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Paras en el Congreso
Héctor Abad Faciolince, cuyo padre fue asesinado por las autodefensas, cuenta su visión de la polémica visita de los tres jefes de las AUC al Capitolio.
La sesión del Congreso, con transmisión en directo por Señal Colombia, estaba programada para las 9 de la mañana, pero empezó, con un horario muy colombiano, a las 10 y media. Zulema Jattin, la recién posesionada presidenta de la Cámara (liberal uribista de Montería), miraba el reloj, pero no daba inicio a la reunión, en vista de que Salvatore Mancuso, Ramón Isaza y 'Ernesto Báez', los líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, seguían en la base militar de Catam, en El Dorado. El motivo del retraso se conoció después, y es hasta gracioso: las representantes Rocío Arias (de Caucasia) y Eleonora Pineda (de Tierralta), quienes estaban esperando a los voceros de las AUC en el aeropuerto, les tenían listos los vestidos, las camisas y las corbatas para que se cambiaran antes de ir al Congreso, pero se les olvidó un detalle: los zapatos de Mancuso. Durante más de una hora tuvieron que buscar por las calles de Bogotá unos mocasines número 43 y medio que se acomodaran al pie del comandante. Cuando los voceros de las AUC al fin llegaron a "la Catedral Primada de la democracia que es el Congreso de Colombia, y a la tribuna solemne donde reside la majestad de la República" (como lo definió en su discurso el vocero paramilitar 'Ernesto Báez'), su prisa por volverse a ir era tanta que ni siquiera tuvieron tiempo para escucharse a sí mismos. Las tres corbatas de rayas oblicuas eran del mismo modelo, aunque de distinto color. La elegancia sobria de los trajes oscuros contrastaba con la vistosa camisa amarilla del senador Carlos Moreno de Caro, quien hacía hasta lo imposible por abrazar y saludar efusivamente a los recién llegados de Ralito. Después de la bienvenida, los paramilitares tomaron la palabra. Salvatore Mancuso, en tono enérgico y reposado, leyó su arenga: 46 minutos y 15 segundos. Un largo ataque al abandono del Estado y una oda al heroísmo de las autodefensas. Con un par de excepciones (el senador Pardo y la representante Parody), los casi 60 congresistas presentes en la sesión (de un total de 268, hay que decirlo), además del gobernador de Córdoba y el alcalde de Montería, ovacionaron al comandante. Al promediar su alocución, y mientras Mancuso le exigía al gobierno que entregara otras seis "zonas de ubicación" en otras tantas regiones del país (Magdalena Medio, el sur de Bolívar, Urabá, Cundinamarca, los Llanos Orientales y Norte de Santander), en la tribuna de prensa empezó una protesta silenciosa que no estaba programada por los organizadores de la visita. Iván Cepeda, columnista de El Espectador, sacó una foto de su padre, Manuel Cepeda Vargas, senador de la UP asesinado en 1994 por las autodefensas. El gesto no fue desconocido por las cámaras de televisión, pero Mancuso sólo le dedicó una mirada fugaz. Minutos después Iván Cepeda y su acompañante, Lilia Solano, fueron desalojados del recinto por la policía , después de que ella s empezó a gritar consignas furiosas durante la alocución del segundo orador de la mañana. Este era Roberto Duque Gaviria, alias 'Ernesto Báez', quien, con anteojos oscuros y gesto apasionado, leyó su discurso durante 47 minutos y cinco segundos en el tono vibrante y grandilocuente aprendido en sus años de estudio en Manizales, cuna de la oratoria grecocaldense. Nueva ovación de los congresistas y mandatarios presentes, con las mismas contadas excepciones. De la intervención de Báez se destaca que fue el único en pedir perdón, en pocas líneas, por los crímenes de las autodefensas. Por último iba a hablar Ramón Isaza, pero éste, poco acostumbrado a las lecturas en público y algo incómodo en su vestido de 'cachaco', prefirió que su intervención fuera leída por el secretario de la Cámara de Representantes. Durante la lectura del secretario, que duró nueve minutos, los comandantes, sin terminar de oír su último discurso, se levantaron y se fueron. Zulema Jattin, presidenta de la Cámara, explicó que los voceros de las autodefensas se habían marchado "por motivos de seguridad". Dado el férreo despliegue de fuerzas oficiales que protegía a los visitantes (más de 1.000 hombres de la Policía y el Ejército), la razón aducida no resultaba muy convincente. La sensación que quedó después de su salida fue que los jefes paramilitares no habían ido al Congreso a dialogar ni a debatir ideas, sino a sentar su posición, reivindicar su historia de acciones criminales y largarse. Más tarde se supo que los líderes de las autodefensas no salieron de regreso precipitadamente hacia su base. En realidad querían someterse a un sofisticado chequeo médico en uno de los establecimientos más prestigiosos de la capital: la clínica de la Fundación Santa Fe. Allí al señor Mancuso se le practicó un "TAC helicoidal con reconstrucción virtual" y al cabo de algunos minutos los médicos le diagnosticaron "una hernia discal y una gastritis severa" y se le recomendaron chequeos más frecuentes. A Ramón Isaza se le diagnosticó un problema visual que no fue precisado. Los pacientes pagaron de su propio bolsillo, en efectivo. También se supo que la cita había sido solicitada por escrito a la Santa Fe en una carta firmada por el propio comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo. Ante la apresurada salida de los voceros paramilitares del Congreso, el Salón Elíptico quedó casi vacío y la transmisión en directo por el canal de televisión oficial fue suspendida. De los 100 periodistas que habían atiborrado la tribuna de prensa quedaron cinco. El siguiente punto en el orden del día eran las palabras del veedor internacional del proceso de paz, Sergio Caramagna, pero el delegado de la OEA no se hizo presente. El sueño o la pesadilla habían terminado; llegaba el momento de pellizcarse y de analizar lo que había sucedido con esta insólita visita de los líderes de las autodefensas al "templo sagrado de la democracia". No hubo ningún aplauso de sus colegas cuando intervino el representante Gustavo Petro, uno de los líderes de la oposición, quien se hizo presente en el recinto luego de la salida de los tres voceros de las AUC. Un gélido silencio siguió a las palabras de Petro cuando éste dijo que "los cabecillas de las autodefensas no se sometieron a la justicia, sino que con su presencia en el Congreso son ellos quienes están sometiendo a la justicia". Añadió que en esa aciaga fecha "el narcotráfico se había tomado el Congreso de la República". Luego tomó la palabra la representante Gina Parody. Al ser ella una acérrima defensora del presidente Álvaro Uribe, sus palabras sorprendieron a todo el mundo: "¡Este Congreso no es una sucursal de Santa Fe de Ralito!, protestó con vehemencia. Ahora resulta que quienes se imponen por la fuerza y la violencia adquieren derechos políticos que no son capaces de adquirir por las vías democráticas; además vienen, dan cátedra y se van. El ejemplo que se le está dando a la sociedad es que el que cometa delitos o crímenes atroces puede llegar al Congreso de la República como un héroe. Lo que sí sabemos los colombianos es que muchos de quienes se encuentran allí son narcotraficantes disfrazados de líderes políticos". Ante esta inusitada y valiente toma de posición de la representante uribista por Bogotá, fue muy elocuente el comentario del senador de izquierda Antonio Navarro, quien pocas horas después anotó: "La visita de los paras ha sido un bumerán para ellos. Por primera vez en la vida Mancuso logró poner de acuerdo a Gina Parody con Gustavo Petro". Pero las sorpresas no terminaron ahí. Otro congresista de la entraña del uribismo, el senador Rafael Pardo, se dejó venir también con un discurso muy crítico de la visita. El comentario de Pardo es quizás el mejor resumen de lo que ocurrió el 28 de julio: "Esta audiencia salió mal para el gobierno, mal para el Congreso, mal para las autodefensas y mal para el mismo proceso de paz. Mancuso vino a decir cuáles son los temas del proceso, las zonas que se deben despejar y la forma en que no se los debe castigar; el gobierno está dedicado simplemente a la logística y a ponerles los carros". Lo más grave, en opinión del senador, es que se pretenda abrir un espacio para que el Congreso negocie ciertas leyes con los actores armados, conociendo el poder de intimidación que estos tienen. "El gobierno ha dicho que no va a negociar con los grupos armados las leyes, y mal puede entonces abrir, con la autorización de esta visita, un espacio para que el poder legislativo las negocie". Todos en Colombia saben que el poder de intimidación de las AUC (con amenazas veladas o explícitas, o directamente con atentados) no es un chiste. La misma representante Parody, en su intervención, declaró que esa era la primera vez que se sentía "intimidada al expresar mis opiniones en el Congreso de la República, no porque no las pueda expresar sino porque no sé qué consecuencias tendrán una vez salga de este recinto." Hubo también opiniones a favor de la presencia de los voceros de las AUC en la sede del Congreso. La más importante fue la del propio presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, quien, esa misma tarde, durante un foro que debatía si se estaba ganando la guerra en Colombia, declaró: "Desde que haya buena fe para avanzar en un proceso, no tengo objeción a que se les den estas pruebitas de democracia. Creo que se sienten más cómodos hablando en el Congreso que en la acción violenta en la selva". También para el presidente del Partido Conservador, Carlos Holguín, el Congreso de la República debe ser "un foro amplio y abierto", con lo cual le hacía eco al nuevo presidente del Senado, Luis Humberto Gómez, que apenas posesionado, hace dos semanas, propuso que el Congreso se convirtiera "en una especie de zona de distensión para los diálogos de paz", incluyendo en su anhelo tanto a las autodefensas como a los guerrilleros del ELN. Casi todos los defensores de la visita de Mancuso, 'Báez' e Isaza al Congreso recordaron que también este le abrió recientemente las puertas a Francisco Galán, líder del grupo guerrillero ELN y preso en la cárcel de Itagüí, para que expusiera sus puntos de vista ante el poder legislativo. "Si pudo venir Galán, qué tiene de malo que vengan las autodefensas", aducían una y otra vez. Para el senador Rafael Pardo ambas invitaciones son censurables: "Ni siquiera se pensó en el contrasentido de traer a un jefe del grupo (el ELN) que más colombianos ha dejado mutilados por las minas quiebrapatas a un foro para erradicarlas. Galán no expresó en este foro ni arrepentimiento por los miles de compatriotas mutilados por su grupo, ni siquiera indicó si acaso pensarían eventualmente en el futuro en dejar esta inhumana y atroz práctica". Y el senador Carlos Gaviria, del Frente Social y Político, fue más categórico: "Es que a Galán lo invitaron de afán, solamente para que no se viera tan mal la visita ya convenida de los paramilitares". Una de las cosas que más extrañaron de la audiencia pública del miércoles (que no fue tan pública, pues no se permitió la entrada de las víctimas de las autodefensas), fue la absoluta ausencia del gobierno. Ni un delegado del Ministerio del Interior, ni el Comisionado de Paz, ni el más lejano asesor del Presidente. El Comisionado de Paz declaró que esa no era una invitación del gobierno, sino del Congreso, y que el Presidente se había limitado a conceder el salvoconducto (ver entrevista aparte) en vista de la solicitud de la Cámara de Representantes. Da la impresión de que a última hora, y previendo la reacción internacional tan negativa al pantallazo mediático de los paras -uno de ellos pedido en extradición por Estados Unidos-, el gobierno no quiso aparecer directamente comprometido con la audiencia. Pero no hay quien niegue que la reunión habría sido impensable sin el apoyo del Presidente de la República. En todo caso la reacción internacional ha sido negativa para el gobierno, mala para las AUC y contraproducente para el mismo proceso de paz -tal como lo previó el senador Pardo-. La nota la dio el embajador de Estados Unidos en Colombia, William B. Wood, quien, a pocas horas de clausurada la sesión del Congreso, declaró en Cartagena lo siguiente: "En el Salón Elíptico (había) personas acusadas y culpables de delitos atroces, y se produjo el espectáculo de los congresistas elegidos democráticamente, congresistas que escriben leyes y protegen las leyes, escuchando las palabras de los que están totalmente fuera de la ley. Esos individuos no son ni reformistas sociales ni tampoco políticos progresistas, sino delincuentes y asesinos". Una vez más, como en el caso de Pablo Escobar y del Caguán, Colombia es percibida como un corrupto país tropical que cada cierto tiempo cede ante el chantaje de los violentos. La comunidad internacional, así como buena parte de los colombianos corrientes estamos dispuestos a apoyar un proceso en el que los paramilitares se sometan a la justicia, y apoyaríamos que hubiera mucha flexibilidad y benevolencia en las penas que se les apliquen, en aras de que al menos uno de los grupos armados salga del conflicto. Pero fuera de los más cercanos simpatizantes de las autodefensas, tanto en Colombia como en el exterior pocos entienden que se les haya dado tanto espacio en el recinto que simboliza la democracia. Las AUC y sus líderes todavía no se han acogido a las leyes de Colombia, aún no han firmado la paz, ni siquiera cumplen el cese de hostilidades, y nadie puede olvidar que en los últimos 20 años han dejado una terrible estela de sangre, con desplazamientos masivos y asesinatos horrendos, no siempre cometidos, como ellos sostienen, contra miembros de la guerrilla o sus aliados, sino contra muchísimos campesinos y ciudadanos inocentes. Esa culpa histórica, con la corresponsabilidad que sin duda le cabe al Estado -y que el mismo Mancuso señaló- no se puede borrar con tres discursos arrogantes pronunciados en un día muy triste para Colombia. Hay un último dato que no se puede desconocer y que ha sido señalado por el propio Comisionado de Paz. En sus zonas de influencia, las AUC cuentan con un amplio apoyo civil, y allí mismo, quienes no están de acuerdo con ellos no se atreven a decir ni una palabra. Las cosas se ven muy distinto en Bogotá que en el Caguán o en Ralito, y un último hecho lo demuestra. Al regreso de Mancuso a su departamento, el jefe paramilitar fue recibido como un héroe en Montería. Según un testigo presencial de la bienvenida, "muchos colegios, comerciantes, ganaderos y la sociedad civil en general se volcaron a las calles de la capital de Córdoba, para recibir la caravana custodiada por las fuerzas del orden, Policía y Ejército Nacional. Nunca antes en la región cordobesa se había visto un operativo de seguridad tan grande, ni siquiera cuando el presidente Uribe viene a pasar un fin de semana a su finca en el vecino corregimiento de El Sabanal". Así como las guerrillas se fortalecieron durante el despeje de Pastrana, también las autodefensas se están fortaleciendo cada vez más en la Costa norte de Colombia. Pese a todas las proclamas, no parece que durante el gobierno de Uribe el Estado esté recuperando el monopolio de la fuerza y de la legalidad. Lea TODO sobre la negociación con los paras