Salud
¿Por qué la comida afecta el estado de ánimo?
Comer bien, es necesario para gozar de buena salud.
Comer es una de las necesidades primarias, luego de respirar y tomar agua o líquidos. Y es que esto es necesario para vivir, pues sin comida -sumado a otros factores- se podría morir.
El hecho de “no comer durante horas se traduce en alteraciones fisiológicas del metabolismo, de manera que los episodios prolongados tienen secuelas más graves”, registra el portal Mejor con Salud.
Por ello, indican algunas de las posibles y nefastas consecuencias que tiene para la salud, el dejar de comer, entre las que destacan que “pudiera desencadenar desórdenes neurológicos antes que metabólicos, y trastornos de base que podrían desencadenar obesidad o anorexia”.
Así mismo, en la comida se ingieren carbohidratos, que son los que le dan energía al cuerpo y si esto se omite, ya no se tendrá energía para realizar las labores diarias.
Dicho esto, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades explica los beneficios de comer, y no solamente esto, sino hacerlo de manera saludable:
- “Podría ayudarte a vivir más tiempo.
- Mantiene la piel, los dientes y los ojos saludables.
- Apoya a los músculos.
- Estimula la inmunidad.
- Fortalece los huesos.
- Reduce el riesgo de las enfermedades del corazón, la diabetes tipo 2 y algunos cánceres.
- Apoya los embarazos saludables y la lactancia.
- Ayuda al sistema digestivo a funcionar.
- Ayuda a lograr y mantener un peso saludable”.
Pero hay que decir que la comida causa un efecto, mucho más allá de lo físico, pues está relacionado con el estado de ánimo de las personas. Así, según informa la Sociedad Americana del Corazón, hay alimentos que tienen un “alto contenido en grasas y azúcares no hacen más que aumentar la probabilidad de que suframos depresión y ansiedad, lo que significa que terminaremos deseando más comida chatarra para combatir el mal humor”.
Y agregan que según un estudio, titulado Evolución del bienestar y la felicidad tras el aumento del consumo de frutas y verduras, “la felicidad obtenida de comer ocho raciones de frutas y verduras al día fue equivalente a la alegría que experimenta una persona desempleada cuando encuentra un trabajo”.
Y es que los alimentos con ácidos grasos y omega-3, están vinculados con la depresión y la impulsividad, por lo que “incluir una buena cantidad de estos nutrientes en la dieta para tener niveles altos”. Estos están presentes en los pescados y en los frutos secos.
En una investigación titulada Estado de ánimo, alimentación y obesidad, publicada en el NIH, Librería Nacional de Medicina de los Estados Unidos, encontró que “las emociones frecuentes como la ira y la alegría tienen la mayor influencia en el apetito y la elección de alimentos”.
En el mismo, explican la diferencia entre estado de ánimo y emociones: “El estado de ánimo se caracteriza por una excitación psicológica en ausencia de estímulos obvios que puede durar varios minutos o más. Por el contrario, las emociones son respuestas afectivas a corto plazo a estímulos reforzadores”.
Así las cosas, “dependiendo del estado de emociones negativas o angustia, se desencadena la alimentación emocional donde la ingesta de alimentos puede aumentar o disminuir en los mismos individuos”.
Allí citan otro estudio que halló que “el estado emocional también se ha relacionado con la adicción”.
Finalmente, la investigación explica que “las vías sensoriales y psicológicas influyen en la elección de alimentos, la cantidad y la frecuencia de las comidas que pueden no ser parte de los requisitos fisiológicos normales. Muchas teorías psicosomáticas sobre la obesidad sugieren que las personas obesas comen en exceso debido a la incapacidad de percibir su estado fisiológico, el hambre y la saciedad, y que comer en exceso reduce el malestar emocional y la ansiedad”.
“La teoría interna/externa de la obesidad predice que los consumidores normales alteran su ingesta de alimentos para regular sus emociones, mientras que las personas obesas no lo hacen. Dependiendo de si un comensal es comedido o emocional, el estrés y las emociones negativas podrían estar asociados con una mayor o menor motivación para comer; y bajo esas circunstancias, la elección de alimentos difiere. Por tanto, la angustia emocional influye en la elección e ingesta emocional de alimentos”, concluye.