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Juan Pablo Raba, actor colombiano. | Foto: natalia tirado

Salud mental

Juan Pablo Raba habla en SEMANA de ‘Los hombres sí lloran’, pódcast donde ellos pueden desahogarse sobre lo duro de ser marcho alfa

El artista se le midió a uno de los papeles más importantes de su vida: lograr que los hombres desahoguen sus emociones en un pódcast, en el que demuestran que verse vulnerables puede llegar a ser una fortaleza.

Redacción Salud
13 de julio de 2024

Juan Pablo Raba había llegado a la temida crisis de la mediana edad. Y pese a que disfrutaba de un buen momento personal y profesional, en ocasiones lo invadía la ansiedad, “lloraba sin motivo aparente, me llenaba de miedos”, confiesa en SEMANA.

Criado en un entorno en el que se desestimaban las enfermedades de salud mental, el actor bogotano sintió, sin embargo, que era momento de que los hombres abrazaran su vulnerabilidad cuando no se sienten bien emocionalmente. Y ese experimento se convirtió en Los hombres sí lloran, un pódcast en el que les ha abierto los micrófonos a distintas personalidades masculinas para hablar de sentimientos, de emociones.

La iniciativa completa un mes al aire y ya lleva diez capítulos, con apoyo de Selia, una reconocida plataforma para el cuidado de la salud mental. “Un espacio en el que podemos tener conversaciones abiertas y sinceras sobre salud mental y en donde nuestra vulnerabilidad será nuestra mayor fortaleza”, dice.

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‘Los hombres sí lloran’ puede escucharse a través de un pódcast o en plataformas como Instagram. Figuras reconocidas, como el deportista Tatán Mejía, han aceptado la invitación a hablar de sus sentimientos. | Foto: Suministrada a Semana API

SEMANA: Mientras Shakira dice “las mujeres ya no lloran”, Juan Pablo Raba responde “los hombres sí lloran”. ¿Cómo nace este pódcast?

Juan Pablo Raba: El punto de partida fue el deseo de poner sobre la mesa un tema de conversación que desafortunadamente está muy abandonado y sobre el que es necesario profundizar: el patriarcado, que ha afectado profundamente a las mujeres, también ha golpeado a los hombres, porque nos ha puesto en un rol social que genera presiones constantes. Nos obliga a ser proveedores, fuertes, exitosos financieramente, tener al lado a la mujer más bonita. Si no eres suficientemente guapo, tu mujer te deja; si lloras, eres una niñita, nos dicen. Cuando nació mi hija, experimenté una crisis de la mediana edad y comencé a ahondar en mis propios sentimientos: ¿por qué sentía tanta angustia, tanto miedo? ¿Por qué lloraba sin ningún motivo aparente? Es que, según el paradigma social, lo tenía todo: una esposa fantástica, unos hijos sanos, un trabajo apasionante, buena salud. Pero sentía que pasaba algo. Y cuando comparto estos sentimientos con otros hombres, veo que muchos estábamos en las mismas. Y no puede ser que no tengamos sistemas de apoyo para exteriorizar ese invento social de lo que supuestamente debemos ser los hombres.

SEMANA: ¿La idea entonces era encontrar sus propias respuestas a esa crisis personal?

J.R.: Exacto. Y no es que yo ahora mismo tenga todas las respuestas. Las sigo buscando. Lo que propongo es una conversación en la que, a través de esas charlas con amigos y expertos, podamos construir una suerte de manual para identificar cómo sobrellevar esas emociones. Y de qué formas podemos ser ayudados.

SEMANA: Durante muchos años, dentro de la crianza masculina, ha hecho carrera la idea de que los hombres no pueden mostrarse vulnerables, llorar en público. ¿Cómo fue en su caso?

J.R.: Mi padre era un tipo sensible, al que nunca le dio pena llorar. Pero, al tiempo, una persona que no creía en la depresión, la tristeza, la psicología o cualquier tipo de problema mental. Creía más en trabajar y estar ocupado. Si no lo hacías, eras un vago. El que decía que estaba deprimido era porque no quería hacer nada. Crecí con eso muy marcado: pensaba que la felicidad era una decisión y la depresión no existía, era un cuento chino. Cuando la viví en primera persona, aunque no fue una depresión clínica como tal, descubrí que estaba equivocado.

SEMANA: ¿Fue fácil convencer a sus invitados de conversar en público de temas que ni siquiera hablan los amigos en privado?

J.R.: En esta primera etapa he invitado a gente de mi círculo cercano, a mis amigos. Y muchos se han motivado después de ver los primeros episodios. Esto agarra forma gracias a mi amigo Dany Posada, mi productor. Y con él llegué a Selia, una plataforma sobre salud mental. Yo me conformaba solo con tener algunas conversaciones, pero con ellos le di forma a este proyecto. La idea es poder hablar con hombres de distintos oficios y experiencias de vida para que la conversación sea cada vez más amplia acerca de estos temas de los que se hablan tan poco.

SEMANA: Los hombres sí lloran aborda un tema que se discute mucho hoy: las nuevas masculinidades, hombres que se involucran más en las labores del hogar.

J.R.: Hace poco leí que cuando uno se siente agotado por lo demandante que es la paternidad, hay que alegrarse porque solo quiere decir que uno está siendo un buen padre. Y creo que si bien la paternidad es uno de los roles más importantes que puedes desempeñar, es agotador. Te llena de amor, pero también de angustia. Sin embargo, los hombres poco lo hablamos; se habla más de lo que sienten las mujeres con la maternidad, pero a nosotros también nos pasan muchas cosas, nos cambian las perspectivas de la vida.

SEMANA: ¿De qué siente que les cuesta más hablar a los hombres?

J.R.: De cosas que muchas personas creen que no: nos preocupa, como a las mujeres, envejecer, que se nos caiga el pelo, no poder bajar la panza, que los músculos estén más flácidos, nuestra vida sexual o la vida en pareja, los conflictos del matrimonio y los económicos. Porque ese éxito económico forma parte del rol que se nos ha impuesto: hay que tener billete para estar casado con la más bonita, tener cierta marca de carro o mandar a los hijos a determinado colegio. Y tenemos encima además esa presión tan brutal que son las redes sociales, en las que todos quieren aparentar. Y nos volvemos unas ollas a presión hasta que explotamos, a veces de formas tristes como el suicidio. Las cifras son alarmantes: ocho de cada diez suicidios son masculinos.

SEMANA: ¿En su caso se siente más vulnerable por el hecho de ser famoso?

J.R.: Creo que nuestra vida está más expuesta al ser personajes públicos. Y nos juzgan, por ende, con más facilidad: al hacer un papel te pueden juzgar por mal actor, por estar subido de peso o si te ves viejo. Yo me siento afortunado de cómo me ha ido en mi vida y mi carrera, pero eso no me exime de sentir angustia o crisis. Con Mónica (Fonseca), mi esposa, nos da risa cuando en los comentarios de mis fotos en redes nos comentan que somos la pareja ideal. “Quiero ser como ustedes”, nos dicen. E internamente comentamos: “Si la gente supiera por las que uno pasa, luego de 14 años juntos”. No todos los días son buenos solo por el hecho de que somos famosos.

"Es un espacio en el que podemos tener conversaciones abiertas y sinceras sobre salud mental y en donde nuestra vulnerabilidad será nuestra mayor fortaleza”, dice el actor. | Foto: cortesía

SEMANA: ¿Ha encontrado resistencia a la idea de que los hombres hablen abiertamente de sus emociones?

J.R.: Claro. No solo en hombres, también en las mujeres. Llevamos muchos años concentrados, de forma muy justa, en la causa del MeToo. Y es cierto que tenemos una deuda histórica con la mujer. Pero el feminismo llevado al extremo genera resistencia porque lastima a algunos sectores de la sociedad, genera que mucha gente se vaya al extremo contrario. Creo que estamos llamados a encontrar un balance. Se va a saldar esa deuda histórica con las mujeres y el hombre también deberá despojarse de esas presiones con las que vive hoy. Los hombres debemos aprender a dejar de ser ese macho alfa que sale a conquistar todo. Vivimos momentos de mucha polarización, si no te muestras como el más macho dudan de tu hombría. Esto no es las mujeres por su lado y los hombres por otro. Mi aspiración es que con Los hombres sí lloran las mujeres entiendan que a lo mejor están colocando o reafirmando una serie de patrones tóxicos sobre sus hijos, sus parejas, sus hermanos. Y así sanarnos entre todos.