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¿Cómo lo logró?

La increíble historia de cómo Julio Mario Santo Domingo convirtió una pequeña cervecería barranquillera en una de las empresas más grandes del mundo.

24 de julio de 2005

La historia de los Santo Domingo con la cerveza comenzó en 1930. Ese año, Mario Santo Domingo, un próspero comerciante nacido en Colón, Panamá (cuando ésta era todavía parte de Colombia), compró la Cervecería Barranquilla, una empresa fundada en 1913 a la que la depresión mundial de los 30 obligó a cerrar sus puertas. A fin de evitar otros competidores en la zona, don Mario compró también la Cervecería Bolívar, de Cartagena, que en aquellos días de temporal financiero hacía agua por todas partes. Así surgió el consorcio Cervecerías Barranquilla y Bolívar, que después cambió su nombre por El Águila. Bien manejado, el negocio era una minita de oro. La cerveza Águila había quedado de ama y soberana en toda la zona de la Costa, región de buenos bebedores de cerveza, y el negocio prendió como un cohete. Don Mario fue ganando terreno en otras industrias. Compró acciones en Siderúrgica del Atlántico y Paz del Río, se hizo dueño de Sanpac, de Petroquímica de Colombia, de la Fábrica Nacional de Grasas, de Inversiones Rurales y Urbanas y tenía también acciones de la Nacional de Capitalización y seguros. A mediados de los años 60, en reacción al éxito de ?Águila, Bavaria, la cervecería fundada en 1889 por Don Leo Kopp, de origen alemán, decidió entrar a Barranquilla y competirle a Águila en su propia cancha. Las ventas de la cervecería barranquillera comenzaron a estancarse. Don Mario era consciente de que Bavaria estaba inundando su propio patio, pero su espíritu empresarial estaba vencido desde la muerte de su hijo Luis Felipe (Pipe), quien falleció en 1963 apenas cumplidos los 30 como consecuencia de un accidente automovilístico en la carretera a Puerto Colombia. A partir de aquel momento, el manejo del ya intrincado complejo industrial de la familia empezaba a quedar en manos del mayor de sus hijos, Julio Mario. Bajo la discreta supervisión de su padre, Julio Mario analizó varias salidas para evitar que Águila terminara postrada ante la competencia de Bavaria. El joven Santo Domingo diseñó una brillante operación financiera que les permitiría a él y a su familia entrar a disputarse el control de Bavaria durante la asamblea de accionistas de 1969. Julio Mario logró que se firmara un acuerdo por medio del cual Bavaria y Águila se comprometían a producir y envasar cada una las marcas de la otra para reducir los costos de transporte. Esa relación dio pie para que los Santo Domingo convencieran a Bavaria de comprar Águila, bajo el supuesto de que era un excelente negocio adquirir la cervecería Águila que, aunque pequeña y regional, funcionaba a las mil maravillas. Como en ese momento tenía más liquidez Águila que Bavaria, Julio Mario le vendió la idea a Alberto Samper, presidente de Bavaria, de que la mejor forma de pago era un intercambio de acciones. En diciembre de 1966, Bavaria compró Cervecería Águila y el pagó fue con acciones de la empresa. Con esta transacción, los Santo Domingo se convirtieron en los mayores accionistas individuales de Bavaria, al quedar dueños de cerca del 10 por ciento de las acciones emitidas por la compañía, cuando ningún otro accionista tenía más del 3 por ciento. Alberto Samper salió de la presidencia de la empresa y en su reemplazo fue nombrado Juan Uribe Holguín. La magnitud de ese hecho se manifestó en la asamblea de accionistas de Bavaria de 1968, cuando Santo Domingo puso dos de los cinco miembros de la junta directiva de la empresa: el propio Julio Mario y su mano derecha de entonces, Francisco Posada de la Peña. La jugada de los Santo Domingo llegó a oídos del presidente Carlos Lleras Restrepo, quien al año siguiente y en vísperas de la asamblea de accionistas, salió intempestivamente en televisión a denunciar algunos negocios de la cervecería. Fue una alocución inesperada en la noche del 18 de marzo de 1969. El Presidente acusó a los directivos de la compañía -sin citar nombres- de múltiples irregularidades y cuestionó la compra de Cervecería Águila con acciones de Bavaria. "Se hicieron operaciones que parecen cosa de locos", dijo. El malestar se debía en gran parte a la falta de claridad en el acelerado proceso de diversificación de la compañía, que la había dejado sin liquidez. En los últimos años, Bavaria se había montado en un tren de gastos que poco o nada tenían que ver con la fabricación de cerveza. Lleras, con 360 acciones de la empresa a su nombre, era uno de los 90.000 pequeños accionistas de Bavaria. Durante su discurso, pidió a la asamblea una "exhaustiva investigación" de los gastos externos de la compañía, el destino de las acciones, una enumeración de las empresas en las cuales tenía intereses Bavaria y un reporte de los resultados financieros de las subsidiarias de la cervecera. La cita de la asamblea era en el Teatro Olympia de Bogotá, el 29 de marzo de 1969 a las 9 de la mañana. Los puntos de discusión giraban en torno a la elección de la junta directiva, el nombramiento de la comisión solicitada por Lleras y la aprobación de los dividendos. El curso de la asamblea fue bastante agitado. En las primeras ocho horas los accionistas nombraron la comisión investigadora y aprobaron un 6 por ciento de dividendo. Después vino una larga pelea por elegir los nuevos miembros de la junta directiva. Jorge Barco, quien había sido nombrado por Santo Domingo como directivo de la empresa, trató de medir fuerzas con su jefe para disputarle el control de la misma. A la asamblea llegó con todos los poderes que pudo conseguir por ventanilla. Sin embargo, en un mano a mano con el empresario barranquillero, acabó perdiendo. No obstante, aunque Julio Mario pudo trancar la insurrección de Jorge Barco, no logró obtener el control de la empresa. Los minoritarios, alentados por el Presidente de la República, quien se presentaba como uno de ellos, lograron elegir suficientes miembros de junta, de tal suerte que la representación del Grupo Santo Domingo bajó de dos a uno. "Esto constituye una prueba más de que nosotros ni tuvimos ni tenemos el interés de apoderarnos de Bavaria", declaró Julio Mario Santo Domingo a la prensa en ese momento. La verdad es que sí tenía ese interés. Como un jugador de ajedrez, comenzó a planear su próxima movida. Dos años después, el 22 de marzo de 1971, en la reunión ordinaria de la asamblea general de accionistas, se consumó el gran golpe con el que Julio Mario había soñado durante dos años. En ese período había afinado su manejo de los poderes de ventanilla y logró pasar de uno a tres miembros propios. Con representantes de él como Alfonso Mora, en ese entonces presidente de Cervunión; Augusto López, entonces vicepresidente, y Édgar Lenis, el empresario caleño, montó una organización para recoger poderes en las ciudades más importantes del país. La estrategia resultó y en esa asamblea logró obtener tres renglones. Como la junta era de cinco miembros, con esto Julio Mario Santo Domingo quedaba por primera vez con el control de la compañía. Como dato histórico, el tercer miembro, el que le otorgaba el control, fue producto de un cara y sellazo. El empresario antioqueño Jorge Alonso Restrepo había logrado, en una alianza con Augusto López, conseguir suficientes poderes de ventanilla para ese tercer miembro. Como el poder era compartido, Restrepo quería el puesto para él. Pero como se trataba de un personaje independiente, los Santo Domingo no lo consideraban como un representante de ellos. El candidato de Augusto López era Roberto Jairo Arango, el padre de José Roberto Arango, hasta hace poco la mano derecha del presidente Álvaro Uribe. Se acordó tirar una moneda al aire para decidir cuál de los dos quedaría en la junta. Cara sería Arango y sello sería Restrepo. Salió cara y con ese tercer puesto el Grupo Santo Domingo se tomó el control de la junta directiva, control que mantuvo durante 34 años, hasta la semana pasada. Y así empezó, en efecto, una nueva era de Bavaria. Y también una nueva era para el empresario de 42 años, quien hasta ese momento había sido más un play boy que un titán de los negocios. Todo eso cambiaría en poco tiempo. En 1973 murió su padre, a quien le preocupaba que el manejo de la fortuna familiar no tuviera un líder. Don Mario había tenido cuatro hijos: Julio Mario, Beatriz Alicia, Luis Felipe y Cecilia. Después de la muerte de Luis Felipe, el único hijo varón era Julio Mario y su padre decidió dejarle a él en su testamento la cuarta de mejoras para que asumiera la dirección de las empresas familiares concentradas en Colinsa, la compañía matriz de la familia. De tal suerte que Julio Mario quedó con el 40 por ciento de las acciones, y cada una de las otras tres ramas de la familia, con el 20 por ciento. Cuando su hermana Cecilia murió, en 1972, Julio Mario compró a título personal el 20 por ciento de las acciones que ésta tenía en el Grupo. Cecilia estaba casada con un aristócrata español con quien no tuvo hijos. El viudo, hombre caballeroso y desinteresado, manifestó que consideraba que sus acciones pertenecían a la familia Santo Domingo y que estaba dispuesto a facilitar cualquier arreglo. Se rumora que por ese 20 por ciento del Grupo Santo Domingo, Julio Mario pagó dos millones de dólares. Con esto ya tenía el 60 por ciento de la fortuna familiar. También compró más de la mitad de las acciones de su otra hermana, Beatriz Alicia. Con esto, a comienzos de los 80, el mayor de los hijos de don Mario Santo Domingo tenía casi las tres cuartas partes de la herencia de su padre. Durante toda esta etapa le apareció un filón nuevo al negocio: el de Cervunión. Cuando Santo Domingo asumió el control de Bavaria, descubrió que ésta tenía algunas acciones de la cervecería antioqueña. Entre Carlos Cure y Augusto López, se decidió que Cervunión se podía convertir en la dueña de Bavaria. Toda la estrategia durante unos años se centró en esa dirección. A través de Dupesa, una empresa de la familia, se fueron comprando gradualmente las acciones disponibles tanto en Cervunión como en Bavaria. Cuando Carlos Cure llegó a la presidencia de la empresa, en 1979, la familia tenía el 15 por ciento. A través de la estrategia de Cervunión y de aumentos de capital en Bavaria en los cuales Santo Domingo compraba casi la totalidad de la emisión, su porcentaje llegó al 42 por ciento cuando Augusto López asumió la presidencia, en 1985. En cada asamblea de Cervunión se decretaba una readquisición de acciones con las utilidades del año, de tal suerte que también aumentaba la participación de la familia Santo Domingo. En un momento dado se presentó un conflicto entre Julio Mario y sus sobrinos, los herederos de Luis Felipe, quienes entraron en una puja para evitar que el tío quedara con el control total de Cervunión. A través de una maniobra bastante controvertida ,Augusto López logró sacar de la bolsa la acción de Cervunión. En esas circunstancias, los sobrinos tenían todas las de perder. Sus acciones habían quedado con un solo posible comprador, Julio Mario, quien acabó adquiriéndolas en condiciones muy favorables. Al comprar la totalidad de las acciones en el Grupo Santo Domingo de los hijos de Luis Felipe, el porcentaje de Julio Mario pasaba a casi 90 por ciento de lo que en una época había sido una herencia familiar. Más tarde, las acciones de Cervunión se inscribieron nuevamente en la bolsa de valores para no perder los beneficios tributarios en futuras transacciones en bolsa. Por cuenta de todas estas maniobras, Julio Mario Santo Domingo había adquirido el control de dos empresas: Cervunión y Bavaria, ya que la primera era la mayor accionista de la segunda. Poco tiempo después, Santo Domingo decide hacer una escisión en Cervunión, dividiendo la empresa entre la cervecería y la holding que tenía las acciones de Bavaria, que se llamó Unión de Valores. En 1998 decide venderle Cervunión a Bavaria en cerca de 300 millones de dólares. Con esto, Cervunión, que unos años atrás había sido la propietaria de Bavaria, ahora pasaba a ser una filial de la misma. Cuando Augusto López se retira, en 1999, la participación de Julio Mario en Bavaria había pasado del 42 al 68 por ciento. Para esa época, Bavaria no sólo era la empresa privada más importante del país, sino que era propietaria también de un cuasimonopolio de las cervecerías de Ecuador. La adquisición de éstas se había hecho en 1982 y también había sido un negocio brillante. Se había comprado en ese año por una cifra cercana a los 50 millones de dólares. El pago del negocio se había fijado en moneda local (sucres) y tan pronto se firmó el contrato, tuvo lugar una devaluación del 50 por ciento, lo cual abarató enormemente el pago. Hoy las cervecerías del Ecuador dan anualmente una utilidad parecida al precio que pagó Bavaria cuando las compró. En 1990 tuvo lugar un desvío en el proceso de internacionalización de Bavaria. La empresa adquirió el control de Central de Cervezas, la cervecería más grande de Portugal, con lo cual ponía un pie en el mercado europeo. Unos años después, sin embargo, se decidió que era más conveniente concentrarse en Latinoamérica y se le vendió a un grupo portugués por 518 millones de dólares. La empresa había sido adquirida por alrededor de 150 millones de dólares. La compra de Leona Pero sin duda, uno de los mayores golpes de suerte que ha tenido Julio Mario en su vida, fue haberse quedado con la cervecería Leona. En 1992, después de una pelea con Santo Domingo, Carlos Ardila Lülle tomó la decisión de montarle la competencia construyendo la fábrica de cerveza más grande y moderna del continente. Hasta ese momento, Bavaria tenía el monopolio del negocio en Colombia. El ingreso de Ardila, con la red de distribución propia más grande del país, representaba para Bavaria la primera amenaza seria que ese monopolio enfrentaba en un cuarto de siglo. Leona, el ambicioso proyecto del industrial antioqueño, costó más de 600 millones de dólares. El éxito inicial fue tan grande, que llegó a asustar demasiado a Santo Domingo y a entusiasmar a Ardila. Éste, quien tenía una planta de cerca de tres millones de hectolitros, decidió triplicar la capacidad instalada endeudándose en grande. Esto coincidió con la recesión de finales de los 90, y las proyecciones de ventas no se cumplieron. Sin más remedio, Ardila resolvió vender Leona a Bavaria. En octubre de 2000, Andrés Obregón concretó la compra de Leona en condiciones muy favorables para Bavaria. La venta fue presentada inicialmente como una compra parcial del 44 por ciento, pero en realidad se trataba de una venta preacordada por la totalidad de la empresa. En términos generales, Ardila recibió entre efectivo y acciones de Bavaria un poco más de 100 millones de dólares, y la empresa de Santo Domingo asumió las deudas de Leona, que se acercaban a los 200 millones de dólares. Con esta compra, Julio Mario no sólo se quedaba con la mejor fábrica del continente por la mitad de su precio, sino que recuperaba el monopolio que había tenido durante tantos años. La adquisición de Leona mejoró enormemente la eficiencia de Bavaria, le permitió el cierre de plantas obsoletas y se convirtió en la niña bonita para mostrarles a los compradores internacionales. La OPA Con el regreso del monopolio, la prioridad del Grupo fue aumentar su participación en Bavaria. Para ello puso en marcha una operación que en aquel momento pasó relativamente inadvertida, pero que retroactivamente acabó siendo genial. Durante la asamblea de 2001 se anunció que Bavaria había tomado la determinación de disponer de 588.000 millones de pesos para la recompra de acciones de la compañía que estaban en poder del público. No se trataba de cualquier monto, sino nada menos que el 25 por ciento de la propiedad de la empresa. Para poner la medida en práctica era necesario suspender las transacciones de la acción en la bolsa, con el fin de dar lugar a lo que se denomina una OPA (Oferta Pública de Adquisición). La operación tuvo lugar el 30 de mayo de 2001. El precio ofrecido por Bavaria fue de 8.312 pesos por acción, lo cual representaba una prima de 20 por ciento sobre el valor en bolsa en ese momento. A pesar de ese sobreprecio, la verdad es que se estaba pagando a casi la mitad del valor intrínseco en libros de la acción, que era de 15.287 pesos. No todo el mundo vendió. Del 25 por ciento que se ofertó, sólo se consiguió 10 por ciento. Pero si se tiene en cuenta que hoy, cuatro años después, el precio de la acción bordea los 45.000 pesos, el precio de 8.312 pagados por el 10 por ciento de la empresa fue una ganga. Con esa operación, Julio Mario Santo Domingo llegó a ser el dueño del 75 por ciento de Bavaria, la sociedad anónima por excelencia del país, de la cual ningún accionista tenía más del 3 por ciento hasta 1968. . La compra de Backus Al comenzar el siglo XXI, Julio Mario Santo Domingo era el rey del mundo empresarial en Colombia. Le faltaba, sin embargo, consolidar esa misma posición en el nivel mundial. Su hijo Alejandro y su sobrino Carlos Alejandro Pérez, quienes tomaron el mando del grupo en el nuevo milenio, fueron los responsables de cumplir esa meta. Bavaria en los años 90 había cometido un error similar al que se había cometido en los años 60: un exceso de diversificación. El exceso de liquidez del grupo se había canalizado hacia la compra de toda clase de negocios que nada tenían que ver con la cerveza. Las inversiones iban desde Avianca hasta hamburguesas, pasando por medios de comunicación, bancos, seguros, bosques, carros y camarones. En otras palabras, eran dueños del país. El problema es que el país en 1999 se quebró. Y ese exceso de compañías se volvió una vena rota para Bavaria, que tenía que mantenerlas a flote. Fue en ese momento cuando la nueva generación decidió que había que volver zapatero a tus zapatos. En 1997, Bavaria había dado el primer paso para independizar la cervecería de la telaraña de compañías que generaban pérdidas. La nueva generación fue liquidando una a una estas inversiones y se decidió canalizar toda la liquidez del grupo hacia una expansión regional de Bavaria. La estrategia consistía era convertirse en un bloque regional que fuera atractivo para las multinacionales. Colombia, por más rentable que fuera, sola no llenaba esos requisitos. El riesgo país con guerrilla y paramilitares hacía poco probable que alguien pagara precios internacionales por el monopolio local. Sin embargo, como bloque regional, se podrían neutralizar esas desventajas. En dos años Bavaria adquirió la cervecería más grande de Panamá y la cervecería más grande de Perú, ambas con posiciones cuasimonopólicas. Pero fue el negocio de Perú el que volvió a Bavaria una empresa multinacional. El negocio fue muy controvertido y tuvo algo de escándalo. El precio que se pagó fue altísimo. La deuda de la empresa se duplicó. Pero a pesar de todo esto fue una jugada maestra que demostró que la nueva generación de Santo Domingos no tiene nada que envidiarle a la de sus ancestros. Los cuatro países unidos, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú, volvieron a Bavaria la joya de la corona en el ajedrez mundial de la cerveza. Después de que la multinacional belga Interbrew compró la brasileña Ambev, el bloque de Julio Mario Santo Domingo era la última gran puerta de entrada a uno de los mercados de mayor potencial de crecimiento en el mundo. En la región andina se consumen alrededor de 30 hectolitros de cerveza por cabeza al año. En los países europeos esta cifra a veces llega a 100. Dentro de estos parámetros, las posibilidades de crecimiento son enormes. Esto, sumado al atractivo de ser monopolios, hizo que el precio de Bavaria pasara de los parámetros colombianos a los parámetros internacionales. La inversión de 300.000 pesos que Mario Santo Domingo hizo en 1930 por adquirir la Cervecería de Barranquilla se habría de convertir, en manos de su hijo, 75 años más tarde, en una multinacional con un valor de 7.800 millones de dólares. Es una operación difícil de repetir en el mundo de los negocios.