POLÍTICA
Un huracán llamado Carolina Corcho: así arrasó con todo a su paso en medio del trámite de la reforma a la salud
La saliente ministra Carolina Corcho arrasó con todo tras su fugaz paso por el Ministerio de Salud. La lección quedó aprendida: con soberbia no se logran consensos en torno a reformas fundamentales.
Carolina Corcho, exministra de Salud, salió del gabinete sin aplausos de sus funcionarios en el Ministerio, sin mensajes lamentando su partida y sin mayor preámbulo. Sin mencionarla específicamente, y mediante un escueto comunicado, el presidente Gustavo Petro anunció el reemplazo de quien era considerada una de sus funcionarias más cercanas.
El paso de Corcho por el Ministerio no tiene antecedentes. Dividió a un gabinete, fracturó la coalición de Gobierno y tiene en el limbo una reforma que no logró conciliar por su actitud soberbia e intransigente, según cuentan quienes la trataron.
Corcho fue un huracán en todo sentido. Antes de ocupar el cargo, era una reconocida activista en contra de las EPS. Decía que el sistema debía ser público para que todos los colombianos tuvieran acceso, sin importar territorios y condiciones socioeconómicas.
Pero los problemas comenzaron desde que el presidente Petro la nombró ministra, aunque poco sorprendió. En el programa de gobierno se prometió un sistema público de salud centrado en la prevención. Se tenía la esperanza de que, en el marco del gran acuerdo nacional, Corcho lograra dialogar con las EPS y concertar una reforma responsable.
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Los diálogos fueron en vano. En el primer semestre, Corcho se encargó de encender todas las alarmas. Argumentó que el país tenía uno de los peores sistemas de salud del mundo, algo que no es cierto, advirtió que colapsaría si no se lleva a cabo una reforma y dijo que se necesitaba “crear una crisis explícita y clara” para que la gente se diera cuenta de la necesidad del cambio.
Su lucha no paró ahí. Corcho mintió públicamente sobre las deudas de las EPS a las clínicas y hospitales y aseguró en su momento que ascendían a casi 50 billones de pesos. Días después, cuando expertos y exfuncionarios del Ministerio cuestionaron la cifra, la Superintendencia de Salud tuvo que admitir que la deuda era de 23,3 billones de pesos.
Corcho tampoco hizo mayores esfuerzos para tener vacunas contra la viruela del mono, no fortaleció las capacidades territoriales en salud pública y no incluyó un capítulo fuerte por la salud en el Plan Nacional de Desarrollo. Al mismo tiempo, barrió con más de 200 funcionarios en el Ministerio de Salud y entidades adscritas, lo cual dejó a estas instituciones técnicas sin colaboradores con la competencia suficiente para ejercer sus funciones. El Invima, por ejemplo, quedó a la deriva en medio de la crisis por la escasez de medicamentos y aún no tiene un director en propiedad.
La actitud conflictiva de Corcho llegó a su máxima expresión cuando le reprochó a Paula Acosta, presidenta de Acemi, gremio de las EPS, por su diálogo con el Congreso y los medios de comunicación. Esa actitud de la ministra fue incomprensible, pues no fue capaz de dialogar ni de entender las críticas de los expertos. Por eso, ella trabajó en el texto con organizaciones sociales cercanas, como la Corporación Sur, dirigida por Pedro Santana. Este último se convirtió en la mano derecha de la ministra en el proceso, pero tomó un rol secundario cuando se destaparon denuncias en su contra por presunto acoso sexual y cuando se probó que sus títulos en filosofía y sociología eran falsos.
Durante varias semanas de la gestión de Corcho se hablaba de la reforma, pero nadie conocía el texto. Los más informados eran los miembros del gabinete, con quienes se discutió internamente. En varias oportunidades, los entonces ministros Alejandro Gaviria, Cecilia López y José Antonio Ocampo expresaron sus reparos y no fueron tenidos en cuenta. Quien recibió el respaldo en ese momento fue Corcho.
Finalmente, sin tener en cuenta voces distintas a la suya, la entonces ministra radicó la reforma a la salud. En un acto en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño, mostró el texto con un lazo que tenía los colores de la bandera de Colombia, simbolizando que se trataba de un regalo para los ciudadanos.Pero una vez se conocieron los detalles del proyecto, se advirtieron los problemas. Desde ahí comenzó un debate soberbio con frases publicitarias y estigmatizantes. “Las EPS no curan, las EPS facturan”, publicó Corcho en sus redes sociales, lo cual generó indignación.
Por otro lado, los partidos de la coalición no quedaron satisfechos con el articulado y el gabinete se dividió. El debate se dio en público por la filtración de documentos firmados por varios ministros, entre ellos Alejandro Gaviria, quien fue ministro de Salud durante todo el Gobierno Santos.
Corcho ganó la guerra interna, lo que terminó con la salida de Gaviria. Él no fue el único que tuvo problemas, ya que la activista terminó enfrentada con Alfonso Prada, entonces ministro del Interior. Él le pidió tener en cuenta los reparos de los partidos, pero se encontró con la intransigencia de su compañera de gabinete.
Luego, para garantizar los apoyos, Corcho negoció con los partidos Liberal, Conservador y de La U. Mientras los equipos llenaban las actas con el registro de los avances, el viceministro de Protección Social las modificaba a favor del Gobierno. Los líderes de las colectividades se levantaron de la mesa y aseguraron que todo fue una “pérdida de tiempo”. En medio de la crisis por el virtual hundimiento de su reforma, se supo que Corcho, blindada por el respaldo del presidente, admitió que en ningún momento estuvo dispuesta a cambiar un ápice del texto.
La ministra fue quien ejecutó la estrategia de negociar con congresistas individualmente. La funcionaria visitó Arauca para reunirse con personal de la salud de un hospital, pero los dejó plantados. Un video evidencia que Corcho prefirió reunirse con fichas cercanas del congresista liberal Germán Rozo, cuyo voto en Comisión Séptima necesitaba para aprobar la reforma en primer debate.
La estrategia funcionó para aprobar la ponencia positiva, pero generó un caos en los partidos, dado que las negociaciones van en contra de la directriz de los dirigentes. Todo esto llevó a la ruptura definitiva de la coalición del Gobierno. Hoy peligran la ley de sometimiento, la humanización carcelaria y las reformas laboral y pensional. El caos también resultó en el hundimiento de la prohibición de las corridas de toros, parte de la agenda legislativa del presidente.
Ahora, las expectativas están puestas en el nuevo ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. Él fue el secretario de Salud de Petro en la Alcaldía de Bogotá. Si bien es lógico que defenderá con vehemencia la reforma del Gobierno, los actores del sector y los gremios confían en que abra las puertas para un nuevo diálogo productivo.
El ministro designado aseguró que “defiende” el Seguro Social, el sistema antecesor que no garantizaba cobertura y cuyo aseguramiento era enteramente público. Esta es, precisamente, una de las más grandes preocupaciones de quienes se oponen a la reforma. “Se mantiene la obsesión estatizante en el Gobierno”, advirtió el congresista Andrés Forero.
Corcho pasará a la historia como un huracán que arrasó con todo a su paso. Su salida sugiere que el presidente entendió que la soberbia y el desdén no son la manera de convencer a un país de un cambio estructural. El nuevo ministro, que goza de aceptación entre diferentes sectores, tiene la oportunidad para reconstruir la reforma a la salud y recuperar el prestigio del Ministerio.