MÚSICA

Los Arctic Monkeys regresan con nuevos y polémicos colores

En ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ los británicos sorprenden con una columna musical reinventada. Resultado controversial: nadie les quita el derecho a explorar y llevarse a lugares distintos del pasado.

Alejandro Pérez
14 de mayo de 2018
Alex Turner, Jamie Cook, Nick O'Malley y Matt Helders devolvieron el reloj y apostaron a menor intensidad. | Foto: Zackery Michael

Puede verse como una evolución natural, o simplemente como el trabajo que los distanció oficialmente del frenesí rockanrolero y los probó dispuestos a navegar ritmos lentos que oscilan entre el soul y el rock francés de los años setenta. Tumbaos que bien podrían ajustarse a un salón de baile lleno de mujeres elegantes en vestidos largos y hombres en esmoquin, todos enamorados.

El viernes pasado Los Arctic Monkeys lanzaron su nuevo LP Tranquility Base Hotel & Casino, su sexto trabajo de estudio, que ha dado mucho de qué hablar. Para muchos fanáticos de vieja escuela ha caído mal por su factura lenta. Algunos menos rígidos reconocen su exploración interesante hacia el pasado. Pocos lo han llamado una obra maestra, pero los hay, la mayoría debate si alguna de sus once canciones se podrá considerar un clásico.

Lo que no cabe duda es que sumará a la paleta de colores que ofrecen en su show en vivo. Esto pues tiene otro color y no lo oculta. Desde la primera pista marca el tono y poco se desvía. El que espera chispas, reminiscencias de lo anterior, se queda esperando todo un disco, quizás encontrando solo en la entrega vocal de Alex Turner algo familiar.

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‘Tranquility Base Hotel & Casino‘, porque siempre es mejor sacar conclusiones propias. Y para lograrlo, hay que escuchar.

Arctic Monkeys mantiene sus guitarras, pero los pianos y clavicordios son las estrellas, así como la columna vertebral de bajo caminado y batería hipnótica. La banda creó un cuerpo sonoro conceptual, como siguiendo el ejemplo visual de Wes Anderson. Su álbum se ajustaría perfectamente a una cinta de amor intenso pero amargo; tiene propiedades de banda sonora, algunas veces evocando las “Fuente de Soda” de los cincuentas gringos, y en otras los setentas revoltosos sexis en Francia que proponía Gainsbourg. Y en canciones como ‘Golden Trunks’, algo de influencia psicodélica de The Beatles sale a flote.

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Personalmente, tuve el impulso de repetir pocas canciones, ‘American Sports’, ‘Four Out of Five’, y ‘Science Fiction’ lo lograron. Es un disco que se ve más de lo que se oye. Y así de deja ver hasta ahora, muy inspirado por Stanley Kubrick. Los de Sheffield regresaron y poco les importa la reacción del público. Muy a su estilo, tomarán el camino que les parezca.