Salud
Estudio advierte que más de la mitad de la población mundial puede estar en sobrepeso en la próxima década por malos hábitos alimenticios
Con base a un testeo con ratones, un grupo de investigadores encontró la influencia de las grasas en la inflamación del cerebro, detonando en un aumento excesivo del apetito.
En los últimos tiempos, la alimentación saludable ha sido uno de los principales focos de los avances en ciencia y tecnología. Recientemente, una investigación dio a conocer un importante hallazgo frente a la relación del consumo de ciertos alimentos con el funcionamiento cerebral.
Bajo el liderazgo de la científica Michiru Hirasawa, un grupo de expertos de la Universidad Memorial de Terranova presentó la investigación Elevación del punto de referencia del peso corporal inducida por una dieta rica en grasas en ratones macho, encontrando información de interés acerca del consumo de dietas altas en grasa con el cerebro, siendo perjudicial a largo plazo si no se regula su ingesta.
Por un lado, los científicos querían probar si los alimentos altos en grasa generaban algún efecto en el hipotálamo, el cual es el área del cerebro encargada de controlar la temperatura del cuerpo, el hambre y la sed. De igual manera, esta parte tiene incidencia en la frecuencia cardiaca, estados de ánimo, liberación de hormonas en algunas glándulas, la libido y el sueño.
Empleando ratones como muestra, los investigadores encontraron que las dietas ricas en grasa hacen que la prostaglandina E2 (molécula responsable de regular los procesos del sistema inmunitario, tales como la fiebre) active en el hipotálamo la estimulación de la hormona MHC, la cual tiene relación con la necesidad de tener apetito en varios puntos del día.
Por lo tanto, los productos generen que el cuerpo automáticamente desequilibre los tiempos predestinados para comer, conllevando a que haya varios aperitivos entre las comidas que terminan a fin de cuentas aumentando el peso corporal. Del mismo modo, las grasas conllevan a una inflamación del hipotálamo, siendo un tipo de inflamación cerebral.
Si se encuentra en una concentración elevada la alimentación a base de grasas y produce una inflamación intensa, la prostaglandina aumentará el apetito, a tal punto que el cuerpo sentirá cada vez más la necesidad de comer.
A los ratones que participaron en el estudio se les modificó genéticamente al eliminarles la molécula prostaglandina E2 en sus neuras, lo cual generó que su sistema desarrollara mejores defensas ante la obesidad, hígado graso u otras complicaciones relacionadas con el aumento de peso por mala alimentación.
La intensidad de la inflamación de hipotálamo es relativa, siendo baja o alta dependiendo de la cantidad de grasa ingresada al cuerpo y la cantidad de tiempo que una persona puede llevar consumiendo estos alimentos. Igualmente, este fenómeno también genera dolencias, tales como dolores de cabeza.
Por otro lado, los investigadores advierten que con base a lo encontrado, consideran que si los hábitos alimenticios negativos relacionados con la ingesta de grasas continúa como está, en tan solo una década el 80% de los hombres y 55% de las mujeres tendrá sobrepeso u obesidad a nivel mundial. Bajo esa advertencia, sugieren dietas mayoritariamente balanceadas para evitar que el sobrepeso sea cada vez más normalizado.
De la mano con este punto, los investigadores declararon que aparte del riesgo de sobrepeso, la inflamación constante del hipotálamo también es un detonante para enfermedades cognitivas. El hecho que el cerebro se inflame y desinflame con tanta frecuencia implica que las conexiones neuronales se vean comprometidas, representando efectos negativos a corto y largo plazo.
Cambiar los hábitos alimenticios, sea en poca medida, tendrá efectos positivos en la salud, impidiendo que las complicaciones relacionadas con el peso y la parte cognitivas no se vean perjudicadas. Los investigadores recomiendan modificaciones mínimas, debido a que estas funcionarán como una gran estrategia con bastante utilidad.
Del mismo, es esencial ser selectivos con la forma y el momento en que se utilizan tratamientos antiinflamatorios, ya que la inflamación también es necesaria para nuestro funcionamiento diario, por ejemplo, curando heridas o combatiendo infecciones.