No es un restaurante temático, pues sólo 25% de la carta utiliza amaranto en su preparación; tampoco una trattorria ni mucho menos un bistró o un restaurante de manteles. Es un restaurante-café casual, des complicado (sin descuidar el buen gusto), que ofrece preparaciones saludables, naturales y nutritivas evocando raíces latinoamericanas.
Un refrescante jugo de feijoa frappé rebosante y provocativo recibe a un comensal que busca alimentarse bien. La ensalada Amaranto ($11.000) compuesta por mix de lechugas, tomate cherry, tomates secos, zanahoria, pepino europeo, aceitunas negras, tofu ahumado, vinagreta de miel mostaza y pesto de amaranto es una excelente opción y lo dejará satisfecho.
Si no está seguro de haber quedado bien almorzado, acompáñela con una sopa de ahuyama con peras caramelizadas y queso azul ($8.000) Una combinación clásica que nunca falla, con notas afrutadas a manzana y frutos secos.
Su carta también ofrece emparedados en pan ciabatta con abundante mantequilla, pimientos asados y perejil. El napolitano con queso holandés, mostaza y tomate marinados en aceite balsámico, ajonjolí y albahaca es uno de los favoritos, al igual que el de jamón ahumado, queso tilsit y rúgula.
Los acompañamientos: una buena porción de ensalada o un mix de yucas, arracacha y plátanos.
Llega la hora del café con denominación de origen Santander o Huila. El primero es cítrico y ofrece aromas a naranja, mayor dulzura y suavidad al paladar; mientras que el segundo aporta aromas a fresas y es más cremoso y espeso, según el barista Juan Carlos Triana.
Los recomendados son el Amaranto cítrico con naranja, cointreau y helado de vainilla, y el capuchino con leche de almendra. De postre, las bolitas de nuez y miel, una opción delicada, novedosa y sana. Un lugar digno de visitar, sobre todo por aquellos que buscan comer bien y a buenos precios.










