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El vengador

Pedro Juan Moreno, el antiguo amigo del Presidente, monta una cruzada personal contra el gobierno que lo excluyó.

11 de diciembre de 1980

En diciembre pasado, La Otra Verdad era apenas una insignificante publicación de 20 páginas mal diseñadas y escritas con desgarbo. Siete meses después, ante el solo rumor sobre los artículos que saldrían en su cuarto número se le truncó al presidente Álvaro Uribe su promesa de gobernar cuatro años con su equipo intacto. Primero fue José Roberto Arango, su más cercano amigo y consejero, quien renunció cuando menos se esperaba. Josefo, como se le conocía en Palacio, se fue hace dos semanas cuando se enteró de que La Otra Verdad publicaría el negocio que Fatelares, la empresa de su familia, tenía con el Ejército, a través de Fabrilar, otra compañía. Cuatro días después de la renuncia deJosefo el segundo hombre de la Fiscalía también se vio abocado a su renuncia. Andrés Ramírez, a pesar de ser vicefiscal, había quedado registrado ante la Cámara de Comercio como gerente y representante legal suplente de Fabrilar, la empresa de sus padres, una situación que lo dejaba en una clara incompatibilidad con el ejercicio de su cargo. Para mayor sorpresa la semana pasada se siguió desgranando el equipo de confianza del presidente Álvaro Uribe. El martes renunció el secretario privado, Alberto Velásquez, con el argumento de que estaba cansado con la actividad política. Como la fecha coincidió con el debate sobre la compra del avión presidencial, uno de los temas bandera de la publicación, no faltaron las especulaciones sobre el tema.

Semanas atrás también había renunciado Alicia Naranjo, la directora del Invías, quien se trenzó en una serie de contradicciones con su jefe directo, el ministro de Transporte, Uriel Gallego. Naranjo fue artífice de la conciliación con Commsa, acto para el cual debería haberse declarado impedida ya que es accionista de una empresa que a su vez es socia minoritaria de Commsa. Y para completar, se le pidió la renuncia al general (r) Ismael Trujillo Polanco, director del Fondo Rotatorio de la Policía, por la publicación de una fotografía en la que aparece acompañado del narcotraficante Elías Cobo, hoy detenido y pedido en extradición. Todas estas historias tienen un elemento común: estaban registradas en La Otra Verdad.

Lo normal en un país con rasgos de banana republic como Colombia es que haya muchos cambios de gabinete durante un gobierno, por popular que este sea. O que los funcionarios salgan porque terminan salpicados en escándalos destapados por la Contraloría, la Procuraduría, la Fiscalía, por la investigación de un periodista sabueso o por un incisivo debate parlamentario como los que citan con frecuencia Gustavo Petro o Javier Cáceres.

Lo que nadie esperaba es que el anillo más cercano al Presidente se empezara a romper por una modesta y rudimentaria revista que ahora se agota en las librerías y que reposa en los escritorios de los políticos y periodistas.

Detrás de todos estos hechos hay un paisa de 61 años que vive entre los caballos en el oriente antioqueño; despacha desde una oficina en Residencias Tequendama, en el centro de Bogotá; y anda con una pistola PMC

Walther 9mm que carga en su pretina y que no abandona nunca.

Su récord de conflictos con poderosos personajes no es nuevo. De hecho fue el hombre que estuvo tras la caída hace dos años del general Leonardo Gallego, comandante de la Policía de Medellín. Es quien le ha amargado los días en el Palacio de Nariño a Fabio Echeverri Correa, tal vez el más poderoso de los asesores de Álvaro Uribe, y el tábano tras múltiples conflictos y presiones que sufrió la ex ministra de Defensa Marta Lucía Ramírez.

Este personaje que le hizo moñona al presidente Uribe es nada menos que el polémico Pedro Juan Moreno Villa.

¿Quién es Pedro Juan Moreno?

Moreno es un conocido ingeniero e industrial de Antioquia, conservador hasta los tuétanos. La fortuna de su familia fue creciendo por herencia con la adquisición de tierras y se consolidó con sus negocios en varios sectores: textil, artes gráficas, confección, construcción y una comercializadora de insumos químicos. Y la cría de caballos de carrera, pasión que heredó de su padre. Aunque no ha sido ganadero presidió la Federación de Ganaderos de Antioquia, Fadegan, y fue miembro de la junta directiva del Banco Ganadero durante 20 años.

Ama la milicia y sabe manejar todo tipo de armas. De hecho, es uno de los pocos mayores de la reserva del Ejército a quienes generales y coroneles no sólo se le paran en firme, con chasquido de botas incluido, sino que le dicen solemnemente ¡comandante! Seguidor de Laureano y Álvaro Gómez, se considera "un godo que escupe azul de metileno". Tanto vibra con el espíritu conservador que en 1986 se hizo elegir concejal de Medellín cuando vio que no había más candidatos del viejo laureanismo a esa corporación. Luego fue diputado y en 1990 representante a la Cámara, cuando la Constituyente les revocó el mandato a todos los congresistas de la época. Desde entonces se quedó en la política al lado de Álvaro Villegas Moreno, quien lo invitó a participar en la campaña para elegir a Álvaro Uribe Vélez como gobernador de Antioquia. En octubre de 1994, Uribe ganó las elecciones y de inmediato llamó a Pedro Juan para que hiciera parte de su gabinete.

Sin duda, Moreno es y será por años el más recordado secretario de Gobierno de Antioquia. Impulsó con ahínco las ingratamente recordadas cooperativas de seguridad, Convivir, y se empeñó, junto con el general Rito Alejo del Río, en el proyecto de sacar a la guerrilla de Urabá. Lo lograron aunque después llegaron los paramilitares a la región. Una de las mayores opositoras de la forma como se logró la pacificación de la zona bananera ha sido la ex alcaldesa de Apartadó Gloria Cuartas. "¿Por qué Pedro Juan Moreno no se atreve a contar la otra verdad de la pacificación en Urabá que fue a sangre y fuego y donde él cumplió un papel muy importante? Él no tiene autoridad moral para darle lecciones éticas a Colombia. Lo único que pretende ahora es distraer la atención del país con su revista", le dijo a SEMANA. Su declarado fervor por la derecha y los militares le hizo ganar por parte de sus opositores el estigma de paramilitar, el cual le ha representado un gran costo en la última etapa de su vida pública.

En todo caso, aunque no ha participado en este gobierno y no ha hecho más que publicar cuatro folletos, Pedro Juan Moreno se ha convertido en uno de los hombres más controvertidos de la era Uribe. De él muchos hablan y pocos lo conocen. Tiene más críticos que admiradores. Aun así fue objeto de un editorial del periódico El Tiempo de la semana pasada titulado 'El ciudadano Pedro Juan', en el cual se le presentaba como un cruzado contra la corrupción del país.

De cruzado sin duda tiene algo. Pero también de hombre fanático y obsesivo, con agenda propia. Quienes lo conocen creen que esta combinación de elementos tan contradictorios en su personalidad obedece a dos eventos que cambiaron su vida en los últimos años: se considera un hombre vilmente calumniado y abandonado por la persona en quien él creyó: Álvaro Uribe Vélez. Cada una de estas circunstancias lo destrozó y combinadas lo convirtieron en una especie de vengador tanto en el campo periodístico como en el judicial. Durante los últimos meses se ha convertido en un dolor de cabeza para muchas de las personas que hoy detentan el poder que él debería estar ejerciendo.

¿Cuál fue la calumnia que según él cambió su vida? En 1997 la DEA le notificó que en San Francisco, Estados Unidos, habían sido retenidos tres embarques de insumos químicos de su empresa familiar GMP. La orden para confiscar la mercancía fue dada por el entonces coronel Leonardo Gallego, director antinarcóticos de la Policía. Según la acusación, su padre Gilberto Moreno Peláez era calificado por Gallego de ser el principal desviador de insumos químicos hacia actividades ilícitas en el mundo. Su padre había muerto 33 años atrás. Defenderse y demostrar su inocencia en los estrados judiciales estadounidenses le costó cinco años y más de un millón de dólares. Y aunque finalmente tanto la justicia norteamericana como la colombiana le reconocieron la grave equivocación, este episodio desataría una guerra sin cuartel de Moreno contra Gallego y el entonces director general de la Policía Rosso José Serrano. Una venganza cuyo epílogo fue la bochornosa caída del general Gallego y toda la cúpula de la institución después de que Moreno envió a SEMANA y a la Casa de Nariño un cartapacio con facturas de compras inútiles y ostentosas autorizadas por el general Gallego cargadas al rubro de gastos reservados. A Serrano no le había ido mejor. Años atrás, Moreno se había encargado de publicitar y distribuir el libro El general serrucho, una publicación de 600 páginas llenas de denuncias contra el que fue considerado el mejor policía del mundo y que aunque aparece firmado por Manuel Vicente Peña, es de público conocimiento que Pedro Juan fue el artífice de su contenido.

Pero la calumnia de que fue víctima Moreno por parte de la Policía le granjeó un enemigo a quien parece odiar con más encono aún: la revista Cambio.

En mayo de 1999 el semanario publicó un reportaje titulado 'Rajados en química', en el que despliega la versión de la Policía Antinarcóticos y de la DEA sobre el caso del decomiso de los insumos. Con el tiempo Moreno Villa logró demostrar su inocencia, pero la revista no rectificó la información publicada porque sus directivos consideraron que no estaban obligados a hacerlo. Ahí comenzó un extenuante y largo proceso judicial que ganó Cambio en todas las instancias y apelaciones, porque según la Fiscalía no hubo intención del semanario de hacerles daño a Moreno ni a su familia. Según el fallo judicial, "el procedimiento periodístico fue adecuado y reflejaba la verdad del momento".

Moreno, que estaba acostumbrado a ganar sus batallas judiciales, sufrió su primera y más profunda derrota. Pero aun así, como un perro rabioso que no suelta a su presa, intentó comprar la deuda que tiene la publicación con el IFI para adueñarse de la empresa y por esa vía humillar a quienes osaron no rectificar nunca la información que según él le causó tanto daño al buen nombre de su padre. Esa aventura también le fracasó.

Pero no solamente ha demandado a los periodistas de Cambio. El columnista de El Tiempo Roberto Posada García-Peña, D'artagnan, tuvo que pasar dos años en los estrados judiciales en un complicado proceso de injuria y calumnia. Bajo el título 'Al estilo de Pedro Juan Moreno', D'artagnan afirmó que Pedro Juan andaba armado de granadas. D'artagnan tuvo que rectificar su columna y al final la justicia falló a su favor. El diario El Colombiano y hasta el periódico comunista Voz tuvieron que rectificar sus comentarios editoriales sobre el controvertido empresario y político paisa.

Una herida abierta

Al dolor de Pedro Juan de ver enlodado su buen nombre se sumó la decepción de haber sido relegado en el gobierno de su amigo e ídolo Álvaro Uribe Vélez.

Entusiasmado como el que más con la idea de que Uribe fuera presidente de la República, Pedro Juan fue tal vez uno de los primeros en apoyar ese proyecto. Con el espíritu ardiente que lo caracteriza, puso a disposición del candidato todos los recursos posibles: avioneta, dinero y amigos.

En la etapa inicial de la campaña fue un hombre muy influyente. Fue él quien convenció al entonces candidato de nombrar a Fabio Echeverri, ex presidente de la Andi, director de su campaña presidencial a pesar de que, según él, Uribe ya tenía en mente el nombramiento de Augusto López, ex hombre fuerte del Grupo Santo Domingo, para ese cargo. Pedro Juan sabía que a pesar de que Echeverri había sido uno de los mayores críticos de Álvaro Uribe en el pasado, su nombre representaría un gran activo para la campaña del futuro Presidente.

Pero en la recta final de la campaña las refriegas públicas y la imagen de extrema derecha de Pedro Juan Moreno se volvieron incómodas para el sanedrín de Uribe, cuyos integrantes lograron gradualmente sacarlo del ruedo. A tal punto que su proyecto bandera, de crear una central única de inteligencia, que había sido discutido con Uribe, se le vino al piso a pesar de que ya había obtenido la promesa de financiación internacional.

No obstante, Moreno venía trabajando a título personal con los familiares de los militares para conseguir por lo menos dos millones de votos a favor de Uribe. Hasta que un día recibió con sorpresa una carta del director de la campaña. El mismo Fabio Echeverri le anunció que ya no tenía en la campaña apoyo político, ni moral, ni económico, y Moreno decidió retirarse. El distanciamiento entre él y el nuevo equipo de gobierno fue de tal dimensión que no fue invitado a la posesión del Presidente, y mucho menos lo tuvieron en cuenta para conformar el equipo de asesores de Palacio.

Las derrotas que sufrió en manos de los medios de comunicación lo llevaron a la conclusión de que en Colombia no había periodismo responsable ni fiscalizador. Y el tratamiento del que había sido objeto por cuenta del uribismo lo convenció de que a ese grupo no le caería mal ser fiscalizado. Y ese es el origen de La Otra Verdad. Como Charles Bronson en la película El vengador anónimo, Pedro Juan dejó atrás toda su vida anterior y como un quijote montó su propia cruzada contra sus molinos de viento.

En noviembre del año pasado, en un día de descanso en Villa de Leyva, les propuso a sus amigos Francisco Vergara Carulla y Sixto Alfredo Pinto crear un medio de comunicación para ventilar irregularidades y casos de corrupción. Al principio se iba a llamar La Pinacoteca de los Corruptos pero al final optaron por bautizarlo La Otra Verdad. Al proyecto periodístico se unieron el empresario Fernando Sánchez Collins y el escritor y ex gobernador del Valle Gustavo Álvarez Gardeazábal. Vergara se retiró del proyecto, aunque confiesa que sigue admirando a Pedro Juan: "Tiene fuerza en un país en donde nadie la tiene. Pero su temperamento es a la vez su mayor virtud y su mayor defecto. Es insaciable en la retaliación. Con menos odio y más talento estaría pidiendo la renuncia de Uribe".

Información privilegiada

¿Dónde radica el poder de Pedro Juan Moreno para mortificar tanto al palacio presidencial? La mayor fortaleza es que conoce al dedillo la vida y obra de cada uno de los hombres y mujeres que rodean al Presidente. Delatar sus pasos en falso no le exige mayor esfuerzo. Además, Moreno tiene dinero suficiente como para pagar los 20 millones de pesos que le cuesta cada edición de La Otra Verdad, costo que en el pasado compartía con Francisco Vergara y que ahora corre sólo por su cuenta.

Moreno, posicionado de su nuevo estatus de periodista y editor de La Otra Verdad, se sentó primero que el gobierno a hablar de frente con los jefes paramilitares Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo, conocido como 'Jorge 40'. También aceptó una invitación de los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela a la cárcel para conversar confidencialmente sobre su situación jurídica.

Hasta ahora la revista ha tenido cuatro ejemplares. De los cinco fundadores ya todos han peleado entre ellos y por lo menos dos se han retirado, Vergara y Álvarez Gardeazábal, aunque este último ya regresó. En lo que todo el mundo coincide es en que todos los integrantes del grupo tienen personalidades fogosas y contestatarias parecidas. La obsesión por la denuncia es el común denominador. Y denuncias es lo que ha habido. Algunas más sólidas que otras, pero todas espectaculares. En los casos de Alicia Naranjo y Commsa, de las toallas de las Fuerzas Armadas y del general (r) Trujillo Polanco y el narco, les sonó la flauta. En el del avión presidencial puede haber mucho ruido y pocas nueces. Pero en otros hay más sacada de clavo que sustancia. Ese es el caso del artículo 'El fouchecito', publicado en el último número, sobre Fabio Echeverri. El escrito recicla chismes viejos e incómodos como que Echeverri fue el artífice de la salida de Álvaro Uribe de la Alcaldía de Medellín a principios de los 80. Algunos inofensivos como que su hijo rejoneador compartió plaza con Fabio Ochoa y Dayro Chica. Por último, otros falsos como que el poder de Echeverri se deriva de una manguala con la primera dama Lina Moreno. El artículo, escrito por Gustavo Álvarez Gardeazábal, había sido vetado por Francisco Vergara y Pedro Juan, inicialmente. Sin embargo, con el cambio de las circunstancias políticas, el artículo clasificó.

Entusiasmado con su éxito como panfletista, Pedro Juan quiere ampliar sus tentáculos de fiscalizador. Su aspiración es llegar al Congreso y ventilar desde esa tribuna los casos de corrupción. La clave que ha utilizado para mantener en vilo a un gobierno sobre la próxima carta que va a jugar le surtió efecto. ¿Habría hecho Pedro Juan Moreno una cruzada semejante si estuviera en el gobierno? ¿Lo que está haciendo le sirve finalmente a Álvaro Uribe, quien no parece incómodo con la campaña de su amigo? ¿Es el inicio de una campaña política de la derecha pura que considera a Uribe un hombre demasiado blando? ¿O todas las anteriores? Por ahora lo que se sabe es que sus pequeños artículos les han movido la silla a más de uno en Palacio y lo han convertido en el más visible opositor de su otrora amigo Álvaro Uribe.