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Por una nariz

A última hora las inundaciones y la amenaza de ataque a Irak pusieron a Gerard Schroeder a la delantera para las elecciones alemanas.

16 de septiembre de 2002

Es la primera vez que los espectaculares debates televisados al estilo norteamericano dominan una campaña política alemana. Y, por lo que indican las encuestas, el último de éstos parece haber marcado la diferencia decisiva. El actual canciller, Gerard Schroeder, que se había mantenido desde el comienzo de la campaña en segundo lugar, detrás del democratacristiano Edmund Stoiber, salió vencedor del debate y un día después, el lunes 9 de septiembre, las encuestas lo mostraban a la delantera.

Al comienzo del año Schroeder, respaldado por la coalición de su partido Social Demócrata con los Verdes, no tenía buenos récords de popularidad mientras Stoiber encarnaba una esperanza que lo situaba adelante. Le ayudaba su excelente desempeño como actual primer ministro de Baviera, el estado federado que bajo su gobierno ha vivido un boom de industrias de alta tecnología y ha logrado el segundo más bajo índice de desempleo del país. Stoiber, pensaba la gente, podría hacer lo mismo por el resto de Alemania mientras Schroeder no había cumplido con sus promesas económicas.

Pero en agosto el cielo trajo una desgracia que, irónicamente, fue como un milagro para el canciller alemán. Los periódicos la bautizaron jahrhunderflut: la inundación del siglo. El diluvio se llevó la vida de 16 alemanes y 100.000 más tuvieron que abandonar sus casas. Cientos de calles, carrileras, puentes y construcciones quedaron destruidos. Las pérdidas en infraestructura eran tan sólo comparables con las ocasionadas por la Segunda Guerra Mundial. El sector oriental del país, es decir, la antigua Alemania comunista, que lleva 12 años luchando por alcanzar los índices económicos del sector occidental, fue el más afectado.

Las inundaciones se convirtieron en una catapulta que cerró la brecha que separaba a Schroeder de Stoiber. El primero se puso botas de caucho y llegó con sus ministros a las áreas afectadas tan pronto como pudo. Eso marcó un fuerte contraste con Stoiber, quien al tardar demasiado tiempo en suspender sus vacaciones en una isla del norte dio la sensación de ser insensible ante la desgracia. Con ello perdió la mayor parte de su ventaja en las encuestas en vísperas del último debate.

La conversación televisada se centró en dos temas: los problemas económicos de la nación y las amenazas estadounidenses de atacar Irak. El primero había sido hasta entonces el karma de Schroeder. En 1998, cuando ganó las elecciones, el canciller (primer ministro) prometió reducir el número de desempleados a 3,5 millones pero después de cuatro años la cifra era de cuatro millones, el mismo nivel con el que había comenzado su mandato. El crecimiento económico de este año, por debajo del 1 por ciento, es uno de los más bajos de Europa, mientras que el límite de 3 por ciento en el déficit presupuestal requerido por la Unión Europea amenaza con superarse en cualquier momento. Las quiebras abundan y los precios de las acciones rozan el piso.

Sin embargo en este segundo debate Schroeder supo utilizar su soltura y jovialidad para responder con una tranquila sonrisa los ataques de Stoiber, quien tenía a su favor los resultados alentadores de Baviera. Sin inmutarse, Schroeder le respondió diciendo que el mal desempeño de su gobierno era "culpa de factores internacionales, como cualquier economista razonable sabe". Para rematar, el canciller hizo notar que el desempeño económico de Baviera en el último mes también dejaba mucho que desear ya que había presentado el aumento más abrupto de todo el país en desempleo.

Si en la economía le fue bien a Schroeder en el tema de Irak barrió. En un país donde la mayoría es pacifista el canciller optó por oponerse tajantemente a la participación de Alemania en cualquier intervención militar en Irak. Calificó la política de Washington de generar a las malas un cambio de gobierno en Irak de "aventurera" y aseguró que con ella se pondría en peligro la campaña global contra el terrorismo.

Stoiber fue menos radical y eso le costó muchos puntos. Dijo que la ONU debía presionar por todos los medios al gobierno de Saddam Hussein para que permitiera el regreso de inspectores internacionales de armas químicas. Con ello dejó abierta la posibilidad de una intervención militar en conjunto con los aliados europeos de Alemania. Además dio la impresión de ser demasiado complaciente con Estados Unidos al acusar a Schroeder de dañar las relaciones diplomáticas con la potencia sólo para ganar las elecciones. Schroeder contraatacó con el argumento de que dos aliados pueden opinar distinto sin que sus relaciones se comprometan. Y acusó a Stoiber de no concretar su posición frente a Irak con una bomba: "Cuestiones existenciales como esta requieren respuestas inequívocas", dijo.

Como consecuencia, un sondeo mostró que el 50 por ciento de los 15 millones de televidentes opinaron que Schroeder fue más convincente, frente a 20 que favorecieron a Stoiber. Y en la encuesta realizada del lunes 9 Schroeder logró, con el 39 por ciento de la intención de voto, superar por primera vez a Stoiber. La diferencia sigue siendo mínima pero la tendencia en todo caso es de alza para Schroeder, lo que a pocos días de la votación podría ser definitivo.

En un sistema presidencialista Schroeder sería casi seguramente el vencedor. Pero se trata de una elección indirecta, que debe contar con la mayoría en el Parlamento. Y como ninguno de los partidos contendientes la va a alcanzar en forma contundente el destino político inmediato de Alemania dependerá de las coaliciones que se consigan. Sólo entonces se sabrá quién tendrá las riendas del país más poderoso de Europa en los próximos años.