Crónica
En fotos | La desnutrición infantil que buscan acabar en Tierra Bomba; una de las mamás habla de su experiencia
Más allá del altísimo índice de pobreza en la zona y del riesgo de desnutrición, historias como las de Gina Vásquez llevan un mensaje diferente.
Habían pasado cerca de 40 minutos. El recorrido en lancha comenzó en el muelle de La Bodeguita en Cartagena y luego de navegar a mar abierto llegamos a Bocachica, uno de los cuatro corregimientos de Tierra Bomba. La temperatura hacía que los rostros brillaran de sudor y generaba la sensación de querer resguardarse lo más pronto posible. Una vez pisado el pequeño muelle, iniciábamos una caminata de 15 minutos, por calles pavimentadas y destapadas.
Nos dirigíamos a la Fundación Arka, donde un grupo de mujeres beneficiarias aguardaba para contarnos su historia. Ellas son pobladoras de la isla y reciben un bono alimenticio por la situación de riesgo de desnutrición de sus hijos menores de edad.
Arribamos al punto. La fachada del espacio mostraba una casa común, pero adentro la sensación térmica disminuía de una manera refrescante y helada. A pesar de que en la sala del hogar estábamos más de 40 personas, poco o nada se sentía calor. Más bien, había en el ambiente cierto aire de alegría, nervios y orgullo.
En una especi de mesa redonda y justo al lado del líder de la fundación, estaban cinco mamás con sus hijas o hijos, de entre meses de nacidos y alrededor de dos años. Se veían alimentados e inspiraban ternura. Pero me llamó la atención, que alejada del grupo y al frente estaba otra mujer con su pequeño. Aunque esa sensación de distancia la rompió totalmente su hijo Noah, porque durante buen tiempo de la conversación estuvo cerca al grupo, jugando en el piso o yendo y viniendo como lo hace un niño pilo.
Lo más leído
Mientras esto sucedía, el director de la Fundación, Omar Gutiérrez, le exponía al grupo de periodistas que desde 2018 se trasladaron a la isla. “Ha sido de gran impacto, hemos podido disminuir los índices de desnutrición a un 0% en nuestros beneficiarios de los cuatro corregimientos de Tierra Bomba. El convenio que tenemos con Fundación Éxito va más allá de dar un bono alimenticio. Atendemos la parte de formación nutricional para esas madres gestantes y esas madres lactantes. Además, hacemos formación en crianza asertiva y en programas de salud sexual y reproductiva”, comentaba.
Luego hablaron las madres. Fue una emotiva charla sobre cambios positivos en la vida, sobre la gratitud, porque con los bonos logran alimentarse y con los programas se han sentido acompañadas en sus procesos de crianzas. Una vez finalizaron la intervención, me acerqué a la mujer que estaba alejada del grupo.
Sentí, por su reciente intervención de palabras y tono de voz claro, que guardaba una historia diferente. “¿Podemos hablar?”, pregunté. “Sí, claro”, contestó. Los siguientes minutos serían la definición exacta de conocer una vida con lo que algunos llaman propósito.
¿Quién es la mujer que está al otro lado?
Gina Paola Vásquez, comunica, sin hablar, que está lista para lo que venga, que su mirada tiene curiosidad y valentía.
“Cuando yo era niña, me acuerdo de que cuando íbamos en la lancha (hacia Cartagena) la gente siempre me preguntaba y tú si eres de aquí, porque tú no hablas como la gente de aquí, no te comportas como la gente de aquí”, relata con seguridad.
“Nací aquí. A mi mamá no le dieron chance de llevarla a Cartagena, pero le dieron los dolores de parto, tenía ocho meses de gestación. No había lancha, así como ahora. Había una champa, de esas de madera, que son más lentas, más grandes, que se demoraba una eternidad en llegar y pues ya no daba tiempo. En la casa de mis abuelos, me atendió una partera que también es enfermera”, recuerda.
En ese momento de la conversación, Noah grita con fuerza. Quiere atención de su progenitora que luego de tenerlo alzado un rato lo bajó de sus brazos. “Ay, pero el nene es superfuerte”, dice una de las periodistas del grupo cuando lo ve patalear con ánimo de niño saludable.
Ella cuenta con una risa picarona que es su “primer hijo y el único”. Y también este pequeño de un año es la razón, por la que también se exacerbó en ella el objetivo de mejorar su calidad de vida.
“Las cosas que pasaste, no las quieres para la otra persona. Yo sufrí bastante y me educaron mis papás y estudié con bastante sacrificio. Quiero darle una buena calidad de vida al niño (...) hay entidades que ahora han creado colegios pagos aquí en la isla. Y que mejora mucho la calidad de educación de los niños, entonces para yo poner a mi hijo a estudiar en un colegio de esos necesito tener dinero y una mejor calidad de vida, pero no la voy a lograr siendo solamente ama de casa. Ya con los conocimientos previos adquiridos yo puedo brindarle a mi hijo una mejor calidad de vida”, explica con estrategia.
La educación ha sido su ingrediente secreto
En este punto de la plática nos detenemos para salir de la casa. Aunque el clima puede parecer confortablemente frío, hay bastantes voces alrededor y Noah está inquieto.
Gina continúa, narra que estudió sus primeros años en Bocachica. “Aquí hice el colegio, la única vez que me fui a Cartagena, fue para estudiar las técnicas y la profesional”, afirma mientras señala con su mirada la dirección hacia la que, luego del mar, queda Cartagena, el Distrito Turístico y Cultural de Colombia.
Además de esta educación formal, en su experiencia de vida hay otro tipo de formación, esa que se recibe desde que se comienza a existir.
“Mis papás y mis abuelos siempre fueron muy claros con eso. Mi abuela tuvo siete hijos, pero mi mamá tuvo dos niñas, nada más. Mi mamá siempre me crió con valores, muy alineada: no vaya para allá, no coja para acá, usted me va a andar así, las cosas son así. A ella le debo todo, la mujer que soy ahora”, dice refiriéndose a doña Elba Torres.
Cuenta que algo que le parece paradójico. “Y eso que ella había llegado en ese momento hasta cuarto primaria porque no había terminado, pero gracias a Dios ya se graduó en la nocturna, porque en ese tiempo no había bachillerato en Bocachica”.
Doña Elba ha sido ama de casa y su esposo, don Alejandro Vásquez, trabaja con aluminio, haciendo rejas, puertas y ventanas. Ambos fueron cruciales para que ella continuara su formación.
“Antes de terminar la Auxiliar de Odontología me puse a estudiar la de Técnica Profesional en Sistemas, terminé esas carreras y pues bueno a trabajar en lo que saliera y después, en el 2016, fue que empecé a estudiar Comunicación. Fue costoso, porque me tocaba ir (a Cartagena) y venir (a Bocachica), entonces me tocaba el transporte, el semestre era como lo más económico. Pero lo del transporte, la estancia y la alimentación. Una vez me tocó quedarme a dormir en el muelle, porque no había lancha. Mis papás me ayudaron en las dos técnicas y la profesional me la costeé yo trabajando”, detalla.
¿A qué se ha dedicado?
Los ojos brillantes de la mujer, de 31 años, se conectan con su dinamismo físico y con la energía de conectar su diario vivir con lo aprendido.
“Me siento con más oportunidades, porque ya no estoy solamente ligada a lo que puede hacer en el emprendimiento, donde trabajo con unas primas, de decoración, de eventos. Tenemos un pequeño almacén de ropa deportiva con mi esposo y lo visualizamos en grande, porque aquí es una necesidad, aquí no hay. De hecho, la gente tiene que ir a Cartagena a comprar cosas. Lo tenemos acá, en la casa de mi mamá, entonces me visualizó como toda una empresaria”, afirma con seguridad y acento costeño.
Mientras, Noah suelta un llanto que indicaría unos pulmones sanos. Gina le hace señas de silencio y lo calma. Lo sube nuevamente a los brazos. Reanuda su relato y se refiere a otra opción de ingreso monetario.
“Me encargo de la parte audiovisual, soy como comunnity manager de la Fundación Deportiva Bocachica Real. También tenemos un emprendimiento enlazado a la comunicación, entonces actualmente lo que hacemos es vídeos, pero más adelante queremos tener una producción. Ya tenemos hasta el hombre y todo, se llama LP Productions… Por Leonardo y Paola, mi esposo se llama Leonardo y él me dice Paola, le gusta mi segundo nombre”, describe con gesto de amor.
Vamos cerrando la charla y tomando las fotos, le pregunto por sus otros planes, si tal vez teniendo en cuenta que su esposo trabaja en Cartagena, han pensado en cambiar de domicilio.
“No tengo planes de salir de la isla. De hecho no me gustaría, pues porque por lo regular la gente estudia y se va, sí, no hay progreso porque se van, pero mi idea es ayudar a la comunidad de alguna manera y siento que yéndome de aquí, pues no es mucho lo que puede hacer”, concluye.
No deja de lado la gratitud por los bonos que cada mes intercambian por comida en el Éxito más cercano. También resalta el trabajo con los jóvenes enfocado en la educación sexual y las actividades de recreación para los más pequeños de la población.
Aceleramos la despedida, la persona que lidera el equipo que está conociendo Bocachica pide celeridad. Vamos retrasados y se comienza a correr el resto del horario. Antes, los guías nos llevan al fuerte de San José. Buscan que el sitio sea más conocido, que se le dé la visibilidad que merece por su protagonismo histórico. Es que una vez más, como lo demostró la pandemia, el turismo es su salvavidas, su líquido vital.
*Este recorrido fue realizado en el marco del Encuentro de periodistas Fundación Éxito 2023 durante el mes de febrero del mismo año.