Salud
‘Míster Párkinson’: el humorista colombiano cuenta en SEMANA cómo encontró en el humor una ‘medicina’ contra su enfermedad
Élmer Sepúlveda sufre de párkinson desde los 13 años y encontró en el humor un camino para generar conciencia sobre la enfermedad. Su historia ha sido aplaudida por Michel J. Fox, el célebre actor que lidera en el mundo la búsqueda de una cura para este trastorno. El humorista habló con SEMANA.
La primera vez que Élmer Sepúlveda se paró sobre un escenario fue en diciembre de 2012. Tras varios castings, al fin había logrado ser elegido para uno de los capítulos de Sábados felices, el popular programa de humor del Canal Caracol.
Días atrás, Hassam, humorista de ese espacio que lleva más de medio siglo al aire, le había dado un consejo que lo cambiaría todo: “Si usted sufre de párkinson, solo párese ahí y cuente su historia. Aprenda a burlarse de usted mismo. Eso lo hará diferente del resto, único”.
Al programa había llegado motivado por unos amigos que celebraban a carcajadas todas sus ocurrencias. “Usted es muy chistoso”, le repetían. Y le sugerían tocar las puertas de la televisión. “Pero yo pensaba que eso era un asunto para profesionales, yo qué me voy a parar ahí”, decía Élmer.
Al final, les hizo caso. Su propuesta conquistó a Hassam, uno de los jurados y su maestro en la seria tarea de hacer reír. Y desde entonces son pocos los que lo conocen por su nombre de pila. En su lugar lo llaman Míster Párkinson, como decidió bautizarse él mismo hace ya 12 años, y que en 2023, tras varias veces de alcanzar la final, se convirtió en el mejor cuentachistes del país.
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“Cuando lo vi por primera vez, pensé que estaba drogado por su actuar. Y cuando le pregunté, me respondió, entre risas, que efectivamente sí lo estaba, pero debido a las medicinas que debía tomar para poder controlar los síntomas de su enfermedad. En ese momento, entendí que él podía llevar un mensaje más profundo en sus actuaciones”, recuerda Hassam.
A Élmer poco le interesa la fama, en todo caso. Ni siquiera porque, cada vez que visita el barrio de Usme donde creció, Villa Anita, en el profundo sur bogotano, “los pelaos” se le acerquen pidiéndole autógrafos y, claro, chistes. Y él los complace, pero secretamente espera que lo reconozcan, más que como humorista, como una persona que supo burlarse de una enfermedad que afecta a unos 220.000 colombianos, según datos de la Asociación Colombiana de Neurología.
El diagnóstico le llegó en una edad atípica, a los 13 años. Los médicos se quedaron sorprendidos y le contaron que en realidad es un trastorno neurológico que toca las puertas solo después de los 50 años, en la inmensa mayoría de los casos. “Yo era un pelao normal. Pero, de un momento a otro, empecé a tener problemas de motricidad y de equilibrio, y la voz no se me entendía. Al final, terminé postrado en una cama, tenía en ese momento apenas 16 años. Me dijeron que lo mío era párkinson juvenil”, relata Élmer en SEMANA.
En esa condición se la pasó 13 años largos. Hasta que un día, con 26, llegó cargado por su mamá y una de sus tías al Hospital El Tunal, donde un médico ya les había hablado de un medicamento que podía mejorar su calidad de vida y devolverle, en parte, la movilidad.
“Ellas se habían ido a la sala de espera y en algún momento ese doctor sale y me dice: ‘Élmer, venga para acá’. Y yo buscando a mi mamá y a mi tía para que me ayudaran… Pero el médico me retó a que lo hiciera por mis propios medios y lo logré. Desde entonces, nunca más volví a estar postrado. Fue como volver a nacer, un milagro”, cuenta Míster Parkinson.
Pero con una enfermedad degenerativa a cuestas no resultaba fácil conseguir trabajo, hacerse productivo. Ya había probado suerte en una empresa de taladros, pero no funcionó. Fue entonces cuando este bogotano, hoy de 40 años, fundó en el humor un proyecto de vida.
Hoy, Élmer se dedica a dar conferencias de superación por el mundo, en clave de humor, en las que muestra “que el cielo es el límite”, como repite a cada rato.
En ninguna de sus frases se le siente una palabra de víctima. ¿Bullying? Claro que lo ha habido, reconoce. Pero explica enseguida que el mejor escudo que encontró para blindarse contra las burlas “fue hacerme yo mismo autobullying y con ello hacer reír a otros. Cuando tú eres capaz de robar una sonrisa, desarmas al que sea, generas empatía. La gente se siente bien contigo”.
Para Sepúlveda, haberse visto retado por la vida a estar postrado en una cama por años, lo hizo “fuerte emocionalmente. Si pude superar eso, puedo con lo que sea, nada puede tumbarme al piso ya”, se le escucha decir.
Y con esa misma arma del humor conquistó a Esmeralda Páez, su novia desde hace 12 años, “quien ha estado conmigo en las buenas y en las no tan buenas”, dice.
Y también le abrió puertas impensadas, como participar en el Congreso Mundial de Párkinson, que se hace cada dos años, y que lidera Michael J. Fox, el rostro de la saga de Volver al futuro, diagnosticado con la enfermedad con apenas 26 años y quien emprendió una suerte de cruzada para que la ciencia logre pronto una cura para esta condición.
“Con Michael buscamos irnos en el carro de Volver al futuro para hallar una cura, pero el carro no nos prendió”, dice Élmer, y él mismo celebra su chiste.
El encuentro entre ambos sucedió en 2017, en la ciudad de Portland, Estados Unidos. Enterado de su historia, Fox invitó al colombiano y lo retó a hacer su show en inglés ante los miles de asistentes que convoca este congreso, y en el que Sepúlveda conoció también a Brian Grant, exjugador de los Lakers, igualmente diagnosticado con párkinson, y a la hija de Mohamed Alí, otro de los deportistas a quien este trastorno sorprendió en la vejez.
Estando allá comprendió los enormes retos de quienes deben afrontar esta enfermedad. “Mucha gente, por desconocimiento, piensa que tener párkinson es tener problemas cognitivos. Pero no. Nos demoramos un poco más que el resto en procesar la información, pero estamos en la plenitud de las capacidades mentales. Yo incluso manejo carro. La gente se sorprende, cree que eso no es posible”.
Pero Élmer, por medio de su propia historia, dice que les demuestra a otros pacientes que “cuando uno aprende a no pelear con la enfermedad, te haces amigo de ella y todo se vuelve más llevadero. El problema es cuando te vuelves enemigo de las dificultades”.