Salud
La inspiradora historia del médico colombiano que migró por la violencia y fue premiado en el Congreso de Estados Unidos
Hoy es un exitoso empresario del sector salud en la Florida y trabaja en favor de la comunidad latinoamericana.
Detrás del reconocimiento que recibió el médico cartagenero Carlos Riveros de manos del Congreso de Estados Unidos, hay una larga carrera que requirió esfuerzo y un poco de terquedad.
El pasado 15 de junio se hizo oficial que había sido uno de los galardonados con el Reconocimiento Especial del Congreso de Estados Unidos por su “invaluable” servicio a la comunidad. En este caso, a los hispanos que viven en el estado de la Florida.
“La nominación fue por parte de la congresista estatal de la Florida María Elvira Salazar. Lo que creo que llevó a que me nominaran es que yo he sido un inmigrante que llegó a los Estados Unidos, que cumplió con todos los requerimientos y he hecho una compañía que tiene cierta relevancia desde el punto de vista médico, pero también ciertas actividades que hacemos en favor de la comunidad”, le dijo Riveros a SEMANA.
Su camino, sin embargo, no ha sido fácil y se remonta a los días en los que era un joven médico recién graduado en Cartagena. Había logrado el título en la Universidad Militar Nueva Granada de Bogotá y había regresado a su tierra para ejercer. Pero en los años 80 la situación laboral en el país para los médicos era cuando menos compleja.
Lo más leído
“En Colombia a diferencia de Estados Unidos cuando uno se graduaba de médico no había realmente muchas alternativas de qué hacer. Aquí en los Estados Unidos cuando uno se gradúa de especialista hay miles de compañías y hospitales que quieren tomarte”, expresó Riveros.
Y sostuvo que en ese momento no tenía trabajo, ni una oficina para ejercer realmente como médico. Por ello, decidió emprender. Compró un celular, que en su época no era común, y empezó a cimentar las bases de una empresa, que se llamó Servicios Médicos Ambulatorios.
“Yo lo que hacía era que contestaba como si fuera una compañía. Les ofrecía a las personas los servicios, les decía: ‘Ya le vamos a mandar un médico allá a su casa‘. Y era yo mismo el médico que llegaba”, recordó entre risas.
En esas visitas les decía a las personas que llamaran de vuelta a la compañía para consultar por los medicamentos que les ordenaba. Luego, él volvía a tomar sus pedidos y se encargaba de hacérselos llegar en las puertas de sus casas.
La idea de negocio rindió frutos y pronto se convirtió en una empresa pujante en la que trabajaban alrededor de 17 médicos. Incluso, llegó a tener dos ambulancias, algo que era poco común para un privado en ese momento en Cartagena.
No obstante, la situación de orden público para los años noventa en Colombia era muy difícil. Empezó a temer por sus seguridad y la de sus hijos. El punto de quiebre fue cuando le quemaron una ambulancia. Los hombres armados que cometieron el hecho se identificaron como miembros del ELN, aunque nunca hubo certeza al respecto.
“Tomé la decisión de vender todo y venirme para los Estados Unidos. La verdad es que fue bastante difícil. Casi que lo que tenía pudo haberme durado unos dos o tres meses entre los gastos de llegada y de arrendar algo. En ese momento vi la realidad de lo que era venirse para acá”, recordó.
Tuvo que entrar a trabajar en el sector salud, pero un cargo operativo. Tenía tres hijos pequeños y debía sobrevivir. No obstante, logró seguir estudiando y aprender inglés al mismo tiempo. Tenía jornadas larguísimas. Empezaba a estudiar desde las 6:45 de la mañana, luego se iba a trabajar sobre las tres de la tarde. Y contó que duraba trabajando hasta las 3 de la mañana.
“Era una rutina fuerte y en algunos momentos yo flaqueaba. Pero igual siempre pensaba que esto era lo que me había tocado. Yo no tenía de pronto el soporte de un padre, de una familia que me proveyera para estudiar. Pero eso no me excusaba de lograr lo que quería hacer. No hay excusas para no hacer lo que tienes que hacer”, aseguró con vehemencia.
A punta de puro esfuerzo logró completar su residencia médica en la ciudad de Harrisburg, Pensilvania. También se vinculó a prestigiosas instituciones sanitarias como el Centro Médico Mount Sinai, el Hospital Larkin y el Programa Médico Extranjero de la Florida International University.
Pese a que su carrera empezó a tomar impulso, recordó que en el fondo no le gustaba ser empleado y siempre tuvo la necesidad de emprender. Así fue como decidió que quería montar una oficina propia otra vez.
En la actualidad está al frente de dos clínicas distintas y trabaja con la comunidad hispana e incluso ha incursionado en el terreno de la investigación médica. De hecho, lideró las pruebas para evaluar la eficacia de un medicamento para combatir los síntomas de covid-19, un proyecto que inició desde antes que se desarrollaran las vacunas para contrarrestar esa enfermedad.
“Logramos comprobar que el medicamento podía reducir en más del 90 % la replicación del virus”, contó y señaló que junto a una compañía están planificando la tercera fase de estos ensayos.
Como resultado de sus esfuerzos fue reconocido como uno de los mejores diez médicos de la Florida e incluso le entregaron la bandera de Estados Unidos durante la ceremonia de premiación en el Congreso de ese país. Entre otras cosas, reconocieron sus esfuerzos durante la pandemia de covid-19.
“He sido muy activo desde ese punto de vista comunitario con la comunidad latina y creo que eso llamó la atención”, concluyó.