Tecnología
Australia busca que sus niños accedan a redes solo desde los 16 años; ¿se aplicará la misma medida en Colombia?
Las razones no son infundadas: la exposición a estas plataformas puede producir ansiedad y hasta baja autoestima en los menores. Hablan los expertos.
¿Cuál es la edad ideal para que un niño acceda a las redes sociales? El debate aún no llega a una conclusión clara, pero Australia se adelantó con una propuesta que tiene adeptos y detractores: pretende prohibir el acceso a estas plataformas a los menores de 16 años. La iniciativa ya llegó al Parlamento de ese país y comenzará su trámite a finales de noviembre.
Las razones de los expertos se conocen ampliamente: estudios apuntan a que las redes sociales son la puerta de entrada a trastornos como la ansiedad y la depresión, además de que influyen negativamente en el desarrollo del cerebro de niños y jóvenes y los expone potencialmente a compartir y hasta ser víctimas de lenguaje hiriente, situaciones de acoso y de pornografía.
La Organización Mundial de la Salud estima que para 2022 por lo menos un tercio (35 por ciento) de los jóvenes entre los 13 y los 17 años utilizaron aplicaciones como YouTube, TikTok, Instagram, Snapchat y Facebook. Y aunque estas plataformas establecen una edad mínima de 13 años para registrarse, el 38 por ciento de niños de 8 a 12 años dicen que las han usado “frecuentemente”.
Los líderes de la iniciativa en Australia se apoyan en los hallazgos de una publicación que se ha convertido en una suerte de biblia para millones de educadores: Generación ansiosa, un libro del reconocido psicólogo social Jonathan Haidt, que desvela las causas del colapso psicológico de la llamada generación Z.
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En estas páginas, Haidt desnuda una realidad que preocupa a educadores: desde 2010 se observado un inquietante aumento en el número de jóvenes diagnosticados con ansiedad, depresión y otros trastornos psicológicos debido al uso excesivo de los celulares y, tras ellos, las redes sociales.
Jaime Bejarano Gómez, psiquiatra infantil que ha seguido de cerca el debate en Australia, explica en SEMANA que desde 1998 la Ley de Protección de la Privacidad Infantil en Internet (COPPA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos se ha convertido en una guía para el resto del mundo. Busca imponer controles sobre la forma en la que los niños acceden a la información digital.
Dicha ley es clara: páginas web y redes sociales deben establecer un requerimiento de edad para prohibir el acceso digital a menores de 13 años. Sin embargo, en la práctica, la medida es fácil de burlar. Basta con cambiar el año de nacimiento, pues no existen métodos adicionales de verificación.
El tema de la edad límite para acceder a estas plataformas se encuentra entonces en una zona gris.
Los peligros de las redes
Los expertos han encendido las alarmas ante educadores y padres de familia. Juanita Alarcón, médica psiquiatra y una de las especialistas detrás de la medida que llevó a varios colegios de Bogotá a prohibir el uso de celulares en horario escolar, asegura que los jóvenes que pasan mucho tiempo conectados a estos aparatos y a las redes sociales tienen un alto riesgo de desarrollar adicciones en el futuro.
La cifra puede ser de hasta un 66 por ciento “de un mayor riesgo de crear adicción a sustancias psicoactivas y un 22 por ciento de adoptar conductas suicidas”, dice Alarcón.
En opinión de Bejarano, la medida no solo es necesaria, sino urgente. Y cita varios estudios que han concluido que “el retiro de las pantallas en la primera infancia reduce el 60 por ciento de las consultas por cambios emocionales a niveles de psiquiatría en etapas como la adolescencia. También disminuye los casos de matoneo en colegios, aumenta el rendimiento escolar y favorece una buena continuidad en sus estudios”.
Catalina Peñalosa Montiel, psicopedagoga, menciona uno de los trabajos científicos más completos llevados a cabo en esta materia. Se publicó a finales de 2023 en la revista Early Education and Development. Los autores, dice Peñalosa, concluyeron que el uso de tecnología digital durante la infancia y la adolescencia produce cambios en la conectividad de diversas áreas del cerebro.
Y puso en evidencia que cuando el uso de tecnología digital y, en especial, de las redes sociales se convierte en el eje central de las experiencias diarias, se altera la conectividad en áreas del cerebro como la corteza prefrontal, la amígdala y el estriado.
De acuerdo con Peñalosa, la corteza prefrontal tiene la misión de “gestionar los comportamientos más complejos, desde la capacidad de reflexionar y de razonar, de tomar decisiones basadas en razonamientos previos, hasta de racionalizar y gestionar los estados emocionales para evitar en lo posible las respuestas meramente impulsivas”.
Uno de los hallazgos más preocupantes indica que el abuso de tecnología digital durante la infancia guarda profunda relación con retrasos en el desarrollo psicomotor y un incremento de la impulsividad, lo que incluye una disminución en lo relativo a la frustración y la resiliencia.
En ese sentido, Bejarano señala que el abuso de la tecnología digital tiene efectos a largo plazo: hace que los niños “se pierdan experiencias vitales de forma presencial que resultan cruciales para un buen desarrollo físico y mental, entre ellas el juego con otros niños y la socialización vivencial con amigos y familia”.
Otros estudios advierten que los adolescentes que consumen con regularidad redes sociales muestran “una trayectoria de neurodesarrollo diferente en algunas regiones del cerebro, que comprenden las redes emocionales, motivacionales y de control cognitivo en respuesta a la anticipación de recompensas sociales”. Y señala uno de los mayores efectos de las redes sociales en los menores de edad: el monitoreo constante de estas a través de las notificaciones que llegan permanentemente.
Un reciente informe de la Unesco camina en el mismo sentido y asegura que, aun cuando las tecnologías digitales pueden mejorar la enseñanza y el aprendizaje, también presentan riesgos como la invasión de la intimidad, la distracción en el aprendizaje y el ciberacoso.
El informe subraya que los contenidos basados en imágenes y controlados por algoritmos, especialmente en las redes sociales, pueden exponer a las niñas a materiales que van desde contenidos sexuales hasta videos que ensalzan comportamientos poco saludables o estándares corporales poco realistas.
Esta exposición puede tener efectos especialmente perjudiciales en la autoestima y la imagen corporal de las niñas. A su vez, repercute en su salud mental y su bienestar, esenciales para el éxito académico, señala la Unesco.
Dicha investigación recoge un estudio de Facebook según el cual el 32 por ciento de las adolescentes que se sienten mal con sus cuerpos se sienten peor a causa de Instagram. También destaca el diseño adictivo de TikTok, caracterizado por videos cortos y atractivos. Un modelo de gratificación instantánea que puede influir en la atención y los hábitos de aprendizaje, dificultando la concentración prolongada en tareas educativas y extracurriculares. La polémica sigue abierta. ¿Qué tantos países seguirán el ejemplo de Australia?