POLÍTICA
Andrés Pastrana, Francisco Santos y María Carolina Hoyos relatan cómo se convirtieron en víctimas de Pablo Escobar
Las víctimas de Pablo Escobar son miles. SEMANA escuchó a tres de ellas que vivieron directamente el horror que produjo el capo en sus familias: Andrés Pastrana, Francisco Santos y María Carolina Hoyos.
Lo tuvo cerca, a escasos centímetros de su cama, en un cuarto oscuro, angosto y húmedo donde permaneció siete días secuestrado. Andrés Pastrana estaba en poder del Cartel de Medellín en 1988. Y su captor, Pablo Emilo Escobar Gaviria, permaneció a su lado durante varias horas. En el cuarto, el expresidente tenía los ojos vendados y estaba poseído por una incertidumbre sobre su suerte.
Uno de los secuestradores le impidió mirar hacia atrás o le disparaban. Él, lleno de pánico, obedeció la orden. “Yo tenía una silla al lado de la cama, de repente alguien brincó a mi dormitorio y era Pablo Escobar”, le narró a SEMANA el líder político de Nueva Fuerza Democrática, 30 años después de la muerte del capo.
Pastrana, quien fue plagiado por John Jairo Velásquez, Popeye, tuvo a escasos metros al hombre más buscado de Colombia, al narcotraficante más famoso y temido en la historia del país. A las 11:00 de la noche, Escobar quería hablar. Y la charla, recuerda Pastrana, se extendió hasta las primeras horas de la madrugada. “Quizás 5:00 a. m.”, dijo. Escobar quería que lo escucharan. Pastrana era un afamado periodista y presentador en el país, una persona clave para entender la preocupación del jefe del cartel de Medellín frente a la extradición a Estados Unidos, uno de los temores que más lo mortificó.
“Tuvimos una discusión muy larga sobre la extradición, intercambiamos opiniones sobre cómo y de qué forma ellos se infiltraban a los americanos, habló de cómo vendían la droga”, recordó a SEMANA. Antes de amanecer, Escobar partió. Pidió a los captores darle a Andrés –como lo llamaba– lo que necesitara. Y advirtió: “Si trata de escaparse, lo matan”.
Pastrana quedó perplejo. Oía a un capo al que no le temblaba la mano, alguien que dejó tendida sobre su cama una amenaza. “Ahí está la mentalidad del criminal, del asesino”, expresa tres décadas después.
Los recuerdos de Pastrana están intactos. Lo suficiente para recordar que, en la conversación, Escobar, con voz temeraria, le anunció el secuestro del entonces procurador general, Carlos Mauro Hoyos. “Será el viernes”, le informó.
Ocurrió el lunes siguiente, 25 de enero de 1988. El exjefe del Ministerio Público fue plagiado cuando llegaba al aeropuerto José María Córdova, en Rionegro, Antioquia. En la operación, Hoyos salió herido en el tórax y el muslo izquierdo. “Doctor… ese tipo se está muriendo, se está poniendo blanco, ¿qué hacemos con él?”, reportó alias Popeye a Escobar. El procurador falleció.
El rescate del jefe del organismo disciplinario llevó a la fuerza pública hasta El Retiro, Antioquia, donde permanecía secuestrado el expresidente, quien terminó libre.
Escobar, resume Pastrana, fue el hombre que más daño le hizo a Colombia a nivel nacional e internacional. “De la mano con el Cartel de Cali, vimos que el narcotráfico compró la Constituyente, la Presidencia; el primer secuestro político del país fue el mío para frenar la extradición en Colombia. A mí me tocó enterrar a tres candidatos presidenciales: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro. En seis meses tuve 120 atentados terroristas en la ciudad”, recordó.
Treinta años después de la muerte de Escobar, Andrés Pastrana cree que el país no ha cambiado mucho. “El verdadero cambio fue lo que sucedió con el Plan Colombia. El narcotráfico eligió al presidente en 1994, en cabeza de Ernesto Samper, y el narcotráfico infiltró la campaña de Gustavo Petro en el 2022. Eso lo dijo su propio hijo. Por lo tanto, mientras exista el narcotráfico no habrá paz en Colombia; hoy estamos en un mar de coca y prácticamente eso para la paz del país será casi imposible”.
Pacho Santos y la carta de Escobar
Cuando Francisco Santos se enteró el 2 de diciembre de 1993, que Escobar había muerto, estaba en la casa de una pariente en Miami, al lado de Univision. Irónicamente fue el mismo sitio donde un año atrás escuchó que se había fugado de La Catedral, la cárcel de lujo que Escobar construyó en Envigado, Antioquia, para burlar a las autoridades.
“Sentí alivio, no alegría porque uno no puede alegrarse de la muerte de nadie. Era el Da Vinci del crimen, un hombre que sabía cómo generar dolor de tal magnitud y tamaño que podía doblegar a una sociedad y estuvo a punto de doblegar al país”, recordó el exvicepresidente.
“Soy editor de periódico, miro errores de ortografía, de sintaxis, con mucho detalle. Y cuando leí esa carta dije: no le puedo cambiar una palabra. Está perfectamente escrita”.
Santos, tras leer el documento escrito a mano, en hoja blanca de cuaderno y con tinta negra, le preguntó al emisario: “¿Quién lo escribió? Esto no lo escribió Escobar”. Él, sin dudarlo, le respondió: “Yo estaba al lado de Pablo cuando la redactó”. En la misiva le explicó por qué lo había secuestrado.
“Yo creo que él ya había tomado la decisión de liberarme, pero no me dijo que lo iba a hacer. Creo que faltaban cosas. Era como una explicación o las razones que esgrimía por las luchas por la extradición. Era la perspectiva de un criminal”.
Meses después, cuando Escobar se entregó a la justicia y terminó en La Catedral, dijo que a la única persona que le concedía una entrevista era a Francisco Santos. El periodista lo pensó, pero el entonces presidente, César Gaviria, le afirmó a Hernando Santos, su padre, que la entrevista salía mal.
“Si Francisco Santos es muy blando queda como si estuviera entregado a Escobar, pero si es muy duro se convierte en el peor enemigo del narcotraficante”, enfatizó. Ocho meses después del plagio, Pacho se fue a Estados Unidos y no pactó el encuentro. “Yo creo que hoy me arrepiento de no haberlo hecho”, concluyó.
María Carolina Hoyos
María Carolina Hoyos –hija de Diana Turbay, periodista que murió el 25 de enero de 1991 tras permanecer en poder de Los Extraditables, al mando de Pablo Escobar– estudiaba periodismo en la universidad cuando se enteró el 2 de diciembre de 1993, de la muerte del narcotraficante que ordenó secuestrar a su madre. “Quería ser periodista como mi mamá. Escribir la historia que mi madre no había podido hacer por culpa del narcotrafico”, le contó a SEMANA.
La baja del narcotraficante la impactó. “Me acordé de su hija, Manuela, y aunque entendía que él era la persona que más daño me había hecho, también sentía que sus hijos no merecían sentir el mismo dolor que su padre nos había hecho vivir a miles de familias inocentes”, expresó.
Según ella, Escobar, lejos de ser un Robin Hood que les daba dinero a los pobres, era un asesino descarnado, un sociópata que aterrorizó a Colombia y asesinó a muchos hombres y mujeres que se atrevieron a hacerle frente.
Sin embargo, “para una niña como era yo, en la época resultaba absurdo que un hombre de tal maldad quisiera dañar a mi familia, en particular a mi mamá, que era una periodista que cumplía con su deber de buscar la verdad”.
Y tal como lo relató en su libro Desde el fondo del mar, se encontró con él, quien le contó que a su madre la habían usado como un vehículo para detener la extradición. “En caso de que no se cayera la extradición, él –Pablo– la iba a matar”, le enfatizó Popeye.
“Le pregunté por las cartas que mi abuela le enviaba a Escobar en un intento por ablandar su corazón (...). Quería saber si alguna de esas cartas lo conmovió, si se mostró compungido, si hubo algún remordimiento”, recordó Hoyos.
“No”, respondió Popeye.
A Escobar no lo enternecía nada. Hoyos recuerda cuando su madre se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Medellín porque terminó herida en su secuestro. Y mientras escuchaba la radio, donde informaban sobre la salud de Diana Turbay, “Pablo Escobar, en su escondite en Medellín, oía lo mismo. Aún hoy siento escalofrío al pensar que él y yo nos encontrábamos en diferentes lugares escuchando la misma información, y mientras yo sentía que mi mundo se derrumbaba, él empezaba a pensar que había ganado esa batalla”, concluyó.