Testimonio
Galán, constructor de paz
Quince años después del asesinato de Luis Carlos Galán, su hijo Claudio describe sus impresiones sobre los ideales políticos del líder liberal.
Los acontecimientos de la trágica noche del 18 de agosto de 1989 quedaron grabados para siempre en la memoria de los colombianos. Aquella noche, el país perdió un gran líder. Para muchos, murió la esperanza, un visionario que propuso una manera de hacer política que respondía a las aspiraciones de la nueva sociedad. Para otros, murió uno de los pocos políticos que denunciaron la amenaza del narcotráfico o simplemente la muerte de un candidato a la Presidencia.
A los 14 años, la pérdida de mi padre me hizo pensar en el dolor y la injusticia que han tenido que vivir tantas familias a causa de la violencia. Esa misma violencia que ha causado tanta destrucción para el país, y que sigue obstaculizando nuestro progreso.
Para muchos, el camino de la lucha armada fue la única alternativa en un país marcado por las desigualdades y la injusticia social, la falta de oportunidades y la marginalización de gran parte de la población, y donde la clase política tradicional se aferró al poder sin dar respuesta a las nuevas aspiraciones de la sociedad. Recuerdo cuando mi papá contaba cómo cientos de valiosos líderes de su generación murieron tristemente en esta lucha armada sin que su idealismo hubiese podido aportarle algo a la construcción del país.
Y en este sentido, Galán le dejó su mayor legado al país. Preocupado por la defensa de la igualdad, la libertad y la justicia, olvidadas por el estéril debate político entre los partidos tradicionales, adoptó una posición inconforme y promotora del cambio social, sin acudir a la violencia y por el camino del derecho y la democracia. El ex presidente venezolano Rafael Caldera le dijo en alguna ocasión que si triunfaba en su propósito estaría abriendo un camino que serviría de ejemplo para toda América Latina.
Galán llamó esta lucha una "nueva manera de hacer política", y estaba convencido de que los cambios que requería la sociedad colombiana implicaban no una revolución violenta, como muchos lo creyeron, sino "una revolución electoral", es decir, que la sociedad se ponga en pie y con conciencia crítica y responsable, tome las riendas de su propio destino.
Para esto era necesario promover la educación política que fue no solamente un método de trabajo de su movimiento, el Nuevo Liberalismo, sino parte fundamental de su proyecto político. En cada rincón del país al que iba, hablaba con la gente para presentar sus propuestas, movilizarla hacia la participación política y concientizarla de que ningún líder salvador podía sacar adelante al país sin el apoyo de la sociedad.
Galán fue un educador político y una de las enseñanzas que dejó es que los líderes que necesitamos son todos aquellos que se empeñen en construir progreso, paz y tejido social. Recuerdo cómo en las giras políticas en las que tuve la oportunidad de acompañarlo nos encontrábamos con estos líderes, desconocidos en su mayoría, que a pesar de las dificultades y el peligro creían en el país, en el Estado y en la sociedad. Hoy, recorriendo el país me doy cuenta de que esos son los líderes que abundan en Colombia, que hay que apoyar, y que el Estado no puede abandonar en medio del conflicto.
Para Galán, los cambios en la conciencia colectiva de los colombianos debían provocar también un cambio en el comportamiento de su clase política. Se empezó a dar un fenómeno de participación masiva en la política por convicción y no por manipulación o clientelismo. En 1982, nadie se imaginó que un candidato por fuera de los dos partidos llegara a obtener una votación tan alta en las elecciones presidenciales, ni que unos años más tarde líderes independientes comenzaran a arrebatarles las principales alcaldías del país a los partidos Liberal y Conservador.
Probablemente, 15 años después de la muerte de mi papá, es muy pronto todavía para entender lo que significó su paso por la historia nacional. Por mi parte, estoy convencido de que el ejemplo más importante que dejó fue el de haber trabajado por la construcción de la paz y del Estado dentro de la legalidad y la democracia.