Semana TV
La guerra eterna en el Catatumbo
Entre los departamentos con mayor presencia de estos grupos ilegales están La Guajira y Arauca, pero Norte de Santander tiene en su territorio 12 de estas estructuras.
Colombia y Venezuela comparten 2.219 kilómetros de frontera y, como en todos estos límites, el territorio presenta conflictos principalmente económicos y sociales. Son siete los departamentos colombianos que se concentran en estas zonas limítrofes (La Guajira, Cesar, Boyacá, Arauca, Vichada, Guainía y Norte de Santander) y sobre ellas actúan 28 estructuras armadas ilegales, las cuales se disputan el control territorial y las rentas que dejan las economías ilegales.
Entre los departamentos con mayor presencia de estos grupos ilegales están La Guajira y Arauca, pero Norte de Santander tiene en su territorio 12 de estas estructuras y al menos la mitad de ellas tienen sometida a una subregión: El Catatumbo, un territorio que lleva décadas reciclando la misma guerra. Violencia extrema, asesinatos, desplazamiento forzado y economías ilegales son la cotidianidad, y la principal víctima es la población civil.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en su último informe sobre cultivos ilícitos (2019), Norte de Santander aumentó 5.354 hectáreas de cultivos de hoja de coca y el municipio en el que más se presentó el aumento fue Tibú, la región que más se disputan los grupos armados.
Inicialmente, en Tibú hubo fuerte presencia las Farc antes de su dejación de armas, pero una vez firmaron el acuerdo de paz y se recogieron en sus zonas veredales, los grupos que quedaron empezaron a disputarse el poder en los zonas que abandonaron. Fue esta una de las razones por las que empezó un violento enfrentamiento entre el ELN y el EPL (que en la zona llaman “pelusos”).
Esta guerra tuvo confinada a la población del Catatumbo casi todo febrero de este año. Las organizaciones decretaron paros armados y básicamente los campesinos tuvieron que encerrarse mucho antes de que empezara la cuarentena nacional. Y a esta difícil situación que enfrenta el campesinado, se suma una relación hostil con la fuerza pública: el Catatumbo es la región colombiana que más ha sufrido el drama de las ejecuciones extrajudiciales de civiles, más conocidos como “falsos positivos”.
Así mismo, esta subregión está en el tercer lugar en el país en cuanto a regiones en la que más se ha asesinado líderes sociales y defensores de derechos humanos: 2018 registró 23 homicidios de líderes, 2019 registró 17 asesinatos más y en 2020 el Catatumbo ya cuenta 3 líderes asesinados.
Las economías del Catatumbo, legales e ilegales, son muchas, y el control de estas se lo disputan todos los grupos armados. Incluso integrantes de carteles mexicanos hacen presencia en el territorio. Además de la coca, en su tierra hay oro, petróleo, coltán, uranio, carbón y terrenos para el cultivo de palma de aceite africana. En las versiones que dieron los desmovilizados paramilitares, como Salvatore Mancuso, se advirtió que hasta las empresas privadas habrían patrocinado el conflicto en esta subregión para despojar a los campesinos. Pareciera que la riqueza de esta subregión la hubiera condenado a una guerra eterna. El Poder entró a investigar.