Salud

Obesidad: así afecta la capacidad del cerebro para reconocer la sensación de saciedad y de sentirse satisfecho tras comer grasas y azúcares

Se estima que el 51 por ciento de la población, o más de 4.000 millones de personas, serán obesas o tendrán sobrepeso en los próximos 12 años

13 de junio de 2023
Obesidad
La obesidad y el sobrepeso son detonantes de diversos problemas de salud. Para reducir el colesterol es necesario cambiar hábitos de vida. | Foto: Getty Images

Durante años, la ciencia ha demostrado los efectos nocivos de la obesidad. Aún así, más de la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad para el año 2035 si no se toman medidas significativas, según informe revelado en marzo de este año.

El atlas de 2023 de la Federación Mundial de Obesidad predijo que 51 por ciento de la población, o más de 4.000 millones de personas, serán obesas o tendrán sobrepeso en los próximos 12 años. Las tasas de obesidad están aumentando particularmente rápido entre niños y en los países de bajos ingresos, encontró el informe.

El costo para la sociedad es significativo como resultado de las condiciones de salud relacionadas con el sobrepeso, sostiene la federación: más de US$4 billones anuales para 2035, o 3 por ciento del PIB mundial.

¿Cómo sé si tengo obesidad o sobrepeso?
¿Cómo sé si tengo obesidad o sobrepeso? | Foto: Getty Images/iStockphoto

Como si ya el panorama no fuera preocupante, este lunes se conoció que la obesidad puede afectar la capacidad del cerebro para reconocer la sensación de saciedad y de sentirse satisfecho después de comer grasas y azúcares, según un nuevo estudio.

Además, esos cambios cerebrales pueden durar incluso después de que las personas consideradas médicamente obesas pierdan una cantidad significativa de peso, lo que posiblemente explique por qué muchas personas recuperan a menudo los kilos que pierden.

“No había indicios de reversibilidad: los cerebros de las personas con obesidad seguían careciendo de las respuestas químicas que indican al organismo que ha comido lo suficiente”, dice la doctora Caroline Apovian, catedrática de Medicina de la Facultad de Medicina de Harvard.

“El estudio es muy riguroso y exhaustivo”, afirma el doctor I. Sadaf Farooqi, catedrático de metabolismo y medicina de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, citado por CNN.

El estudio, divulgado este lunes por la revista Nature Metabolism, se basa en un ensayo clínico controlado en el que 30 personas obesas y otras 30 personas de peso normal recibieron carbohidratos azucarados (glucosa), grasas (lípidos) o agua (como control). Cada grupo de nutrientes se administró directamente en el estómago a través de una sonda de alimentación, en días separados.

“Queríamos pasar por alto la boca y centrarnos en la conexión intestino-cerebro, para ver cómo los nutrientes afectan al cerebro, independientemente de ver, oler o saborear los alimentos”, afirma la autora principal del estudio, Mireille Serlie, profesora de endocrinología de la Facultad de Medicina de Yale en New Haven, Connecticut.

La noche anterior a la prueba, los 60 participantes en el estudio cenaron lo mismo en casa y no volvieron a comer hasta que se les colocó la sonda a la mañana siguiente. A medida que los azúcares o las grasas entraban en el estómago, los investigadores utilizaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) y tomografía computarizada por emisión monofotónica (SPECT) para captar la respuesta del cerebro durante 30 minutos.

“La RM muestra dónde las neuronas del cerebro están utilizando oxígeno como reacción al nutriente: esa parte del cerebro se ilumina”, explica Faroof. “El otro escáner mide la dopamina, una hormona que forma parte del sistema de recompensa, que es una señal para encontrar algo placentero, gratificante y motivador y luego desear esa cosa”.

La epilepsia está relacionada con múltiples causas. Puede haber razones estructurales, es decir, lesiones en el cerebro que como manifestación producen una crisis epiléptica.
La obesidad puede afectar la capacidad del cerebro para reconocer la sensación de saciedad y de sentirse satisfecho después de comer grasas y azúcares, según un nuevo estudio. | Foto: 123rf / El País

A los investigadores les interesaba saber cómo las grasas y la glucosa activaban individualmente diversas zonas del cerebro relacionadas con los aspectos gratificantes de la comida. Querían saber si eso sería diferente en las personas con obesidad en comparación con las de peso normal.

“Nos interesaba especialmente el cuerpo estriado, la parte del cerebro relacionada con la motivación para buscar comida y comerla”, explica Serlie. Situado en las profundidades del cerebro, el cuerpo estriado también interviene en las emociones y la formación de hábitos.

En personas con peso normal, se descubrió que las señales cerebrales del cuerpo estriado se ralentizaban cuando se introducían azúcares o grasas en el sistema digestivo, lo que evidenciaba que el cerebro reconocía que el cuerpo había sido alimentado. “Esta reducción general de la actividad cerebral tiene sentido porque una vez que la comida está en el estómago, no es necesario ir a buscar más comida”, explicó Serlie.

Al mismo tiempo, los niveles de dopamina aumentaron en los que tenían un peso normal, lo que indicaba que los centros de recompensa del cerebro también estaban activados.

Depende del sexo y el tipo de cáncer

Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre la obesidad no había analizado si sus riesgos eran iguales en hombres o en mujeres.

Una investigación publicada este lunes en Cancer Cell indica que tanto la acumulación general de grasa como su distribución en distintas partes del cuerpo cambian los riesgos de cáncer, según el sexo del paciente.

Además, el estudio evidenció que los riesgos también varían según el tipo de cáncer, como el colorrectal, el de esófago y el de hígado.

“Un aspecto importante del riesgo de enfermedad asociado a la obesidad es la distribución de la grasa en diferentes compartimentos del cuerpo”, explica la autora principal del estudio Åsa Johansson, investigadora de la Universidad de Uppsala (Suecia).

Los autores quisieron llevar a cabo un análisis estratificado por sexos del riesgo de cáncer relacionado con la adiposidad. Para ello, utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido, una cohorte transversal de 500.000 residentes, con edades comprendidas entre 37 y 73 años, reclutados entre 2006 y 2010 y a los que se siguió durante un tiempo medio de 13,4 años.

Así, descubrieron que todos los tipos de cáncer, salvo los de cerebro, cuello de útero y testículos, están asociados con la obesidad.

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El costo para la sociedad es significativo como resultado de las condiciones de salud relacionadas con el sobrepeso, sostiene la federación: más de US$4 billones anuales para 2035, o 3 por ciento del PIB mundial. | Foto: Getty Images

En las mujeres, los vínculos más fuertes entre la acumulación global de grasa y el cáncer se dieron en el cáncer de vesícula biliar, el cáncer de endometrio y el adenocarcinoma de esófago. En los varones, los vínculos más fuertes entre la acumulación de grasa y cáncer se dieron en el cáncer de mama, el carcinoma hepatocelular y el carcinoma de células renales.

En cuanto a la acumulación y distribución de la grasa, se observaron efectos diferenciales entre sexos en el cáncer colorrectal, esofágico y hepático. Por ejemplo, más grasa almacenada en el abdomen se asoció con el carcinoma esofágico de células escamosas en las mujeres, pero no en los hombres. Y al revés: la acumulación de grasa corporal se asoció a un alto riesgo de carcinoma hepatocelular en los varones, pero no en las mujeres.

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