. Es así de fácil, no tiene que pagar por eso.
V. D.: En campaña hubo un escándalo por las visitas de Juan Fernando Petro y Piedad Córdoba a las cárceles. Algunos críticos creen que hoy Petro les quiere cumplir a los narcos lo que les prometió antes de ser presidente.
R. B.: Por supuesto que no. El Gobierno no les ha prometido nada a los narcos distinto a que debe perseguirlos si no se someten a la justicia. La actitud vertical del presidente Petro en su conversación con el fiscal les debe dejar claro que Petro no se vende. Él es un hombre honesto que, como los seres humanos, puede tener todos los defectos del mundo, puede estar descachalandrado, y no le importa la ropa que se pone, ni tiene intereses económicos. Su interés es que la paz sea posible y que haya menos pobres. Ahora, ese deseo hay que volverlo reformas viables, no inviables ni reformas que no tengan asidero financiero. Petro no es solo una persona, es una ilusión colectiva. Aquí hay un deseo de cambio de los colombianos y unas transiciones que no se hacen en cuatro años, sino en ocho o doce años.
V. D.: El senador Gustavo Bolívar dijo en SEMANA que el 60 % del Congreso es corrupto y pertenece a las mafias. ¿Es cierto?
R. B.: Eso no es cierto, pero si él tiene esa información, que presente las 62 denuncias penales en la Corte Suprema. El 60 % son 62 congresistas. Si no, está haciendo una omisión de denuncia, que también es un delito.
V. D.: ¿Siente que Bolívar humilló a los congresistas?
R. B.: No solamente los humilló. Hay una cosa más de fondo. Algunos sectores fanáticos y radicales de las dos extremas, de derecha y de izquierda, piensan equivocadamente en que no se logren aprobar las reformas. Quieren que se hundan para poder decir: el nido de ratas del Congreso, junto con los empresarios y el establecimiento, hundieron el propósito de cambio. Muchedumbre, todos a incendiar el Congreso. ¡Qué gran error! Nos conducirían a una guerra civil, a un golpe de Estado, que nadie va a aceptar. No se equivoquen destruyendo las instituciones. No hay democracia sin parlamento, sin Congreso.
V. D.: Eso suena aterrador…
R. B.: Si creen que van a hacer la revolución en las calles, incendiando el Congreso, se equivocan, porque echan a perder el buen deseo del presidente de hacer las reformas sociales. Las reformas se hacen en el Congreso, y el Congreso tiene que escuchar a la gente. Petro, en un gesto bellísimo, dice: voy a oír a los que nunca han sido escuchados. Oírlos para obedecer ese mandato y hacer las reformas en el Congreso, no para cerrarlo a punta de piedra y con frases descalificadoras de las instituciones.
V. D.: Tengo que preguntarle por otras cosas que ha dicho Gustavo Bolívar…
R. B.: Pero si es su congresista favorito, tiene derecho a preguntar por él…
V. D.: Recuerde que ya es excongresista.
R. B.: De esmoquin, ¿no?
V. D.: ¿Le gustó la foto de la portada de SEMANA?
R. B.: No me gustó. El señor que fabricó el esmoquin no lo hizo para que se metieran al agua con el traje. Pero cada quien es dueño de sus excentricidades. Bolívar es un personaje de la televisión. No solamente hace series, las prepara y mercadea. Gracias a ustedes y a los medios, él mismo es un personaje de televisión. Tengo que decir que no lo conozco bien. Pero Bolívar es un tipo auténtico y es un hombre honesto.
V. D.: Pero él no piensa lo mismo de usted.
R. B.: No importa. Creo que está equivocado en muchas cosas; por ejemplo, en acabar con las instituciones.
V. D.: Bolívar dijo que usted en política no es intachable.
R. B.: No. Usted le preguntó 17 veces seguidas si yo era intachable.
V. D.: Y él dijo que en política no.
R. B.: No tengo ni idea, porque no me conoce. No tiene elementos de juicio para decir eso. En cambio, sí creo que su postura de defensa de los jóvenes de la primera línea es intachable. Yo creo que él auténticamente defiende a la primera línea. Él es original en eso.
V. D.: Le molesta que algunos piensen de usted, y excuse la pregunta…
R. B.: No, pero por qué…
V. D.: Sí, porque es maluca.
R. B.: Yo se la anticipo: que si me molesta que algunos digan que soy una rata, un cangrejo. ¿Cuántos animales más? Un camaleón.
V. D.: ¿Qué les dice a aquellos que creen que Roy es corrupto?
R. B.: Durante 23 años ejercí la medicina, Vicky. Era un hombre tranquilo y feliz. Nunca fui rico, no soy rico ni seré rico. No tengo ni finca, ni haciendas, ni empresas, ni acciones en el exterior, ni cuentas offshore. No tengo nada. Tengo lo que tenía cuando era médico. Soy un hombre de clase media y vivo tranquilo. Le agradezco a la vida que pude salir de una situación de pobreza. Soy orgullosamente hijo de una madre soltera, fui taxista en Bogotá, me eduqué en la universidad pública y pude salir de esa condición. Me parece milagroso que yo sea hoy el presidente del Congreso.
Mi objetivo nunca fue enriquecerme, quizás lo hubiera logrado. Mi objetivo fue ejercer la medicina por más de 20 años al lado de mi padre, a quien conocí en la adolescencia, y fue mi amigo. Mi madre, cuando yo era chiquito, me decía: “Su papá está ocupado, y usted no lo conoce, porque está ocupado salvando vidas”. Eso me marcó. Cuando Juan Manuel Santos, no Álvaro Uribe, en 1995, me invita a ayudarle en la Fundación Buen Gobierno, que era el primer intento de paz, y que en la revista SEMANA y otras de la época llamaron los “conspis”, me pareció que era una forma de salvar vidas.
Estoy feliz con lo que hago, sin ninguna pretensión. Creo que mi familia lo sabe y me regaña. Literalmente, me estoy jugando la vida por las reformas cuando me dicen: “Es que es su vida, usted tiene cáncer”. Yo digo: hay miles de personas que están más enfermas que yo y que necesitan un sistema de salud que funcione; si no, se mueren más rápido que yo. Que los médicos se encarguen de mi salud y que los odiadores se encarguen de insultarme. Soy un hombre honesto, nunca me he robado un peso, y todos los que me insultan con eso no tienen un solo elemento para decirlo. Lo que se inventan en las redes, pobrecitos los odiadores. No son felices.
V. D.: ¿Está preocupado por la reforma a la salud?
R. B.: Estoy muy preocupado, conozco el sistema desde siempre. Como médico y ahora como paciente. Trabajé 20 años en todos los hospitales públicos que había en esa época, en La Hortúa, en La Misericordia, en el Materno Infantil, en el Universitario del Valle y en Aguablanca. La gente estaba totalmente desprotegida. Las cifras más generosas decían que apenas el 29 % de la población tenía acceso a los hospitales. Los índices de mortalidad eran altísimos. Tener 60 o 70 años ya era como estar muriéndose. Hoy la expectativa de vida ha aumentado a 80, 85 años. Ya no tenemos un 29 % de cobertura, sino 99 %. Entonces, esa mejoría no se puede echar a perder.
V. D.: En todo caso, hay cosas por mejorar…
R. B.: El sistema de salud hay que mejorarlo. Para que no haya ningún equívoco, sí se necesita una reforma, sí hay que acabar la posición dominante de la integración vertical de las EPS y es claro que muchas EPS han abusado. No solo abusan del personal médico, sino del paciente dándole citas a seis meses y no formulándole lo que necesita. Eso hay que mejorarlo y corregirlo.
V. D.: ¿Acabar las EPS?
R. B.: Claro que no. No se puede hacer una reforma destruyendo un sistema de información, de calidad, de administración de riesgos, que tiene 30 años. Estamos de acuerdo con la ministra Corcho en el 90 %, pero sobre todo con el presidente Petro. La ministra Corcho, simplemente, es una tramitadora de la reforma. Hay que privilegiar la prevención. La salud tiene que ser un derecho y no un negocio. Cuando usted tiene a su hijito enfermo, cuando la mamá tiene una urgencia o se cayó el papá y se fracturó la cadera, usted coge un teléfono y sabe a quién llamar. Llama a su EPS para que le den una cita, le manden una ambulancia y lo lleven a una clínica. Si desaparece el sistema, ¿a quién van a llamar? ¿A un concejal de Ibagué? ¿Al alcalde de Tumaco a ver si el amigo político le consigue un cupo? ¿En dónde?
V. D.: ¿Hay riesgo de que se politice la salud en Colombia?
R. B.: Total. El sistema de aseguramiento no se puede destruir. Tiene que ser público y privado. ¿Qué hacen las EPS? Hoy, además de prestar el servicio, no deben ser juez y parte, no deben poner las reglas y tener las clínicas. Eso se llama integración vertical y hay que acabarlo. Pero ellas hacen muchas otras cosas, auditan 2 millones de facturas mensuales. Son 1.000 millones de servicios al año. Si usted desbarata todo eso, ¿quién va a hacer la revisión de las facturas? El Estado hoy, les pongo un ejemplo, y no estoy especulando, audita el 2 % de esas facturas, que son las del Soat. ¿Sabe cuánto se demora en pagar? Un año y devuelve el 75 % de las facturas. Es un fracaso, y el mayor fraude está en el Soat. Si no pueden con el 2 %, qué van a poder con 1.000 millones de facturas sin tener el sistema de calidad y de información ni un sistema de administración.
V. D.: ¿Vendría un caos en materia de salud si se aprueba la reforma como dice la ministra?
R. B.: Yo creo que no va a ocurrir ese caos porque esa reforma que la gente imagina no va a pasar.
V. D.: Pero la ministra sí ha dicho que va a acabar con las EPS.
R. B.: Claro, pero allí creo que hay un error. Los intermediarios interpretan mal la buena intención del presidente. Le voy a poner un ejemplo: la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, es miembro del Partido Comunista. A mí eso me parece un poco anacrónico, pero lo respeto mucho. Pero ella no está peleando con nadie, es una ministra dialogante, conversa con todos. Por eso, usted no ve en las calles ni en las redes una angustia horrible. La gente no está pensando en cómo será la reforma laboral. Pero la ministra Corcho como no habla y tiene una posición un poco arrogante... Hay un asesor de ella, el señor Pedro Santana, que de manera insólita sale en un diario de circulación nacional a explicarnos la reforma a los colombianos. Como si él fuera el Gobierno. Todo ese ruido genera miedo.
Les digo a mis colegas médicos, a las clínicas y, sobre todo, a los pacientes: no se preocupen. Eso no va a pasar. La incertidumbre la genera la falta de información. Cuando se radique la reforma y se tramite y se apruebe en el Congreso, porque la vamos a aprobar por mandato popular, la gente va a estar tranquila. No vamos a destruir el sistema. El Congreso es responsable. Hoy, mientras converso con usted, a unas horas de empezar las sesiones extras, no conozco el texto.
V. D.: El expresidente Cesar Gaviria, la presidenta de La U, Dilian Francisca Toro, y otros líderes de la coalición parece que no le van a caminar a la reforma de Corcho.
R. B.: Ni ellos ni yo tampoco. Ni el presidente Petro quiere acabar el sistema. Es el vocero de la ministra. Me parece que el cerebro de la reforma es el señor Santana, que salió a hablar.
V. D.: ¿La ministra Corcho ha sido responsable con el manejo de la reforma a la salud?
R. B.: Creo que ha habido un error en la manera en que la ministra ha querido imponer su criterio. Es muy radical.
V. D.: Un criterio muy radical, dice usted.
R. B.: Sí, el de ella es un criterio muy radical.
V. D.: ¿Le parece lógico que usted, siendo el presidente del Congreso, no conozca el articulado de la reforma?
R. B.: Me parece insólito que se haya creado semejante debate, incluyendo marchas a favor y en contra en las calles, y que la gente no conozca el texto. Ni sabe qué está defendiendo ni a que se está oponiendo. Eso solo sucede en Colombia. Eso se resuelve radicando la reforma. Le hago esta petición respetuosa al Gobierno: radiquen, por favor, todas las reformas. Esta legislatura es muy corta y es un año electoral. Si las ministras de Trabajo y de Salud, y lo digo con nombre propio, no tienen listas las reformas laboral, pensional y a la salud, el tiempo no va a permitir hacer los debates adecuados. Llevan siete meses preparándolas. No radicaron en julio, ni en agosto, ni en septiembre, ni en octubre, y ya estamos en febrero. No crean que, si las radican en marzo o en abril, el tiempo nos va a alcanzar.
V. D.: ¿La ministra de Salud se tiene que calmar?
R. B.: Muchos colombianos nos tenemos que calmar. Pero ella tiene que hacer el esfuerzo y comprender que un ministro, sobre todo, tiene que escuchar y ser respetuoso de los ciudadanos. A mí me llamó muchísimo la atención la actitud de la ministra frente a un vocero de los gremios.
V. D.: ¿Habla de lo que la ministra le dijo a la presidenta de Acemi?
R. B.: Varios han oído las mismas palabras de la ministra y ella les ha dicho: “Yo exijo lealtad absoluta conmigo”.
V. D.: Les ha exigido que no pueden hablar en los medios.
R. B.: Les ha dicho: “Si ustedes van a salir a los medios y al Congreso, no les vuelvo a dar citas, sino hasta dentro de un año”. Por favor, yo nunca he oído un ministro de ningún Gobierno que se atreva a decir que tienen que ser leales con él y no con los colombianos. Me parece que sobra esa arrogancia. Aunque tenga la mejor buena fe, no se puede ser al tiempo activista y ministro. Yo lo dije hace meses, necesitamos ministros que ejecuten las órdenes del presidente y no activistas.
V. D.: En el caso de la ministra Corcho, ¿tiene que entender que no es activista, sino ministra?
R. B.: Usted lo ha dicho.
V. D.: Dígalo usted…
R. B.: Pero si estoy de acuerdo, lo dije hace meses.
V. D.: Dígalo…
R. B.: La ministra de Salud, como cualquier otro ministro, no puede ser activista, sino ministra. Pero, además, tiene que ser ministra no de su sector, no de sus partidarios, no de su partido político, ni siquiera de su grupo de pensamiento radical, ni del Pacto Histórico. Tiene que ser ministra de todos los colombianos y escucharlos.
V. D.: La ministra no es una rueda suelta. Se supone que el presidente está de acuerdo con la polémica reforma a la salud.
R. B.: La orden del presidente es mejorar la calidad de la salud de los colombianos y la calidad de los trabajadores de la salud, y vamos a cumplir esa instrucción. La ministra debería hacer lo mismo. Lo demás es radicalización, dogmatismo y arrogancia.
V. D.: Si la reforma queda mal hecha y genera caos, al final se vuelve contra el Gobierno.
R. B.: Pues por lo menos contra la ministra.
V. D.: Contra el Gobierno.
R. B.: No es que vaya a quedar mal hecha.
V. D.: ¿Usted cree que se lo van a cobrar solo a la ministra? Se la cobran a Petro.
R. B.: Aquí hay dos posibilidades: que se apruebe una buena reforma a la salud, que es en lo que estoy comprometido, o que la hundan los dogmatismos de las dos extremas. Aquí se está jugando con la vida de la gente.
V. D.: ¿Puede pasar que se hunda?
R. B.: Eso puede pasar con cualquier reforma.
V. D.: El expresidente Gaviria dijo que les pide a los liberales que no dejen que acaben con el sistema de salud. Dilian Francisca dijo que no está de acuerdo. Vargas Lleras también ha lanzado alertas…
R. B.: Bueno, pero Germán Vargas está en la oposición. El Partido Liberal, La U y los conservadores forman parte del cambio.
V. D.: Y están pidiendo que no acaben con el sistema de salud.
R. B.: Y yo también. Nadie quiere que se acabe el sistema. Es acabar con la seguridad de 50 millones de colombianos. Aquí no se está improvisando, se está jugando es con la vida de la gente.
V. D.: Si la ministra no se alinea, ¿debe renunciar?
R. B.: Ni más faltaba. Sería un atrevimiento de mi parte usurpar las funciones del presidente.
V. D.: Hablemos de la ministra de Minas, Irene Vélez, que es otro dolor de cabeza para el Gobierno Petro. ¿Está de acuerdo?…
R. B.: Pues depende a quién le duela la cabeza…
V. D.: Ella ha generado unas turbulencias que son innecesarias..
R. B.: Una mujer que logra un doctorado en una universidad extranjera, con las dificultades y los techos de cristal que hay, es una mujer inteligente. Veo a una mujer de buena fe, que quiere acertar. Sin duda, la ministra de Minas ha tenido graves problemas de comunicación y ha tenido desencuentros conmigo, pero ella escucha…
V. D.: ¿La ministra de Minas escucha?
R. B.: Permítame hacer una comparación odiosa entre la ministra Vélez y la ministra Corcho. La ministra recién estrenada dijo que en Colombia no puede haber explotación petrolera, no más petróleo, porque nos estamos envenenando. Meses después ha dicho que hay que continuar con la exploración petrolera de los contratos que ya están y que son más de 200. ¿Con qué vamos a pagar las energías limpias, la eólica, la solar, que cuestan tiempo y plata? Pues con el petróleo. Vendámoslo a 100 dólares el barril. Si no sacamos petróleo para pagar la energía limpia, nos quedamos sin petróleo y sin energía limpia.
V. D.: Pero, en Davos, la ministra volvió a armar una tormenta.
R. B.: Y después corrigió.
V. D.: Pero un ministro no puede estar embarrándola y corrigiendo, ¿no cree?
R. B.: Pues es mejor una ministra que escucha, corrige y avanza que una ministra sorda que no escucha a nadie, y no le estoy poniendo apellido a la ministra sorda.
V. D.: Pero yo sé a cuál se refiere (risas). Por ejemplo, la embarrada de las cifras que presentó la ministra Corcho es incomprensible, ¿no?
R. B.: Hablé con los técnicos del Ministerio de Hacienda cuando la ministra de Salud dijo que las EPS debían 50 billones. Todos nos escandalizamos. Pensamos: “Pues claro hay que cerrar eso”. Después tuvo que corregir. Luego dijo: “Qué pena, eran como 23 billones”. No. Las cosas son así: hay unas facturas que están en trámite, hay otras EPS viejas liquidadas corruptas que ya las cerraron afortunadamente, y ojalá castiguen a los culpables de eso, que deben como 6 o 7 billones de pesos. No son deudas de las actuales EPS que sí deben cerca de 2,5 y 3 billones de pesos. Lo mismo que les debe el Gobierno y que no les quieren pagar. Bueno, la ministra no les quiere pagar.
V. D.: Con eso las asfixia, las desaparece y justifica la reforma que quiere hacer.
R. B.: Si el sistema de aseguramiento administrado por expertos del sector privado desaparece, de la noche a la mañana, no es cierto que usted pueda seguir yendo a las mismas clínicas a donde va. Si nadie les paga, pues se cierran. No es cierto que su médico que la atiende hoy la vuelva a atender. Le va a decir: vea, señora, llevan un año sin pagarme, yo la atiendo, pero págueme en efectivo. La intención de hacer totalmente público el sistema termina paradójicamente volviéndolo privatizado solo para los que tienen con qué pagar. Ese era el sistema del Seguro Social.
V. D.: Estábamos hablando de la ministra de Minas. ¿No le parece gravísimo que la exviceministra haya salido a decir que Irene Vélez mintió en el informe sobre las reservas?
R. B.: No creo que sea bueno que esas críticas personales se hayan ventilado. Eso no le sirve a nadie ni siquiera al país.
V. D.: Pero a mí me parece que al país sí le sirve, ¿cómo le parece? El país tiene que saber la verdad de lo que pasa en el Gobierno.
R. B.: Claro. Para eso están los órganos de control y los entes de investigación.
V. D.: ¿No cree que la ministra de Minas tiene que ser más prudente?
R. B.: Creo que ella y yo y todos debemos aprender más todos los días.
V. D.: Estamos hablando de una ministra que ha generado mucho ruido innecesario en el Gobierno.
R. B.: ¿La de Salud?
V. D.: Las dos. Pero ya estamos hablando de la de Minas. Pero usted quiere volver a la de Salud. La de Minas le parece fantástica.
R. B.: Como decíamos en la calle, en el barrio Las Cruces, donde yo crecí, ¿por qué se la tiene montada a Irene?
V. D.: ¿Le parece?
R. B.: Sí, porque lleva 17 preguntas contra la ministra.
V. D.: Vamos a empatar. Usted se la tiene montada a Corcho.
R. B.: No, usted me pregunta y yo contesto.
V. D.: (Risas) Por eso le estoy preguntando por la ministra de Minas. Por favor, conteste. ¿Está de acuerdo con que Irene Vélez renuncie?
R. B.: Por supuesto que no. La oposición tiene todo el derecho, pero ni más faltaba que en el primer año de un Gobierno del cambio vamos a permitir que tumben a una ministra que está empezando en su cartera.
V. D.: ¿Así la ministra haga tonterías?
R. B.: Así haga tonterías. Me recordarán, entonces, que yo lo hice con el ministro Botero en el Gobierno Duque.
V. D.: Ahí sí le encantaba tumbar ministros.
R. B.: Pero es que el ministro Botero estaba bombardeando niños y la ministra de Minas está tratando de bajar las tarifas de energía.
V. D.: Pero me gusta que reconoció que la ministra de Minas ha hecho tonterías.
R. B.: Yo no he dicho que está haciendo tonterías.
V. D.: Sí, lo dijo, usted lo repitió.
R. B.: No he dicho que está haciendo tonterías. Devolvamos la grabación. No he dicho que nadie esté haciendo tonterías.
V. D.: Sí lo dijo. Pero hablemos del llamado que hizo hace unos días el presidente para debatir las reformas en las calles. Algunos tienen temor de que esto pueda generar un estado de agitación. ¿Es acudir al estado de opinión?
R. B.: El que trajo esa práctica del estado de opinión a Colombia fue el expresidente Álvaro Uribe y, por supuesto, me parece que es una negación de las instituciones. Los sectores radicales piensan que es buena idea hacer una confrontación entre la calle y el Congreso. Seguramente, quieren que esto se vuelva como Perú. Eso no va a ocurrir porque Colombia no es Perú. Aquí hay instituciones públicas y privadas que también deben ser escuchadas y respetadas. Se equivocan los que creen que van a generar esa confrontación. Lo que el Congreso debe hacer es escuchar el justo reclamo popular y convertirlo en soluciones viables, que son las reformas. El cambio son las reformas, lo demás son trinos, activismo y gritería, como hacen algunos, digamos, extremos que piensan que el cambio es a punta de likes en las redes.
V. D.: ¿O sea que no es una buena idea de Petro?
R. B.: No es buena idea que haya una confrontación entre la calle y el Congreso. Es una pésima idea.
V. D.: Del presidente…
R. B.: No, el presidente no ha invitado a la calle contra el Congreso.
V. D.: Invitó a discutir las reformas en las calles…
R. B.: El presidente invitó a que la gente saliera a defender su Gobierno porque la oposición invitó el mismo 14 de febrero a salir a contradecir el Gobierno.
V. D.: Usted dice que el estado de opinión se lo inventó Uribe. Entonces, ¿Petro está haciendo lo mismo que el expresidente?
R. B.: ¿Saben cuál es el único origen común entre Petro y Uribe? En 2001, hubo un gran reclamo popular por la seguridad. Colombia estaba angustiadísima con el Caguán y el fracaso de Pastrana con las Farc. Hubo un hombre que encarnó ese reclamo de seguridad y se llama Álvaro Uribe. Veinte años después, hay un reclamo social por el hambre, el desempleo, y hay un hombre que encarna ese reclamo popular, que es Petro. Cuando hay un hombre que es la encarnación del pueblo, tiene un riesgo y es establecer una comunicación directa, sin ninguna intermediación, con ese pueblo, de manera que no haya ninguna voz crítica. Esas son las formas, digamos, en el mundo del populismo que hay que evitar. Pero Petro es un estadista.
V. D.: ¿Y Uribe no?
R. B.: Yo creo que Uribe también. Por eso, ninguno de los dos finalmente acabó con las instituciones. Lo intentó Uribe, de alguna manera, pero este no es el tema de esta entrevista.
V. D.: ¿Cuándo lo intentó?
R. B.: Cuando desconoció a la Corte Suprema de Justicia. En cambio, Petro demostró que dialoga con las instituciones. Se reunió con el fiscal y la procuradora. Es decir, Petro es un estadista no un populista.
V. D.: No olvide que Uribe fue su jefe político en algún momento.
R. B.: Uribe no fue mi jefe político, fue mi compadre. Todavía lo es, porque los sacramentos católicos no se deshacen.
V. D.: Pero usted era uribista, Roy.
R. B.: Yo, en 1995, en una oficina de la avenida Chile, de la calle 72 en Bogotá, busqué al subdirector de El Tiempo, Juan Manuel Santos. No lo conocía. Tenía barba. Le pedí que intentara ayudarnos a salvar a mi hermano que había sido secuestrado por las Farc. Tengo una gratitud enorme por la buena voluntad que él tuvo. En ese entonces, me habló de dos cosas: la apuesta por la paz y la regulación de las drogas para acabar con el narcotráfico. Yo dije: este hombre sabe lo que hay que hacer. Desde 1995 trabajo de la mano de Juan Manuel Santos. Ni voté por Uribe.
V. D.: Usted promovió la reelección de Uribe.
R. B.: No, eso fue Yidis, yo no era congresista.
V. D.: Usted le hizo campaña a Uribe para la reelección.
R. B.: Todo mi tránsito por el Gobierno Uribe fue de la mano de Juan Manuel Santos siempre.
V. D.: No de Uribe.
R. B.: No de Uribe. Por supuesto, no voté por Uribe, voté por Noemí Sanín y le hice campaña. Me parecía que Uribe era de derecha extrema, pero ganó la presidencia. Cuando me eligieron representante a la Cámara, él ya era presidente.
V. D.: Y usted se acomodó.
R. B.: Yo seguí claramente un plan de acción, una hoja de ruta, para que el hombre que podía hacer la paz, que era Juan Manuel Santos, fuera presidente. Y lo fue. Y para que no fuera Andrés Felipe Arias, y no le doy más detalles.
V. D.: Ahí me parece que es una cosa como medio macabra, Roy.
R. B.: No.
V. D.: Que usted se volvió “uribista” y trabajó con Uribe para que Juan Manuel Santos fuera presidente.
R. B.: ¿Qué hay de macabro en tener una capacidad de ver hacia el futuro? Yo juego ajedrez. Eso se llama estrategia política.
V. D.: Uno no le entrega su hijo a alguien en quien uno no confía o admira. Lo digo porque usted permitió que Uribe fuera el padrino de bautizo de su hijo.
R. B.: César Mauricio, que era un católico de camándula, me dijo: “Oiga, vi una foto de su hijo chiquito. ¿Ya lo bautizó?”. Le dije que no, que no lo iba a bautizar hasta que tuviera uso de razón. Me dijo: “¿Cómo se le ocurre? Está en pecado, eso no puede ser”. Llamó al capellán de Palacio. Yo lo vi tan preocupado, y soy católico, que dije: bueno, bauticémoslo. El presidente Uribe, en esa época, que es de todo menos un mal católico, porque es un buen católico, bajó con el capellán de Palacio y terminó siendo el padrino. Me parece un gesto generoso de él, pero eso fue idea de César Mauricio porque pensó que mi hijo chiquito estaba en el limbo. Yo no creo en eso, pero respeto las creencias de quienes creen que un bebé, si no se bautiza, se va al limbo.
V. D.: ¿Qué piensa de la actitud de Uribe hoy frente al Gobierno Petro?
R. B.: Yo le agradezco al expresidente Uribe que haya tenido la gallardía de aceptar la noble invitación del presidente Petro, de sentarse a hablar con él. Si uno se reúne con los amigotes a ponerse de acuerdo y deja a medio país por fuera, pues no hace la paz.
V. D.: Ese fue el error de Santos.
R. B.: No creo. El último día que estábamos en La Habana, cerrando la renegociación, donde hicimos 98 cambios de los 100 que nos pidió el presidente Uribe, ya íbamos a firmar. Nos quedaba por negociar con ellos solamente un tema, que era el número de emisoras comunitarias, me acuerdo. El presidente Santos llamó, a las seis de la tarde, al teléfono satelital de Humberto de la Calle. En un acto de respeto por la oposición, dijo: “No vayan a firmar todavía, voy para Rionegro a hacer un último intento con el expresidente Uribe, a ver si logramos que la paz sea apoyada por él y por todos”. Esa conversación con el expresidente Uribe finalmente también fracasó, como las 700 que tuvimos en esos meses con él. Salió a la calle a decir no a la paz en el plebiscito. Santos siempre tuvo la intención de que hubiera un acuerdo de apoyo de todos los colombianos y del uribismo. No lo logró porque el uribismo decidió que la gente saliera a votar emberracada, como lo dijo Juan Carlos Vélez, y con mentiras.
V. D.: Esa es una forma de ver las cosas. La otra es que Santos conejeó al uribismo y se burló de los ciudadanos porque el plebiscito lo ganó el no y, sin embargo, fue sí.
R. B.: Esa noche, en una reunión muy triste y apesadumbrada, a las ocho o diez de la noche, el presidente Santos dijo: “A mí me parece que hay que respetar ese resultado y creo que, desgraciadamente, el proceso de paz se perdió”. Discutimos entre todos. Ahí estaban Humberto de la Calle, el general Naranjo, Sergio Jaramillo, y le dijimos: “Presidente Santos, la paz es un derecho de todos los colombianos. Yo creo que usted tiene que reconocer el triunfo del no, pero abrir caminos alternativos. Invite al presidente Uribe a dialogar y, si es necesario, nos vamos a La Habana a explicarle a las Farc que hay que volver a negociar”. Eso hicimos. El Gobierno del presidente Santos negoció durante tres largos meses con Uribe. Entonces, había que buscar caminos. ¿Cuál era el camino? Constitucional, la refrendación en el Congreso. Yo presenté esa proposición, yo la firmé y el Congreso aprobó que avanzáramos en la posibilidad de la paz para Colombia.
V. D.: Quienes votaron no dicen que no votaron contra la paz, sino a ese acuerdo de paz de La Habana.
R. B.: No. Gobernaron cuatro años, hasta hace poquito, y en cuatro años no hicieron ni la paz ni derrotaron a los enemigos. Nos entregaron el país más violento y con el control territorial perdido. Eso fue lo que hicieron, ahí está el resultado.
V. D.: Timochenko dijo que era una víctima y que iba a buscar que los exmiembros de las Farc en la JEP fueran reconocidos como víctimas. ¿Está de acuerdo?
R. B.: Las Farc, el ELN, los paramilitares, los agentes del Estado, todo aquel que dispara contra otro ser humano o lo secuestra se llama victimario y no puede estar en el centro de las negociaciones.
V. D.: ¿Y no le parece que siete años después de los acuerdos que Timochenko diga que es víctima es perderlo todo? ¿Cuándo van a reconocer que, en su papel de Farc, fueron criminales?
R. B.: Salvador Arana decía que era un gobernador inocente y terminó confesando que era un asesino.
V. D.: Y está preso.
R. B.: Sí, claro.
V. D.: En cambio, Timochenko está libre…
R. B.: Hay una diferencia enorme, que es un debate larguísimo, entre los agentes del Estado que traicionan el voto popular y un señor que fue guerrillero desde chiquito y que decidió dejar las armas para apostarle a la paz.
V. D.: El que inició la comparación fue usted, no yo. Timochenko fue un criminal y nada le borra su pasado.
R. B.: Todo aquel que comete crímenes puede tener ese adjetivo, pero fue alguien que dejó el crimen para apostarle a la paz, y yo se lo agradezco.
V. D.: Y hoy dice que es víctima. Eso sí, no se lo podemos agradecer. Es un insulto a la inteligencia, a las víctimas y a sus familias.
R. B.: Yo no estoy ni para defender ni para resaltar las opiniones de otros dirigentes políticos, porque hoy Timochenko es el presidente de un partido legal.
V. D.: ¿Se acuerda de los ‘petrovideos’?
R. B.: Me acuerdo muy bien porque usted me crucificó aquí con ellos.
V. D.: Bueno, en esos ‘petrovideos’, hay una parte interesante donde usted dice unas cosas tenaces para afectar la campaña de Alejandro Gaviria. Hoy él forma parte del Gobierno. ¿Le ha gustado como ministro?
R. B.: Sin ninguna duda, pero, además, no solamente está en el Gobierno. He tenido el honor de desayunar con él por lo menos unas tres veces en las últimas dos semanas.
V. D.: ¿Y él ya lo perdonó?
R. B.: Creo que sí. Él es un hombre muy noble, pero sabe que tiene que perdonar lo que simplemente es una estrategia política natural. Es como si derroto a alguien jugando ajedrez y le tengo que pedir perdón. No.
V. D.: Cuénteme cómo invitaron a Carolina Soto, la esposa de Alejandro Gaviria, a ser fórmula vicepresidencial de Petro en la campaña.
R. B.: Yo mismo lo hice. En un restaurante, una noche, el día posterior a la elección parlamentaria, Carolina Soto, en una respuesta que la enaltece, me dijo: “Senador, muchas gracias, pero no puedo aceptar eso porque no he tenido la oportunidad de conversar largamente de economía con el candidato Petro. No he tenido el gusto de ser amiga de él y, pues, ser compañera de semejante reto sin conocer bien a una persona no me parece responsable. De manera que prefiero no aceptar”.
V. D.: ¿Y Alejandro Gaviria estuvo de acuerdo?
R. B.: Él, en un gesto de buen esposo, le tengo mucha admiración a él como ser humano, cuando le hice esa propuesta a Carolina, me dijo: “Senador, me emociona tanto. Ella ha hecho tantas pruebas de amor, por mí ha dejado tantas oportunidades. Es decisión de ella, yo respeto lo que diga, no puedo hacer otra cosa que apoyarla”. O sea, él estaba dispuesto a apoyar a su esposa amorosamente.
V. D.: ¿Y usted también le ofreció ser fórmula vicepresidencial de Petro a Luz María Zapata, esposa de Germán Vargas Lleras?
R. B.: Es cierto.
V. D.: ¿Y cómo fue eso?
R. B.: Petro me dijo: “Ayúdeme a recoger a los sectores de centro, liberales”. Entonces me puse en esa tarea y fue buscar la posibilidad de fórmulas vicepresidenciales que fueran de centro liberal. Invité a mujeres, porque la fórmula debería ser mujer. Una de ellas muy capaz, Luz María Zapata, la esposa de Vargas. Yo, por supuesto, no hacía ningún acercamiento sin la autorización del candidato Petro y estaba de acuerdo con que exploramos.
V. D.: ¿Y ahí qué pasó?
R. B.: Pues que finalmente el doctor Germán Vargas Lleras no estuvo de acuerdo.
V. D.: ¿Ella sí quería?
R. B.: Ella estaba dispuesta a servirle a este país y espero que siga dispuesta. Vargas Lleras estuvo de acuerdo en cuatro de las cinco reuniones y en la quinta ya no.
V. D.: ¿Y por qué?
R. B.: No sé, hay que preguntarle a él. Yo creo que no sentía que le fuera útil.
V. D.: ¿Y también la buscó después de las elecciones parlamentarias?
R. B.: La última reunión sobre este tema fue el lunes posterior a la elección parlamentaria, el mismo día en que hablé con Carolina Soto.
V. D.: Me va a perdonar esta pregunta que le voy a hacer, pero es que en ese momento Petro se había ganado la candidatura del Pacto Histórico y Francia había obtenido una votación de más de 700.000. Es decir, ella ya se había ganado ese tiquete para ser la fórmula.
R. B.: Él estaba abierto a escuchar opciones. Hay que recordar que un candidato presidencial lo primero que tiene que hacer es ganar las elecciones. Nosotros estábamos en la tarea de ofrecerle oportunidades para que decidiera. Finalmente, tomó la decisión de hacer fórmula con Francia, quien es un símbolo reconocido nacional e internacionalmente.
V. D.: Pero hay muchos rumores que indican que Petro y Francia no se quieren tanto.
R. B.: Cada vez que los veo abrazarse me emociono mucho y creo que se quieren.
V. D.: ¿Usted cree que ella quiere ser candidata presidencial en 2026?
R. B.: No tengo idea, pero supongo que podría hacerlo. Me parece bien. Lo que tengo claro es que el cambio va a necesitar ocho o doce años y va a exigir que haya liderazgos que continúen la tarea del presidente Petro.
V. D.: Cuando dice 12 años, la gente vuelve y piensa que Petro se va a quedar más de un periodo.
R. B.: No. Este es un proyecto político y hay con quién.
V. D.: ¿Quién?
R. B.: Quien esté comprometido con el cambio.
V. D.: ¿Quiénes son las figuras presidenciales del Pacto Histórico?
R. B.: No creo que todavía haya alguna. Quien empiece a proclamarse candidato es un irresponsable, que, en lugar de estar pensando en las reformas, está pensando en sí mismo. Yo le pregunto a usted: ¿quiénes son los presidenciales de la derecha? Ahí sí que hay un desierto.
V. D.: Claro, no hay nadie definido.
R. B.: Bueno, aquí tampoco hay nadie definido. Ya veremos.
V. D.: Si Petro se quiere quedar después de 2026, ¿usted lo apoya?
R. B.: No. Porque ni él quiere ni va a pasar. Ningún demócrata lo apoyaría, claro que no.
V. D.: Pero contésteme lo que le estoy preguntando: ¿usted lo apoyaría si se quiere quedar después de 2026?
R. B.: Es que constitucionalmente no puede hacerlo.
V. D.: Si se quiere reelegir y quiere cambiar la Constitución, ¿usted lo apoyaría?
R. B.: Él no va a proponer eso.
V. D.: ¿Pero usted lo apoyaría?
R. B.: No voy a apoyar una cosa que no va a ocurrir. Pensar en entronizarse en el poder implica romper con la Constitución. Entonces, sembrar esa idea es sembrar un fantasma en la mente de los colombianos y distraernos.
V. D.: Me vuelvo cansona siendo tan insistente. ¿Usted apoyaría una reelección de Petro, sí o no?
R. B.: No le voy a regalar un titular que diga: “Roy se opone a la reelección de Petro”.
V. D.: Por eso, pero usted nunca lo apoyaría.
R. B.: No hay reelección de Petro. Quien siembre ese fantasma en la mente de los colombianos lo que quiere es sembrar dudas sobre el éxito del Gobierno y eso me parece irresponsable.
V. D.: Hablemos de Verónica Alcocer. Sus viajes internacionales y sus encuentros con presidentes, el papa y hasta su presencia en funerales de Estado hacen pensar que es cierto que va a ser candidata presidencial. ¿Será?
R. B.: Opinar sobre la primera dama es, digamos, por decir lo menos, poco caballero.
V. D.: Pero estamos hablando de política.
R. B.: Pero es que no creo que la primera dama sea un personaje de la política, es la primera dama.
V. D.: ¿Algunos se confunden, entonces, con su forma de actuar en la vida pública?
R. B.: Imagino que a las personas que más la quieren les hará ilusión que ella tenga otras proyecciones, pero no tengo la menor idea, porque yo no tengo el privilegio de ser de su círculo de amigos.
V. D.: ¿Le gustaría que fuera candidata?
R. B.: Ni la veo como candidata ni creo que vaya a serlo, pero también esa es otra especulación. Cualquier persona, desde los amigos de la primera dama hasta los dirigentes de los partidos políticos que hoy, a pocos meses de iniciado el gobierno, se proclamen precandidatos, es irresponsable y no quiere el éxito del Gobierno Petro, sino su éxito personal.
V. D.: Si ella llegara a ser candidata ¿esto pondría en problemas al presidente?
R. B.: No tengo la menor idea si ella va a tomar semejante decisión. Pero si una cosa como esas ocurriera estaríamos hablando de 2026, cuando espero que el Gobierno del presidente Petro haya consolidado las reformas que el pueblo necesita y los colombianos decidirán qué es lo que quieren.
V. D.: Usted dice que la primera dama no es política. O sea, ¿la primera dama no fue elegida? ¿El elegido fue el presidente?
R. B.: Ninguna primera dama es elegida. No solamente ella. Eso es una obviedad.
V. D.: A usted lo critican porque algunos miembros o exmiembros de su familia tienen posiciones en el Estado.
R. B.: Me tiene que decir cuáles, porque eso es una falsedad del tamaño de una catedral.
V. D.: Usted me lo explica. ¿Le duele, le molesta? Hablan de un hijo, de sus ex, en fin.
R. B.: Me parece que es un acto miserable cuando no les basta con atacarme a mí, sino que prefieren atacar a mis hijos. Alguna pluma miserable de esta revista se atrevió a decir que mis hijos vivían del Estado y le quiero contar. Mi hija es neuroinmunóloga hace diez años, es investigadora en la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos. Odia la política. Mi otro hijo se llama Francisco, es Ph. D. en matemáticas puras de la Universidad de Pensilvania. Mi hijo Lorenzo tiene 17 años, hace tres ganó un premio de novela juvenil y Planeta le publicó su primera novela. Hoy está estudiando música, becado en Londres. Mi hijo menor, de 14 años, Simón, es caricaturista, dibujante. Se ganó un premio de caricatura y fotografía. Son artistas. No tienen nada que ver con la política y mi hijo mayor es músico. La Orquesta Filarmónica de Cali estrenó su obra, es una sinfonía para cuerdas que se llama Insomnio. Le quedó tiempo de componer una sinfonía y hacer el Plan de Desarrollo de Cali. Por supuesto, estoy orgulloso de él. Ninguno tiene ningún cargo con el Gobierno colombiano. Mienten quienes así lo dicen.
V. D.: Su hijo mayor, como dice, hace política.
R. B.: Mi hijo decidió en mala hora seguir los pasos del padre y ser el director de Planeación de Cali e hizo el mejor Plan de Desarrollo del Valle del Cauca. Es un técnico, hizo una maestría en la Universidad de Georgetown en planeación. No tiene ningún cargo con el Gobierno, hoy trabaja en un banco internacional, que es el BID. No es funcionario del Gobierno colombiano y, por supuesto, no está haciendo política porque en esas entidades no se puede. Usted me pregunta por mi ex…
V. D.: Sus ex…
R. B.: Sí, pero tengo que decirle primero que la madre de mis hijos menores es una artista. Ella trabaja hace una década en la Cancillería, promoviendo el arte en un cargo subalterno. Hace cinco años, por amenazas de muerte contra mis hijos, se fue un año a Barcelona. Le rogué que no se fuera porque dejaba de ver a mis hijitos y logré que volviera. Ahora, con los ‘petrovideos’, la polarización y nuevas amenazas de muerte, me dijo: “No más, Roy, me voy del país, porque no voy a poner en riesgo la vida de mis hijos”. Solicitó un traslado de su trabajo de hace una década a trabajar en lo mismo, promoviendo el arte colombiano. Resulta miserable pensar que eso tenga que ver con algún cargo político.
Y le contesto por la segunda, porque usted me está preguntando por mis ex. Yo me separé hace año y medio de una mujer que tiene una tradición política de 30 años. La representante Gloria Arizabaleta hacía política 20 años antes que yo. Su tío fue gobernador, su otro tío fue senador, su tía fue senadora, liberales de toda su vida. Ellos son los políticos. Tienen un trabajo político enorme, ella se hizo elegir representante a la Cámara cuando ya no era mi esposa, la eligieron en las urnas. El machismo es tal que si una mujer sale adelante no es porque tiene éxito, sino porque es la esposa de y, peor aún, porque es la exesposa de…
V. D.: ¿Está enamorado hoy?
R. B.: Estoy enamorado (risas).
V. D.: ¿Por qué le da risa?
R. B.: Porque al fin me hace una pregunta dulce. Me tiene aquí crucificado. Mire: una de las cosas maravillosas que me ha traído este diagnóstico del cáncer es que volví a descubrir la belleza de la vida, del paisaje, el amor de mis hijos, que había estado ahí siempre. Ahora lo disfruto todas las mañanas, me fui a vivir con los hijos menores, que se fueron del país, como ya le conté, pero alcancé a estar con ellos tres meses. El último se fue hace dos días.
Una mujer llena de generosidad se ha dedicado a cuidarme y acompañarme. Una mujer inteligente, una gran profesional, una mujer como yo, de clase media sin ínfulas, pero una profesional muy eficiente y sí tengo que decirle que increíblemente me volví a enamorar.
V. D.: ¿Y se va a casar otra vez?
R. B.: Tengo que preguntarle a ella si comete semejante riesgo de casarse con un personaje que ya se ha divorciado varias veces.
V. D.: Pero, sobre todo, como usted mismo lo dice, sus matrimonios duran diez años y nada más…
R. B.: Bueno, eso es lo que me ha ocurrido curiosamente, pero, pues, no me lo he propuesto. Me he casado con las mujeres que he amado y me he casado pensando en que dure toda la vida, pero la política es el peor antídoto contra el amor. Cuando uno se mete en política, pierde de por vida la tranquilidad y, por supuesto, hace incompatible el amor. No tienes tiempo para la familia, y creo que mis divorcios han tenido que ver con la intranquilidad de la política.
V. D.: ¿Es mejor marido o exmarido?
R. B.: Dicen mis amigas, mis exesposas, que soy mejor exmarido que marido.
V. D.: Por algo será…
R. B.: Sí, porque como no hay tensiones, pues uno se ocupa de las cosas buenas. En cambio, cuando uno anda agarrado porque llegó tarde, porque el fin de semana no vio a los hijos, porque se le olvidó el cumpleaños, el aniversario, porque estaba en un pueblo haciendo política, pues, entonces, es la pelotera. Ahora no hay eso. Nos encontramos para celebrar las fechas de cumpleaños y somos amigos.
V. D.: ¿Qué va a hacer con el acoso y el abuso sexual en el Congreso que Gustavo Bolívar denunció en SEMANA?
R. B.: Cualquier hombre que utilice su poder para acosar laboralmente o sexualmente a alguien es un miserable y un delincuente y, por supuesto, tiene que estar preso. Para que esté preso un violador o un acosador sexual, hay que denunciarlo y ahí tenemos un problema. Son pocos los casos en los que la víctima se atreve a denunciar y, cuando lo hace, es años después cuando ya sanaron las heridas porque tienen miedo.
Invito a todos los que sepan de esos casos. El exsenador Bolívar dijo en SEMANA que había trata de personas. Ese es un delito terrible. ¿En qué consiste? Secuestran a una persona, le quitan el pasaporte y se la venden a la mafia japonesa. No he conocido a ninguna empleada del Congreso que la vendan a la mafia japonesa. Pero, si el exsenador Bolívar supo que eso ocurrió hace cinco años, su obligación es denunciarlo, y no hacerlo ahora para preparar alguna nueva teleserie y utilizar a las víctimas con ese propósito.
La calumnia es tan fácil, pues fácilmente puede calumniar a cualquiera y destruye la moral del otro. Con la senadora María José Pizarro y la Comisión de Ética de la Mujer, creamos una línea segura, denunciasegura.com. Usted tiene que mandar un correo electrónico, si quiere llamar a la senadora Pizarro en privado o a mí, o a un grupo de psicólogas y juristas. Lo hace con total reserva, denuncie a quien la está acosando, al senador, ministro, general, al que sea, y nosotros nos encargamos. La protegemos en la identidad de poner la denuncia inmediatamente en la Fiscalía.
V. D.: ¿Qué decirles a quienes piensan que, al final, eso de la comisión es como chimbo, como todas las comisiones?
R. B.: Pues palo porque bogas y palo porque no bogas. Entonces, si uno no hace nada, es cómplice y, por supuesto, lo sería; y, si uno toma medidas, entonces, dicen que las medidas son chimbas. Me hace acordar de Vargas Lleras cuando le preguntaron en la campaña: ¿Usted por qué nunca se ríe? Dijo: qué pregunta tan chimba. Ahí terminó de enterrarse en las encuestas.
V. D.: ¿Usted cree que Vargas Lleras todavía puede ser presidente de Colombia?
R. B.: No es amigo mío ni soy amigo de él.
V. D.: ¿Pero usted estaba en el partido de él?
R. B.: No. Él se metió en mi partido, que es distinto. Cuando la mafia asesinó a Galán, quedamos huérfanos. Augusto Galán Sarmiento, el hermano de Luis Carlos, y su familia, y Alfonso Valdivieso fundaron con nosotros las juventudes del Nuevo Liberalismo y le pusieron de nombre Cambio Radical. Pasaron los años. Ese era nuestro partido y Claudia Blum le cedió el partido al señor Vargas Lleras. Ese sí que ha cambiado de partido 20 veces, más que yo. Fue samperista, liberal oficialista, uribista, había sido galanista, y hace poquito era duquista. Bueno, se volvió el dueño del partido y me echó, me expulsó, porque a mí no me gustan los jefes autoritarios.
Pero soy un hombre objetivo: Germán Vargas Lleras es un estadista, es un hombre al que le cabe el país en la cabeza. Es un hombre de derecha, que no me gusta porque no tiene sensibilidad social, pero es un hombre capaz de entender y proponer soluciones para Colombia. De manera que, si usted me dice que él es un personaje que puede estar vigente en la política colombiana, yo le digo que sí, es uno de los potenciales candidatos.
V. D.: ¿Tiene todavía posibilidades de ser presidente?
R. B.: Creo que sí. Él es una de las cartas de la derecha colombiana, creo que es el más formado. Entre Vargas Lleras y Fico, ahí la diferencia es entre un premio nobel y un humorista de Sábados felices.
V. D.: ¿Ahí cuál es el humorista de ‘Sábados felices’?
R. B.: Pues en esa comparación es Fico. O sea, Vargas Lleras es un estadista y el otro señor es un candidato sin mucha formación académica. Pero pido perdón por los humoristas de Sábados felices, que me hacen feliz desde chiquito.
V. D.: ¿Claudia López es presidenciable?
R. B.: Pues seguramente ya tiene esos planes y tiene derecho.
V. D.: Pero no estoy hablando del derecho. ¿Podría ser presidenta de Colombia?
R. B.: Si diez millones y medio de colombianos creyeron que Rodolfo iba a ser presidente, ¿por qué no van a pensar que Claudia López puede ser presidente? Ella es diez veces mejor que Rodolfo. Pues claro que podría ser presidenta. Creo que ha tenido dificultades en su alcaldía y en los últimos meses está tratando de corregir el rumbo, haciéndose un poco a una bandera que nunca fue de ella, la seguridad. Tiene el legítimo derecho a aspirar, ni más faltaba. Simplemente, en las tablas desesperadas a las que la derecha se aferró con Rodolfo, pues claro que sería mejor.
V. D.: ¿Usted votaría por ella?
R. B.: No, esperaría que ella votara por mí.
V. D.: ¿Y es que usted se va a lanzar?
R. B.: No. Pero si soy candidato alguna vez a cualquier cosa, y lo he sido, pues sería un honor que ella votara por mí. Pero ella ni vota por mí y no he votado por ella.
V. D.: ¿Y usted todavía puede ser presidente de Colombia?
R. B.: ¿Claudia López?
V. D.: Usted.
V. D.: No hable así…
R. B.: Pero, pues, esa es la verdad. Soy franco. No le tengo miedo a la muerte, porque creo en Dios, y bailo con ella. Por eso estoy escribiendo este libro que se llama Bailar con la muerte, me la bailo y la quiero derrotar. Pero la huesuda tiene sus mañas. Vamos a ver quién gana.
V. D.: ¿Cómo ve a María Fernanda Cabal?
V. D.: ¿Por qué?
R. B.: Porque la derrotamos muy fácil.
V. D.: ¿Cree que sería una mala presidenta?
R. B.: Sí, claro. Nos llevaría a una espiral de violencia terrible de estigmatización. Ella cree que hay que perseguir a las minorías, a la comunidad LGTBI. Ella justifica la violencia, defiende a los civiles que les dispararon a los muchachos, a los jóvenes, y defiende a quienes les dispararon a los jóvenes en los ojos. Claro que sería una pésima presidenta. Pero, en cambio, es una buena y digna senadora de la oposición de extrema derecha. Ella sería una candidata muy buena, como la señora Le Pen en Francia o como Vox en España.
V. D.: Le hablo del Pacto Histórico. Gustavo Bolívar está sonando para la alcaldía de Bogotá. ¿Le gusta esa candidatura?
R. B.: Pues es una persona que no me quiere. Le devuelvo su desafecto diciendo que es un hombre auténtico y honesto y que, si es el candidato de todo el Pacto Histórico, por decisión de todos, puede ser un candidato que apoyaremos. Hay otro candidato de la izquierda que es Guillermo Alfonso Jaramillo y otros. Hay que esperar.
V. D.: ¿Qué tal Gustavo Bolívar como presidenciable?
R. B.: Pues Alfonso Lizarazo fue senador.
V. D.: ¿Por qué se ríe, Roy?
R. B.: Pues porque todo el mundo tiene derecho a tener sueños delirantes.
V. D.: ¿Usted cree que las elecciones de octubre y las reformas de alguna manera tensan la coalición de gobierno? ¿Está en riesgo?
R. B.: Mi prioridad son las reformas.
V. D.: Sí, pero le hablo del futuro.
R. B.: Sí, pero mi prioridad son las reformas. Es mi obligación cuidar la coalición y que no se resquebraje por cuenta de las tensiones electorales. He propuesto a mis compañeros del Pacto que lo que tenemos que hacer es reproducir la coalición de gobierno en las regiones. No podemos ser amigos en Bogotá y enemigos allá. La prioridad son las reformas, no los apetitos electorales.
V. D.: ¿Podría dañarse esa coalición antes de octubre?
R. B.: Pues los que quieren el fracaso del presidente Petro, y prefieren el estallido social desbordado, hacen apuestas para que se dañe la coalición. Pero no va a pasar. La coalición está firme y sólida.
V. D.: Le voy a hablar de una sensación que tengo cuando dice “si las reformas no son posibles, viene un estallido social”. Suena como una amenaza jarta.
R. B.: No, es una realidad. Si eso ya ocurrió en Colombia y en Chile y acaba de ocurrir en Perú.
V. D.: Pero mire cómo le está yendo de mal a Boric, a usted que le parece tan chévere.
R. B.: Hubiera votado por Boric si fuera chileno, pero ese no es el punto. Cuando hay estallidos sociales, fruto de la desigualdad, del hambre, de la pobreza y la exclusión, hay un líder que vuelve ese estallido soluciones a través de un proyecto político. Ese es el caso de Gustavo Petro. O eso se desborda y termina en el caos. Prefiero canalizar ese estallido a través del liderazgo de Petro, como dijo Alejandro Gaviria, para que sea una explosión controlada.
V. D.: ¿El presidente de Perú, Pedro Castillo, se equivocó al ordenar el cierre del Congreso?
R. B.: Claro que se equivocó. Hizo un golpe de Estado, porque no tenía autorización constitucional.
V. D.: ¿Por qué Petro lo defiende?
R. B.: Esa es una pregunta para él, pero Castillo, comparado con Petro, es un hombre ignorante, seguramente de buenas intenciones. Petro es un economista y un estadista. Petro no va a cometer los errores de Castillo. Hay una diferencia sideral entre Petro y Castillo.
V. D.: Pero la comparación la está haciendo usted, no yo…
R. B.: Lo que quiero establecer es una gran diferencia. Castillo se equivocó, hizo un golpe de Estado inconstitucional, pensó que cerraba el Congreso, terminó destituido y preso, y Lima terminó destruida. Ese es un destino que nadie quiere para Colombia. Eso no va a pasar, porque Petro no es Castillo. Petro es un estadista y tiene más formación, de lejos, que Castillo.
V. D.: Piedad Córdoba dijo que usted era una “rata”.
R. B.: Tengo toda la consideración con ella. Fui a una clínica en Medellín a posesionarla para que tuviera la oportunidad de pedir una incapacidad médica como senadora y no perdiera la investidura. El que no se posesiona la pierde. Puedo comprender el dolor enorme que tiene por la extradición de su hermano y sus quebrantos de salud. Mi único comentario es toda la consideración para una persona que está pasando momentos muy difíciles en su vida.
V. D.: Cuando estalló el escándalo de La Picota, ¿usted pidió que saliera de la lista del Congreso?
R. B.: No, mucho antes de eso.
V. D.: ¿Por qué?
R. B.: Ella lo sabe y, por eso, probablemente, no me quiere. Ella me invitó a un acto al Salón Rojo del Hotel Tequendama para entrar a la lista. No asistí y en los comités de estrategia le di mi opinión al presidente Petro públicamente.
V. D.: ¿Qué opinión?
R. B.: Me parecía un error que ella estuviese en la lista porque había una imagen negativa e injusta. Lo único que los colombianos deberían recordar de Piedad Córdoba es porque se jugó la vida liberando a los secuestrados. Pero tiene una imagen negativa superior al 80 %. Era muy polémica y, además, iba a quitarle el renglón a otras personas. Pero el presidente Petro, generosamente, la incluyó en la lista para después descalificarla.
V. D.: Tuvo que apartarla de la campaña…
R. B.: Tenía razón en que era un error. Como hago las cosas de frente y claramente, entiendo que la senadora Córdoba, a pesar de que la posesioné, hoy no me quiera. Pero le tengo toda la consideración. Deseo que se recupere física y anímicamente.
V. D.: ¿No cree que ella debe una explicación sobre los narcos y las visitas que hizo a las cárceles durante la campaña?
R. B.: No le voy a pedir explicaciones. Imagínese lo atribulada que puede estar. Le acaban de extraditar a su hermano y ha tenido quebrantos serios de salud, estuvo hospitalizada. Cargarla con señalamientos me parecería un acto de falta de piedad, a propósito de Piedad.
V. D.: ¿Es cierto que en la campaña llegaron a tener dudas de que ella estuviera participando de un entrampamiento para hacerle daño al candidato Petro?
V. D.: ¿Pero qué tipo de entrampamiento?
R. B.: No sé, porque eran apenas rumores.
V. D.: ¿Pero qué rumores? ¿De qué tipo?
R. B.: Que ella iba a aprovechar sus visitas a las cárceles. Ni Petro ni yo hemos ido nunca a una cárcel a visitar a nadie para decir que participábamos en esas conversaciones. Pero a mí me parece que eran rumores infundados.
V. D.: ¿Y de posibles dineros del narcotráfico en la campaña? ¿También había esa preocupación?
R. B.: Jamás escuche ningún señalamiento contra Piedad Córdoba con bienes del narcotráfico.
V. D.: Me contesta sí o no. ¿Roy Barreras es millonario?
R. B.: Absolutamente falso. Ojalá lo fuera y hubiera heredado una fortuna, como muchos herederos que no han trabajado en la vida.
V. D.: Roy Barreras se quedó con Caprecom. ¿Sí o no?
R. B.: Absolutamente falso. Una falacia de las bodegas uribistas. Uribe, su gobierno y la familia Zuluaga, a través de un señor Lozano, quebraron durante ocho años esa caja de prestación que era de comunicaciones. La entregaron quebrada. El Gobierno Santos la tuvo que cancelar o cerrar. La cerró Alejandro Gaviria. A los pocos días de haber aprobado la Ley de Víctimas con mi ponencia ‘El reconocimiento del conflicto armado’, armaron esa falacia para deslegitimarme y decir que el Partido de la U, del que yo era vocero, había quebrado lo que quebraron en los ocho años anteriores. Es una falsedad absoluta. Tanto que, diez años después, por supuesto, la justicia nunca encontró nada, porque no existía nada. Nunca fui directivo ni presidente ni de esa ni de ninguna EPS. No he sido funcionario público jamás. He sido congresista por elección popular.
V. D.: ¿Es verdad o falso que usted se quedó con la Esap?
R. B.: Por supuesto que es falso. Ese es otro engendro por mi oposición al Gobierno Duque. Decidieron hacer un montaje. La senadora Paloma Valencia tiene información amplia, porque el día en que iban a hacer ese montaje se lo dije a ella claramente, mostrándole los chats que comprometían ese montaje. Todo terminó en buena hora, por supuesto, como todas las acusaciones y calumnias, en manos de la Corte Suprema, que tiene que investigar. Tengo otra denuncia que es cierta.
V. D.: A ver, cuál…
R. B.: Tengo una denuncia por concierto para delinquir. Nos denunciaron a mí y a David Racero porque delinquimos para elegir al contralor de la república. Y hoy llegó otra notificación de denuncia en mi contra y de Iván Cepeda porque somos cómplices de las Farc. Hágame el favor. Tengo 29 denuncias que hemos cerrado en la Corte. Eso tuvo mucho que ver, le confieso, con el estrés extremo, que terminó por enfermarme. Pero tomé la sana decisión, después del diagnóstico, de delegarles mi salud a los médicos; las calumnias, a los abogados, y las acusaciones de los medios de comunicación, a Viviana, que es mi jefe de prensa. Que le dé gastritis a ella.
V. D.: El episodio del maletín que dejó abandonado también le molestó mucho…
R. B.: Pues claro que me molesté. Le cuento: la clínica de mi padre, que fundó hace 50 años, se quebró porque él murió. Yo, en mala hora, me dediqué a la política y la clínica se quebró. Me tocó demoler la casa vieja y logré vender el lote. El día en que firmé la escritura tuve que llevar el paz y salvo del impuesto predial a la notaría. Las personas que me lo compraron me devolvieron lo que correspondía a los meses del predial y yo los metí en mi maletín. Me fui al Hotel de la Ópera a hablar con Carlos Negrete, entonces defensor del Pueblo, a invitarlo a que acompañara a Petro. Usted me llamó y me dijo: ¿por qué no me sale con María Fernanda Cabal? Yo, de entusiasta, le dije sí, pero en el hotel no hay internet. Salí corriendo una cuadra, a mi oficina, con tanta despreocupación que dejé tirado el maletín. Con eso armaron semejante montaje miserable diciendo que yo cargaba fajos de billetes y no me dieron la oportunidad de contar lo que les estoy contando. Era la devolución de un impuesto predial.
V. D.: Le puse el antecedente del maletín porque se comenta que usted maneja mucho efectivo. Hay un cuento en Cali con los llamados R15 y unas cajas de plata en una casa. La plata sería suya.
R. B.: No, eso no es un cuento. Es una investigación que lleva diez años. La calumnia fue un hecho real. Hay una investigación que lleva una década, desde 2012. Una banda criminal terrible, que son los R15, tenía la costumbre de asaltar narcotraficantes, inclusive robarles sus caletas. Los cogieron presos. Mataron a la mitad y, cuatro años después, uno de esos delincuentes, a través de un abogado, que terminó siendo sospechoso y después incriminado, le dijo a la Fiscalía: “¿Sabe que se me olvidó contar que hace cuatro años le robé a Roy Barreras un apartamento con una caja fuerte?”. Primero dijo que fueron 700 millones de pesos, después dijo que 1.000, después los medios de comunicación iban en 1.200. Por supuesto, ¿una denuncia de esas naturaleza en dónde termina? En la Corte Suprema. El mismo delincuente preso y condenado fue llamado por la Corte y confiesa que nunca estuvo en el robo, que no me conocía, que nunca vio la caja fuerte, que no tiene ni tenía idea cuánta plata había, que le contaron y el que le contó fue un muerto. Fue un falso testigo para destruirme moralmente. Pero la Corte cumplió con su deber.
V. D.: El presidente dijo que los jueces se dejaron presionar para no dejar libres a los de la primera línea. ¿Está de acuerdo?
R. B.: Creo que las democracias liberales representativas requieren que las instituciones tengan un equilibrio de poderes. No hay democracia sin medios de comunicación libres, sin justicia independiente, sin Congreso que haga las leyes y sin un Ejecutivo que sea independiente. Yo creo que los jueces y todos sus fallos tienen que ser respetados.
V. D.: O sea, el presidente no tiene la razón.
R. B.: Yo no he leído esa declaración.
V. D.: Le estoy diciendo lo que dijo y es así.
R. B.: Creo que, cualquiera que sea la motivación de un juez, su sentencia debe ser respetada.
V. D.: Es decir, el presidente no tiene la razón.
R. B.: Hay que respetar los fallos de los jueces.
V. D.: ¿Escuchó las grabaciones que reveló SEMANA sobre el Departamento para la Prosperidad Social?
R. B.: Me parecen aterradoras y qué bueno que el presidente, en cuestión de minutos, ordenó que esa persona se fuera del cargo. Quienes nombraron a esa persona deberían responder políticamente, así como quienes recomendaron a esa persona para el cargo.
V. D.: ¿Qué va a hacer cuando se retire del Congreso?
R. B.: Depende de si me curo o no. Si tuviera que someterme a cirugías, me tengo que retirar de la política para dedicarme a mi curación, a mis hijos y a mi familia. Me dedicaría a escribir. Pero esperemos a ver qué dice la tomografía.
V. D.: ¿Qué ha sido lo peor del cáncer?
R. B.: Los síntomas secundarios de la quimioterapia.
V. D.: ¿Qué le producen?
R. B.: Todos los síntomas se pueden manejar. Para las náuseas y los vómitos hay antieméticos y para las jaquecas hay analgésicos. Pero hay unos síntomas que no se controlan bien, como la neuropatía. Y es que, por efecto del veneno que uno se inyecta en este catéter que tengo aquí en el pecho, las manos y las piernas se entumen. Entonces, uno dura después de la quimioterapia por lo menos cinco días o más con las manos entumecidas y las piernas. Si usted no piensa el paso, se cae. Y la segunda cosa que me ocurrió es que las venas se queman por la quimio. Tengo en este momento una trombosis. O sea, un trombo, un coágulo de 19 centímetros en esta vena cefálica que me obligó a la anticoagulación. Toca caminar más despacio. Usted sabe que me gusta andar rápido. Me molestó conmigo mismo tener que bajarle a la velocidad.
V. D.: Le deseo que se recupere, Roy, y se lo digo con toda la sinceridad. En 200 años, ¿cómo quiere que lo recuerden?
R. B.: Como un buen padre, como un hombre que le dedicó 23 años de su vida a salvar vidas en los hospitales, y el resto de la vida a salvar vidas sacándolas de la guerra
V. D.: Iván Márquez, ¿con tratamiento político o sometimiento?
R. B.: Con tratamiento político, a pesar de que se acobardó por la paz y la traicionó.
V. D.: Pero usted formó parte de los acuerdos de La Habana y sabe que los reincidentes no tienen esa posibilidad.
R. B.: Para que tengan esa posibilidad, habría que reformar la ley estatutaria para esa gente.
V. D.: ¿Y le parece que eso es justo?
R. B.: Me parece que la guerra es injusta y que cualquier esfuerzo que se haga para evitar nuevas víctimas vale la pena.
V. D.: ¿El ELN le está mamando gallo al presidente?
R. B.: El ELN tiene la última oportunidad. Realmente, creo que lo está haciendo por primera vez con la convicción de reincorporarse a la sociedad y justificar su medio siglo de violencia, convirtiéndola en propuestas de cambio social
V. D.: Roy, le agradezco muchísimo por estar con nosotros en SEMANA en esta entrevista de casi tres horas. No hubo vetos, hablamos de todo.
R. B.: Sobre todo, a palo seco, un solo café frío en tres horas. Muchas gracias por la oportunidad. Me parece sano que podamos conversar en un medio que, confieso, he calificado de hostil. Me parece que cualquier gobernante, y, sobre todo, un presidente del Congreso tiene la obligación de atender a todos los medios de comunicación.
V. D.: Ahí me toca decirle lo siguiente: no podemos ser unos lambericas, nos toca hacer la tarea de periodistas como corresponde.